Una de Microrrelatos xrisstinheros
Xrisstinah es un seudónimo, nick, heterónimo, no sé muy bien, de Soledad González Fernández, que tiene un blog en el que escribe demasiado poco llamado Hablando en loro.
1ª Elección
Cuando una o uno está en la luna de Valencia, se puede escribir casi de todo, y encima hay algunos que te leen y se ríen.
MI MOSCA DESPISTADA
Mi mosca despistada, se quedó conmigo en el último verano y me dio pena echarla de casa.
Andaba siempre dando vueltas por mi habitación, conmigo detrás, armada con trapos y revistas, subiéndome por camas, mesas y sillas, tratando de ahuyentarla. A punto estuve de utilizar insecticida, pero temí morir yo antes y me abstuve de cometer el insecticidio. Empecé a acostumbrarme y a mirarla con otros ojos, desconozco con cuáles de los suyos me miraba ella, pero desde luego está claro que no veía muy bien, porque se daba unos guarrazos sonoros contra los cristales, que seguro producían mucho dolor, luego se quedaba un rato atontada, pero yo no sentía que fuera ético atacarla en su estado de desventaja.
Y yo ya se lo decía cada dos por tres, "mira Maruja, si sales por el cristal que está abierto llegarás muyyyyyyy lejos, pero no vuelvas a entrar corazón, porque te vas a dar la torta otra vez".
Pero, eso, lo dicho, empezó a darme pena, fue llegando el otoño y la dejé que se quedara haciéndome compañía, amenizando mis horas de abstracción en el ordenador y posándose en las páginas de mis libros para indicarme por dónde tenía que seguir leyendo. Yo le daba miguitas de galleta, cachitos de entrecot pulverizado, pizcas de manzana,... y así está ahora, hermosa como una mosca reina, así no hay quien salga de ningún sitio. Si ya me lo dijo mi madre, "hija mía, mejor podías cuidar así a los moscones, que se te van todos, en vez de aplastarlos de un zapatazo".
Maruja tiene un zumbido cariñoso y sensual, se conoce ya todos lo rincones de mi casa, ha explorado los conductos del aire acondicionado y estoy segura de que habrá encontrado allí a algún inquilino polizón con el que cambiar pareceres.
Estoy pensando en incluirla en mi plan de pensión de jubilación.
2ª Elección
Queridos alumnos de don Antonio, ya que Quevedo hizo una sátira retratando a vuestro profe en ese soneto, ahora toca que yo os retrate a vosotros. ¡Aaahhh, se siente!, ¡no haber venido!
7 cerebros compartidos 7
Es bonito empezar en Septiembre, todavía no se han caído las hojas y el mar aún no se ha enfadado demasiado.
Después de tantos años me sigo poniendo nervioso esperando el momentazo. Cuando comienza el curso y yo tengo que saber con quiénes cuento para ver si aprendo algo. Bueno la verdad es que soy yo el que tiene que enseñarles algo a ellos, pero como aún no tienen mi nivel de conocimientos, que no es mucho, siempre aprenden algo. Lo más interesante es lo que ellos me transmiten a mí. Y el primer día todos tienen los ojos redondos.
Los chavales son especialistas en poner los ojos redondos, signo de su disposición a percatarse de todo, a fijarse, aunque luego les importe tres pimientos y medio lo que intentes decirles. Y así es, otro año más, entro en el aula, mientras ellos aún no tienen confianza suficiente para tirarse papeles ni romperse las gafas ni otras amorosas crueldades. Aún se sienten aislados, si no conocen a los otros y piensan que son tontos pero que los demás no tienen por qué darse cuenta.
Mi mirada triunfal, esa que invade el primer día, abarca todas las cabecitas. La de final de curso ya será una mirada algo más humilde o, para ser sinceros, de estar hasta las narices. Pero estrenar curso es como cuando yo estrenaba lápiz y goma de pequeño.
Me miran, sé que tengo que decir algo, muchas cosas, pero me gusta hacer notar que estamos delante de una pizarra en blanco, bueno verde-gris, y que nuestra relación va a ser laaaarga e intensa.
A veces me doy cuenta de entrada: son unos zoquetes este año y no lo pueden disimular. Y les digo que no está mal que entre los 7 podemos lograr un cerebro, cosa que ya es mucho, con uno solo entre todos, me doy con un canto en los dientes.
Pero el primer día no suelo llegar a tanta sagacidad.
Y empieza el momentazo, ese en el que yo voy soltando metralla y ellos me miran con gesto de potenciales premios nobel, y yo me engaño, me gusta engañarme a conciencia, pensando que me están captando, que están entendiendo todo y que son la esperanza de la humanidad. Aún no he descubierto al tonto del todo, ni al cruel hiperbólico. La crueldad es un bien innato en todos ellos, con un nivel de manifestación más o menos censurado. Pero siempre existen, en todo curso que se precie, el cruel de solemnidad y el tonto de solemnidad, que forman parte del paisaje de un aula como los naranjos en Valencia. Pero yo aún no lo sé, no los distingo. Bueno, también existe el alumno esquizo, especialista en desestructurar todo empezando por él mismo y dando porculito lo que no está escrito, el generador espontaneo de sangre, sudor y lágrimas.
Y yo, feliz, empiezo el aprendizaje. El mío. No, no se trata de que yo les enseñe algo a ellos, eso es demasiado fácil ya para mí. A poco que hagan caso, darán un salto con las cuatro chorradas que yo aporte. Se trata de mi aprendizaje, de lo que yo puedo aprender de ellos, de lo que ellos me enseñan a mí, sin nómina fija ni complementaria, ni tan siquiera extra de Navidad. Son los verdaderos maestros. Sus peculiaridades me doman como a un tigre sin rayas. Es tan asombroso que un chaval pase de los rollos patateros que le cuento y llegue a sus propias conclusiones sin tantas vueltas como me costó a mí, que me lo paso bomba dando clase. Es posible que siempre me haya producido envidia la chulería infantil, o la capacidad de poner la mente en blanco sin enterarse de nada, porque ya están en un umbral superior. A lo mejor es que yo soy simple, o demasiado llano, aunque mis colegas me consideren un genio. No sé. Sólo sé que estrenar curso y saber todo lo que voy a sacar de allí me produce calor, temblores, respiración acelerada y algo de mareo.
Lo mismo es que al estar con ellos me da la gripe.
3ª Elección
No mangar e-book
Querido Inda:
No, si yo ya lo sabía desde el principio, tú sólo me quieres por mis aparatos electrónicos y lo demás son aderezos de Don Juan de internet.
Me mosqueé bastante cuando te apoderaste de mi centro de planchado, eso de pasarte el día planchándote las camisas no iba con tu estilo primigenio, siempre me pareciste más bien del club de la greña y la legaña natural.
Me puse también muy triste cuando tus arrumacos de hombre miel se transformaron en largos silencios, tú contemplando fascinado la pantalla de mi Mac Pro con procesadores de xeon westwemere, y yo contemplándote a tí desde atrás mirando melancólica la curva de tu deltoides y recordando cuando aún bebíamos agua.
Pero lo que clama al cielo es que me hayas robado impunemente mi lector de ebooks. ¿Para qué narices lo quieres? He visto que te lo has pegado a esa barriguita tan adorable que tienes con esparadrapo, a modo de tableta de abdominales ¿no?, a lo mejor te piensas que va a producirse un trasvase cultural por osmosis barriga-ebook.
Esto raya ya la más absoluta desidia y desfachatez.
Te abandono. Ahí te quedas con mi lavadora ultrasónica de frigoríficos y mi máquina de coser.
Yo me largo con el del butano,como tiene que ser, hay que conservar las tradiciones.
Si por casualidad te das cuenta de que ya no estoy en la casa, no me mandes un email, mejor mándame un bote con tus babas, es posible que sea la única manera de redimirte.
Te quiere
Perlita Juliana
CLÁSICOS
1ª Elección
Capítulo 7 de “Rayuela” de Julio Cortázar
He de aclarar a tus alumnos que existe una leyenda que dice que si uno va a una librería de segunda mano y sale con la hoja de dicho capítulo en la mano y se la hace llegar a la persona amada, esta caerá rendida a sus pies.
Y por si a alguno de vosotros os apetece oír el capítulo en la voz del autor, aquí hay un enlace: http://youtu.be/OzvEZ4LBg_g
Para mí es el mejor microrrelato que he leído, dentro de una novela difícil pero preciosa.
<< Capítulo 7
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.>>
La 2ª elección de Xrisstinah es un un cuento de Herman Melville : “Bartleby”, el escribiente. No lo ponemos aquí por tamaño. Hablaremos de él en clase.
3ª Elección
En lugar de microrrelato, he preferido elegir un soneto de Quevedo, que con toda su mala hizo este magnífico retrato que cualquiera de nosotros podemos hacer de nuestro vecino o de nuestro profe:
Francisco de Quevedo (1580-1645)
A una nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado, 5
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto, 10
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Estrofa: Soneto (catorce versos de once sílabas:
dos cuartetos [o serventesios] y dos tercetos)
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