martes, 29 de septiembre de 2009

La biblioteca


Stuntkid: "Homo lapis"

Imagínate que un hombre y una mujer están encerrados en la biblioteca provincial. Que ya es cerca de la medianoche. La mujer se quedó dormida en un sillón de lectura y nadie advirtió su presencia allí. El hombre es todo un experto en quedarse dentro de ciertos establecimientos en los que pasar la noche. Va de un lado para otro. La mujer despierta aturdida, pensando que está en la sala de descanso del hospital en el que trabaja. El hombre pasea tranquilo por las distintas salas repartidas en tres plantas. Tiene una linterna en uno de sus bolsillos, pero la luna llena aún no la ha hecho necesaria. La mujer mira alrededor e intenta situarse. Se le acelera la respiración. Se toca la cara como si quisiera confirmar su corporeidad. El hombre busca acomodo en el lugar de los periódicos y ni siquiera allí tiene que echar mano de su linterna, pues la luz del alumbrado público se cuela por el amplio ventanal. Empieza por donde siempre, por pura diversión, por la lectura de su signo zodiacal. Luego repasa los resultados deportivos y después sigue la evolución de la crisis económica, intentando entender los detalles técnicos. La mujer por fin se ha dado cuenta de cuál es el lugar en el que se halla. Se alegra de estar allí. El hombre saca de su macuto una manzana y le da un mordisco. Esta biblioteca le trae a la memoria otra, así es siempre. Las asocia mentalmente. Como las mujeres. La mayoría son distintas, pero de vez en cuando una te hace recordar a otra. El hombre no es un experto en mujeres, pero sí en bibliotecas vacías a media noche. Apenas duerme. Insomnio crónico. Completa el crucigrama. La mujer ha empezado ya a buscar los lavabos, porque quiere beber agua y lavarse la cara. El grifo, nada más ser accionado con mucha prudencia, hace un gran estruendo, así que la mujer sólo deja escapar un hilillo de agua. Regresa a la sala y se dirige a la puerta. El pomo cede, sube las escaleras y ante la siguiente puerta, con el corazón agitado como un pajarillo bajo la tempestad, sólo ha de empujar. Camina por un pasillo estrecho con estantes llenos de libros a uno y otro lado. De vez en cuando vislumbra el título de un libro que ha tenido en préstamo en su casa. O el nombre de un autor al que le gustaría leer. Desde la calle penetra la potente luz de una farola que hay en la fachada. Y también está el disco de la luna en el cielo.
El hombre se ha levantado. Repasa los autores de la letra M. Ya traía una idea para esta noche. La mujer llega a la punta del pasillo y gira para tomar el contiguo en sentido inverso. Entonces grita. Y el hombre también grita.
La mujer vuelve al pasillo de antes corriendo y el hombre también corre por el suyo hacia delante, con lo que vuelven a encontrarse de nuevo por la punta. Esta vez chocan.
-Eh, grita ella.
Él se abraza a ella involuntariante, sólo por la fuerza del choche.
-Suélteme, grita ella.
Él obedece y se retira.
-Me he quedado encerrada, dice.
-No se preocupe.
-¿Quién es usted, el vigilante?
-No.
-Quiero salir de aquí.
-Me parece que hasta que abran por la mañana eso va a ser imposible.
-¿Quién es usted?
-También estoy aquí encerrado.
-Me parece increíble.
-Pero es cierto. Estaba buscando un libro cuando usted gritó y me asusté.
-¿Un libro, estaba usted tan tranquilo buscando un libro?
-Claro, para pasar la noche, sufro de insomnio.
-Dios mío.
-Siento que se haya asustado.
-Me quedé dormida y supongo que nadie se dio cuenta.
-Ah, sí, yo la ví, pero pensé que estaría descansando un momentito.
-¿Y a usted que le ha pasado?
-En mi caso es voluntario. Me llamo Julio Yllera.
-Yo soy Casandra, bueno Gloria.
-Qué interesante, tiene usted dos nombres.
-Sí, interesantísimo, dice ella.
-No tendrá usted sueño después de su siesta. ¿Qué le gusta leer?
-En esta situación no sé qué decirle.
-No se preocupe. Mire, llevo años de biblioteca en biblioteca. Pero me gustaría que nos pudiésemos tutear.
La mujer se abraza a sí misma buscando de nuevo su corporeidad, para comprobar que lo que está viviendo no es un sueño.
-Vale, dice ella, rendida.
-Diviértete, de hecho estoy por asegurar que estas contenta por haberte quedado encerrada. Quizás mi presencia te ha hecho cambiar de opinión.
-¿Pero quién es usted?
-¿Nos tuteamos?
-¿Quién eres?
-Hasta hace poco un vagabundo, desde que has aparecido tú uno de esos genios de la lámpara sin lámpara.
-Si lo que quieres es tranquilizarme estás consiguiendo todo lo contrario.
-Perdona si te he parecido un pirado.
-No sé, me gustan, por ejemplo, los cuentos de Clarice Lispector, pero no sé si buscarlos por la C o por la L.
-No conozco a ese autor.
-Era una mujer.
-Ah.
-De pequeña siempre tuve una fantasía que creo que es recurrente en todo el mundo. La de quedarme encerrada en unos grandes almacenes durante toda una noche, para poder disfrutar de ellos como si se tratase de un parque de atracciones. Pero nunca pensé que eso me pudiera ocurrir en una biblioteca. Cuéntame qué te hizo ir de un lado para otro.
-Me quedé solo. Nada me ataba. Empecé a dejarme llevar por mis piernas, me cuesta mucho tomar caminos de vuelta. Le quiero dar la vuelta al mundo.
-Yo he salido muy poco de esta ciudad.
-¿No te gusta viajar?
-Estoy volcada en mi trabajo, soy enfermera.
-Bueno, pero de vez en cuando tendrás vacaciones.
-Tengo una amiga más joven que yo que ha estado en medio mundo y ha regresado aquí. No sé, si me marchase yo no volvería. Me iría a otro lugar, simplemente. Me gusta estar en un sitio, lo que no sé ahora es si me gusta estar en este.
-P es una ciudad muy cambiante, yo he llegado detrás de otros viajeros y no he encontrado lo que ellos vieron y dejaron escrito. Es la primera vez que llego a una ciudad subterránea que no sabe que lo es.
-Quizás eso sea todo.
-Supongo que por la L, ¿no? Si es Clarice Lispector, este será su apellido.
La mujer se acercó al hombre y le rodeó el cuello con sus brazos.
-Supongo que sí.
El hombre le dijo que estarían más cómodos al fondo del pasillo, donde era engullido por las sombras.

3 comentarios:

Pasajero dijo...

No problem con la foto. La encontré en bdglblog. Muy buena.

Visitaré tu blog más a menudo, me ha gustado bastante. Un saludo

Pasajero

Luis Recuenco dijo...

Ella era una bibliófila onírica muy cachonda.

Saludos.

Antonio Senciales dijo...

Lo de Julio Yllera me ha gustado. Todo un detalle.

Y el entorno: tipos pirados, el deambular de biblioteca en biblioteca con nocturnidad y alevosía, el insomnio maldito, etc.

Te ha faltado la foto del personaje.

Celebro tu encendido sentido del humor.

Saludos.