domingo, 14 de mayo de 2017
Islamabad
No quiero engañar a nadie. Lo que voy a contar no es una historia, sino un sueño que anoto nada más levantarme, así que quien no quiera seguir leyendo está en su derecho; yo mismo soy un detractor de la introducción de los sueños en lo que uno quiere contar; siempre vienen cuando el escritor está atascado y no sabe como seguir; hala, mete un sueño, y hace que el problema sea del lector. Empiezo. El sueño. Casi por el final. Somos un grupo y estamos en una cafetería; al principio no sé si es que vamos a dar un concierto o qué; lo que me preocupa es que no sé tocar el instrumento que tengo en la mano y que todo el mundo da por hecho que es el mío. Menos mal que nos sentamos a una mesa y pedimos las consumisiones; nos olvidamos de la posibilidad del concierto; como si no hubiera existido, de hecho ¿qué ha pasado con los instrumentos?, ya no los tenemos entre las manos, solo queda una huella en el aire, una prueba de que una vez allí hubo un conato de concierto, y es el resquemor que tiene uno de mis compañeros hacia mí debido a que él sí sabía tocar bien el instrumento que yo le estuve manoseando todo el rato. Podría decir el nombre de esa persona, pero la verdad, no la quiero liar. Fuera del sueño también está resquemoso conmigo porque le he tomado el pelo con alguna cosilla. Soy mucho de tomarle el pelo a la gente, a la que quiero y a la que no. Y a la gente que admiro y a la que no. A la peña, sin embargo no le gusta que le tomen el sueño ni el pelo. Lo que pasa es que el sueño es libre. Volvamos al grupo que toma café en un lugar al que en principio entraron con unos instrumentos musicales pop en las manos que por arte se esfumaron. Es un grupo de personas en el que estoy; no nos conocemos demasiado, tenemos una vaga relación que no me da la gana identificar. El caso es que estamos acabando las consumisiones y se acerca por detrás un pícaro que nos pide algo y soy yo quien le dice que no nos moleste; nos levantamos, vamos hacia el perchero y nos faltan un par de chaquetas o abrigos. Veo al camarero aturdido porque la cuenta que le hemos dejado no está completa y como soy consciente de no haber pagado mi parte me acerco y se la entrego. Una de las chaquetas que falta, evidentemente robada, es la mía. Alguien le quita importancia a mi problema y me dice: pero bueno tú te vuelves pronto para tu casa, ¿no? Más o menos ahí acaba el sueño. Me levanto, cojo un libro de la mesilla de noche y como todo el mundo en casa duerme me voy al salón con la intención de leer aprovechando el silencio. Pero no. Me digo, este sueño lo voy a escribir porque tiene mucho de relato corto. El título ya apareció al principio, cuando me di cuenta de que estaba soñando. Se llama Islamabad. Sé que se llama así casi desde el principio del sueño; en una de las veces que he despertado en mitad de la noche. Vayamos ahora al principio de todo, cuando no había ni título. Somos dos; Lucía y y yo durmiendo en la habitación de un hotel con las ventanas abiertas. Despierto y oigo un ruido extraño, una serie de murmullos inquietantes, me asomo por la ventana con precaución y hay una grúa que con un brazo articulado se acerca a la fachada del hotel, así que bajo la persiana y cierro la ventana, no tardo en sentir en el estómago las carreras, las voces sofocadas, el desconcierto aplastado en la moqueta del pasillo. Llamo a Lucía y apenas me da tiempo de decirle que algo grave está pasando, cuando abren nuestra puerta de par en par desde fuera y nos conminan a salir de la cama. Ahora mismo no recuerdo si es que nos separan por sexos, mujeres por un lado, hombres por otro, o si el sueño simplemente prescinde de Lucía; puede que sea esto último porque no la echo de menos. El caso es que entre los huéspedes cunde la tranquilidad porque estamos dentro del hotel, juntos y vigilados, pero nos tratan bien. El problema me viene ahora a mí cuando un cargo intermedio de los rebeldes me dice que no hay plazas suficientes para todos y que tengo que marcharme a la calle; en el hotel hay abastecimiento de lo necesario, camas y seguridad. Sobre todo seguridad. Joder, tengo la negra me digo. Me expulsan. Salgo a un lugar siniestro, pobre, sucio, lleno de callejuelas, como si fuese una ciudad medieval. Enseguida estoy charlando con dos vagabundos, uno de ellos es negro y está mutilado, no tiene brazos, del otro no recuerdo nada, pero me alegro de que sean dos; me acogen como a un hermano y es ahora cuando me siento afortunado por haber salido del hotel. Hace algo de frío y me ofrecen una chaqueta, gracias. La chaqueta que me robaron al principio de este sueño, aunque en el orden del sueño es al final. Hay una elipsis enorme entre un momento y otro. He buscado en la wikipedia Islamabad: he descubierto que la ciudad fue construida en los años sesenta y en las fotos que he encontrado en nada se parece a la de mi sueño.
miércoles, 10 de mayo de 2017
Me lo hago con un maniquí, de Ray Walter
Este es un libro de relatos que hará que el lector experimente miedo, ternura, aprensión y rabia. Un compendio extraordinario por la calidad de sus escritos, por lo mucho que dan que pensar: un libro para descubrirnos y descubrir que se puede hacer literatura de calidad al alcance de un gran espectro de lectores. Leer este conjunto de relatos es abrirse a un universo distinto, lleno de observaciones y de sabiduría narrativa, una sabiduría inesperada, por sus páginas desfilan personajes a los que no se les atisba ni un simple bosquejo de felicidad. Al menos, en el instante en que son retratados por la mirada del autor. Hay más reflexión que acción, ideas fugaces pero hondas sobre la existencia que nos demuestran que lo importante no es el paisaje y los acontecimientos que se suceden en él sino la mirada, casi siempre interior, penetrante, conducida más allá de las apariencias. El autor juega con las sensaciones del lector, cuenta con su confidencia, se pone el índice en los labios y guiña un ojo para que se siga leyendo, sabe que de un modo u otro va a tocarle la fibra, va a tratar un tema que conoce de primera mano. Convencido de que no me equivocaré, me atrevo a afirmar que estamos ante uno de los mejores libros de relatos del año. Un lenguaje que escuece pero desinfecta, para los degustadores de literatura con unas gotas de crueldad. Los cuentos muestran a seres humanos que se mueven por un mundo como si les faltara una parte importante para levantarse por sí solos; los objetos y los animales se transforman en más que bastones y prótesis, más que herramientas y extensiones. Son algo mayor que personajes, algo aun sólido y expresivo que nos resuena adentro como una biblioteca. A veces basta abrir un libro por alguna de sus páginas, al azar, para darnos cuenta de que estamos a punto de zambullirnos en una estupenda aventura literaria. Disecciona nuestra vida actual y la fragilidad de nuestras creencias. Y nos alerta de las consecuencias de los actos más cotidianos. Al fin y al cabo, dicen que el infierno está lleno de buenas intenciones.
martes, 11 de abril de 2017
Manual de jardinería (para gente sin jardín). Entrevista a Daniel Monedero.
Hola, Daniel, después de leer tu libro he de decirte que me he llevado una impresión general muy buena de tus relatos; algunos me han gustado mucho. Voy a plantearte algunas peguntas en relación al libro y sobre el espacio del cuento en general.
Mi cuento favorito es el que le da título al volumen “Manual de jardinería”, donde un adolescente negro con sobrepeso se cree la reencarnación de Wislawa Szymborska y se propone escribir un poema más, lo que le lleva de viaje desde Nueva York a Cracovia; ¿cómo llegas a ese argumento que me parece envidiable y cómo te planteas su escritura, llena de humor y ternura?
La verdad es que es el cuento que más han destacado los lectores y sobre el que más me han preguntado. Tampoco es casualidad que sea el que titula el libro. Incluso algunos me han seducido para que lo convierta en una novela corta o algo así, aunque de momento no lo veo muy claro. Lo cierto es que uno no sabe a ciencia cierta cómo llega a ciertas ideas. De pronto aparecen. Quizá la confluencia de vivencias y lecturas hace que uno llegue a algunas de esas ideas singulares. Después de mucho trabajo, claro. Por otro lado, la inspiración como concepto está muy devaluada, pero algo de eso también debe seguir existiendo. Yo solo recuerdo que un día, como por arte de magia, me senté a escribir y apareció esto: “Un joven de Queens cree que es la reencarnación de Wislawa Szymborska". A partir de esa semilla llena de sugerencia y misterio, comencé a tirar del hilo del personaje y nació el cuento que dio título al libro. Por un lado es un cuento sobre la identidad y por otro sobre la vocación literaria. Pero considero que tiene muchas lecturas y eso es lo que le hace interesante par los lectores. Respecto al estilo, mi apuesta formal siempre parte de una voz potente, de cierta “música”, y de un lenguaje muy plástico. Además, en este caso, mezclé de forma un poco intuitiva al principio, y más consciente después, a un narrador omnisciente con la propia voz del protagonista, formando por momentos una amalgama indistinguible entre una y lo otra. Creo que eso ayuda a esa sensación de cercanía y ternura, con lo narrado.
Respecto a cómo me planteo mi escritura, pues lo hago de un modo muy intuitivo, me dejo llevar por la escritura sin demasiado plan previo y una vez que tengo un primer borrador más o menos claro, ya le voy dando forma, puliendo la arquitectura y el estilo del relato. Digamos que me encuentro muchas cosas en el camino, en el propio proceso de la escritura, cosas valiosas que no sería capaz de sacar desde la reflexión o la proyección de un relato con un planteamiento más meditado y racional. Lo más interesante de mis cuentos creo que siempre lo encuentro en el fragor de la escritura.
Y lo del humor. Es un humor un poco singular. Parte un poco de cierta sensación de absurdo y de lo ridículo que es en ocasiones nuestra vida y la de los otros. Un lector de mi libro me dijo que leyendo el libro a veces se reía donde pensaba que tenía que llorar y viceversa. Me gustó eso. También le sucede a un personaje del que se habla en un relato. Está claro que el humor es una forma de sobrevivir a la adversidad y al desierto de lo cotidiano. El otro modo, es la poesía. Los dos están presentes en el libro. Humor y poesía.
En un momento dado ese adolescente, después de un reciclaje autodidacta, piensa que las personas no se diferencian tanto por sus valores o por su sistema filosófico como por su forma de poner las comas. Estoy totalmente de acuerdo con él y algo muy parecido le digo yo siempre a mis alumnos; ¿escribir es en ocasiones decidir dónde pones las comas?
Así es. Escribir es tomar decisiones todo el tiempo. Qué pongo, qué quito, qué añado. Comas, puntos, palabras, personajes. Escribir es acotar y concretar. Yo soy un indeciso patológico en la vida, pero no en la escritura. Tengo más decisión poniendo comas que viviendo, creo. Por otro lado, lo que quería expresar con esa frase es que un modo de escribir determinado también es una forma de pensar determinada. Y es también una declaración de intenciones sobre mi propia propuesta literaria, claro. Para mí, forma y fondo son exactamente lo mismo. O como decía Wallace Stevens: “Un cambio de estilo es un cambio de tema”.
He encontrado en un par de relatos el tema de la mutilación o la amputación real o fotográfica, que me parece una muy buena metáfora de todas las ausencias y limitaciones con las que hay que vivir y ello lo desarrollas con humor más que con morbosidad. ¿Siempre buscas la ligereza?
Para comenzar, como dices, en mi libro el tema de la mutilación es tratado como una metáfora que se puede leer de diferentes modos, que hace referencias a los huecos y a las ausencias, pero nunca es mi intención tratarlo de modo morboso. Bajo mi punto de vista si uno trata un tema escabroso es preferible no subrayarlo en exceso. No estoy muy a favor de los subrayados excesivos, ni de querer impactar al lector de modo burdo. Prefiero otros tonos más sugerentes. Más que nada, porque no “me creo” a mí mismo como escritor en otros registros. Mi mirada está más entre lo poético y lo humorístico. Ahí es donde me muevo con más comodidad y donde me siento más natural, creíble y auténtico.
“Vivir es un rato y da risa.”, dices muy acertada y escuetamente en Llamadme Mississippi, un relato que particularmente no me convence, en el que Huck Finn, a las puertas de la muerte, evoca su amistad con Tom Sawyer, antes de integrase o desintegrarse en el río; “ser joven, como supimos después, es exagerar sin tregua y tener derecho a ello.”, en Último verano en Seattle, un relato que me ha gustado mucho, sobre la decepciones de la madurez: “la madurez es una mentira atómica y consensuada”. Me parecen muy buenos ciertos párrafos que tienden a la sentencia o al aforismo, llenos de ingenio, pero si te soy sincero hay otros momentos en los que se producen deslices hacia la facilidad complaciente, en un modo a lo Sabina: “Él nunca había estado con una mujer con el pelo tan corto y las piernas tan largas.” ¿Son las virtudes de un escritor sus principales defectos (y hablo en general, no solo al hilo de lo que he expuesto anteriormente)?
Para comenzar te diría que uno tampoco puede mantener el mismo nivel de “intensidad" literaria todo el tiempo. Sería agotador para el lector. Además, la frase que señalas del relato “Sylvia & Ted” la dice un personaje, no yo. Habrá que pedirle cuentas a él y no a mí, je. En serio, se trata de cuento en el que se respiran ciertas referencias a un tipo de cine y de música (aunque no precisamente la de Sabina que señalas está entre mis influencias, je), y ahí enmarco yo esa frase. En segundo lugar, es sorprendente la variedad de opiniones que uno encuentra al respecto de las frases y los cuentos del libro. Hay algunos lectores que me han señalado “Llamadme Mississippi”, el que tú dices que no te acaba de convencer, como su relato favorito del libro. En tercer lugar, no hay duda de que mi planteamiento en cuanto a estilo tiene en ocasiones ese gusto por la sentencia o la frase que se te queda clavada, aforística. Y a veces la diferencia entre una frase simplemente “ingeniosa” y un verdadero “hallazgo” literario en cuanto a su expresión y a su contenido, es delgada. Y uno siempre da en la diana. En ni propuesta, como comentaba antes, tiene mucha importancia una apuesta por la inventiva verbal y plástica. Y en esa apuesta uno corre sus riesgos, claro, y a veces ahí estarán mis virtudes y mis defectos. Pero no hay que olvidar lo que decía Antonio Machado por boca de Juan de Mairena: “No os empeñéis en corregirlo todo. Tened un poco el valor de vuestros defectos. Porque hay defectos que son olvidos, negligencias, pequeños errores fáciles de enmendar y deben enmendarse; otros son limitaciones, imposibilidades de ir más allá y que la vanidad os llevará a ocultarlos y eso es peor que jactarse de ellos”.
¿Quiénes son tus autores favoritos?
Ahora mismo los tres que tengo entre manos. Julio Ramón Ribeyro, del que he leído recientemente: “La tentación del fracaso”, todo un monumento literario imprescindible. Fernando Pessoa, del que he releído: “El libro del desasosiego” y que siempre tengo a mano. Y Salinger, otro maestro, del que estoy leyendo: “Franny y Zooey”. Dentro de un mes serán otros, por eso no voy a dar una larga lista grabada en piedra. Sé que no es algo habitual en los escritores, que normalmente tienen claros sus “Olimpos” literarios, pero yo soy un lector infiel y caprichoso, y mis preferencias, o mi pódium de escritores va cambiando según el momento, los años o mi estado de ánimo. Y ahora estoy leyendo muchos diarios y poemas. Mañana no sé.
Eloy Tizón ha acuñado recientemente el término postcuento y te menciona como autor practicante de una nueva forma de narrar. ¿Crees que hay una nueva forma de narrar y si así es desde cuándo?
Eloy ha hecho un diagnóstico, personal (porque es suyo y no de otro), del cuento español actual. Pero dada su importancia y su relevancia como escritor del género yo lo considero muy valioso. Lo que vino a señalar, entre otras cosas, y con lo que yo estoy plenamente de acuerdo, es que hay un nueva generación de escritores de cuentos con planteamientos muy personales, con voces dispares pero que atacan el cuento con la misma libertad de planteamientos, y de un modo muy personal y sin complejos. Que están ampliando el género y desafiando ese cuento “perfecto” y sin fisuras que parecía el modelo más deseable. Cuentistas que conocen la tradición, pero que no se enmarcan en ninguna en concreto y tienen propuestas frescas y rompedoras. Durante un tiempo la corriente carverianas o cortaziana tenían demasiado peso en el cuento español, tanto en escritores como en críticos, y parecía que a uno le clasificaban automáticamente en una de las dos corrientes, y era un panorama de más estrechez que el actual, además de ser una simplificación y una generalización brutal. Yo creo que escritores españoles como Eloy Tizón, Carlos Castán o Hipólito G. Navarro, siempre ocuparon lugares intermedios, más heterodoxos, y son un referente para muchos de nosotros. Abrieron un camino importante. Yo me quedo con esta frase del articulo que Eloy publicó en El Cultural: “Al cuento literario le han estallado las costuras”. Me parece bien que Eloy, un referente y ya un clásico del cuento español, haya tenido la valentía y la generosidad de acuñar ese termino y de “nombrar” algo que estaba pasando. A veces es necesario “señalar” algo de ese modo para que darle mayor visibilidad y colocarlo en un lugar central. Yo no le veo ninguna pega al término “Postcuento”. Me parece que Eloy ha dado un paso al frente. Yo se lo agradezco y además estoy de acuerdo. Creo que además como sucede también en la novela, se tiene a lo híbrido, a que los géneros sean más abiertos, permeables y menos “puros”. El cuento tampoco se libra de eso. Más bien al contrario, está siendo todo un ejemplo en ese sentido. Y sí, yo me enmarco tranquilamente en esa forma de narrar, porque no es para nada una etiqueta limitadora y estrecha. Más bien al contrario. También me gusta mucho una frase que Matías Candeira escribió el prólogo a mi libro, en la que dice esto: “El relato cerrado, aseado, frente al relato excesivo, vivo, y hasta furioso”. Ahí veo yo también esa forma de narrar por la que preguntabas, la mía y la de unos cuántos más, en ese relato vivo y excesivo en contra de ese relato donde “nada sobra y nada falta”.
Gracias.
domingo, 5 de marzo de 2017
Viajar con niños
Todos los años, yo soy él, viajo con niños desde que tengo hijos, antes viajaba sin ellos, con novias, porque las tensiones del viaje se resolvían como a mí, a él le gustaba, pero jamás viajé con mis padres, porque ellos no viajaban; mi padre nunca tuvo vacaciones y desde que se jubiló ni él ni mi madre han manifestado interés por el desplazamiento. Desde que tengo hijos hago la vida con niños; esto es, leo con niños, Las aventuras de Tom Sawyer; veo películas con niños, Los siete magníficos; viajo con niños, y con la madre, ella es ella, lo que este año nos ha llevado desde el 25 de febrero al 4 de marzo a Escocia. Cuando no tenía hijos lo que hacía no era muy diferente de lo que hago con ellos, pero tenía que trabajar menos y todo era mucho más descansado; echar un polvo era infinitamente más fácil, esta es una diferencia esencial. El viaje para mí es una oportunidad imaginaria, lo era así antes de ser padre y lo sigue siendo ahora. Lo que me interesa de los viajes son las posibilidades de creación. No voy demasiado documentado a los viajes, solo lo esencial. El pasado dos de marzo llegamos en coche alquilado a la ciudad de Inverness y acabamos aparcando, cuando ya oscurecía, en la explanada de un centro comercial, sin saber exactamente a cuánta distancia nos encontrábamos del centro histórico y sin hotel reservado para los cinco integrantes de la misión; pareja, él y ella, con hijos de trece, diez y siete años. Había que. Ubicarse y encontrar alojamiento a un precio razonable. Esos momentos son muy excitantes, hay que ir y venir, dar vueltas, preguntar, decidir, ponerse de acuerdo e incluso discutir, mientras tu cerebro va creando dos mapas, uno concreto y otro imaginario, de conexiones prácticas y poéticas, de dónde vas a poder dormir y cenar, y de qué te interesa ver y por dónde quieres pasear, evidentemente por las dos orillas del río para cruzar por sus puentes peatonales. Si cenamos, con todo merecimiento, después de cinco horas de conducir por la izquierda, y comer dentro del coche unos bocadillos, en McGonagall's Steakhouse, descubrimos que el nombre del restaurante hace referencia a William Topaz McGonagall (1825-1902) celebrado como el mejor de los peores poetas del mundo, pero advertimos también que el menú infantil tiene buena pinta a un precio moderado, lo cual a mis hijos les fastidia porque suelen comer lo mismo que los adultos y al de trece años, como comprenderán, a pesar del buen filete que se mete entre pecho y espalda, la cosa no le hace maldita la gracia. Por supuesto la recompensa de los adultos es adulta y se concreta en un Fillet Steak a la altura de las circunstancias. Los días de viaje son intensos, se camina mucho, se anda y se desanda, se visitan lugares que a veces ofrecen una información apabullante, puede haber crisis, malos entendidos, frío, lluvia, pero la cena es el momento para el resumen de todas las anécdotas, un par de pintas y una jar of water for the kids que sale gratis. El mapa que el viaje dibuja sigue un itinerario de lugares, que en Escocia son castillos, lagos, ciudades de nombres que uno acabará olvidando, refugios de montaña, carreteras estrechas y peligrosas, que los viajeros han de llevar, contra su costumbre, por la izquierda. Ella maneja los mapas, él conduce, ella baja un navegador al móvil, al que a veces hacerle caso estricto es un error y a veces el error es no hacérselo. El viaje tiene mucho de ir perdido por el mundo y enseñarles a tus hijos a ir perdidos por el mundo para encontrar lo que uno no sabe que busca es una de esas oportunidades imaginarias. Uno va en el viaje en paralelo a todas las atracciones turísticas, porque los viajeros son en nuestro tiempo esencialmente turistas, pero uno siente enorme satisfacción al ver que, aunque llega a los mismos lugares que todo el mundo que visita el país, lo hace un poco a su manera, que tampoco es única u original, sino una forma de acercarse al lugar del modo más sencillo y natural posible. En Edimburgo hay muchas librerías antiguas y de ocasión, que son unos maravillosos laberintos para los aficionados, con recovecos increíbles, altillos, sótanos y habitaciones minúsculas tapizadas hasta sus altos techos de volúmenes. En la calle West Port, donde dos tipos mataron y vendieron para que fuesen diseccionados en la facultad de medicina de la ciudad a 16 víctimas, historia que ha tenido muchas versiones literarias y cinematográficas, a continuación de la Grassmarket, donde estuvo la horca, está, entre otras, Edinburgh Books. Las librerías antiguas y estas historias son puntos más imaginarios que reales que conectan en los viajeros sus fantasías; allí el hijo mayor elige The ABC Murders de Agatha Christie, uno de sus pilares de iniciación a la lectura como adulto, y su padre, o sea yo, o sea él, que no lee en inglés, se queda con The Wilde Album, con gran profusión de fotos de Oscar Wilde. Ella busca un mapa que no acaba de encontrar, ella va dibujando el viaje de la jornada siguiente, ella da con el pub dedicado enteramente a Frankenstein, donde está puesta en bucle la película, al lado de aquel otro en el que todos los visitantes nos hacemos una fotografía, porque en él nació Harry Potter. Escocia es para el visitante también una sucesión de tópicos, un itinerario de batallas, de héroes, de clanes asesinados a traición, una filmografía revisada antes del viaje. Bob Roy, Mel Gibson como William Wallace, Los Inmortales, mala película donde las haya. Nuestro apartamento en Edimburgo estaba al lado de una discoteca que se promocionaba como escenario de Trainspotting 2. Pero también hay sitio para la realidad más dura. Los pedigüeños callejeros pasan frío, se arropan a las puertas de los supermercados con sus sacos de dormir, leen. La vida en la calle es visiblemente más dura que en las tierras meridionales. Los escolares, los estudiantes, como en cualquier parte del mundo, arrastran sus pies, hacia sus obligaciones. Y si el viaje se acaba como en efecto lo hace, es abrupta su interrupción; solo unas horas después de haber bajado de las altas tierras de Escocia los cinco turistas abren con llave propia la puerta de casa, desde donde muchas partes importantes del viaje se esfumarán en el olvido y otras, a las que quizás no se les prestó tanta atención, fermentarán en conexiones imaginarias, vagas, del recuerdo de lo asombrosa que es la naturaleza y lo curioso que es el hombre, uno por ejemplo, que se preparaba su cigarro de liar en la compañía de un conejo vestido con un jersey rojo, el conejo.
domingo, 11 de diciembre de 2016
El hijo de la estrella
Yo era un chico imberbe todavía cuando aquella mujer me asaltó por la calle, me dio unos abrazos y unos cuantos besos y me dijo que había estado casada con mi padre. Qué gran hombre tu padre, me dijo, qué recuerdos más maravillosos tengo, eres igual que él, las chicas te van a rifar. Luego vino la otra mujer, la que la arrancó del abrazo con que me sujetaba y le dijo, deja al muchacho tranquilo, ¿no ves que lo avergüenzas?, y se la llevó. Me pareció evidente que la mujer estaba desquiciada. Llegué a casa y fui a buscar a mi padre, que en ese momento estaba entretenido en una tarea muy delicada, no recuerdo si limpiaba las armas de su colección u ordenaba los volúmenes de su biblioteca. Cómo estás, me preguntó. Bien, papá. No le dije nada del episodio que acababa de vivir en la calle, pero durante unos segundos lo observé con curiosidad. Mi padre era, como todo el mundo sabe, un hombre fornido y atractivo, que le debía su gloria a un personaje de ficción interpretado con enorme solvencia. Quizás aquella mujer tenía razón y había estado casada con mi padre. Después de que mi padre y mi madre se separasen hubo un par de matrimonios más. Muchas veces me he detenido a pensar en aquel episodio, ¿quién era aquella mujer? No volví a verla, pero me di cuenta con el tiempo de que me hubiera gustado hablar con ella, era evidente que me había reconocido. He conocido a todas las mujeres con las que mi padre ha estado casado, antes y después de mi madre, y ninguna ha despertado en mí el interés y la curiosidad que siento por aquella mujer que me habló en mitad de la calle menos de un minuto. Dale un beso, me dijo, cuando su amiga ya la arrastraba hacia la playa. El caso es que sobre mi padre ya se han escrito unos cuantos libros y en ninguno de ellos se habla de una desconocida con la que pudo haber estado casado, lo que no quiere decir que ello no haya sido posible. Paseo mucho por la playa el cáncer de hígado que me va a matar y ahí es donde pienso y pienso, y pienso, luego, ya saben, existo. Creemos que conocemos a nuestros seres más queridos y eso, muchas veces, no es verdad, no tenemos ni idea. Mi padre contaba sus anécdotas a la hora de comer, cuando venían sus amigos a tomar una copa, siempre que alguien lo quisiese escuchar. Sus admiradoras le escribían y le pedían fotos firmadas y prendas de ropa para satisfacción de sus fetichismos, también le pedían matrimonio y otras extravagancias que yo no lograba cazar, pero que más tarde fui averiguando. La carrera cinematográfica de mi padre estuvo obviamente limitada, porque si bien tenía enormes virtudes atléticas y natatorias, en lo que se refiere a la actuación estaba mucho más limitado, de modo que con el tiempo, cuando su carrera empezó a declinar, acabó entrando en el mundo de los negocios. Un buen día alguien me asaltó por la calle, tu padre es un pedazo de hijo de puta enorme, como la copa de un pino, un cabronazo, dijo, sin que yo supiera todavía a qué carta apostar, si era bueno o malo lo que iba a decirme. Hasta que terminó la frase. Uno de los problemas de imagen de mi padre fue siempre la papada, esta misma, la misma papada familiar que ya tuvo mi abuelo y que yo mismo le he dejado en herencia a mi hijo. La frase venía a decir que mi padre le había hecho ganar un montón de pasta alicatando piscinas. Por lo que yo sé las piscinas casi arruinan a mi familia, así que me alegro de que alguien ganase dinero con aquel proyecto. También hubo un tipo que escribió un cuento sobre mi padre, una cosa absurda de un tío que iba de chalet en chalet por una urbanización, bañándose en todas las piscinas hasta llegar a la suya. Mi padre pensó que si se hacía la película lo llamarían a él, pero no fue así, le dieron el papel a otro, que no quiero mencionar aquí para no darle más publicidad. Seguramente todos conoceréis de sobra la marca de mi padre, su grito, a veces si tenía invitados y se lo pedían emitía aquella mezcla de chillido humano mezclado con aullido de hiena, rasgar de violín y el gruñir de los camellos. El grito de papá producía una gran satisfacción en todos menos en mí. A mí me avergonzaba. Me avergonzaba, luego existía. Ningún placer me pareció nunca una prueba de existencia tan rotunda como cualquier nimia contrariedad. En el colegio acabaron enterándose de quién era hijo y de repente me hice muy popular. Lo invitaron a dar una charla y aceptó. Al final le pidieron que lanzara su grito y lo hizo. Cuando mis padres se divorciaron sentí alivio. Mamá y yo nos mudamos y durante bastante tiempo mantuvimos el anonimato en una ciudad provinciana y tranquila, donde me enamoré de una chica con la que me acabé casando. Conforme me pasaron los años el parecido con mi padre fue creciendo y uno de mis mayores temores era que alguien me relacionara con él, que había pasado de ser una gran estrella a verse relegado a producciones en las que se evidenciaban todas sus carencias interpretativas, para finalmente dar palos de ciego en unos cuantos negocios ruinosos. Yo mismo no entendía muy bien cuál era el verdadero motivo que me hacía sentir aquel desapego hacia mi padre, que sin ser el padre perfecto siempre que había encontrado oportunidad había sido bueno y cariñoso conmigo. Mi madre había intentado por todos los medios que entre nosotros hubiese una relación cordial, pero después de que se separaron yo adopté una actitud huidiza. Si ponían alguna de sus películas por la televisión, yo pretextaba cualquier excusa para no verla con mi mujer y mis hijos. Mi padre nos visitó un par de veces y fue obsequioso con mis hijos, nada que reprocharle. En una de ellas antes de marcharse me tendió la mano y dijo algo que no entendí. Doy por hecho, mientras existo en el paseo que doy pensando por la playa en este relato de un desconocido, que nos deseaba a mí y a mi familia lo mejor.
lunes, 18 de julio de 2016
Entrevistas breves con lectoras sugestivas. Asun Gámez
Soy Asun y comparto con Antonio un amigo común (por ahora el facebook no nos ha relacionado todavía). José María acaba de iniciar su andadura en la escritura presentando hace un par de semanas su primera novela, a cuyo acto nos invitó y donde coincidimos con Antonio. A los pocos días José María me pasó el libro "La magia de los días" porque conoce mi afición a la lectura. Vivo en el Rincón de la Victoria y participo en dos tertulias literarias; una en el instituto Bezmiliana y la otra en la librería “la mínima”, ambas con una frecuencia mensual. Ahora mis lecturas centrales las ocupan las tertulias porque dos libros al mes ya ocupan el grueso de lo que leo de literatura, pero si me sobra tiempo leo de casi todo: novela negra, ficción, novela histórica. En este momento leo “El segundo hijo del mercader de sedas” de Felipe Romero Olmedo, novela histórica ambientada en el siglo XVI- XVII en Granada centrada en los libros plúmbeos del Sacromonte, una de las falsificaciones más famosas de la historia.
Antonio me ha pasado una entrevista con algunas preguntas que paso a responder.
Creo que formas parte de un club de lectores ¿Cómo estais organizados y cuál es el libro que más éxito ha tenido entre sus miembros?
En ambas tertulias se hace una proposición por parte de los integrantes de los libros a leer y coincidiendo en que en las dos se suele leer también de autores noveles que además suelen ir a las tertulias o en el caso de “la minima” hacer la presentación de su libro.
A las tertulias acuden sobre doce personas y el formato varía de una a otra. En la del instituto no hay formato, empezamos con una merienda y el personal va exponiendo sus impresiones. En la de la librería la mínima sí que hay un formato instaurado, empezamos con una ronda de la impresión general que nos ha causado el libro y seguimos ya desmenuzando aspectos del libro donde cada cual va haciendo sus aportaciones.
Los libros que leemos suelen gustar, no siempre a todos. El último leído en la mínima ha sido la ley del menor de Ian MCEwan, cuya lectura recomiendo.
¿Qué esperabas antes de leer La magia de los días, qué expectativas te creaste a partir de la recomendación por parte de nuestro amigo común José M. Narbona (a quien yo llamo, desde tiempos del instituto, Pepe?
Como cada libro que empiezo a leer espero que me aporte algo, como cuando veo una película o veo fotos, o acudo a una exposición. En este caso no tenía una idea predeterminada, sólo cuando José M. me prestó el libro me dijo que el autor había empezado a publicar no hacía mucho así que no tenía referencias como suele pasar con escritores más consagrados.
¿Cuál es ahora, una vez leído, tu impresión general sobre el libro?
La magia de los días está compuesta de varios relatos y una novela corta. A mí me gustó más la novela. Su extensión, no es muy larga lo que hace que se pueda leer de una sentada y ello también es posible porque es muy fácil meterse rápido en la trama. Su lectura me evocó “el laberinto de las aceitunas” de Eduardo Mendoza por lo descarnado de las escenas y sin embargo despierta la sonrisa en el lector. El final del libro me fascinó, me parece muy bien montada la estructura de la novela. Recomendable su lectura.
¿Te gusta comparar tus impresiones de lectura con críticas en blogs, periódicos o revistas, o haces caso de sus recomendaciones?
Para mí siempre ha habido un referente en literatura, el suplemento Babelia de los sábados del país. Me gusta leer las reseñas que hacen de los libros y en 30 años que lo leo creo que su línea es muy acertada. Por lo demás no utilizo redes sociales, soy más del vivo y por suerte en las dos tertulias que comparto hay personas que siempre hacen sugerencias y descubres cosas nuevas. Mi último descubrimiento ha sido “La leyenda del Ladrón” de Juan Gómez-Jurado.
¿A qué tipo de lector crees que le puede interesar La magia de los días?
No creo que el libro tenga un tipo de lector determinado, como he dicho antes por el formato de ser una novela y relatos cortos es más accesible que cuando te recomiendan un libro de 8000 páginas, la sociedad nos está “maleducando” a ver el tamaño de la lectura. El problema que yo veo en la actualidad para los nuevos autores es que al ser más fácil publicar hay una proliferación de títulos y si a ello le añadimos que el tiempo que se dedica a la lectura no ha aumentado quedan relegados a los bestseller que las grandes editoriales y el boca a boca nos hacen que tengamos en la recámara para la próxima lectura. El problema pues es su difusión.
¿Qué ocurre cuando te das cuenta de que un libro no te interesa y vas ya por la mitad?
Antes era reacia a abandonar la lectura de un libro sin acabarlo, tanto por la edad que provienes de la época en que comprar un libro no era un acto mecánico como por dar siempre una oportunidad al lector. Ahora aplico el decálogo de Pennac, si un libro no me engancha lo dejo…. Hay tantos libros y tan poco tiempo!
¿Cuáles son tus primeros recuerdos lectores?
Desde que era pequeña la lectura para mí siempre ha sido muy importante. Provengo de un medio rural y de una época en la que gran parte del acceso al saber era a través de los libros. Fui dando los saltos naturales en la edad, de cuentos y tebeos salté a libros infantiles, mis favoritos eran el club de los siete secretos de Enid Blyton y de ahí ya pasé a rapiñar la librería de mi hermano, once años mayor, por lo que accedí pronto a los grandes autores de la literatura, García Márquez, Tolstoy, Sénder….
Finalizo coincidiendo contigo en la importancia de la literatura en el hombre. Aporta conocimientos, vivencias, inflama la imaginación, los sueños. Aporta conocimientos…. Comentas tu creencia de que la lectura acaba desembocando tarde o temprano en cierta vocación por la escritura. Creo que la función de la escritura es un proceso más complejo, todos tenemos vocación de transmitir a los demás pero me parece un oficio muy complejo y hay tanto por leer que por ahora no es mi caso.
Te deseo la mejor de las suertes con tu novela. Ya pronto me pondré con otra tuya que me va a prestar José María.
Te leo …
Etiquetas: Relatos, Comentarios
La magia de los días
viernes, 17 de junio de 2016
La magia de los días. Entrevistas breves con lectoras sugestivas. Rafael Muñoz
Hola, Rafael, se trata de una promoción que voy a hacer de mi novela a partir de entrevistas que le hago a sus lectores y lectoras. Si me pasas una biografía breve, aficiones y gustos, etc... Y una foto tuya con el libro o sin él, como te dé la gana, la publicaré en mi blog y en Facebook.
Breve biografía
Fui profesor en secundaria sin desertar... pero prefiero hablar de mis aficiones y etcéteras.
Estudiante de asignaturas pendientes, Arte, Literatura y Estética. Decreciente en redes sociales, me derivo en hablar donde sea con amigos o gente desconocida. Caminante incansable para chutes de endorfinas. Alumno de Yoga en cultivo de adentros. Atento a signos de refugiados. Cooperante de concretos estos o aquellos. Apasionado de la fotografía y comparto algunas en Instagram. Escribidor críptico adrede y compositor de piedras para regalar.
Rafael, el otro día tuve la oportunidad de comprobar la intensidad de tu lectura sobre La magia de los días. Lo primero que me dijiste es que lo entroncabas con la poética del extrañamiento y enseguida me pareció muy pertinente. ¿Lo podrías explicar?
En el concepto de extrañamiento me introdujo el profesor de Estética Luis Puelles. Una de sus lecciones magistrales sobre El cortesano y su fantasma,de X. Ruber de Ventos, como referencia de experiencia estética, propone tres tiempos, primero el desconcierto por el impacto y desconocimiento que nos puede producir una obra, segundo el reconocimiento que podemos alcanzar tras la reflexión, el análisis, la documentación etc. de dicha obra, y finalmente el des-reconocimento que puede suceder si la obra se sitúa más allá de lo que se dice en ella, genera una ruptura y no acaba de dejarse coger.
Me tomo la licencia de aplicar a la La magia de los días el tercer tiempo, el des-reconocimiento, el "extrañamiento", que percibo como leitmotiv de esta obra, su lectura me lo ha evocado de forma racional y emotiva. Paso a explicarlo en nueve epígrafes con dosis de parafraseo.
1.Extrañamiento
La indagación en el miedo desde un hastío infantil que da ojos para el mundo, levantarse dubitativo e insatisfecho en un ataque de melancolía que dura una semana, la pomada en la primera frase de El limón...
La extrañeza que produce la oreja de un gato, delgada y fría como la piel de una caña de bambú, coger cartas ajenas y no abrirlas, desarrollar la ironía buscando el nombre propio en las lápidas de los cementerios, -que por cierto amigo Antonio, con lo poco amigo que soy de visitar esos espacios, encontré la mía recientemente-
Imaginar a los amigos, la familia, como esos desconocidos que nos acompañan o correr perseguido por el aburrimiento en las oscuras y grumosas arenas de la Misericordia.
El zarandeo de La magia de los días en los dos versos últimos del poema de Alejandro Céspedes.
2.Extrañeza en lo propio
Con edad muy tierna y sonrisa pícara, Adán preguntó a su madre por qué la tierra se llama así, y ya adulto se cuestiona el planeta con pulmones de Asfalto y Nirvana. Se inspira en la observación y llegado el caso, sus enseñanzas son orales, le interesan las levitaciones y, aunque suspendió en el examen para mimo, sueña con representar en vivo a su Cristo levitante. Entrará en Madrid con el monóculo de las manifestaciones, y en el Km 0 encuentra la mejor versión del hombre volador así como un premio que le otorga cierto comisario, que agradece de todo corazón.
Adán es acuícola y anfibio, mueve el café sin endulzar y considera que el ceceo hace parecer más moreno, y en más profundidad, un suceso que se puede considerar, cuando menos de muy mal trago, para él es el fin de semana más divertido de su vida. ¿Se trata de un desconocimiento de los miedos o es la forma decidida o no, pero "extraña-inquietante" de abordar lo propio? La equivocidad está servida.
3.Conciencia fría de lo otro
Adán es un fisgón en la casa Amarga y Guarra, y en la casa de Teresa, la que llega a sentir miedo de él. En Figueres se encarama entre los huevos del Teatro-Museo, sin robar nada, mientras que a él le robarán el inexistente tomo de cuentos de Dalí. En Villa Felicidad revive sombras del pasado, y coronará sus escaladas en los muros del nº 11 de Jesús del Monte...
Las reiteradas alusiones a la hidrocefalia de Paco Tierra explica las obsesiones, los crecimientos, porque a quién no le ha crecido alguna vez la cabeza y no se ha ocupado con artimañas de internet para disimular. Si hasta Dios creó el pelo en los hombres el séptimo día, puesto que eran todos calvos.
4.Obstrucción de la transparencia
El recuerdo es como la caja de un puzle donde se juntan trozos y actúa como el taxidermista chino que falsifica piezas mezclando partes de animales. -metáfora prólogo en los avatares del protagonista-
El ganapán que entró por el ojo del Alemán, las reiteradas alusiones a la ceguera de Adán y esa parte por donde la bala perforó a Carlo Giulliani...
La mosca que eligió el libro canijo de Paco Vaca, que podría servir para calzar la inestable mesa de noche con el ras del suelo. Las diferentes formas de otear a quien rumia en el fondo de la Vaca Multicolor de Zaratustra como el gesto inútil de poner un tiesto con flores sobre la mesa de la biblioteca.
El ojo por el que el universo puede desahogarse llorando, la dolce vita de la metáfora del estanque del parque del oeste... si pudiese caminar con aquel libro, sobre sus aguas como Jesucristo, como si fuese una novia enamorada junto al pecho... allí donde nadan carpas gordas y sucias y peces cebados... y el jardinero advierte a Adán lo prohibido, para que éste pierda el anillo de compromiso, quizás porque le sobraba un brazo y le salían tres del troco. El mismo que con monóculo de cristal y ropa robada de Zara, dice que es traductor de húngaro y no fuma, el provocador... el fingidor de enfermero con la madre de Doña Elpidia... el que miente como solo los buenos poetas supieron hacerlo.
5.Estética de lo siniestro frente a lo bello
¿Será Adán un socarrón con el profe?, !no señor, su cara es así¡ Sonríe en el café Van Gogh como si ya supiera la cara que hay que ponerle a las hostias.
Porque no es lo mismo Pegar un martillazo a la belleza plástica espacial de la Piedad de Miguel Ángel, que pegar con una porra a un hermoso cuerpo desnudo y desarmado que debe gritar como el Laoconte temporal de Virgilio.
El grito que debió dar el jardinero gigante, armado con instrumentos de tortura, cuando fue arreado con la columna salomónica, -lo siniestro como en el hombre de la arena-, o el grito de Adán en la Villa Felicidad hasta enterrar dudas con sombras bajo siete capas de cal, -el extrañamiento como en El Horla-
6.Enrarecimiento del signo que deja cosas por significar
Adán se adapta al medio como los perros en el metro de Moscú, sin pretensiones de que a él le pongan un monumento en caso de apuñalamiento, duerme bajo una barca de la playa y de día hace números en la Paz, en uno de ellos se pone un metro por encima del suelo. En La ciudad perruna hay muchos perros pendientes de encontrar amos que los quieran como hizo Tamara, ella quería un Perro, y hubo Perro. Adán, agradecido desde su ojo sano, es consciente del sentido trágico y absurdo de las existencias ajenas.
Los perros no hablan, Perro comprende muchas implicaciones. Cuando Adán lo saca a pasear ve ¿en qué caverna? las sombras de los vecinos tras los visillos de las ventanas.
Y otro día que Perro no acudió a su llamada miró el techo ¿en qué sol? vio una pantalla de sombras caminando como el orbe de todas las tierras. Adán camina como si quisiera atornillarse al aire, sin pensamientos elevados, sin dignidad, insolidario con sus semejantes y se cruza con perros que no son Perro.
7.Ironía
Quien se ha permitido adquirir pronto un punto de vista irónico sobre sí mismo engendra un personaje con esperanza a veces, a pesar de los reveses y dificultades cotidianas, como el hecho de llevar semanas sin agua caliente. Adán dedica su sonrisa final al vacío, al número cero, a la nada inmaterial. La magia de los días es una odisea desesperanzada y alegre (!).
8.Pesimismo
Para quien ha penetrado en lugares de sombra, porque solo en ellos encuentra la ternura de la tristeza, el bienestar que transmite lo despreciable, hay maneras elegantes de entretenerse solos, como ayudar a que todos los pasajeros se pongan el salvavidas antes de que el barco se vaya a pique. La más sublime de todas es sumergirse en el mar del fracaso como si se ascendiera por un castillo de luces.
9.Absurdismo
Un hombre, por poco imaginativo que sea, siempre alberga una esperanza absurda, inconfesable, y el día que esa ilusión se extingue, mejor haría, como alguno que otro hace, en arrojarse por el balcón, -!no es una llamada al suicidio¡-... lo único que hacen las quimeras de la vida es superponerse a la desesperación...Teresa y Adán no saben si podrán rellenar los agujeros nuevos, los nuevos vacíos, por los que aparecen nuevas angustias, nuevos encierros en negro, una tristeza que les asalta a última hora de la tarde, esa decepción que les empuja a los karaoke. Recordemos a A. Camus: el absurdo surge del abismo que separa del mundo.
El primer relato del libro te está dedicado, porque en cierta ocasión me contaste una anécdota de tu adolescencia, que yo he aprovechado para resolver en forma de relato al unirla con lo que solo era otra simple anécdota de mi infancia. El resultado final creo que explica una forma de crecer en lo que ya son aquellos lejanos años 60-70. No sé si estarás de acuerdo conmigo en que una de las miradas más interesantes del adulto es la que puede rescatar el pasado.
De la nada no viene nada y, después de leer el primer relato, si no me lo hubieses dedicado, quién iba a pensar que te inspiré esa anécdota, ni yo, es solo un aspecto del relato en su amplitud. En todo caso me resultó halagador y en particular sentí agrado por tu honestidad como escritor.
Comparto lo que dices respecto de la mirada del adulto sobre el pasado y la extiendo a otras miradas, a los sueños, poner la imaginación en las vivencias cotidianas, el buceo en historias recientes y presentes, lo privado, lo público y lo íntimo en extracciones confrontadas desde el inconsciente con el imaginario consciente y provocador .
Te interesan muchas manifestaciones artísticas, poesía y literatura en general, fotografía, cine, teatro y artes escénicas, y siempre que he hablado contigo he comprobado tu inclinación a ir de unas a otras, a establecer relaciones. Hiciste una serie titulada Piedras que era una fusión muy oportuna de alguno de esos intereses. ¿Podrías hablar de esa experiencia?
Si tuviese que elegirme probaría como Leonardo, de ahí mis intereses. !Quien fuera Wagner y tener excelencia para la obra de arte total¡ En rigor me declaro escultor, sin ningún futuro, hasta hartarme de reír.
Pisando suelo y levitando un poco, uno va queriendo plasmar lo que siente, lo que recuerda, lo que aprende, desde las escasas competencias con que he sido premiado por la naturaleza.
Leer me da oxígeno, soy escribidor en sentido irónico, no soy poeta, me apasionan las imágenes y veo el mundo desde infinitos encuadres, necesito meter mano a las cosas, no puedo parar y compongo con lo que me llama, y me llaman las piedras. Detrás de las formas, están lo panglosiano, lo refugiado, el abrazar lo inmigrante, lo rebelde, el querer, lo insumiso, lo dardo y los vellos de punta aunque se perfore el tímpano. Las composiciones con piedras son un hilo conductor, un recurso que me facilita poder explorar y expresar sobre personajes, situaciones, vivencias, utopías y miserias.
Compartimos cierta preocupación por el modo en el que nuestros jóvenes tienen que salir adelante en un sistema educativo más preocupado de las teorizaciones pedagógicas que de las actuaciones concretas del aquí y ahora. Hasta qué punto crees que la educación es un instrumento más de los intereses de quienes nos gobiernan.
Permíteme comenzar con dos cuestiones de mi historia docente. El mejor recuerdo que tengo de los profesores que me tocaron, tiene que ver con quien teniendo un nivel de excelencia me hizo "pensar", y alguno que me enseñó ciertos valores y me trató como persona. También tuve la desgracia de constatar como ciertas prácticas y políticas educativas machacaron a jóvenes y en particular a niñas. Para bien o mal, el currículum oculto sobrepasa cualquier predicción conductista.
En cuanto a la finalidad de los sistemas educativos, y sus concreciones políticas, siempre he sido pesimista. Estas integran a la gente en lo que hay, les importa muy poco que algunos prefieran estudiar húngaro, practicar levitaciones o inventar motores ecológicos. ¿Cuál es el valor de las ciencias, si en la práctica solo sirven para mejorar la vida de minorías? ¿Por qué la filología de la palabra predomina sobre la filología del espíritu, y la filosofía y el arte son extirpados de la educación de los jóvenes? Los políticos gobernantes imponen pedagogías de papeles hasta reventar, utilizan la educación en valores como floreros. Se priman culturillas de adocenamiento y museos de rapiña como estrellas de un firmamento mediático que secuestra la Cultura. Y no obstante, en la era de la globalización la ilusión no extingue la voluntad de querer otro mundo posible.
La magia de los días tiene dos partes bien diferenciadas, una primera de relatos cortos en primera persona que en general habla de cómo crecemos y vamos pasando las diferentes etapas de la vida y la segunda, en tercera persona, la historia de Adán, que se supone contada por quien es el protagonista de los primeros relatos. ¿Qué parte te ha resultado más interesante?
Considero que la primera parte tiene una presencia en la segunda, más allá de la historia de Adán, y así la interpreto como una declaración de intenciones desarrolladas en el protagonista de la segunda parte, me remito a los epígrafes en respuesta a la pregunta sobre la poética del extrañamiento.
Eres un lector muy sagaz, me has hablado de planos que hay en la historia sobre los que yo no tenía demasiada conciencia. Por ejemplo, me has señalado que Adán se declara en cierto momento acuícola, así como en otro momento es un ser del asfalto, frente al autor teatral, que lleva en su apellido real, Vacas, o literario, Tierra, su pertenencia a esa otra esfera. ¿Lees con un lápiz en la mano tomando notas y subrayando?
Hay que leer, relacionar, releer, abstraer y ello requiere una excelente memoria de la que carezco o bien afinar el lápiz, lo que me interesa lo leo con el saca punta a mano. Adán es acuícola, anfibio y asfalto, sabe moverse entre lo peguntoso y la tierra y está atento a las levitaciones, es un observante de hidrocefalias y usa monó_culo para ver con el único ojo sano que le queda !jajaja¡
¿Qué tipo de literatura te gusta?
Estoy en el estudio una bibliografía crespillana relacionada con la filología del espíritu. La poesía me atrae especialmente. He sido seguidor de blogs de poetas en la red pero me retiré, de momento no sigo nada ahí, prefiero leer la poesía en sus libros, mi musa es Chantal Maillard. Este verano leeré los cuentos de F Pessoa, y me daré un festín con Lorca y Machado en la Universidad de verano de Baeza.
Si un libro no te interesa, ¿lo abandonas o, una vez empezada la lectura, eres disciplinado y la acabas?
Leo menos de lo que me gustaría. Suelo acabar lo que comienzo aunque en lecturas difíciles como por ejemplo, Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, necesito tiempos de rumiar, y en ello estamos.
¿En qué intereses o proyectos andas metido actualmente?
Actualmente estoy cooperando en un colegio de infantil y primaria, con temas trasversales. Participo en el Observatorio Frontera Sur donde intentamos humanizar y visibilizar la dramática situación de las personas que deciden venirse para el Norte, aquí donde se hacen leyes para devoluciones en caliente que incumplen la legalidad del derecho internacional, y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y en particular su artículo trece, es un adorno de la Constitución.
Aprovecho para felicitarte por la visibilización de personas migrantes en La magia de los días, ... la ley francesa que penaliza a las personas que ayudan a inmigrantes "ilegales"... los negros corriendo ante la presión policial... y la pregunta: no sería uno de aquellos negros acosado por el gobierno francés quien encontró la cámara de foto que dejasteis olvidada en la parada del autobús, y qué decir de la bella gambesa...
También estoy preparando para el otoño, una exposición monográfica de piedras con poemas sobre refugiados, las composiciones serán regaladas a cambio de una voluntad que recoja fondos destinados a refugiados.
¿A quién le recomendarías La magia de los días?
Se lo voy a regalar a mi hermana porque va a entender algunas claves sobre la infancia en barrios periféricos y se lo estoy recomendando a todos mis amigos y amigas.
Muchas gracias, Rafael
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