jueves, 8 de enero de 2009

Probablemente


Me gusta la ficción, lo tengo que reconocer. Me gusta lo que ocurre en la televisión, en las novelas, en los comics, en el cine, en las marquesinas de las paradas de los autobuses. Hasta el punto de que eso que se cataloga con la etiqueta de “real” muchas veces me parece intrascendente. Alguien me dirá: ¿Cómo puedes decir eso? ¿Y las tragedias como las guerras, las catástrofes naturales o los accidentes de aviación? Yo respondería: Sólo las conozco por medio de los artificios de la ficción. Hace unos días estuve en un lugar en el que se mostraban unas fotografías de víctimas de las bombas y miré hacia otro lado. En cuanto vi que eran personas destrozadas por la metralla, con masas sanguinolentas que les colgaban del cuerpo. Sin embargo, cerca de allí, me entretuve en la contemplación de la serie de cuadros de Botero sobre las torturas que los soldados estadounidenses cometieron contra presos iraquíes en la prisión de Abu Ghraib durante la guerra. Muchas personas como yo sólo conocen el horror a través de canales en los que hay una sublimación artística del sufrimiento. En su casa cada uno padecerá las tragedias domésticas que le correspondan, ni una más. Me alegro de vivir en una parte del mundo y en una época en la que no he de preocuparme por los huracanes, las revueltas de un grupo armado, la falta de alimentos o agua, o las bombas que caen del cielo. Tengo suscritos varios seguros: uno de ellos me garantiza que si a un cristal de una puerta le da un soplo de aire y se rompe, será repuesto de inmediato y sin hacerle preguntas a mis chicos, aunque tengan el balón en las manos y suden. En invierno estoy calentito mientras me compadezco de quienes duermen entre cartones. Esas me parecen historias para introducir en alguno de los relatos que escribo. Como buen conocedor de los sufrimientos del hombre mi temperamento artístico no quiere evitar nada de lo que al hombre le ocurre. Aquí o en Pekín. Pero en Pekín ocurren más cosas que aquí. Es una pena. No soy un hombre de acción. Mi modo de operar es la distancia. No miro eso que todos coincidimos en considerar “la realidad” si no es a través de un espejo. Mis luces no le alcanzan a planes generales, a estrategias mundiales, a programas para mejorar. Deduzco que se trata de miopía intelectual. No obstante, sé bien en toda circunstancia lo que mejor y más me conviene. En ello no suelo equivocarme. Pertenezco a un grupo numeroso de la población, con el que comparto un modo de vivir, gustos, educación y economía. Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida. Es un lema publicitario que se pasea estos días en los autobuses de alguna ciudad. Me parece cojonudo. Incluso me parece cojonudo el que afirma con toda rotundidad que Dios existe. Pero a Dios se la suda, tanto si existe como si no. Por supuesto, creo que existe. La sola posibilidad que hay de plantear su existencia es ya un signo inequívoco de su existencia. Sólo Dios puede. Incluso puede no existir. Los que no existimos somos nosotros. Sólo hay confusos indicios que nada aclaran: polizas de seguros, narraciones indirectas, imágenes digitales, prospectos, lienzos que señalan la crueldad, tarjetas de crédito, números telefónicos. Pero nada más. Para asegurarme de que a este blog acuden personas de carne y hueso he tenido que plantear una encuesta sobre hábitos higiénicos, pero ni aún así me queda seguridad de que aquellos que afirman ducharse por la mañana tengan continuidad más allá de su respuesta. Por supuesto los que se duchan por la noche son meras sombras que se lo deberían plantear. Probablemente Dios no exista. En subjuntivo, que es el modo de la posibilidad.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

No tengo tiempo hoy de comentar, pero si tienes tiempo pásate por el blog el hueco del viernes, tiene un video sobre el microrelato estupendo

Enrique Páez dijo...

Probablemente ni tú ni yo existimos. Alguien imaginó que dios nos imaginaba.

Joselu dijo...

Espléndido relato que plantea las relaciones entre realidad y ficción, a favor, sin duda de esta última. Yo también creo que yo soy un personaje de ficción, igual que la mayoría de personas que me encuentro diariamente. Es lo mejor que puedo decir de ellas y de mí mismo. No puedo concebir la vida si no es a través del prisma del arte, de la literatura, de la pintura, del cine... Nuestros blogs son una expresión de la ficción. El tuyo es explícito, y el mío es engañoso porque parece partir siempre de la realidad para encaminarse inequívocamente al lenguaje de lo poético y lo ficcional (aunque sea con pobres logros). Por la ficción siempre. ¡Qué más da que dios exista o que no! Probablemente es un personaje de ficción, lo que no le quita un ápice de realidad. Contra los ateos redomados y contra los teístas convencidos. En medio, el cuento, la narración, el mito, la ficción gozosa.

leo dijo...

Un texto magnífico. Sí señor. No me cabe la menor duda de que existe.

Carlos Frontera dijo...

Probablemente este no sea un buen texto. Por supuesto, creo que lo es. La sola posibilidad que hay de plantear que no lo sea es ya un signo inequívoco de que lo es.
Espléndido relato a modo de reflexión, me ha recordado a los juegos que efectua Vila-Matas, en los que confunde realidad y ficción.

hombredebarro dijo...

Muy chulo, mita, con los clicks. Gracias.

Eso me va parenciendo a mí cada vez más, Enrique.

Gracias, Joselu, creo que la ficción abarca un terreno más amplio y ambicioso que lo designado como "real".

Leo, sin duda, existe todo lo imaginable y hasta lo inimaginable.

Viajero, creo que más que confusión entre realidad y ficción , nos ocuparíamos de darle a la realidad un tratamiento ficticio, pero adivino que a lo mejor te refieres a eso.

Un saludo a todos.