viernes, 30 de marzo de 2012

Iota




Cogió la última moneda y antes de meterla pensó en la diferencia entre perderlo todo (aquella era su última moneda) y ganar. Había llegado hasta allí para pulirse la herencia. Finalmente más que pensar tuvo un presentimiento. Metió la moneda en la ranura y le dio un trago a su cubata. Detrás de su última moneda, debajo de ella, o en su canto, podían estar grabados muchos rostros mudos. La máquina hizo su trabajo de soniquetes y luces y cuando se detuvo Iota ya no le prestaba atención. Sabía que el premio era un castigo que la iba a encadenar a aquel lugar. De repente sintió una sed inconsolable. Apuró el cubata, recogió las monedas en un cubo y se acercó a la barra a pedir una nueva consumición.



La fotografía es de Lisette Model

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