miércoles, 30 de noviembre de 2011

Ocio


Me ha gustado mucho una novelita corta titulada Ocio, de Fabián Casas.

La novelita va seguida de un relato que se llama Veteranos del pánico, introducido por un proverbio japonés que dice:

Si te cruzás con Buda, matá a Buda.
Si te cruzás con un discípulo de Buda,
matá al discípulo de Buda.
Si te cruzás con tu padre,
matá a tu padre.
Si te cruzás con tu madre,
matá a tu madre.
Sólo así te liberarás de los apegos
y serás libre.

Ahora me da mucha pereza hablar de ella, incluso elegir un párrafo y copiarlo aquí. Pero me ha gustado mucho.

martes, 29 de noviembre de 2011

En Previsones meteorológicas de un cangrejo


Agustín Martínez Valderrama tiene un blog en el que escribe unos textos muy breves y afilados. En la sección Pasen y Vean me ha dedicado, muy generosamente, tiempo y lugar. Aquí.

La fotografía es de Marcos López

lunes, 28 de noviembre de 2011

Seísmos, de Javier Puche


38 x 6 hace un total de 228. Esas son las palabras que tiene Seísmos, el libro de Javier Puche (Málaga, 1974), editado por thule con ilustraciones de Riki Blanco.

Seísmos son los cuentos de seis palabras que Javier escribe a partir de aquel de Hemingway que decía Vendo zapatos de bebé, sin estrenar ( For sale, baby shoes, never worn).

Javier lleva mucho tiempo ejercitándose en esa parafilia literaria. De hecho a sus textos los llama también temblores. La autoimpuesta y arbitraria regla de que tengan exactamente seis palabras es un corsé que acaba siendo exquisito, un cilicio perverso que muerde la carne del lector provocando ese temblor y dejando una marca o cardenal, testimonio de la mordida.

Es muy difícil comentar un libro de 228 palabras, quizás porque hay muy pocos libros tan breves. O yo he leído muy pocos. Se puede hablar de intensidad, de belleza y adecuación entre las ilustraciones y los textos. Se puede decir también que nos permite volver a él una y otra vez, leyendo y contemplando los dibujos en blanco y negro, sin que el texto o las imágenes se agoten.

No quería nacer. Lo obligaron vilmente lleva una ilustración con unas sombras que tiran de una cuerda como si fuese el arrastre de un copo de perfiles africanos más que malagueños.

Asoma un periscopio en mi consomé tiene un malencarado capitán de fragata de aire soviético.

Quizás uno de mis favoritos sea Este laberinto ni siquiera tiene baño. Tanto de texto como de ilustración, en la que una figura humana anda perdida entre brochazos que son como un nudo intestinal.

También me gusta mucho el esqueleto que tacha palitos en Le aburre al muerto la eternidad.
Y esa maciza que aparece en Por imprevista resurrección, vendo mi tumba.

Javier echa mano del humor y de la poesía sin perder nunca de vista el carácter narrativo:

Mi sombra flirtea con otro cuerpo
.

He de decir finalmente que conozco desde hace tiempo su trabajo y que nunca cae en la facilidad o en el chiste. Personalmente nunca se lo hubiera perdonado.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Epopeya





Un restaurante en la carretera, el suelo sucio. El arquitecto pide una botella de agua. El arquitecto se dirige a la ciudad, ya a pocos kilómetros, que contrató sus servicios para que levantara un escudo de defensa inexpugnable. En su hotel de siempre tiene reservada la suite de la última planta, desde donde, al día siguiente, antes de inspeccionarlos a pie de obra, contempla los trabajos de fortificación. No duda en desear que las fuerzas enemigas se adelanten a lo previsto. No obstante, él ha puesto su experiencia y sus conocimientos al servicio de la ciudad. Sabe que, si consiguen evitar la aniquilación, los ciudadanos se lo agradecerán y levantarán una estatua en su honor o le pondrán su nombre a la principal puerta de entrada.



Desde la ventanilla del avión el autor de guías de viaje ve el perímetro de la ciudad perfectamente delimitado por una zanja, tras la cual se alza la fortaleza. El sol empieza a declinar. Como siempre aconseja, procura llegar por primera vez a una ciudad desconocida a esa hora. Antes de que el avión enfile hacia la pista de aterrizaje tiene tiempo de ver una enorme polvareda en la llanura, extramuros. Como él, el resto del pasaje desea que el ataque se produzca en los próximos días, antes de que su visita acabe.



La pareja se entusiasma cuando el agente de viajes les propone pasar el puente en un hotel de lujo con spa en una de las ciudades sitiadas. Quizás también para ellos esa sea una solución.



La mujer no sabe qué hacer con el último sms de su marido. Lo ha leído ya más de cien veces. Me gustaría, le dice, tenerte aquí, bajo los escombros que me sepultan.


Soy yo quien con mi ingenio convertí vuestra confortable vida fortificada en un parque de ruinas y de humo. Por mi astucia tuvisteis que pasar la noche de vuestro amor a la intemperie. Dadme las gracias a mí por haberlo perdido todo, por haber visto como perecían vuestros hijos, cómo ardían vuestras madres en mitad del mar. La ruina le ha dado sentido a vuestras vidas, a vuestras bibliotecas y a vuestras fiestas. Habrá quien cante mis tretas, habrá quien describa la hermosura de los jardines en los que fuisteis felices y señale ese momento justo de la última luz sobre vuestros ojos.
Quien así habla es uno de los terroristas más buscados. Su cabeza tiene precio.
Yo soy Nadie, dice, y la emisión concluye.



Entre las nubes de humo uno de los generales de la ciudad busca la huida. Ha de fundar una civilización; otro futuro de aventuras, de amor, de muerte, de viajes. Habrá compañías de bajo coste que nos ayudarán a llegar adonde él se asiente. Para ello despreciará a reinas, riquezas y poder. Y un buen día decidirá levantar una muralla inexpugnable.




La fotografía es de Murat Germen

sábado, 19 de noviembre de 2011

Rectificación sobre el comentario de Tangram


En el comentario sobre Tangram de Juan Carlos Márquez escribí el siguiente párrafo:

"La falsa pista final de que puede haber sido él el asesino del actor Gaetano Iabichino es un truco que no podemos perdonar a estas alturas, aunque para eso está la cara dura del autor, para hacer lo que le de la gana."

Quiero puntualizar:

Mi impericia lectora me llevó a pensar que se trataba de una falsa pista. Y no es así, como bien me ha hecho ver su autor: "el asesino de Reikiavik es el asesino de Iabichino".

En las historias en las que todos los detalles de la trama son importantes para el desarrollo de los acontecimientos posteriores no es la primera vez que me pierdo, y supongo que no será tampoco la última. No me enteré pues. Pido disculpas desde aquí a su autor y a los lectores de la reseña.

Al hablar de la cara dura del autor no quise ser, obviamente, ofensivo, sino expresivo.

En la fotografía Juan Carlos Márquez

viernes, 18 de noviembre de 2011

Tangram, de Juan Carlos Márquez


Tengo mis dudas sobre que Tangram sea una novela. No me cabe ninguna de que el título de la obra es potente y adecuado a las siete historias que se cuentan y que más o menos se acaban cruzando entre sí. Supongo que una novela se podría definir por el hecho de que las intenciones de la narración vayan dirigidas hacia la profundidad o los márgenes de un personaje o de un argumento. La literatura fragmentaria no se contradice con la esencia novelística, pues los diferentes fragmentos pueden ir ahondando, o rodeando, la materia que se haya elegido como asunto novelable. Novelar es hurgar en la herida. Groseramente se podría decir que remover la mierda con un palito. Tangram se descompone en siete relatos distintos de asunto criminal. El primero es muy intenso, a mí me ha gustado mucho. Dos estudiantes de psicología son encerrados en un sótano por una inmensa, gordísima exactriz, y allí, en la oscuridad, no les quedará otra que alimentarse de la carne embalada que contiene un arcón frigorífico. La narración es densa y envolvente, atrapa. Sitúa el comienzo de las historias en un nivel muy alto de expectación. La segunda historia, sin embargo, me ha parecido mucho más floja. La recreación del detective clásico, a lo Sam Spade o Marlowe, aunque se diga explícitamente que el que nos ocupa es diferente, no cuaja. El pasthiche no es literariamente todo lo gamberro que desearíamos. Porque uno de los puntos a su favor en este libro es cierto aire de poca vergüenza, de cinismo, con el que el escritor aborda, según me parece, su labor. La tercera historia, contada por un asesino "ocasional y selectivo", me parece también impostada, porque el humor se le queda a medio gas. La falsa pista final de que puede haber sido él el asesino del actor Gaetano Iabichino es un truco que no podemos perdonar a estas alturas, aunque para eso está la cara dura del autor, para hacer lo que le de la gana. La cuarta historia es otro homenaje poco encubierto, descarado, siendo aquí sus protagonistas unos adolescentes que con la crueldad esencial de ese periodo de la vida le gritan a sus víctimas a la cara los defectos que han de corregir. Le sirve al autor esta historia para introducir a dos coristas, en el sentido de coro de la tragedia griega, que en la historia final se ocuparán de cerrar y explicar los diferentes nudos que han quedado sin resolver por el camino. Ahí es donde flaquea la estructura de la obra, porque las tramas se cruzan en sus flecos, pero ni evolucionan ni se resuelven desde ellas mismas, sino que son explicadas en el relato final, que funciona a modo de epílogo concluyente. Los homenajes cinematográficos en los diferentes episodios son más o menos explícitos, pero constantes. La quinta historia titulada "Un millón de libras" evoca varias películas de género, con botín enterrado del que se quiere apoderar el ladrón. Más allá de que el autor haya pensado en ella o no, quiero mencionar La noche del cazador como referencia. Tiene, no obstante, aquí, su gracia y su novedad: el ladrón es un buenazo. La narración titulada Crotone nos sitúa en un ambiente de mafia calabresa muy creíble, llevada con pulso firme hasta el tramo final, en el que aparece el gancho que cruza esta con las demás historias, donde resulta forzada.
Me han gustado muchas cosas de este libro, principalmente su descaro y una fresca propuesta pulp. Sin embargo, en la preocupación del autor por no dejar flecos sueltos y por acabar en novela, creo, que es donde residen sus carencias.