lunes, 16 de junio de 2008

Entrevista a Fernando García Pañeda

Iniciamos aquí una serie de entrevistas con escritores o personas ligadas al mundo de la literatura. Seguimos la estela y los modelos muy ejemplares de las entrevistas de Miguel Ángel Muñoz en El síndrome Chéjov o de David González en Avión de papel. Inaugura esta serie Fernando García Pañeda, autor de Tres Gymnopedias, novela de la que hace unas semanas hicimos la reseña. En la foto, Fernando.


Fernando, no conozco tu evolución como escritor, porque no he leído tus dos novelas anteriores, pero me gustaría que hablases de ella. Y sobre todo, que dijeses qué significado o papel tiene Tres Gymnopedias en ese marco.
Las lágrimas de Eurídice, la primera novela que escribí, es una novela de aventuras ambientada en el tiempo de la última guerra carlista, escrita con la única intención de contar una historia entretenida y verosímil, con una técnica correcta. Kismet, la segunda, estaría a medio camino entre una novela de personajes y de intriga, con una trama desarrollada a finales del siglo pasado en Turquía. Tres Gymnopedias, en cambio, es una novela de personajes, más intimista, sin trama concreta ni estructura lineal, ni una clara situación espacial y temporal, como las anteriores, y aparentemente no tiene nada que ver con las anteriores. Es claro que hay una evolución en estas tres obras, tanto en la trama como en su contenido, y, según dicen las personas que han leído todas, hay una cierta progresión a mejor. Pero con Tres Gymnopedias hay un salto más grande y ambicioso en varios sentidos, incluido el literario, claro está.

A mí Tres Gymnopedias me ha sorprendido, porque con ese título y con la ilustración de la cubierta, no he encontrado luego en su escritura ni citas, al menos directas, ni alusiones cultistas, sino el texto de un relato muy sencillo y muy preciso de los sentimientos de tres mujeres, con un modo muy realista y pragmático de afrontar las situaciones atascadas en que viven. ¿Cómo influyen la música y la pintura, además del cine, en tu imaginario?
La música es una influencia muy fuerte, y creo que evidente, en mi escritura. Tanto en las tres novelas como en algunos relatos, creo que hay mucha música, sentido musical, incluso de manera explícita, esto es, descripción de situaciones en las que se indica un tipo de música que suena de fondo. El lenguaje, el diálogo o las estructuras musicales influyen no sólo en mi forma de escribir, sino también en la manera de concebir otras obras, otras artes. Como la pintura. Creo que, como las palabras, las imágenes también poseen sus ritmos, sus estructuras. Piénsese en la fuga, por ejemplo, o en las simetrías clasicistas. El impresionismo es un concepto que definiría claramente muchos de mis escritos. Palabra, imagen y sonido son, para mí, conceptos simbióticos.

En el libro las tres hermanas consiguen encontrar una vía de salida a unas circunstancias, más o menos inmediatas, que las tienen bloqueadas. Apuestas por el mejor de los desenlaces para las tres. ¿No es eso un poco arriesgado? Lo digo porque uno puede pensar que se atenta contra la verosimilitud. También porque literariamnete el fracaso, o la falta de vías de solución, ofrecen más réditos que el nudo que se deshace con un happy end, que se considera pensado para públicos poco exigentes. ¿Cómo ves tú este asunto?
Bueno, no creo que exista un happy end en sentido estricto. Es cierto que cada hermana encuentra una vía de salida a sus circunstancias. Pero, ¿llegan a salir? La novela acaba para cada una precisamente en lo más difícil de la vida: aprovechar una ocasión propicia para salir adelante a golpe de constancia, lucha y convivencia, que es lo que se supone les espera. Algunos lectores incluso me han llegado a decir que falta el final.
Por otra parte, me parece muy bien que muchas novelas con más o menos pretensiones acaben generalizadamente en desastre o amargura. No creo en los dogmas, y menos en literatura, pero, como bien dices, el fracaso y la negrura ofrecen hoy más réditos que los finales dulces, y el final amargo se ha convertido en un dogma. Entonces me pregunto: ¿Qué público es más exigente? ¿El que sigue el dogma o al que no le importa el final, siempre que la historia sea hermosa o esté bien contada? Los lectores siempre hemos respetado el pacto tácito con el escritor por el que, entre otros aspectos, se entiende que la historia que se cuenta es ficticia y el mundo que éste nos presenta en las páginas es imaginario, por lo que el realismo y la verosimilitud deberían ser conceptos muy relativizados. Nadie se rasgó las vestiduras porque en Macondo estuviera lloviendo sin parar durante años, ni a Pamuk le han negado el Nobel por montar en Nieve una revolución laicista en una ciudad del este de su país. Para ver cómo las cosas acaban en desastre quizá sea mejor y más fácil leer el periódico que leer novelas.

Me gustaría que hablases del episodio de migraña de Julia en la tercera historia. Es el único momento en el que se entra en detalles descriptivos o del comportamiento de los personajes en la intimidad: vómitos, mal humor de ella, paciencia de él, ventosidades, preparación de las manzanillas, etc. La figura de Martin es muy interesante. Creo que camina por la cuerda floja sin caerse. Tanta entereza, seguridad y tranquilidad, que son los referentes de Julia para salvarse. Pero claro, es un tipo que, como le ocurre a ella a veces, te puede desesperar. ¿De dónde sacas a ese mirlo blanco? Me parece originalísima y de una apuesta muy profunda plantear la evolución que sufre la relación entre los dos de ese modo tan antirromántico.
La relación entre Martin y Julia está planteada con un cierto distanciamiento realista, por un lado, y profundamente antirromántico por otro; aspectos que no necesariamente han de ser opuestos. Con realismo por cuanto que es una relación que avanza a trompicones y a base de casualidades, como ocurre en muchas ocasiones en la vida; y con el antirromanticismo en el que milito, porque la idea planteada es el encauzamiento de una relación profunda, duradera y con amor verdadero. Estas relaciones de amor duradero no se forjan con cenas tête-à-tête a la luz de las velas, ni en paseos por los quais del Sena o en góndolas, sino en situaciones duras o angustiosas, en las que verdaderamente se demuestra el fondo de amistad que posee el amor, el querer estar con el otro a toda costa, el sacrificio... todo lo que es amor de verdad, eso que Julia no ha podido valorar y, por tanto, tiene que aprender a hacerlo. Porque los mirlos blancos existen. No suelen tener el aspecto de un Johnny Depp o de un George Clooney, no se detectan fácilmente y son de una blancura algo grisácea, pero existen.
En este caso, Martin camina por la cuerda floja porque está enamorado de Julia, y Julia es una cuerda floja. Se limita a seguir el rumbo que ella marca para intentar encontrar juntos un camino mejor.

Tu estilo, al menos en este libro, es muy claro, muy limpio y sencillo. Sin alardes. ¿Nunca sientes esas tentaciones que a veces tenemos los escritores de hacer exhibición de lo bien que escribimos?
Se me crea o no, lo cierto es que yo no sé si escribo bien o mal, y el estilo es lo que menos me importa en estos momentos. Es algo tan relativo, tan subjetivo y tan dependiente del criterio de cada lector (y cada crítico) que puede acabar confundiendo y exasperando. A mí, por lo menos. Lo que busco es escribir con claridad y concisión, pero sin frases hechas, expresiones vacuas o epítetos superfluos, un criterio mucho más objetivo pero en modo alguno fácil. Y me sentiría muy satisfecho si así lo vieran los lectores. Por cierto que en este sentido también cabría preguntarse por el grado de exigencia del público.

¿Qué puedes decir de la segunda historia, la de Celina, presentada como acto teatral? ¿Hay algo chejoviano en tu escritura?
Ya me gustaría que hubiera algo chejoviano... Supongo que, si el pasaje tuviera una buena calidad, los textos leídos y las representaciones presenciadas de Tío Vania o El jardín de los cerezos no serían algo ajeno a todo ello. Si es en el sentido de que el relato, más que tener un clímax y una resolución, disponga impresiones e ideas, en el sentido de utilizar temas de la vida cotidiana, o en el sentido de caracterizar e interaccionar los personajes más que incidir en el argumento, entonces sí sería bastante chejoviana esta novela. Pero un mínimo sentido del pudor me obliga a no creer llegar a tanto.

En los tres episodios tiene mucha importancia la ternura, la comprensión, el amor y la ayuda fraterna. Pero detrás hay muy bien sugerido un pasado de poco cariño, y además mal administrado, de los padres. El cine y la literatura tienen un filón con lo segundo: carencias afectivas. Pero han trabajado poco lo primero: cómo superarlas positivamente. Tú lo afrontas. ¿Qué imagen tienes del mundo? ¿Eres optimista o pesimista?
En general, soy muy pesimista. Mi pesimismo es colectivo, considerando a la especie humana como tal, pero tomando a las personas de una en una, ese pesimismo se relativiza. Como he señalado algunas veces en mi blog, mi mundo está basado exclusivamente en personas, personas a las que quiero y que me quieren, en un grado u otro, a las que leo y que me leen, con las que sufro, aprendo, juego o me enfado. Las personas construyen el mundo en general, pero también otros muchos mundos personales, y éstos son los que me interesan, los que merecen la pena y mitigan, o incluso invierten, el pesimismo. Las relaciones personales basadas en la comunicación, el cariño, la emoción... es lo que me atrae a la hora de vivir y, por tanto, de escribir.

¿Cómo aparece el germen de esta historia, con la música y el cuadro que usas como citas?
El libro nació a través de una pieza musical que tiene el mismo título, Tres Gymnopedias, Trois Gymnopédies en el original, que me sugirió la idea de una historia de tres personas, tres mujeres en una situación triste, difícil, acorde con el tono de la música y, al igual que ésta, susceptible de leerse por separado aunque exista un nexo entre todas.
Lo del cuadro fue un flechazo y muy posterior. Sucedió mientras visitaba la exposición Sargent-Sorolla que organizó el Museo Thyssen de Madrid a finales de 2006. Por aquel entonces estaba ya en pleno peregrinaje entre editoriales para intentar publicar la novela y nada más toparme con Las Señoritas Vickers de Sargent, supe que, fuera cual fuera su forma de publicación, esa tendría que ser la portada.

¿Cómo la has trabajado? ¿Con qué rutina?
Para ser sinceros, la he trabajado como he podido, que es como lo vengo haciendo desde hace más de cinco años. Aprovechando cualquier rato libre, en los lugares más insospechados y, especialmente, robándole muchas horas al sueño. Ya me gustaría poder tener una rutina para trabajar los escritos...

¿Tienes un proyecto global como escritor, alguna idea subyacente a todos tus trabajos, o surgen espontáneamente?
La verdad es que nunca lo he pensado ni lo he analizado. Ahora bien, todos sabemos que al escribir siempre hay ideas, impresiones, imágenes propias que, de alguna manera, salen a flote. En principio, las ideas surgen espontáneamente, según lo que me atraiga en cada momento, aunque esto es como la parábola de las semillas: ideas hay muchas, pero las que salen adelante entre el cúmulo de circunstancias adversas (especialmente la falta de tiempo) son muy pocas. Supongo que con más escritos y tiempo por delante podré responder más concretamente a esta cuestión.

¿Qué importancia le das a tu blog, Territorio Enemigo, dentro de tu trabajo literario?
En estos momentos, toda. No porque sea un blog eminentemente literario y de gran calidad, sino porque es casi el único cauce en el que puedo dar salida a lo que escribo. Es decir, no sólo para que me lean, sino para tener un mínimo orden en mis escritos, para saber lo que he escrito en medio de un caos temporal que me supera. Antes, esa función la cumplía mi libreta (no digo moleskine porque todavía soy del siglo pasado), en la que anotaba o desarrollaba ideas con un orden, pero incluso ésta ha acabado sucumbiendo a la algarabía.

Y por último, la pregunta de Ozores: ¿Cómo la vice de la tapa nada en lo que monda la carpeta y donde coge el enema? Esto es, si tienes algo que añadir.
¿Que cómo la roicu dango remboingoing plaf? ¡No, hijo, no!
Sólo añadiría que ha parecido tan buena la entrevista, tan bien planteadas las preguntas, que todo lo que quisiera decir sobre el libro lo he dicho.
Muchas gracias.

11 comentarios:

Manu Espada dijo...

Estupenda iniciativa, al final voy a dejar de comprarme los suplementos semanales para leer las entrevistas de los blogs. ¡Algo se está moviendo! ¿Será la segunda etapa de la Movida pero en plan cibernético?

Anónimo dijo...

Es estupenda y amena la entrevista
Este señor es el de "territorio enemigo"?
Me estoy adentrando por primera vez en el mundo del blog, y he de decir que estoy asombrada de la calidad.

Besos

Fernando García Pañeda dijo...

Por supuesto que se está moviendo el mundo de la edición. Tiene los cimientos absolutamente desgastados, y si deciden permanecer del mismo modo, acabará derrumbándose. Ya ha pasado en el mundo discográfico. Pero parece ser que nadie escarmienta en cabeza ajena.
Mientras tanto, nosostros a lo nuestro y a seguir en pie.
Un saludo.

Anónimo dijo...

¿Es importante la exigencia del público? Eso supongo que es ajeno a la creación de tu obra.
A mí casi siempre se me olvidan los finales de las novelas, lo que me quedan son impresiones, sentimientos, pensamientos...esas cosas.
El centrarte en las personas/personajes, impresionismo y lenguaje transparente, me parece fenomenal.
¿Para qué hacer el esfuerzo de intentar entender a quien no se quiere dejar entender?
Lo que me tiene intrigada es cómo habrás conseguido adentrarte en el mundo femenino de Emma, Celina y Julia. Esperaré a leerla.

Anónimo dijo...

¡¡¡¡Oh, es él!!!!
¡Guapoooooo!
Que me sé ya casi de memoria tus libros y no me haces ni puñetero caso.
[suspiros]

voy a cortarme un ratito las venas, luego vuelvo

Fernando García Pañeda dijo...

Mita y Xrisstinah: me da mucha vergüenza estar vampirizándole así el blog a Antonio. Por un lado tiene más comentarios y posicionamiento, pero por otro no sé qué pensará...

Mita
La exigencia es ajena a la creación, pero es aplicable al público, a los lectores, que son quienes, al final, juzgan dicha creación. Eso no quiere decir que acierten, pero son quienes tienen el mazo y dictan sentencia. Y, por cierto, hasta ahora no me puedo quejar...
Como es lógico, todo el mundo me pregunta lo de adentrarme en el mundo de tres mujeres, pero te juro por la cobertura de mi móvil que fue lo más fácil. Observo e intento comprender; luego lo vuelco con mi lapicero, et voilà.
Y muchas gracias.
Un abrazo.

Xris
¿Libros? ¿Cuantos? Sabía lo de Las lágrimas..., pero ¿también otros?
Cuando termines con lo de las venas, seguimos.
Un beso.

Por cierto, Antonio, hoy mismo ha llegado a casa Mucha suerte. Qué poco me va a durar...

Anónimo dijo...

Hablando ahora en serio, académicamente, con propiedad y nitidez: siempre he deseado ser animadora con minifalda y pompones, pero mi naturaleza sólo me permite ser "fan" desde la rebotica.
Un libro, efectivamente, sólo he leído el de Las Lágrimas de Eurídice, ya te dije que me pareció delicioso y disfruté como un indio cherokee leyéndolo (no te digo lo de "como marrano en el charco" porque estaría plagiando a otro).
En cuanto al protagonismo de Antonio, no sufras, él ya sabe que aquí es el divo y ha inspirado muchas letras y muchas ideas a otros que nos hemos aproximado a él (otra vez él), cuando aún ejercíamos. Ya le diré lo que pienso de su libro, a la cara y con todas las letras, si es capaz de aguantarlo.

Fernando García Pañeda dijo...

Un tipo nacido en el 64, con dos churumbeles (varones) a la chepa y con una Lucía a la que dedicar lo aguanta todo. Te lo aseguro.

hombredebarro dijo...

Nada, nada, así descanso yo un poquito.

hombredebarro dijo...

Joder, Fernando, nos hemos cruzado en la puerta, como dos invisibles.

Anónimo dijo...

¿Vienes del campo, alma de cántaro?
Yo también, de los campos de algodón, un poquito más arriba de donde vienes tú. También soy filóloga.

Besos

Fernando, no jures por la cobertura de tu móvil!! que te vas a quedá sin él.