domingo, 14 de diciembre de 2008

Entrevista a Francisco Romero



Francisco Romero es un escritor singular, pero no extravagante, al que merece la pena acercarse a través de diversos caminos: su blog, su página web y sus libros. Yo lo conocí hace ahora algo más de un año en su tienda-librería de Almagro, en su hermosa plaza mayor, frente al célebre corral de comedias. Llevaba puesta una de esas batas azulonas o grises de tendero antiguo, dedicado a las legumbres, y charlé con él varios minutos, mientras me firmaba un par de libros que le había comprado y otro que me regaló. Después de dar un paseo lo volví a encontrar vendiendo las entradas de la obra que se iba a representar en el corral con la misma indumentaria. Francisco Romero escribe novelas, cuentos, obras de teatro y guiones para el cine y la radio. Prácticamente toda su producción ha sido autoeditada bajo el sello ebaobab y cuenta en su haber con algunos premios literarios como el Río Manzanares de Novela de 2005 o el Dulce Chacón de Novela Corta de 2003, entre otros. Francisco Romero tiene un discurso sencillo, claro y muy sensato, cosa harto difícil de encontrar entre escritores. En cuanto me puse en contacto con él para esta entrevista aceptó sin ninguna reserva, lo que le agradezco enormemente desde aquí. A continuación, mis preguntas y sus respuestas:


A los 32 años dejas la que hasta entonces había sido tu profesión como fotógrafo publicitario y te pasas a la escritura, sin haber sentido al parecer en tu juventud una especial vocación literaria. Desde hace tres años además vives de tu obra, ya que eres tu propio editor y vendes tus libros desde la tienda que tienes abierta en Almagro. ¿Cómo y por qué das estos dos saltos, que se me antojan triples mortales y sin red?

El salto más difícil es el primero. Yo vivía cómodamente trabajando en una productora. Mi responsabilidad estaba limitada y era un buen profesional en todo lo relacionado con cuestiones técnicas, pero después de doce años no me gustaba la fotografía publicitaria. Yo amaba el cine y comencé a escribir guiones, pero era un juego en el que me sentía protegido porque mi futuro no dependía de ello. Un día, en 1995, la productora decide prescindir del estudio de fotografía y me quedo en la calle y sin paro porque era autónomo. Habría que añadir más cosas, pero no merece la pena recordar un episodio que ya está superado. Entonces dispongo de dos alternativas, por un lado está la de abrir mi propio estudio de fotografía, y por otro, la de buscarme la vida en esa nueva actividad que me atrae más. Elegí la segunda porque carecía de recursos para abrir un estudio, y porque ignoraba todo lo relacionado con el panorama literario. Para contar el proceso que me llevó de escribir guiones, esperando el milagro de que le interesaran a una productora, a tomarme la literatura como profesión necesitaría muchos folios, o quizás baste con decir que se trataba de la necesidad de sacar lo que llevaba dentro y que hasta entonces ignoraba. Después llegó el viaje a Almagro y mi contacto con los responsables de la compañía del Corral de Comedias, a quienes les debo mucho. Con ellos he aprendido a escribir teatro, pero también me ofrecieron trabajo como técnico, taquillero y encargado de sala, y siempre disponiendo de tiempo para escribir. Después llegó el reto de convertirme en editor de mi propia obra, algunos premios literarios, y para cerrar el proceso necesitaba de un lugar donde vender mis libros, por eso abrí la tienda, que al mismo tiempo se ha convertido en el estudio donde escribo.

Sueles presentarte a algunos premios literarios y en ocasiones has tenido éxito. Supongo que eso habrá servido para ir adquiriendo ciertas seguridades en una tarea tan solitaria y carente de asideros como es la escritura. No obstante, imagino que el empuje para afrontar los proyectos en los que te embarcas viene de necesidades íntimas o personales.¿Podrías abundar un poco en este asunto?

Escribir se ha convertido en una necesidad. Supongo que en parte es una forma de terapia que nunca se acaba, pero al mismo tiempo disfruto haciéndolo. Al principio pensaba que iba a ser capaz de escribir pocas historias, y ahora casi me asusto cuando veo que he terminado la décima novela, que tengo una veintena de obras teatrales, aparte de guiones, cuentos y de muchos proyectos pendientes. Los premios literarios se han convertido en un estímulo para seguir trabajando y en la fuente de financiación para seguir editando. El mercado editorial es muy complejo, entre los agentes literarios y las grandes editoriales bloquean el acceso de las nuevas voces. Muchos abandonan en el camino, pero otros buscamos alternativas diferentes, y la de presentarse a ciertos premios, no a todos porque muchos tienen trampa, es una de las vías. He ganado cinco, entre novela, teatro y cuento, y eso aporta seguridad. No tanto en que me considere mejor escritor, en realidad los considero como una beca para seguir trabajando.

¿Qué tipo de relación se establece entre un escritor que vende sus propios libros a pie de un pequeño comercio y el cliente-hipotético lector? ¿Qué reacciones has encontrado? Al presentarte arriba dije que eras singular, pero no extravagante. Eso lo advierte uno enseguida al (h)ojear tus libros. Tu propuesta, tu alternativa a la apisonadora del mercado monolítico es muy moderna, diría que casi ecológica, pero también arcaica, por lo precaria. Algo te asemeja por ejemplo a los escritores que asomamos nuestra obra a través de la red, donde los lectores se ganan uno a uno, como las batallas, con la diferencia de que tu exhibición no es virtual, sino real, en la plaza de un pueblo. Quiero creer que desde una pequeña tienda en Almagro (o desde un blog) se puede tener un alcance universal, pero no sé si serán más las ganas de que eso sea así que que lo sea. ¿En qué medida te interesan internet y la blogsfera literaria?

Una de las mejores decisiones de mi vida ha sido abrir la tienda, situarme en el escaparate ante los posibles lectores. Yo no soy un vendedor y no abordo a la gente para ofrecerle mi obra. El primer contacto nace de la curiosidad de quien se detiene en el escaparate y se da cuenta de que un escritor vende sus propios libros. El primer libro no lo suelen comprar por un interés real en mi obra, salvo los que vienen a través de alguien que ha pasado previamente y les ha recomendado mis libros. Lo que me anima es que muchos repiten hasta coleccionar toda mi obra, y son los que me animan a seguir adelante. Supongo que soy uno de los pocos escritores que conoce a casi todos sus lectores, y entre ellos he hecho buenos amigos.
En cuanto a si mi propuesta es moderna o arcaica, yo la definiría como necesaria. El escritor se ha convertido en una pequeña parte de la industria editorial, donde en el mejor de los casos percibe el 10% de lo que genera su obra, y en muchos casos ni siquiera elige los temas sobre los que escribe. Yo reivindico el proceso completo, desde que nace la idea hasta que se entrega el libro al lector, y por ahora, gracias al apoyo de los lectores, puedo seguir publicando mi obra.
Hablar de un alcance universal desde una pequeña tienda o desde un blog, son realidades muy diferentes. El blog es un escaparate en el que el autor lanza sus palabras al viento, pero no asume riesgos, solo el tiempo que le ocupa. Hay cientos de millones de blog en la actualidad, y en mi caso no deja de ser una forma alternativa de expresar lo que no incluyo en los libros. En la tienda yo lo he arriesgado todo, he decidido que voy a vivir de la literatura y tengo que convertir mis textos en rentables, por lo que tengo que ser muy crítico con lo que escribo para no perder a los lectores que ya he conseguido. Internet me interesa mucho como complemento a la tienda, como recordatorio a los que han pasado alguna vez por aquí para que sepan que sigo adelante publicando nuevos libros. También creo que es un método muy válido para que los escritores independientes se hagan un pequeño hueco en el mercado.


En Papel Carbón, con la que conseguiste el VII Premio Río Manzanares de Novela, editada en Calambur, nos presentas a Leocadio, un fantasioso barrendero madrileño reconvertido en un detective no menos fantasioso, con el mundo literario de fondo, pero también aparecen la publicidad y la fotografía. El tono con el que están contadas las peripecias de Leocadio es una acertada mezcla, creo, entre lo policíaco y lo picaresco. Paralelamente se narran las andanzas del otro yo del personaje, que es Leo Carter, un estereotipado detective que sigue los modelos clásicos. En muchas de tus historias los personajes trascienden su gris y triste cotidianeidad por medio de la imaginación. En el relato Generación Z Prima te ríes de los escritores que buscan estar a la altura de sus personajes en cuanto a lo vivido. ¿Qué tipo de experiencia crees que se necesita, o necesitas tú, para sentarte a escribir?

Muchas de mis historias tienen algo en común, sus protagonistas son perdedores que se aferran a un sueño y lo llevan hasta sus últimas consecuencias, y no importa tanto que al final la aventura salga bien o mal, lo trascendente es el proceso de cambio que viven y la pasión con que se enfrentan a él. Supongo que eso tiene que ver con mi propia apuesta literaria.
No soy un escritor vocacional, la literatura la descubrí tarde y guiado por la urgencia de dar un cambio radical a mi vida. Al mismo tiempo que inventaba historias tuve que aprender a escribir correctamente porque mi formación no era muy completa. En la actualidad hay muchas escuelas literarias donde los estudiantes pueden aprender muchos sobre narrativa y las distintas técnicas literarias, pero no pueden enseñar lo esencial, lo que brota de las entrañas y que hace vivir la historia que estás escribiendo con la misma pasión que los protagonistas. Yo no he asistido a ninguna de esas escuelas que no dejan de ser una parte del negocio del mercado editorial.


El breve prólogo de tu libro Memorias de un paraguas y otros cuentos, que titulas El octavo samurái tiene el encanto de un relato más, en el que queda de manifiesto tu deuda con el cine. Y en muchas de tus historias aparece de manera más o menos explícita el mundo de la fotografía. ¿Cómo crees que se recogen esas y otras influencias en tu trabajo literario?

El cine y la fotografía forman parte de mi vida, y durante mucho tiempo tuve como sueño convertirme en un director de fotografía como Storaro, Alcaine o Alcott. Creo que es normal que todo eso me haya dejado huella. Yo escribo desde lo que veo y todas mis historias son muy visuales. En realidad, cuando escribo me siento más poderoso que un director de cine porque escribo el guión, elijo a los protagonistas, busco las localizaciones, realizo el montaje de las escenas, y hasta encuadro con la cámara la parte de la historia que más me interesa. Mientras escribo disfruto más que si estuviera filmando los guiones ajenos.

¿Es la cita de García Márquez, que encabeza la historia de Memorias de un paraguas el punto de arranque de tu relato? No sé si sabes que ya había un “Memorias de un paraguas”(1883), de un autor que se llama Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), donde un lujoso paraguas venido a menos describe a los lectores asiduos de “La vida en México” su trayectoria vital desde su nacimiento en una fábrica francesa hasta su actual olvido “en los rincones salitrosos de los patios”. Me interesan mucho este tipo de coincidencias o juegos de negativo-positivo en la fabricación de las historias desde tiempos o lugares distintos.¿Podrías hablarnos de ello?

Admito que no tenía ni idea de la existencia de ese texto, y hare todo lo posible por conseguirlo para saber cómo el autor trabajó con una idea similar hace más de un siglo. Yo creo que no es extraño que se produzcan estas coincidencias porque las preguntas que se hace el hombre no cambian tanto con el paso del tiempo.
Recuerdo que mi relato nació el día en que olvide un paraguas en el metro de Madrid cuando iba a una sesión de psicoterapia. Ese mismo paraguas, que era plegable y barato, lo había encontrado en el pequeño piso en el que tuve que instalarme cuando me echaron de la publicidad. Entonces me di cuenta de que hay una serie de objetos a los que se les toma cariño, pero los paraguas no están entre ellos. En ese momento de mi vida yo me sentía como un paraguas porque creía que no le interesaba a nadie. Esa misma noche comencé a escribir la historia, aunque elegí un paraguas de categoría para que su viaje fuera más largo, y creo que la primera versión no me ocupó más de una semana. Han pasado trece años desde que lo escribí, y es uno de los textos a los que más cariño tengo porque fue la primera vez que convertí una sensación personal próxima a la depresión en una obra literaria.


Para dar una idea del tono con el que cuentas las cosas: “Acababa de trasladarme a un hermoso y acogedor pueblo de La Mancha, un lugar tranquilo donde la luz era inagotable y la mirada no encontraba barreras en su búsqueda del horizonte. Había pasado demasiados años viviendo en Madrid, creyendo que era el centro de todo aquello que me interesaba y atribuyendo a la ciudad unas cualidades que sólo pueden tener las personas.” Supongo que suena a verdad, entre otras cosas, porque es verdad lo que dices. ¿Recuerdas, sin hacer trampa, sin mirar, a qué relato corresponde ese comienzo? ¿Qué importancia tiene para ti el estilo, el modo de contar?

Ese texto es el comienzo del cuento «El cobarde que imagina», y creo que fue el primero que escribí en Almagro, en la primavera del 97. El título refleja muy bien cómo me sentía en esa época. Pensaba que era un perdedor que regresaba a La Mancha tras haber perdido las oportunidades que tuve en Madrid. Ese fue uno de los momentos más dolorosos de mi vida porque creía que estaba huyendo y que no sería capaz de salir adelante. Por fortuna me equivoqué y el coraje pudo más que la depresión.
Yo entiendo que el estilo es el compromiso que el autor adquiere con la historia que está contando, y en mi caso procuro que sea lo más honesto posible, y para ello trato de buscar la manera más directa de contarla. Yo no me considero un gran narrador que domine el lenguaje literario. Puede que en algún momento lo haya intentado, pero me he dado cuenta de que esa no es mi línea, y me aplico los consejos de Billy Wilder: todo lo que se escriba debe estar al servicio de la historia, el lector sólo debe acordarse del autor una vez la haya terminado.


¿Nos puedes adelantar algo de lo que estás escribiendo en estos momentos?

Acabo de dar la última revisión a una novela en la que tengo puesta mucha ilusión: «Las manos prestadas». Ahora la enviaré a varios premios literarios y si no gano alguno la publicaré en el verano. También estoy escribiendo otra novela que se aleja mucho de lo que he hecho hasta ahora porque está a medio camino entre la ciencia ficción muy cercana y la novela policiaca. Desde el año pasado llevó una marcha vertiginosa porque he publicado cuatro libros, tres novelas, dos con mi sello editorial, y una obra de teatro, ganadora del premio Ciudad de San Sebastián 07.

¿Qué autores te interesan?¿Qué es lo último que has leído?¿Y un autor que detestas?

Hay bastantes autores que me interesan, aunque no sigo a ninguno en especial, al contrario de lo que me pasa en el cine donde conozco la filmografía completa de los directores que más me gustan. Muñoz Molina, Auster o Benedetti son algunos de los que respeto.
El último libro que he leído es Gomorra de Roberto Saviano, y me parece el grito sobrecogedor del que ha decidido asumir la condena a muerte por contar la verdad. Es un libro que no se puede juzgar con criterios literarios, el coraje impera para reivindicar el poder de la palabra.
En cuanto a autores que deteste, quizás no sea esa la palabra más adecuada. Digamos que hay muchos que no me interesan lo más mínimo, como Gala, Sánchez Dragó, Juan Manuel de Prada o Luis Antonio de Villena. También hay algunos que gozan de un gran respeto pero con los que no puedo, a pesar de haberlo intentado varias veces, como Javier Marías


Y como le preguntara aquel publicitario a Leo :¿Qué colonia has usado hasta ahora? ¿Una ciudad? ¿Has ido muchas veces?

En cuanto a las colonias, no las robo como Leo en un todo a cien, y suelo usar las que me regalan.
La ciudad, por supuesto Praga, a la que he ido dos veces más que Leo a Nueva York, y a la que siempre deseo volver.


Muchísimas gracias por tu tiempo y por tu interés.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado Antonio, lo he pasado muy bien con esta entrevista. Por supuesto que voy a leer el blog y a buscar más impresiones.
A pesar de no ser amante de mi Marías.
Buena semana!