lunes, 18 de abril de 2011
Jugar
La fotografía es de Elliot Erwitt
En el lugar de las cosas serias nada es más divertido que los juegos de la importancia. Uno dice lo que dice como si fuese un general en plena contienda. Hay que saber mover el bigote ante la tropa. Las academias se ocupan de enseñar a pasar la vista por encima de los papeles.
-Señores, atención.
Los payasos siguen con sus juegos.
-También los señores payasos, atención.
Se hace el silencio.
-Gracias.
Y habla otro.
-Hay ocasiones en las que uno tiene que dar un paso al frente. Creo que ha llegado la hora para mí. Es mi deber pediros ciertos sacrificios sin los cuales esta crisis podría ser la última.
Las reglas de los juegos de importancia exigen la colaboración de todos. Sin embargo, en los divertimentos siempre se cuela un memo. Es muy difícil jugar con un idiota, no sé si lo sabéis.
-Vamos a ponernos en fila con las manos sobre los hombros del compañero de delante.
-¿Cómo en fila?
-En fila de a uno.
-Vale. ¿Las dos manos?
-Sí.
-No creo que esto sirva para nada.
-Compañero, has de tener confianza y paciencia.
-Yo me voy a marchar a casa.
Se forma una larga hilera de hombres importantes, también payasos que han dejado de hacer tonterías. El ejemplo cunde pronto y de otros lugares vienen participantes nuevos para jugar.
-¿No te arrepientes de haber abandonado a tus amigos? Le preguntan al hombre que no ha tenido ni confianza ni paciencia.
-Prefiero divertirme de otra forma, dice.
Y a continuación comienza a mover el bigote como un general, repasando unos papeles como si estuviera ensimismado en su estudio.
-Señores, clama.
-También los señores payasos, insiste.
Se hace un silencio.
-Gracias.
Habla él mismo.
-Hay ocasiones en las que uno tiene que dar un paso al frente. Creo que ha llegado la hora para mí.
En medio de las risas de muchos algunos se estremecen porque la vida de ese idiota pende de un hilo finísimo. En efecto, no tardan en venir algunos de los hombres del juego de la importancia. Lo hacen prisionero y es acusado de alta traición, que conlleva pena capital.
-¿Sabe usted que es su vida lo que está en juego? Le pregunta el presidente del tribunal, ante las extravagancias con las que se quiere defender.
-Supongo que de nada valdría a estas alturas que les pidiera perdón a quienes haya podido ofender. Mi intención era la de pasar un buen rato y hacérselo pasar a los demás. Me gustaría que me diese usted permiso para imitarle.
En alguna parte aquel juego de importancia tendría que detenerse, pero incluso cuando se puso al reo ante el pelotón de fusilamiento parecía pronto.
Tremendo relato, lástima que no se sepa de qué lado de la línea está el payaso.
ResponderEliminarUn saludo