viernes, 4 de febrero de 2011

Ladrón


La foto es de Alberto García-Alix

Hace un rato, en la calle, me han robado. Una chica me distrajo preguntándome por una dirección, otra tropezó conmigo, y bien, no sé si tenían más complices o no. El caso es que llegué a casa, me eché mano a la cartera y ya no la tenía. Al contárselo a mi mujer he notado en ella cierto disgusto. ¿Qué hacías tú con esas chicas?, me ha preguntado. Te acabo de decir que una me hizo una pregunta e inmediatamente después la otra tropezó conmigo, le he dicho. Pero ha hecho un mohín. Mi mujer. De disgusto. Será mejor que aparezca la cartera, ha replicado. No entiendo muy bien el alcance de esa advertencia. Yo también quiero recuperar mi cartera. La chica que me preguntó la hora era singularmente fea, pero se acercó a mí con una sonrisa muy dulce. Mi mujer ha puesto el grito en el cielo. Primero haz dicho que te preguntó dónde había una relojería y ahora dices que te preguntó la hora. Mi mujer está muy enfadada. La chica que tropezó cayó con sus pechos sobre mi brazo. A veces es agradable chocar con alguien. Lo he practicado a conciencia yo también, pero nunca para birlar una cartera. Dentro había documentos, carnets, pero no tenía dinero. Yo acababa de salir de la caja de ahorros, y me había metido el dinero de la pensión en los calcetines. Espero que hayan tirado la cartera en cualquier parte. Voy a bajar a dar una vuelta por el barrio a ver si doy con ella. Si, anda, y no te pongas a charlar con nadie, que ya sabes lo que pasa. Me he sacado el dinero del calcetín y lo he puesto entre los calzoncillos de la cómoda. Mi mujer todavía no sabe que en la cartera sólo iban los documentos. Como siga así, la va a sacar de su error Rita la Cantaora, porque a mí ya me tiene harto. Nunca he sabido plantarme ante ella, la verdad. Mi mujer es hermosísima, guapa de caray. Y bastante más joven que yo. Cuando nos casamos yo ya sabía que no le gustaba, pero ella estaba cansada del mundo en el que se desenvolvía. No la culpo de nada. Echo de menos a las dos chicas de esta mañana, a la fea que me preguntó si quería pasar un buen ratito, y a la de las tetas gordas. Quizás no eran cómplices. Quizás no tenían que ver entre ellas. Miro en las papeleras hasta que en una aparece mi cartera. Esta vez lo que arrojo dentro es el reloj. Mi mujer se va a cabrear mucho a pesar de que la he encontrado.

2 comentarios:

  1. Hola Antonio,

    ¿podrías darme alguna información sobre la fotografía de García-Alix que precede a tu relato? ¿De dónde la has sacado? No la encuentro en la página oficial del fotógrafo leonés, pero es buenísima.
    Muchas gracias!

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