Se te ocurrió cortarte el pelo. Tu pelo largo y sedoso, muy moreno. Un día dijiste que te lo querías cortar. A papá y a mí no nos parecía bien. ¿Por qué se quiere cortar el pelo?, nos preguntábamos. Estábamos preparados para que nos dijeses que te querías hacer un tatuaje, pues algunas de tus amigas ya habían empezado a hacérselos. Papá y yo teníamos preparada una respuesta para los tatuajes y los piercings,
piénsatelo un poco, deja pasar unos meses, siempre estarás a tiempo, el año que viene.
Así que cuando dijiste que te querías cortar el pelo, tu pelo largo, el pelo que nunca habías tenido corto, excepto de bebé, aquel que yo tanto te había cepillado cuando eras una niña, el que tú misma habías venido mimando como una seña de identidad, porque nadie tenía un pelo negro como el tuyo, papá me miró aturdido y yo salí en su ayuda,
piénsatelo un poco, deja pasar unos meses, siempre estarás a tiempo, el año que viene.
Y entonces nos miraste de esa forma, con esa ironía y tristeza que hacía vacilar nuestros ojos entre tu boca y tus ojos,
vale, ya estamos,
sólo dijiste eso. Después fuí a tu cuarto. No se me ocurrió hacer otra cosa que lo peor que se podía hacer en ese momento, acariciarte el pelo, como si ya lo lamentase. Como si ya llorase la pérdida de aquella melena que tenía entre mis dedos.
Esa es la foto del día en el que te lo cortaste: estás muy hermosa, pero ya eres distinta. Tu pelo muy negro y corto, revuelto, tus cejas oscuras y espesas, la cara con las mandíbulas apretadas, como si estuvieses desafiando al mundo. Una Juana de Arco, me pareciste. Pero me callé,
está muy guapa,
le dije a tu padre, a tus hermanos les pareció divertido y se rieron un poco de tí, los oí,
ahora sólo te queda afeitarte el bigote,
luego les reñí, les dije que no volvieran a hacerte ningún comentario más de ese tipo y que si oía algo parecido se quedarían sin la paga semanal.
Es la cruz que tenemos las morenas, mi vida, el vello. Pero a tí no parecía importarte. A tu edad yo ya me depilaba y cuando te insinué que podías empezar a hacerlo, me miraste así como si dijeses ¿te da vergüenza?
Aquí estás con el pelo largo y en ésta con el pelo corto. Entre una y otra no creo que haya más de una semana de diferencia. Sin embargo, me esfuerzo en observarte. Busco alguna señal, indago en tus orejas despejadas, en tu cuello al aire, limpio, tierno como una duna.
Es lo que pienso decirle a ese policía joven y experto en el arte de mirar fotos, o mejor dicho técnica, supongo que tendrá una técnica específica, yo sólo puedo valerme de mi intuición y mis corazonadas. Quiero que me explique la técnica, quiero ver también en tus fotos aquello que él vea. Tengo derecho, ¿no? Y si no me la quiere explicar que me diga de dónde puedo sacar información. Hoy día en internet está todo.
Pensábamos que te habías cortado el pelo en una peluquería. Lo normal era pensar eso. Pero no fue así. Te lo cortaste en casa de tu amiga Agueda antes de ir al concierto de Seed of Doom. Es lo que dices en tu diario, que tengo aquí delante. Me vas a tener que perdonar hija mía, quiero tenerte de nuevo a mi lado, entre otras razones para explicarte por qué lo he abierto, por qué estoy leyendo lo que tu escribías sólo para tí. Y sobre todo, por qué, a pesar de eso, no he sido capaz de entregárselo a la policía para que lo estudie. Por qué ni siquiera tu padre sabe que existe.
Lo que no dices es qué hicisteis con la melena cortada. Sé que hay fotos de ella, están en tu blog. Pero no me atreví a preguntarte, no sé si la tiraste a la basura, o si te quedaste con un mechón. No hablas de eso.
Entraste en el cuarto de Agueda con tu preciosa melena negra y saliste de allí a lo garçon.
Lo curioso es que todos los chicos de ese grupo, todos los seguidores de ese tipo de música tienen largas melenas negras y a veces, si su color natural es más claro, echan mano de tintes. Tú, con tu negro natural optaste por cortártelo. He visto actuaciones de ellos en Youtube y todo el mundo, chicos y chicas lucen melenas que casi les llegan por el culo. Me estoy quedando ciega de buscarte entre el público desde que supe que habías ido a uno de sus conciertos, pero hasta ahora ha sido imposible, entre otras cosas porque las grabaciones tampoco son muy buenas.
Papá el pobre no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Yo al menos he tenido la oportunidad de ver que es así. Por mis clases en el instituto. Que los chicos sois así, y no sois malos. Lo que nos pasa a nosotros es que ya no nos acordamos. Pero el trabajo de tu padre con los seguros es diferente. A él le costaba más trabajo entenderte. Tu padre nunca ha leído un libro de poesía. Cuando estuvimos en el primer recital al que nos dejaste ir, en el que todavía tenías el pelo largo, tu padre estaba incómodo, intranquilo. Luego nos miraste sonriendo, echaste fuera el humo de un cigarrillo y conseguiste que confiásemos en que todo iba bien. Yo sabía que todo iba bien. Pero a tu padre le sudaban las manos. Y en medio de aquel trasiego de poetas adolescentes se encontraba cada vez más violento. Hasta que desde lejos miraste hacia donde estábamos, ya casi a punto de despedirnos, porque tu padre se quería marchar, que yo me hubiese quedado, pero no lo podía dejar solo en aquel momento. No con su cabeza llena de seguros de accidente. Por el camino,
ya no es una niña,
dijo. Pobretico papá. Pegando carteles con tu fotografía de un lado para otro. Lo tengo un poco abandonado, mi amor,
¿qué haces?,
me ha dicho hace poco,
¿otra vez mirando fotos? Y se ha marchado. Siempre hace lo mismo. Se sienta entre la tele y el teléfono y mira al frente, pero solo él sabe lo que se le pasa por la cabeza.