lunes, 7 de marzo de 2011
Javier Egea y Luna Miguel, qué malos son nuestros poetas
Javier Egea (1952-1999). Poeta.
Luna Miguel (1990). Poeta.
¿Por qué ese empeño de los poetas en serlo?
Y algo más inquietante: ¿Por qué en parecerlo?
Ambos, él y ella lo son, ambos lo parecen.
Vamos al primero. Se pegó un tiro y se lo pegó de paso a sus compañeros de generación. A sus amigos. Los poetas son muy aficionados a los tiros. Los poetas son tipos violentos, irascibles, bajo cualquier pellejo de animal manso. Hay que ser cautelosos con los poetas, precavidos con los que triunfan (Luis García Montero), instalados en el discurso del poder, el mismo contra el que en su día reaccionaron, ahora reaccionarios ellos mismos. Prudentes con los que fracasan (Javier Egea), porque ya sabían ellos de sobra que la poesía no es otra cosa que fracaso. Y al final les vino largo. En sus versos estaba. Que no nos tomen el pelo los poetas. Mucho cuidado con ellos. Con los poetas vivos y con los poetas muertos. Javier Egea fundó junto con Luis García Montero y Álvaro Salvador, inspirados por el teórico Juan Carlos Rodríguez, un movimiento poético que se dio en llamar la otra sentimentalidad o la nueva sentimentalidad, traducido, cuando pasó los límites provincianos, como poesía de la experiencia. Hay un manifiesto que firmaron los tres. García Montero, se convirtió en adalid del movimiento, omnipresente poeta del poder político y cultural desde entonces hasta hoy mismo. Javier Egea, nunca aceptó formar parte del poder, lo que le llevó a cierto arrinconamiento entre sus mismos compañeros. Un culebrón que ha sido novelado por Felipe Alcaraz en La conjura de los poetas.
Todo esto viene a que la editorial sevillana Point de lunettes editó el año pasado Paseo de los tristes (1982) de Javier Egea. Mil ejemplares, de los cuales al menos he visto dos, uno en librería y otro en la biblioteca pública, que es el que he leído, estoy leyendo. Con lo difícil que es leer poesía. Uno nunca sabe cómo leerla, si en silencio, en voz alta o bisbiseando. La poesía en voz alta le da al lector herraminetas de poeta, en silencio la poesía casi que no se comprende y el bisbiseo es ridículo. Bueno, pues de las tres formas estoy leyendo Paseo de los tristes, que más allá de lo que históricamente representa, es una poesía de hombre, tiempo, amor, soledad, lenguaje, fracaso y poder.
Vamos a la segunda, ¿se acuerdan, Luna Miguel? Tiene un blog, es joven y mediática. Retransmite sus tatuajes y no tiene reparos en mostrarnos unas bragas usadas sobre un montón de ropa sucia en una esquina de su habitación. Me voy a referir aquí a su librito Estar enfermo, que publicó en 2010 en La Bella Varsovia. No sé cuántos ejemplares se habrán imprimido. Yo tengo la segunda edición, también de la biblioteca pública. Son poemas escritos entre los 16 y 18 años. Hay que ser precavido, cauteloso y prudente con los poetas de esas edades. La adolescencia es una edad ingrata, peligrosa, absurda. A Luna Miguel no hay que hacerle mucho caso, pero la puedes leer en voz alta. Más allá del triunfo de la imagen y la marca de poeta, es una poesía de mujer, cuerpo, tiempo, amor, soledad, lenguaje y enfermedad.
Los poetas no se conforman con escribir poemas, con fingir que son poetas. No lo hacen. Los poetas, por mucho que ellos digan, no saben fingir, pero sobre un teatro de falsa autenticidad gesticulan noblemente. A los poetas siempre hay que tirarles un tomate después de leerlos. Los poetas escriben poemas, pero eso no es bastante. Hay que triunfar como poeta (poeta del régimen), hay que fracasar como poeta (poeta maldito), hay que ser veloz como poeta (poeta adolescente).
Nos lo avisaron los de Astrud:
Autor de la letra - Manolo Martínez / Genís Segarra / Eduard Alarcón
Autor de la música - Manolo Martínez / Genís Segarra / Eduard Alarcón
Manolo: voz, teclados, guitarra acústica y coros.
Genís: teclados y voz.
Eduard: bajo eléctrico.
Letra
Qué malos son, qué malos son,
qué malos son nuestros poetas.
Qué malos son, qué malos son,
qué malos son nuestros poetas.
Sólo hay que leer las cartas
que Guillén mandó a Salinas,
o escuchar a Gil de Biedma
leído por Carod-Rovira para verlo.
Qué malos son, qué malos son,
qué malos son nuestros poetas.
Qué malos son, qué malos son,
qué malos son nuestros poetas.
Sólo hay que mirar las fotos,
están en las hemerotecas.
Dámaso Alonso en El Pardo
y Luis Cernuda en Acapulco.
Los que se hicieron ricos,
los que murieron pobres,
enfermos, en el exilio,
Leopoldo y sus dos hijos, todos ellos.
Qué malos son, qué malos son,
qué malos son nuestros poetas.
Qué malos son, qué malos son,
qué malos son nuestros poetas.
Preguntadle a la viuda de Alberti,
si pudiera hablar Zenobia,
si estuviera vivo el bendito
padre de Jorge Manrique.
Si lo supiésemos todo
sobre algunos,
tanta metáfora
y tan poca vergüenza todos ellos.
Qué malos son, qué malos son,
qué malos son nuestros poetas.
Qué malos son, qué malos son,
qué malos son nuestros poetas.
Quevedo el putero y Góngora el lameculos,
Garcilaso el usurero y Rosalía la ludópata,
el maricón de Lorca y Bécquer,
que era un poco mariquita también.
Ferrater el desgraciado,
Gimferrer el pervertido,
los hermanos Machado,
el drogadicto y el maltratador.
San Juan de la Cruz
y Santa Teresa de Jesús.
Qué malos son, qué malos son,
qué malos son nuestros poetas.
ingeniosa, bonito y fuera de lo común el tatuaje, infantil aún la habitación, tetas que prometen, como su poesía
ResponderEliminarNo todos los poetas son o poetas del régimen o poetas malditos, creo...ese calificativo va pasando a la historia.
ResponderEliminarCreo que los poetas son personas cualesquiera, como usted o como yo. Con más o menos similares desvelos y con su fenomenología chiquita y de andar por casa. A mí muchos poetas muertos y algunos vivos me ensimisman y me causan una experiencia estética inigualable desde siempre.
No los coloco aquí ni allá, por encima ni por debajo.
A la chica no la conozco, pero paso de prepúberes; no me emocionan.
Hola Cisne Gaseoso, eso mismo que dice usted es lo que yo pienso, que los poetas son personas normales con sus circunstancias. Mi asommbro es por qué ellos no se lo creen, incluso cuando lo afirman, y acaban con comportaminetos más que estereotipados de poetas-personajes. En cuanto a la obra, la de Javier Egea es interesantísima, pero esta manera de decirlo tan rotunda y clara no iba con el tono paradógico del post, lo que sí me permito en respuesta a su comentario. La obra de Luna Miguel tampoco ha de ser despreciada de entrada, nos referimos a alguien muy joven que se posiciona con ideas interesantes. Ha de tener, eso sí, cuidado con el personaje que se está inventando.
ResponderEliminarUn saludo.
Lansky, tú tienes correa, no sé si me entiendes.
un saludo.
Alguien me ha hecho notar discretamnte que paradójico es con jota, por supuesto.
ResponderEliminarTe entiendo y lo agradezco; procuraré no abusar
ResponderEliminarhey! nose si usted se acordará de mí ...Soy Víctor ,el joven al que le regaló un libro de Miguel Hernández .Si me recuerda ,sigo haciendo poesías...
ResponderEliminarAmo
Amar en silencio
Amor escondido
Amor profundo ,loco y tendido
Amor Imposible! te digo un te quiero...
Mientras esperas que respire
Pero este es mi último suspiro.
Espero que alguna vez lea esto y espero que le guste.Recuerdos de todo un instituto .Víctor.
Sé quien eres Víctor, me alegra verte por aquí. Me alegra que sigas escribiendo. Y espero que sigas leyendo, no hay lo uno sin lo otro.
ResponderEliminarUn saludo.