miércoles, 19 de octubre de 2011

Barrio


Habría que avisarles, claro, a quienes nunca vieron esas cosas, porque el tiempo es como una lasaña de capas superpuestas, que bajo el edificio en el que han adquirido su vivienda, hipotecados hasta las cejas, pero qué le vamos a hacer, las cosas están así, la crisis estalló en sus narices como un espectáculo de pirotecnia, luz y color, y no se iban a arredrar, el amor por encima de todo, decidieron casarse, hacer un banquete con la familia y los amigos, y luego irse de luna de miel, que bajo el edificio, repito, en el que está su piso, su casa, hogar, república independiente sueca de Ikea, hubo en otro tiempo una vaquería, un huerto, un cementerio, capa bajo capa, hacia dentro, hacia atrás, hacia nada. Habría que advertirles, claro, que ahí había una elevación del terreno, que por las tardes desfilaban las madres con sus niños roñosos de una mano y en la otra una cantarita que llenaban de leche recién ordeñada, sobre la que se formaba una tapa de nata y si no se cubría con un paño una corona de moscas. Habría que levantarse y acercarse a ellos y decírselo. Mirad, todo esta calle y esas de ahí eran campo. Había una acequia, mosquitos, vacas, cerdos. La gente que llegaba aquí venía de los pueblos, pero aquí ya no era como en el pueblo, aunque hubiera muchas cosas que lo recordaran. Esto era la ciudad. Habría que traer a los chicos de las escuelas y decirles que bajo ese edificio en otro tiempo se plantaron cebollas sobre las tumbas, y otros tubérculos que enredaban sus raíces entre los huesos, entre las conchas, entre los jarrillos de los ajuares de los muertos, de una dulzura al paladar como ya es imposible comer en ninguna parte, porque todo se está volviendo insípido, porque nada sabe igual que antes, y uno no sabe si es que es eso, que la fruta la traen toda en camiones de los invernaderos de Almería o que el paladar se va desgastando o perdiendo, serán seguramente las dos cosas. Habría que decirles que el tiempo es una lasaña, una capa sobre otra. Pero quién es el guapo que lo hace. Quién se acerca a la chica cuando viene cansada con el uniforme de Mercadona. Oye, mira el edificio en el que vives está embrujado, no sería extraño que oyeras por la noche unos lejanos mugidos de vaca o susurros de la gente que vigilaba el mar, el mar llegaba hasta aquí mismo. ¿Sabes lo que me ha dicho un vecino hoy?, le diría ella después de darle un beso. Él pondría cara rara pensando en cualquier inconveniencia, como aquella vez que ella le contó que un exhibicionista le había salido al paso. No, no te preocupes, aunque bien pudiese haber dicho no te mosquees, porque es él es de naturaleza desconfiada y suspicaz. ¿Qué te ha dicho?, dirá él, serio. Que el tiempo es una lasaña. Y él querrá saber quién le ha dicho eso, quién se atreve a esas confianzas con su mujer, qué quiere decir con eso. ¿Y nada más? Más, por supuesto, que no nos extrañemos si por la noche oímos mugidos, susurros, que el edificio se levanta sobre una vieja necrópolis. He buscado necrópolis en internet y significa cementerio. Y él empezará a dormir mal y ella empezará a pensar que quizás ha llegado el momento de quedarse embarazada. Olvidarán lo que el chiflado aquel le dijo a ella un día, qué era lo que te contó aquel viejo. Yo lo pasé mal una temporada, algo de que el edificio estaba embrujado, pero mira la de años que llevamos aquí, aquí han nacido nuestros hijos y yo nunca he visto un fantasma. Habría que decirles todo eso.

La fotografía es de Xavier Delory

1 comentario:

Lansky dijo...

Eso dice de mí un amigo mío para llamarme viejo y superado: 'no hagáis caso de Lansky, que cuando él era joven todo esto era campo...'