lunes, 14 de febrero de 2011

Tres hombres y unas moscas



Hay tres hombres fumando en la calle bajo el foco de una farola. El primer hombre acaba de bajar la basura, pero todavía no se ha librado de ella. A veces la tiene en una mano, otras la deja a sus pies. Es este hombre el que ha ofrecido los cigarrillos. El segundo hombre se acerca de vez en cuando al contenedor, cuya boca está desmesuradamente abierta y repleta de bolsas, que caen en una cascada inmóvil hasta el suelo. Lleva un palo largo en la mano que le sirve para inspeccionar lo que hay dentro de las bolsas. Fuma con avidez, mira con avidez todo lo que hay fuera del cerco de luz, como si quisiera penetrar con sus ojos dentro de las sombras. El tercero lleva uniforme del servicio de limpiezas municipal, roto y sucio, como uno de esos veteranos de guerra incapaces de deshacerse de las viejas prendas.
-Muchos años escarbando en la basura. Buscando tesoros, ¡eh?
-Mi mujer me regaña porque dice que no reciclo. A veces me hago un lío y echo una lata o un tetrabrick en el recipiente equivocado, pero es que no es fácil. Hemos tenido muchas broncas por ese motivo.
-Para mí no fue fácil acostumbrarme al trabajo. Al principio no podía contener las arcadas.
-Y mira ahora, tan a gusto aquí los tres, al fresco, bueno, bajo este aire pestilente.
-No huele tan mal.
-A tí el oficio te hizo perder el olfato.
-No deberías bajarla hoy, por la huelga.
-Tampoco la puedo dejar en casa, me van a llegar al techo. Esta bolsa no tiene desperdicios, sólo latas y plásticos. Además a esta hora ya no sé bajar sin una bolsa en la mano.
-Je, je, je. Te has venido con las zapatillas de andar por casa.
-Ni me he dado cuenta.
-Yo tendré como cien pares de zapatillas de andar por casa, eso sí, todos muy parecidos. Pero nunca uso unas. Cuando me quito estas botas es para meterme en la cama, y muchas veces ni me las quito.
-Primero mi padre. Yo me juré que nunca me dedicaría a lo mismo, pero cuando entré en la empresa me consideré afortunado. Ya lo hubieran querido muchos para si. Entonces era un puesto seguro. Luego lo que pasa, que la vida se encarga de llevarte por donde ella quiere.
-¿Y tú crees que la huelga servirá para algo?
-Bueno, las ratas ya han empezado a escalar hacia los balcones.
-Ayer mi mujer encontró una en mitad del salón.
-La gente está muy cabreada.
-Todo el mundo está muy cabreado.
-Hay enjambres de insectos por todas partes.
-A mí me gustan los insectos, las moscas, los mosquitos, las cucarachas.
-A la gente normal no. A mí no.
-Puede surgir una epidemia en cualquier momento.
-Los niños no tienen culpa de nada.
-Los niños son unos grandísimos hijos de perra culpables de muchas cosas.
-Quizás sea asunto, entonces, del ejército.
-Deberían entregarnos el control a los veteranos.
-Sí, a los chiflados como tú.
-Bueno, he de volver a subir, si no quiero que mi mujer se preocupe. La verdad es que no sé dónde poner la bolsa. Quizás me sea más fácil encontrarle sitio en casa.
-Dámela a mí, la colocaré en la mía.
-Gracias.
-¿Vais a venir mañana?
-Hombre, habrá que ver en qué para todo esto.
-¿Bajarás con una bolsa?
-Lo he dicho ya. Sin la bolsa no sería capaz de bajar.
-No te preocupes, yo me la llevaré.


Las fotografías proceden de El arte es basura

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí las moscas tampoco me gustan... y si qué es verdad que muchos niños hijos de muchas cosas. ;)