domingo, 26 de diciembre de 2010

Unas preguntas a Antonio Jiménez Morato sobre su libro Lima y Limón


Antonio Jiménez Morato (Madrid, 1976) publicó hace unos meses en Editora Regional de Extremadura, dentro de la Colección La Gaveta, un librito (70 páginas) titulado Lima y Limón. Como su lectura nos resultó muy interesante y a su hilo nos surgieron una serie de preguntas, nos pusimos en contacto con él, que amablemente aceptó aclarárnoslas.

Estas son las cuestiones que le planteamos:

¿Por qué el título de Lima y Limón? ¿Manejaste otros? ¿Lo pusiste antes de tener escrita la historia o después?


¿Estamos ante un relato o ante una nouvelle?


Muy pronto declaras, como narrador, que tienes miedo a hacer literatura. Sin embargo, imaginas a la protagonista innominada de tu historia como salida de un cuento infantil, “tal y como ven los adultos los cuentos infantiles”. ¿Exactamente de qué tipo de literatura has querido huir?


Armas la historia por medio del intento de su reconstrucción através de la escritura con la expresa renuncia de embellecerla en su relato. ¿Hasta qué punto eso es posible, según tu opinión?


No entiendo la siguiente frase según lo que quiere decir la subordinada: “Siempre me ha costado mucho ser claro y decir lo que pienso aunque pueda molestar a quien le toque escucharlo”, pero lo declarado en la proposición principal es inquietante como afirmación que procede del narrador. ¿Se trata del punto de vista de Lima y Limón?


Pienso que hay quienes graban en sus recuerdos determinados diálogos con más o menos verosimilitud y quienes recuerdan, podríamos decir, en estilo indirecto. ¿Es esa la razón por la que en tu libro no hay diálogos?


En la página 21 el narrador hace, haces, una declaración fundamental: “Con ella aprendí la diferencia entre no recordar algo y haberlo olvidado”. ¿Es la esencia narrativa la gestión, más o menos acertada, de una memoria falible?



“Era todo tan azaroso que tan sólo podía ser cierto, porque la realidad insiste en imitar a las malas novelas”. ¿Qué relación personal tienes con la mala literatura?


Me interesan mucho esos programas televisivos de pornografía sentimental. Creo que para un escritor son didácticos y para cualquier espectador, entretenidos. En uno de preguntas comprometidas vi cómo una concursante declaraba que era verdad que le había hecho unas fotos a las sábanas en las que había perdido la virginidad. En tu relato el narrador destaca la ocasión en la que quedó en las sábanas una enorme mancha con forma de corazón que proyecta fotografiar y titular “La huella del amor”. Ni lo hace ni conserva ninguna foto en la que aparezcan los dos enamorados. ¿Cuál es a tu juicio la delgada o gruesa línea que separa la vulgaridad de la poesía?



No tienes prejuicios con adjetivos como “simpático” o “precioso” en formulaciones estereotipadas: “el anochecer me pareció precioso”, “era una estampa muy simpática”, buscas el modo de contar más sencillo posible, las anécdotas transitan la cotidianeidad. ¿Es esa tu fórmula personal de acceder al meollo de “la verdad” de lo que quieres contarnos? ¿Cómo hablar del amor sin resultar falso? Dentro del episodio de las tres negaciones mutuas de los futuros amantes, me parece todo un acierto esta manera de expresar la intensidad de las emociones: “Si hubiese escuchado el canto de un gallo, un ejemplar imposible que viviese en el centro de la ciudad, no me habría parecido lo más fantástico de todo lo vivido aquella noche”.



El narrador dice, dices: “Todo esto no terminará con ese gesto simbólico de desatornillar el cartel del buzón para poner un pedazo de papel con mi nombre. Sería un buen final, un final lógico y acorde con los elementos puestos en juego en la narración. El final cerrado y concluyente que mis alumnos me piden que les venda cada semana. Pero no creo que sea ese el final que le corresponde a esta historia”. No obstante, al cabo tienes que matizar: “Mientras escribía estas páginas tuve que cambiar el papel del buzón y en el nuevo aparece mi nombre y el de la casera (...) No es el final de esta historia y seguramente no tiene nada que ver con ella, pero si uno está intentando al contarla ser lo más honesto posible he pensado que debería mencionarlo.” ¿No nos dejan las ramas ver el bosque? Esto es, ¿la literatura de efectos tapa más de lo que desvela?


Me cuesta creer que sea el narrador el que provoca la ruptura. Afirmas: “Algo estaba yendo mal, muy mal”, pero no se aclara qué. La relación, ya lo sabíamos por una tirada del Tarot, servirá para que el narrador se libere y renazca en la comprensión de lo que significa el amor. ¿Qué tiene ella de mujer mágica? ¿Hay, después de todo, lugar para la fábula en lo contado?


Ahora lo único que falta son sus respuestas, que colocaremos en su lugar próximamente.

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