martes, 25 de octubre de 2011
Salvador Dalí y mi familia
Mi padre conoció a Salvador Dalí. Fue de un modo casual, mi padre iba por el campo y se lo encontró cagando en un sombrero, mientras que en la cabeza llevaba la quijada de un mulo. Mi padre quizás también buscaba un lugar para cagar en aquel campo. Evidentemente mi padre no sabía que aquel hombre era un gran escritor, pero por las señas que siempre dio refiriendo la anécdota del hombre que jiñaba en el campo, yo enseguida supe que se trataba de Dalí, el escritor que me interesó, no el pintor, desde que yo mismo quise ser escritor y se lo anuncié a mi padre:
-Quiero hacer lo que hacía aquel hombre que encontraste en el campo. El que se llamaba Salvador Dalí.
Mi padre redondeó sus ojos como si me quisiera decir:¿dentro de un sombrero?, ¿ponerte una quijada en la cabeza? pero se quedó callado, a la espera de que me aclarase.
-No, padre, quiero ser escritor.
-Tu verás, me dijo. Pero ahora vete y ordeña a las vacas.
Todas las noches después de las faenas yo leía el periódico en voz alta. Procuraba adaptar las noticias a mis intereses particulares: raro era el día en el que no introducía en alguna noticia una anécdota o una declaración del maravilloso escritor que ya todos venerábamos en casa, aunque yo fuese el único que leía sus libros.
Mi padre conoció a Salvador Dalí, el escritor, no el pintor, mientras hacía el servicio militar. Mi padre estaba destinado en un polvorín aislado, rodeado de huertos. En uno de esos huertos Salvador Dalí se puso en cuclillas habiendo colocado debajo de su culo el sombrero con el que había salido para protegerse del sol, sobre la cabeza llevaba en equilibrio una quijada. Mi padre se pasaba los días solo. Una vez cada quince le traían provisiones y le entregaban una pequeña cantidad para que se abasteciese de pan, leche, huevos y verduras, pero lo que hacía era intercambiar con los hortelanos sus latas de conserva por lo que él necesitaba; además les echaba una mano en las labores y así sacaba un pequeño jornal. De otra forma mi padre nunca hubiese conocido al insigne escritor, que por esas fechas debía de estar de vacaciones con su mujer Gala en la isla. Y es que estamos en Ibiza, unos cuantos años antes de que fuese descubierta como paraíso del sexo y las drogas.
Hace unos años estuve en Ibiza e intenté dar con el lugar en el que mi padre había encontrado a Salvador Dalí dando de cuerpo, que fue la expresión que siempre usó mi padre.
-Y allí, entre las matas de tomates encontré a aquel hombre dando de cuerpo en su propio sombrero, decía mi padre.
-¿Cómo era ese hombre?, le preguntaba yo invariablemente.
-Muy moreno, con un bigote como una torcida y habla de idiota. Al principio me dio pena ver lo que hacía, pero luego me aclaró que siempre daba de cuerpo así.
-¿Él dijo dar de cuerpo?, le preguntaba yo a mi padre.
-No, el dijo otra cosa, decía mi padre.
Al menos si no encontraba los huertos, cosa harto improbable, me hubiese gustado ver el polvorín o sus restos, pero preguntando a unos y a otros me señalaron un lugar en el que se levantaba un chalet inexpugnable. Nada más acercarnos mi esposa y yo a la valla oímos los ladridos de un perro guardián.
Nunca conseguí ser un escritor de la talla de Salvador Dalí, me he tenido que conformar con escribir guiones radiofónicos o para las series de televisión. No obstante, siempre que puedo saco alguna frase de sus libros y la cuelo en las historias que me imponen. Es la primera vez, sin embargo, que cuento la historia de mi padre con Dalí. Por cierto, el ambiente hippy de Ibiza me pareció decepcionante. Mientras mi mujer conducía un pequeño utilitario de alquiler yo me asomaba en pelotas por la abertura que tenía en el techo. Nada, nada, ni rastro de aquello que tanto había alimentado mi imaginación.
En la fotografía Salvador Dalí que llevaba un cráneo de animal como un sombrero, ( por Hulton Archive / Getty Images)
estoy de acuerdo, dalí es infinitamente más apreciable como escritor (diarios de un genio) que como pintor ñoño-subrreal
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