lunes, 11 de mayo de 2009

Entrevista a Elvira Navarro


Foto: Antonio Jiménez Morato.


Elvira Navarro (Huelva, 1978) publicó en el 2007 un libro con cuatro historias protagonizadas por un mismo personaje, Clara, en distintos momentos de su vida, del que se podría decir que es un híbrido entre la novela y el cuento, titulado La ciudad en invierno, con el que consiguió una muy buena aceptación y valoración crítica, y comercial, puesto que fue Nuevo Talento Fnac de Literatura, y el libro se ha reeditado en 2008 en DeBolsillo.

No sé si puedo decir que "Expiación" es un cuento de terror en el que una niña desobediente, Clara, consigue que su tía, a cuyo cargo está, pierda los nervios, dejando en evidencia todas las carencias y humillaciones de que está compuesta su vida. La historia se desarrolla en la piscina y el chalet de una zona residencial en plena canícula veraniega. La atmósfera es afilada y sofocante. “Eres mala y me vas a matar. Pero fíjate en lo que te digo: no te vas a ir de aquí como llegaste.” (Pág. 17) La niña siente la culpa, pero desde la rebeldía es dueña de una desafiante seguridad. Al final los adultos se conforman con que finja su voluntad quebrada: “Igualita a mí cuando me metían miedo. La niña es tan sensible como yo.” (Pág. 24)

Alejandro Gándara ha sido el crítico menos rendido a tu libro y le ha achacado algún defecto, como la insistencia en hacer equivalentes la sensibilidad y la culpabilidad, al tiempo que dejaba claro que “sin defectos no puede escribirse narrativa, que es el género del defecto mismo”.

Varias preguntas:

1. ¿Dónde encontraste, o cómo te surgió, el germen para escribir estos relatos?

El germen lo encontré en mi vida, aunque hubo una lectura esencial, que funcionó a modo de chispa: los cuentos de Clarice Lispector.

2. ¿Corresponde cronológicamente la escritura de las cuatro historias con su disposición en el libro?

Sólo el primer cuento, “Expiación”. Luego escribí el último, y a continuación el segundo y el tercero.

3. Se han señalado tributos del libro a Clarice Lispector y tú misma has reseñado y recomendado Cuentos reunidos de la ucraniana-brasileña. ¿Cuáles crees que son los autores con los que se puede identificar tu modo de afrontar la escritura?

El tributo está sobre todo en “Expiación”, y un poco en “Amor”. Los cuentos de Lispector me permitieron acceder a un modo de contar propio. Antes de leer esos cuentos, estaba demasiado atenta de escribir “bien”. Trataba de no salirme de lo que mis escritores favoritos establecían. Error.

Para La ciudad en invierno mis referencias fueron, aparte de Lispector, Escapada de Alice Munro, Historia del ojo de Bataille, Mulholland Drive de David Lynch y Prisión perpetua de Ricardo Piglia. Las tres primeras creo que son evidentes. Lynch y Piglia me ayudaron a solucionar la estructura.

En cuanto a mis referencias fundamentales, Dostoievski y Marguerite Duras son mis dos autores de cabecera. Los que me ponen en el camino de lo que quiero. También citaría a Thomas Bernhard, Agota Kristof, Carson McCullers, Cortázar y César Aira.


4. ¿Crees que los niños nos ponen a prueba? ¿Qué recuerdos tienes de tu propia infancia en ese sentido?

Creo que todo nos pone a prueba. También los niños, y ahí la prueba es muy delicada, pues hay que procurar no dañarlos. Los niños son una amenaza para la autoridad de los adultos. El adulto es el que sabe las normas, los límites, mientras que un niño es el desenfreno. En el proceso de enseñarles, el adulto puede caer en el autoritarismo o la manipulación Por manipulación entiendo el tratar de conducir al niño a través del miedo, o del chantaje sentimental, o desde cualquier otro sitio que suponga inocular un virus, una distorsión, en la relación del niño con el mundo. Si se le enseña a tener miedo de todo, el niño crecerá percibiendo, o construyendo, la realidad como una amenaza, y seguramente vivirá cuando crezca con un miedo patológico, pues ése habrá sido su aprendizaje. Mi infancia no ha estado a salvo de esto que digo, aunque en general fue bastante feliz. Mis padres lo hicieron bien.

5. Tu narrador dice: “y se sabe infinitamente pequeña ante la tía, por cuyo amor siente verdadero asco.” (p. 18) ¿Es ese un indicio de su culpa? ¿Produce el amor asco?

No es un indicio de su culpa. La niña se sabe pequeña porque lo es. Aunque desobedezca a la tía, es ésta quien tiene el poder. La niña puede sacar a la tía de quicio a ratos, pero también digo que “enseguida se olvida”, pues ella está atenta de otras cosas. Es Adela quien permanentemente llama su atención para imponer una autoridad que no sabe manejar. Ante la niña, la tía se desborda. Y de ahí el chantaje, el tratar de imponerse mediante la culpabilidad. En consecuencia, la niña siente asco ante el amor de la pobre mujer, porque es un amor viciado, enfermo.

6. ¿Con qué defectos, si es que estás de acuerdo con la afirmación de arriba, crees que cuentas para seguir escribiendo narrativa?

Creo que el defecto que, al menos en La ciudad en invierno, he sabido elevar a virtud, es la insuficiencia de la que también habló Gándara. La narrativa está llena de largos desarrollos y de bisagras. No soy capaz de desarrollar demasiado largamente, ni de poner bisagras (ambas cosas me aburren, al menos por el momento), así que, donde se requieren desarrollos largos, procuro jugar con la intensidad, y las bisagras me las salto. Trato de que funcione buscando fórmulas que suplan esas carencias.

7. ¿Sensibilidad y culpabilidad pueden llegar a ser equivalentes?

Yo puedo percibir a alguien de manera culpable si ese alguien me ha chantajeado lo suficiente. O puedo sentirme culpable de lo que hago si me han educado en la creencia de que en mis actos hay siempre algo que está mal, y por lo que he de castigarme.


"Cabeza de huevo" nos lleva a una Clara con 12 años, que en compañía de una amiga se inicia en un perverso juego de llamadas telefónicas a hombres para ponerlos cachondos, hasta que se citan con uno de ellos, ciego, con el que llegan a un desenlace terrible. No sé si puedo decir que el relato es un guión perfecto para un corto de terror. Clara es, de las dos amigas, la valiente, y posee una frialdad que nos desarma. Su juego es en el fondo una investigación, que parte de una inocencia inicial, en la que el adulto y las niñas mismas son enfrentadas a su miserable verdad (“¿Era tan corto el amor?” Pág. 32), y luego pasa por los descubrimientos de las niñas sobre si mismas (“ni Clara ni Vanesa se confesaban que a veces, a solas, habían comenzado realmente a tocarse”) para desembocar en una sensación de asco que provoca el deseo de la destrucción (“Deseaba herir a aquel cretino, herirlo con la misma rabia con que en otro tiempo había estrellado huevos en las cabezas de las viejas desde su azotea” pág. 38).

Varias preguntas:

8. ¿Qué influencia crees que tiene en tu trabajo el cine y qué películas han sido decisivas en tu formación como escritora?

Uf, me lo pones difícil con esta pregunta. No tengo ni idea de si el cine ha sido decisivo. Guardo un recuerdo muy intenso de Twin Peaks (bueno, es una serie, pero creo que vale para contestar), y hay una película que siempre tengo en la cabeza: Léolo, de Jean-Claude Lauzon. Me han servido de espejo las películas de Lucrecia Martel, pero a posteriori. Mercedes Cebrián me dijo que lo que yo hacía se parecía a lo que contaba esta directora en La ciénaga y La niña santa, y tiene razón. Es un universo muy parecido al mío.

9. Clara y su amiga Vanesa se sienten al final del episodio como en una película de espías. ¿Son conscientes de estar protagonizando un relato? ¿El hecho de que incluso se compren unos cordones nuevos para los patines, ya que los viejos los han usado para atar al ciego, nos indica que estamos en un mundo en el que todos nos empeñamos en hacer el mejor papel posible como personajes de una fábula tenebrosa?

Bueno, yo no iría tan lejos, aunque es cierto que al escribir recreo la sensación que tenía durante mi niñez de que la vida era tan fácil como una película. También recuerdo que, cuando empezaron los problemas, yo veía las películas buscando la ligereza con la que los protagonistas solucionan las cosas, incluso las más tremebundas. Creía que ahí había una clave que me estaba vedada.

10. ¿Es el desenlace un homenaje deliberado?

No es un homenaje. Es ponerse en esa ligereza con la que todo ocurre en el cine (o en la mayor parte del cine) para sentirse bien.

11. ¿Qué tiene Clara de Lolita o de anti-Lolita?

No tiene nada, o nada más allá del deseo que una preadolescente sabe que despierta. Digo “sabe”, pero no es la palabra adecuada. Además, estoy generalizando, así que voy a decirlo de otra manera: cuando yo era una preadolescente, notaba de qué manera me miraban algunos hombres; cómo me cortejaban con la mirada o con cierta solicitud, y eso me daba un poder turbio, falso, porque en verdad yo no sabía del todo qué había detrás de eso.

La ciudad en invierno es el siguiente relato dividido en dos partes: “El invierno”, y “La ciudad”, introducido por una cita de Ricardo Piglia sobre las dos alternativas para descifrar un enigma. La primera parte es cronológicamente posterior a la segunda. En “El invierno”, ya con 14 años, Clara se nos muestra en una cabaña en mitad de un bosque en compañía de sus padres. Ha ocurrido algo y vuelve a aparecer la culpa. Una culpa creciente por haber llevado una doble vida. Hay indicios, datos, como dice Piglia: un cuaderno de dibujo, un secreto guardado, que es el enigma que nos inquieta, una madre extraña, coqueta e impredecible y cierto malestar de fondo. El bosque tiene ruidos inquietantes que le hacen sentir miedo.
En el bosque hay otro habitante al que Clara espía en el interior de su casa. Cuando llega la noche y la hora de dormir, en la cama le asalta el deseo y el reciente trauma de un reconocimiento ginecológico.

Las preguntas:

12. ¿Te planteaste en algún momento que la protagonista de las historias no fuese siempre Clara? ¿Crees que de haber habido una protagonista diferente para cada historia el sentido último se habría modificado?

Escribí las historias con Clara como protagonista y luego, puesto que el personaje no tenía memoria y parecía retomarse de cero cada vez, les cambié el nombre para llevar los cuentos a la editorial. Constantino Bértolo me dijo que la protagonista era la misma, y que unificara el nombre, lo que habla muy bien de su instinto.
No creo que, de haber puesto una protagonista distinta, la cosa hubiera cambiado sustancialmente, puesto que el paisaje moral es el mismo.


13. ¿Qué importancia crees que tiene en tu imaginario la tradición del cuento folclórico popular tipo Caperucita, Pulgarcito, incluso Frankenstein, etc.?

Conscientemente, ninguna. Tienen importancia los libros de la colección Barco de Vapor y las historias de Los Cinco, que yo devoraba. Aún hay días en los que pienso en exiliarme a la isla de Kirrin con unas cuantas cervezas de jengibre y un pastel de carne.

En “La ciudad” es una reconstrucción de aire policiaco de lo que le ha ocurrido a Clara, que se siente agobiada por la expectación que ha provocado su percance. Al parecer hay una laguna en su memoria que le impide reconstruir para los demás lo que ginecológicamente parece que se puede probar. Pero antes de eso cayó de un puente al río. Los datos que se nos van facilitando avanzan en una dirección que lleva zigzags inquietantes entre la culpa, la responsabilidad, la conciencia y la radicalidad de la rebeldía de no querer rendir cuentas.

Las preguntas:

14. La respuesta a la pregunta de Clara a su violador de por qué la ha violado es otra pregunta, que nos desconcierta terriblemente: “¿Por qué quieres saber los motivos?” (Pág. 90) ¿Es este el verdadero punto de expiación de Clara?

No lo sé. Lo he pensado, pero no creo que saber los motivos le lleve a expiar la culpa. Tiendo a suponer que lo que hay debajo de la petición de Clara es un por qué a mí. Leo la realidad viendo las causas y los efectos, y cuando me pasa algo malo gratuitamente, dejo de entender, o peor: me vuelvo pesimista y meto en la agresión injustificada el pensamiento de que la realidad es mala y me destruye. También me pasa a la inversa. En cualquier caso, trato de volver a colocar una causa, aunque sea destructiva, para no aceptar que hay males que son gratuitos. Yo no creo en la gratuidad de casi nada, pero a veces se estrella un avión. Clara no acepta que el avión se ha estrellado.

15. ¿Por qué ese motivo recurrente a lo que Clara ve desde fuera en el interior de las casas?

Trataba de hacer un paralelismo entre dos situaciones similares en las que la identidad de la protagonista estaba en juego. En una, sabe lo que le ha ocurrido; en la otra, se ha olvidado. Eso hace, o tal era mi intención, que las escenas, aparentemente iguales, tuvieran significados distintos.

16. El paisaje que rodea a Clara en cada momento es determinante, tanto si es la desolada urbanización en verano, el bosque o los arrabales. Su importancia va más allá del decorado. En tu relato París Phériphérie esas avenidas que uno no sabe si son ya la autovía adquieren una dimensión metafórica crucial. ¿Qué es para ti la ciudad frente al campo?

No los manejo como una oposición. El campo y la ciudad, en el libro, funcionan como metáfora de lo que busca la protagonista.


"Amor" presenta a Clara en la persecución del amor y en el deseo de ser perseguida. La ciudad es el tablero de un juego con idas y venidas, en el que de nuevo la decepción, el asco, el secreto y el odio se mueven como fichas que la hacen avanzar o retroceder.

17. La última frase del relato dice: “Cuando al fin se gira, él ya no está.” ¿Qué hay de juego de fantasmas en estas historias?

El fantasma es la ausencia ficticia. Creemos que alguien nos acompaña, y es una invención de la que no nos gusta responsabilizarnos. No quiero decir que toda compañía sea inventada, porque no es cierto, pero en el amor platónico, que al fin y al cabo es de lo que trata esta historia, se proyectan expectativas casi fantásticas sobre la otra persona. Luego pasa que “cuando al fin se gira, él ya no está”.

18. ¿En qué estás trabajando en estos momentos?

En dos novelitas o nouvelles. Están casi acabadas.

19. ¿Qué opinión tienes de internet, los blogs y las redes sociales en relación con la escritura?

Supongo que son una manera más de seguir escribiendo y comunicándonos, aunque con un formato distinto donde lo que prima es la inmediatez y la sensación de que hay un canal permanentemente abierto hacia el mundo y los otros. Estamos menos aislados, o eso parece, aunque la virtualidad es, por definición, engañosa.

20. ¿Podrías contar algo de tus rutinas como escritora?

Procuro escribir todos los días cuando tengo algo entre manos. Soy muy hormiguita. Mis únicas rutinas son beber té y tener el estómago lleno. No puedo escribir con hambre.

Muchas gracias, Elvira.

2 comentarios:

Javier Puche dijo...

Muy interesante y completa la entrevista. Gracias, hombre de barro.

reme dijo...

una entrevista genial.
muchas gracias.