viernes, 2 de septiembre de 2011

Las reglas del juego


Esto es un juego.
Necesitamos que alguien descuelgue un piano desde una ventana bien alta.
Tiene que haber cosas perdidas: dinero, fotografías, una camisa. Vale cualquier cosa que uno haya perdido y eche de menos.
Por ejemplo, yo llevo jugando varios días con un libro que ha perdido mi hijo mayor y que en breve tenemos que devolver a la biblioteca. Todavía no sabemos qué sanción nos corresponderá. Claro, porque como padre yo soy el responsable.
El piano tiene que caer como si lo hiciese desde el mismísimo cielo sobre alguien. Ha de sonar música de aplastamiento: carne, huesos, sonrisa.
Un perro que pintaremos en la pared para lo que necesitaremos un perro de verdad, flaco e inteligente, poco solícito, crítico con ciertas costumbres que la sociedad no sólo admite, sino que ensalza. Un puto perro callejero, en fin.
También, mala leche, un vaso o dos, que se pondrán en un poyete, al fresco de la infancia, de los recuerdos y de la fantasía.
Un cubo, una pala y un rastrillo. Vamos a deshacer la obra de dios en menos tiempo del que tarde una streaper en quedarse en pelotas.
Este juego no requiere jugadores.
Los adultos que lo soliciten pueden practicarlo por parejas en la cama.
Los niños pueden bucearlo o romper todas las piezas nada más sacarlas de la bolsa. En los cumpleños, después de la merienda, se les llenan los bolsillos de caramelos y se les ordena que se dispersen. Para ello se usará una porra reglamentaria y se repartirán chichoneras.
En medio se pondrá un reloj al que previamente le habremos dado una buena paliza de modo que ni su propia madre lo reconocería.
No advertimos sobre los peligros de este juego. Habrá quien se hiera, habrá quien no pueda ni contarlo, pero la mayoría se lo pasará bien.
Se pueden sustituir, por supuesto, las piezas descritas por aquellas que a uno se le antojen equivalentes. Si no tienes un piano en casa porque la melomanía no es lo tuyo y crías un bóvido de gran cornamenta en el retrete, vale.

La fotografía es de Massimo Vitali

2 comentarios:

AGUS dijo...

Mientras exista un piano o un bóvido estaremos salvados. Tus reglas son hilarantes, absurdas, a la altura del juego, aunque me temo que mucho menos aún que nuestras reglas y nuestro juego. Desasosiego, vértigo... Me gustó mucho, enhorabuena.

Un saludo.

Miguel Ángel Suvires dijo...

Me gusta.

P.D. Cumpleños, por cumpleaños.