martes, 1 de febrero de 2011

Un hombre en el cine


Fotograma de la película El increíble hombre menguante

Un hombre entra en un cine. Dejémosle que penetre en la sala en una sesión matinal. Es fácil que vea la película solo. ¿Qué empuja a un hombre sano al cine un martes a las doce de un radiante mediodía? Además dos cosas: no se ha preocupado de saber de qué trata la película y el importe de la entrada es, en su situación, un dispendio que no se puede permitir. Un hombre, ¿sin remordimientos por el gasto que acaba de hacer comprando la entrada que le permite el acceso?, se sienta en la oscuridad y mira en la pantalla una aventura de la que no comprende mucho. No entiende, en primer lugar, por qué se besan él y ella, hay algo de la trama que se ha perdido, quizás porque el hombre no está sano, sino algo ido, pirado. Un hombre en sus cabales no llega a un cine al mediodía como él lo ha hecho, sin saber lo que va a ver y con los bolsillos vacíos, que el pobre no se puede comprar ni siquiera el combo pequeño de palomitas. Pero los cines están abiertos al mediodía, hay gente que entra en ellos a esa sesión. No todo el público de los cines del mundo de la primera sesión está pirado. Nuestro hombre, protagonista de nuestro relato, es un tipo especial, de lo contrario habríamos elegido a cualquier otro. Es él el que está aquí hoy, a esta hora, en un libro ilusorio, en el que tú acabas de entrar. Es fácil que ahora mismo te encuentres solo. ¿Qué empuja a alguien sano un día como hoy a estar aquí? Imagina que en este relato ahora él y ella se besaran después de mucho tiempo. No vendría a cuento, simplemente. Tan sencillo es como que nos van, sin necesidad de nada más, los chiflados que tienen el bolsillo vacío. No todos los lectores de relatos del mundo están pirados. Sólo tú, de lo contrario no te hubiese escogido. Mira a ese hombre, él en la oscuridad de una sala de cine, tú en la oscuridad de la sala de tu mente. A partir de ahora sigue el relato sin abrir los ojos. Ese hombre no tiene otra cosa que hacer en el mundo que estar en esa sala de cine, por lo que ha tenido que pagar un precio, y no me estoy refiriendo ahora al de la entrada. Imagínate lo que le ha llevado hasta ahí, pero hazlo con trazos gruesos, no entres, por favor en detalles minúsculos, en esa insignificancia de una tragedia particular. Imagina tu propia vida. Sin esas idioteces que nos harían llorar contigo, reírnos contigo. No hay otro lugar sobre la tierra mejor para ese hombre que una sala de cine, bla, bla, bla....

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me has escogido, te escogí yo. No estoy pirado, estoy solo. Tu cine es gratis,la sesión muy entretenida y abierto a cualquier hora.
Siempre fui una buena oyente y tu le hablas a los ojos.
Gracias por tu blog, Antonio.

Unknown dijo...

[Y en estos momentos xrisstinah mira hacia todos los lados, suspicaz, buscando la cámara oculta,dándose por descubierta]