martes, 6 de septiembre de 2011

Lo mejor para todos



Pensemos en una habitación en el espacio, un cubo perdido en la inmensidad. Dentro hay un jovenzuelo acostado y todo lo que eso supone de atrezo. Añadamos al abuelo que circunstancialmente comparte la habitación que está en órbita desde que esta historia empieza, hace tres segundos.
-¿Qué pasa?, dice el chico.
El viejo se asoma a la ventana y no tarda en comprender.
-Estamos de viaje.
El chico se levanta y también se asoma a la ventana.
-Está lloviendo, dice.
No se da cuenta de lo que sucede. Comienza a buscar unas botas y un chubasquero, pero lo tiene todo revuelto en el armario y no es fácil.
-Voy a salir, abuelo, llegaré tarde, pero tú acuéstate cuando quieras.
El viejo sonríe y asiente.
El chico por fin se ha equipado. Se dirige a la puerta de la habitación y cuando la abre siente el vértigo de no hallar nada más allá excepto la inmensidad del espacio. Vuelve el rostro, blanco como el papel, hacia el viejo.
-No, no es un sueño, dice el viejo.
Y añade:
-Cosas así ocurren.
-Había quedado con mi novia, dice el chico.
El viejo sonríe.
-No creo que estemos mucho tiempo fuera, dice.
La habitación desgajada se posa sobre algo y abuelo y nieto se asoman a la ventana. Les parece que se pueda tratar de un enorme cetáceo celeste. Enseguida llaman a la puerta con unos golpes rítmicos.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.
Son ellos mismos, ellos mismos de afuera que entran en la habitación donde están ellos mismos de dentro. Hay, no obstante, unas pequeñas diferencias que distinguen a los ellos mismos de fuera de los ellos mismos de dentro, pero para cualquiera que no sean ellos mismos resultarían inapreciables. El encuentro es cordial hasta que deja de serlo y se arma una monumental bronca, de la que resulta que unos expulsan a otros de la habitación. Silencio. Dentro y fuera de la habitación. Otra vez navegan por el espacio. A la hora de dormir se quedan dormidos. La habitación regresa de madrugada. El abuelo y el nieto despiertan y se asoman a la ventana. Pueden ver la calle de la urbanización en la que está el chalet de donde la habitación partió. Van corriendo a la puerta, la abren y salen al pasillo. Bajan las escaleras y encuentran una nota encima de la mesa con una serie de instrucciones domésticas. Por supuesto, no atienden a ninguna de ellas y cuando a última hora de la tarde regresa el padre del chico, que es hijo del viejo, por muchas vueltas que da en la casa, no encuentra la habitación que iban a compartir solo por unos días abuelo y nieto, mientras definitivamente se decidía lo mejor para todos.

La fotografía es de Paco Gómez Martínez (1918-1998)

2 comentarios:

Lansky dijo...

Está muy bien, y la neorrealista foto viene muy 'a cuento' (nunca mejor dicho), pero tengo la impresión de que desperdicias demasiado generosamente tus argumentos y que este relato podía haber sido más largo, desarrollado, detallado, no sé. Espero que no sea por la plaga de los microrelatos, porque este tuyo, como otros anteriores, se merece que te lo curres y lo extiendas sobre todo.

Un saludo

hombredebarro dijo...

Esa podría ser una segunda vuelta sobre muchas de las situaciones que se plantean en estos cuentecillos, di que sí.