martes, 2 de abril de 2013

La elección de Manuel Espada


Manuel Espada es autor de varios libros, entre ellos tiene uno de microrrelatos titulado Zoom.




Mis propuestas de autores consagrados, con perdón, son cuatro, ya que se trata de hiperbreves, un subgénero ultracorto del microrrelato. Para que sean considerados microrrelatos no pueden ser una mera cita, un chiste o un aforismo, sino que ha de tener narratividad, es decir, contar una historia y no tener el único anclaje del ingenio. El cuento del dinosaurio de Monterroso no es el más corto de la historia del relato. Aquí un ejemplo. Se trata de un relato de Hemingway que tan sólo tiene seis apalabras.

Vendo zapatos de bebé sin estrenar.


En tan sólo seis palabras, Hemingway hace un uso tan magistral de la elipsis, la figura retórica con más peso en el microrrelato, porque el lector tiene que poner la parte que falta. En esta historia, como en casi todas las del autor norteamericano, el lector pone las líneas que falta mediante preguntas a un cuento que parece toda una tragedia. ¿Quién vende los zapatos de bebé? ¿No se han estrenado porque el bebé murió? ¿Quizá no llegó a nacer? ¿Es hombre o mujer quien los vende? Tan sólo seis palabras generan más literatura que el mismo cuento. Hay ensayos larguísimos sobre este cuento tan corto. Todo un ejemplo de lo que debe ser un hiperbreve para ser considerado un cuento en toda regla.

Pero aún hay un relato más corto en el que el título es una palabra y el cuerpo de texto es otra palabra.

LUIS XIV
Yo

Este texto de Juan Pedro Aparicio es un claro ejemplo que muestra la participación y la cultura general que debe tener un lector de microrrelatos. Si el lector no sabe quién es Luis XIV no entenderá el texto. Luis XIV, conocido como “El rey Sol” porque todo giraba en torno a él en Francia solía decir: “El Estado soy yo”. Un lector sin éste backgroung puede leer una y otra vez el texto sin saber a dónde nos quiere llevar el autor. Normalmente la exigencia a un lector de este género es mucho mayor que lo que se le exige a un lector de novelas, donde todo viene explicado.

Pero hay un hiperbreve aún más corto. Tan sólo tiene título y el cuerpo del relato está en blanco. ¿Por qué está en blanco? Tan sólo hay que leer en título para entenderlo.

EL FANTASMA


Este microrrelato de Guillermo Samperio, el más corto de la historia de la Literatura en castellano, puede parecer un simple juego de ingenio, que también lo es, pero además tiene una historia y un personaje. El título nos presenta al personaje y nosotros lo vemos en el cuerpo del texto, que está en blanco. ¿Qué hace ahí? ¿Podrá salir del libro algún día? ¿Quién es ese fantasma que estamos viendo, ese personaje silencioso?

Por último, me gustaría poner un ejemplo que juega con el título y el cuerpo del microrrelato a la inversa. En este texto de Luisa Valenzuela podemos ver un título muy largo y un cuerpo de texto muy reducido. Es una fórmula original que, sin embargo, se ha usado ya tanto que ha acabado perdiendo su capacidad de sorprender.

El sabor de una medialuna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años Rodolfo Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles por la tarde

-Que bueno.

Cabe destacar que Luisa Valenzuela le quiere quitar toda emoción al cuerpo del relato, de manera que suprime los signos de exclamación e incluso la tilde de “qué”. En un microrrelato nada se hace al azar. Son textos tan breves que todo está estudiado, como un reloj o una partitura. El título es tan importante en el microrrelato que muchas veces es indispensable para entender el cuento, pero aquí Valenzuela lo lleva al extremo e incluso a la parodia, ya que el título contiene el peso de la narración y explica el texto.


Textos propios. Comenzamos con un microrrelato experimental en el que se utilizan frases de canciones conocidas, pero de tal manera que den sentido al texto. En este tipo de juegos experimentales no vale poner las cosas sin más, usar un recurso por el mero hecho de sorprender al lector. Siempre ha de haber una historia, una narración. En este caso es una historia de amor que tiene el plus de evocar al lector cada canción que va leyendo.

RETAZOS

Te recuerdo, Amanda. Fui a la orilla del río, y vi que estabas muy sola. ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? ¿Qué clase de aventuras has venido a buscar? Voy camino Soria. Cántame, me dijiste, cántame, cántame por el camino, y agarrao a tu cintura te canté. Besos, ternura, qué derroche de amor, cuánta locura. Ay, que gustito pa mis orejas, enterraíto entre tus piernas. Y nos dieron las diez, y las once, las doce y la una, y las dos, y las tres, y desnudos al anochecer, nos encontró la luna. La fuerza del destino nos hizo repetir, dos cines y un par de conciertos y empezamos a salir. Te quiero, pero te llevaste la camisa y me dejaste el sombrero. Dice la gente que ahora eres formal, y yo aquí borracho en el Cadillac. ¿Quién me va a curar el corazón partío? Ay, pena, penita, pena, pena, pena. Una lágrima cayó en la arena. Ay, ay, ay, ay, canta y no llores. Los chicos no lloran, sólo pueden soñar. Una calle de París. Por la esquina del viejo barrio te vi pasar, con el tumbao que tienen las guapas al caminar. Hola, chata, ¿cómo estás? ¿Qué tal te va con el tío ése? Yo que soy tan guapa y artista, yo que me merezco un príncipe, un dentista, yo…, yo me quedo aquí a tu lado. Quisiera volver, no termina nunca esta misión, me acuerdo de ti como un cuento de Ciencia-Ficción. Déjame, no juegues más conmigo, esta vez, en serio te lo digo, tuviste una oportunidad, y la dejaste escapar. Dicen que tienes veneno en la piel. Fuera de mí, ya no quiero tu querer.

El siguiente microrrelato pertenece a la categoría de microrrelatos visuales, cuya principal característica es que juega con las letras y las palabras de manera física, caso táctil, de modo que se puede agrandar o empequeñecer el tipo de letra, quitar, poner, cortar, escribir en redondo, hacer formas, etc. En este caso un personaje desaparece literalmente y literariamente, y su voz desaparece a la vez que él. Y este efecto se consigue difuminando las letras, como acallando su voz, matando al personaje poco a poco en una agonía lenta.

EL PROTAGONISTA

—Por favor, recapitulemos las premisas de la investigación para llegar a una conclusión viable.
—Todo comenzó cuando Sancho se esfumó, como por arte de magia, de la faz de la tierra. En un principio desconfiamos de la locura de su amo, pero las sospechas que recayeron sobre el hidalgo se disiparon pronto. A las dos semanas borraron al capitán Haddock. No quedó ni rastro de ese borracho en ninguna viñeta. Nosotros entramos en acción cuando Rick nos pidió que investigásemos la desaparición de Sam, el pianista negro, de todos los fotogramas de la película. Desde entonces, barajamos varias hipótesis que nos han llevado a una conclusión: Un psicópata está asesinando a los personajes secundarios. Nuestra conjetura quedó confirmada cuando recortaron de las hojas a los Dalton, dejando un maligno vacío que superaba a los propios personajes. Tacharon los diálogos de todas las hijas de Bernarda Alba y taparon con típex las palabras del alférez Yago. De todo ello, si me permite, y siempre desde el punto de vista freudiano, he elaborado una teoría propia: El homicida tan solo puede ser un personaje egocéntrico que, movido por los celos profesionales hacia un secundario cercano a él que le hace sombra en lo laboral, ha decidido librarse de todos los de su especie. Es decir, el psicópata es un personaje protagonista que desea brillar en solitario y quiere librarse de la candela refulgente que le acompaña. ¿Estoy en lo cierto?
—Elemental.


En el microrrelato que podéis leer a continuación se utiliza una técnica conocida como “inversión”, y que consiste en coger una realidad y darle la vuelta, como hizo Amenábar en “Los otros”. Todo el mundo tiene miedo a la muerte pero, ¿qué pasaría si un muerto tuviera miedo a resucitar? Se trata de coger esos esquemas convencionales y darles una vuelta de 180 grados. En realidad la naración de alguien que tiene miedo a la muerte sería exactamente igual, pero al darle la vuelta el efecto que se consigue es muy llamativo y poderoso, y se puede hacer con cualquier aspecto cotidiano de nuestras vidas.

EL OTRO MUNDO


Mi amigo Fran no era un muerto normal. Me contó que se había suicidado, aunque tenía demasiado buen aspecto, con esas mejillas sonrosadas y todos los dientes en su sitio. Fran estaba convencido de que algún día resucitaría, pero yo le animaba diciéndole que estaba hecho un asco. Lo conocí cuando nos mudamos al nuevo cementerio, un camposanto recién construido. Habíamos comprado un nicho adosado sobre plano, en el centro de la necrópolis, junto a una estatua con forma de angelito. Mis padres se quedaron con la tumba de matrimonio (de nogal barnizado) y yo con el sepulcro blanco, como correspondía a un niño de mi edad. Mi madre me advirtió que no me paseara por las afueras, porque los muertos de las fosas comunes no eran de fiar y me podían pegar alguna cosa, pero no le hice caso. Cuando conocí a Fran era un muerto travieso que jugaba a asustar al enterrador. Nos hicimos buenos amigos. Nuestra principal diversión era espantar a las mujeres que limpiaban las lápidas. Una noche Fran me dijo con voz llorosa que había llegado su hora, que el fin estaba muy cerca. Al día siguiente Fran apareció vivo. Lloré tanto por su resurrección que nadie se acercó por el cementerio durante un mes. Creo que mi madre tenía razón con los muertos de las fosas comunes. Hoy me ha salido piel en las manos.

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