miércoles, 14 de septiembre de 2011
Asunto decorativo
Uno de los objetos más feos que hay en el mundo está en mi casa, sobre una mesa. Se trata de un asunto decorativo. No estamos haciendo una metáfora. Estamos dentro de la metáfora. Es como si dijésemos: no estamos haciendo papas rellenas para comer, somos las papas rellenas de la comida. Es algo que no voy a describir, el horror se siente, uno cae en el horror y ya no hay regreso. Uno es puro horror, espanto, chifladura, sobran explicaciones. Ese objeto me mira todas las mañanas cuando entro en el salón sin otro propósito yo que mirarlo a él. Y por las noches. Por las noches también. He llegado a la conclusión de que mi vida discurre en paralelo a la exhibición de ese cachivache en mi casa. Las visitas enseguida se dan cuenta de su fealdad, pero por delicadeza, cariño a la familia o compasión se abstienen de hacer comentarios. Mentalmente le quitan hierro a mi problema decorativo, sin embargo se trata de un proceso irreversible: una vez que ya son la metáfora, esto es, las papas rellenas de la comida o el horror mismo en su óptima manifestación de la fealdad, no hay camino de vuelta. Todos los que la han visto ansían en secreto poseer la aberrante forma. Siguen de cerca mis movimientos, mis delicados estados de ánimo, mi precaria salud física de un tiempo a esta parte, desde que conseguí hacerme con el que posiblemente sea uno de los objetos más feos del mundo, y no obstante, tan codiciado por personas sensibles, inteligentes y hasta cierto punto dignas de crédito.
En la fotografía Marlene Dietrich con un cigarrillo en la mano y vestida de hombre es una buena cita para referir a La memoria del gintonic.
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