jueves, 27 de enero de 2011

Historia sagrada



Hay un hombre de pie en mitad del lago, sobre las aguas. ¿Un hombre que está llevando a cabo un milagro? Ese hombre camina sobre la superficie de las aguas. No tiene mayor mérito porque se trata de un efecto digital. El hombre camina pensando en aquel otro hombre de quien se cuenta ese prodigio. Hay un hombre que mira cómo un hombre camina por las aguas. Lo ve. No tiene que tener fe, el hombre espectador ve al hombre actor caminar por donde otros no podrían hacerlo. Me llamo Jesús, dice. Ahora me toca multiplicar los peces y los panes. Y lo hace con toda la sencillez del mundo, con toda la humildad de la que es capaz. Cuando termina viene un ayudante suyo y lo envuelve en un albornoz, lo conduce a una caravana y le dice que tiene el baño listo. Jesús introduce su cuerpo en la bañera, cierra los ojos y quiere pensar que él no ha sido elegido por nadie para nada, pero le cuesta muchísimo entregarse a esa existencia anónima y corriente. Un ángel hace ahora su aparición aporreando la puerta. Se levanta y deja un rastro de agua y jabón tras de sí. Es uno de los figurantes que hace de pastor. Le dice: Jesús, te admiro mucho, estás muy creíble en los milagros, me gustaría que me firmaras esta fotografía tuya. Pasa, le dice Jesús, sabiendo que lo que va a venir a continuación nunca formará parte de una historia sagrada.

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