jueves, 16 de diciembre de 2010
La soledad dejó de ser perfecta, de Alberto de Frutos Dávalos
La soledad dejó de ser perfecta, de Alberto de Frutos Dávalos
Editores Policarbonados, Colección Relatos, 119 páginas
No estoy de acuerdo con la sentencia de Auden que dice que reseñar libros malos es una pérdida de tiempo, además de un peligro para el carácter. Puedo afirmar lo contrario. La mala literatura me enseña mucho más que la buena. Porque en la buena es muy difícil saber con exactitud dónde reside su bondad, mientras que en la mala salta a los ojos del entendimiento todo aquello que el autor ha hecho atropelladamente, fulleramente o simplemente fuera de lugar. No sólo me habla de un mal autor al que no conozco personalmente, sino que me remite inmediatamente al malísimo autor que soy, que puedo llegar a ser, que he sido y que siempre está al acecho para saltar sobre la liebre. Véase la última frase, ¿no demuestra ella solita las majaderías del escritor? Fernando Iwasaki publicó el año pasado un libro de cuentos que tituló España, aparta de mí estos premios, en la muy prestigiosa Páginas de Espuma, editorial del cuento en español por antonomasia, en la que todos quisiéramos sacar nuestro librito, mojón de relatos. Más o menos consistía en un relato, escrito siete veces con variaciones para adecuarse a las exigencias de las convocatorias de los organismos y ayuntamientos más peregrinos. Fernando Isawaki se reía de ese vagón de la literatura que circula por el culo de la literatura. De los premios de cuarta categoría, de las peregrinas instituciones que los promueven y no sé si de los autores que se presentan a los mismos, porque no he leído el libro. No me parece que sea tan gracioso como lo pintan. Un año después Editores Policarbonados, ni cortos ni perezosos, publican el libro de Alberto de Frutos Dávalos titulado La soledad dejó de ser perfecta, compuesto por una serie de relatos galardonados a lo largo y extenso de nuestra geografía. En concreto la convocatoria del certamen Mari Puri Express en el año 2001, donde nuestro autor resultó victorioso, me pareció la más exótica. Está convocado por el ayuntamiento de Torrejón de Ardoz. A pesar de que no siempre haya conseguido los laureles Alberto de Frutos Dávalos tiene en la sonoridad de su nombre la resbaladiza trampa de quien brilla en triunfos menores. No voy a esconder que no me han gustado. Estoy lejos de su pulso y sensibilidad literaria. Tampoco su propuesta ha conseguido atraparme. Son historias de soledades y de sutiles e imposibles evocaciones. Sinatra, que es la última, es una búsqueda proustiana de una melodía perdida, de un tiempo pasado. La aspiración de la escritura en estos cuentos es la elegancia, cierta finura de ideas y modos de expresión, pero creo que comete algunas torpezas por ese camino, que le dan una consistencia algo frágil, no exenta de encanto. “La soledad dejó de ser perfecta en la estación” es la frase del relato Inquilinos que sirve para titular el libro y dar una idea de su pulso. La mayoría hubiésemos puesto la circunstancia de lugar al principio. Con ese perfil limpio, libre de estridencias y sencillo en sus composiciones, lo que quizás sea su mayor logro, estas historias han atrapado a muchos jurados diferentes de la península. Quien tenga previsto presentarse próximamente a algún concurso debería de leer antes estos relatos. Desafortunadamente yo lo he hecho al revés. Mejor este libro que el de Iwasaki (¿o es Isawaki?). Me parece a mí.
¡buf¡ a eso se le llama claridad de ideas, libertad de pensamiento y de opinión.
ResponderEliminarNo sé si algún día publicaré un libro de relatos pero creo que pasaré primero por tus manos.
Una buena reseña, sí señor.
se puede reponer que no hay que calificar de malo a alguien porque ha ganado premios, por modestos que sean. criticar un currículum es un error. ¿acaso sería mejor escritor si no hubiera ganado ninguno de esos premios? ¿lo habría juzgado con más piedad? pues mal. se supone que debería juzgar -si es que eso es lo que hay que hacer en una reseña- los textos, no al autor.
ResponderEliminaren cuanto a llamar a los certámenes "culo de la literatura"...olvida la función de cantera que tienen esos concursos, la cantidad de gente que se anima a escribir gracias a ellos, la ayuda que suponen para que escritores noveles se hagan un hueco en el mercado editorial. quizá opine que no hacen falta 500 escritores en un país, que sería mejor tener 4 magníficos antes que 500, donde alguno sería regular, o malo; pero me parece elitista y desconectado de la realidad, desde que existe paulo coelho o larsson vende trillones de libros desde la tumba. o sea, que las editoriales ponen a la venta un catálogo y el público elige lo que prefiere.
Pound, en cambio, si no recuerdo mal, dijo que es imposible hablar sin pavonearse. No obstante, tú no lo haces, pues lo que augura tormenta se queda en aguacero. Coincido en algunas apreciaciones, tanto buenas, que las hay, como malas, sobre todo aquella indirecta de que el "profesional de ganar premios" corre el riesgo de haber fosilizado un estrategia muy determinada. Sin embargo, no es el caso, y para comprobarlo recomiendo generosidad en el seguimiento (y atención a la obra anterior).
ResponderEliminarEn fin, que para cúando los tuyos...
Turko.
Hablar... "mal de un libro" sin pavonearse, valga el lapsus.
ResponderEliminarAnónimo, tus objeciones son muy pertinentes y me permiten aclarar algunos puntos:
ResponderEliminarLa lectura de un libro es un diálogo con el mismo. Una reseña es la expresión de ese diálogo. El diálogo se establece con el texto, con la manifestación pública del escritor del texto y con el objeto físico que se tiene en las manos.
No he calificado al autor de malo porque haya ganado premios modestos. Me he calificado de mal escritor directamente a mí mismo, lo que no deja de ser un recurso retórico para poder indirectamente calificar de mal escritor a quien se quiera dar por aludido. Me he referido a un elogiadísimo libro del año pasado, muy alabado por la crítica, y lo he puesto detrás del que nos ocupa en preferencia de lectura. De hecho yo no lo he leído aún (el de Iwasaki), no sé si lo haré. No creo haber pecado de impiedad, pero sí he echado mano de la ironía, que es un recurso lícito y fundamental en el entendimiento intelectual. La parte en la que me he referido al autor es la que se expresa en la solapa. Dios me libre de otra intromisión. En cuanto al culo de la literatura es tan grande que todos estamos asomados a él, de una manera u otra. La gente que se anima a escribir gracias a los concursos no creo que aporte mucho en la tarea literaria, me parece muy bien los que aprovechan los concursos como un medio más de sacar adelante su trabajo. Es un recurso más. Soy de la opinión de que la cantidad es a la larga más benefciosa que la calidad, si ésta es exigua. Estamos en un siglo de cantidades.
Estoy de acuerdo contigo de que cada uno ha de elegir lo que quiera leer. Es lo que yo hago. He comentado el libro destacando algunos de sus valores y lo he recomendado, ¿que más puedo hacer?
Un saludo.
Anónimo Turko, estoy de acuerdo con la afirmación de Pound. Puedo ser generoso en el seguimiento de este autor, por supuesto. Ya lo he sido en su conocimiento.
Un saludo.
Lo has sido, sin duda, y por ello mismo mereces el mismo trato, de modo que leeremos los tuyos y serán aquí glosados, si estos comentarios no quedan atrás en un suspiro. Pero, además, me parece bien el reconocimiento de que, en el fondo, lo has recomendado, que es justamente lo que yo había leído. Total (que diría mi novia), que en este siglo de cantidades que ya son cualidades por rebasamiento de número nadie va a destacar fácilmente a no ser que cure el cáncer, arrieritos somos y en el camino nos encontraremos, conque vamos a interesarnos los unos por los otros porque lo que es la gloria... la gloria es el sol de los muertos, que escribía Victor Hugo -seguramente porque no conocía a Vargas LLosa.
ResponderEliminarTurko.
Como me gusta la dialéctica en la Plaza Pública :)
ResponderEliminarTambién tengo este libro.
¿Podéis seguir? Es muy entretenido.
Gracias.
Podríamos seguir hablando de la chicas a las que gusta mirar, y enzarzan a los vanidosos, pero lo mismo no eres una chica... Podríamos seguir hablando de Alberto o de Antonio, que buscan la fama (o la cama), pero la fama o la cama cuestan... O podríamos seguir hablando de libros, que presentan uno de un colega esta noche a las ocho en la Tabacalera, prohibido fumar.
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