viernes, 20 de febrero de 2009

El hombre


Ah el hombre el hombre qué gran tema
para la poesía presentarlo como hombredebarro
el hombre desnudo y desnutrido
metafísicamente hablando el hombre
con una luz de candil a lo sumo un farol triste
en el poema oscuro como una barca
un hombre desnudo que se empieza a vestir bajo
la música y los focos vistiéndose como si se desvistiera
con los gestos de una stripper y los modales
felinos de una coreografía sensual porno o sexy
el hombre maquillado como una puerta
con una chaqueta de lentejuelas
y unas medias de cristal ya no es el hombredebarro
pobre hombre triste metafísicamente hablando
ahora es una estrella no del cielo
sino del subsuelo
el hombre bajo sus disfraces de hombre
el hombre qué gran tema el hombre
para la poesía cuánto da de sí
el hombre aunque sólo esté hecho de lodo

jueves, 19 de febrero de 2009

Me gustaría que te miraras





Me gustaría que te miraras no en un espejo
ni en la superficie plateada de un lago
ni en la noche oscura de un pozo con la luna detrás
tampoco en el retrovisor de tu Yamaha
ni en el escaparate de Benetton con muchas razas
y su colorido
Me gustaría que te miraras en una cuchara brillante
no porque esta sea una ocurencia genial mía
sino de Joan Brossa:
Iluminado sólo por un farol de aceite, que está sobre una mesa,
el espectador se debe mirar en una cuchara brillante.
Me gustaría también que me dijeras qué es lo que ves
si un hombresopa soupman
un hombrepescado fishman
o si acaso es un hombrecarne Baconman lo que ves
Me gustaría que te lo tomaras en serio
y que fueras al cajón de tu cocina
y evitaras la tentación de los tenedores
y de los cuchillos
y que cogieras una cuchara grande
esa que casi no te cabe en la boca
que tanto te has preguntado para qué serviría
que te la pusieras a la altura del rostro
y le preguntaras como la madrastra de Blancanieves
cucharita cucharón cucharita cucharón
dime quién soy yo
(ji ji ji)
No en serio
Me gustaría que lo hiciera alguien
para que me diga lo que ve
porque yo desde que le tomé la idea al Joan Brossa
no puedo dejar de mirarme en una
así que la llevo en el bolsillo interior de mi chaqueta
y de vez en cuando cuando nadie mira
la saco y me miro en ella


La fotografía es de Albert Buendía, de su interesante blog Només Ploraria

miércoles, 18 de febrero de 2009

¿Dónde?



Fotografía: Roy Stuart, Piano Lessons

En los huesos de la niebla tal vez
en el esqueleto de la espuma en la presencia de los ojos
en las plumas del caníbal
en la respiración de la lengua y de las algas
en el dolor
no en el dolor
sino en la palabra dolor
no en los huesos
sino en la palabra huesos
no en la niebla
sino en su mapa en el mapa de la niebla
no en el esqueleto sino en su talla y en su etiqueta
no en la lengua sino en su rastro por el cuerpo ni en las algas
sino en la palabra algas

Dónde te has escondido alma invisible

Sujeto invisible que podrías aportar documentación
en la marea facturas en la muerte
testigos en la fragancia de los bosques

Peligro objetivo de estar en el azogue de un espejo
bolsillos llenos de luz no obstante
y presencia virtual en los caminos de la red

Soy yo quien te convoca el marino no ser de lo profundo
y la perpetua locura de los cuchillos en reposo

Debajo de mi lengua está tu lengua
debajo de mis manos están las tuyas
debajo de mis ojos etcétera

Dos submarinos chocan en el océano
y dos satélites en el espacio

pero tú y yo
dónde

Tú eres la poesía claro
poesía carnívora
creo que se me pasó decirlo al principio
aunque hice una alusión demasiado velada al canibalismo

martes, 17 de febrero de 2009

Instrucciones


Imagen: Esther Ferrer, Íntimo y pesonal, acción, 1975

Se coge un libro de poesía entre las manos
y ahora qué hace uno con él
Opciones se sienta uno en el sillón de la prosa
o en la cama de la prosa o en la mecedora
y se lee despacito con el tiento del que camina
alumbrándose con una vela
las sombras bailan y el viento ulula
o bien se queda uno de pie ante la luz solar
aspirando un aroma nuevo
Se coge un libro de poesía entre los pies
porque también quien carece de manos quiere leer
y se sienta uno como un yogui
ante el vacío
Ante el vacío
mi vacío

Esto podría escribirlo cualquiera
pero fíjese de todas maneras en la cita
ella aporta la credencial que le falta al poema
Léala con una pipa en una mano
“He cultivado mi histeria con placer y terror; ahora tengo siempre vértigo y hoy, 23 de enero de 1862, he padecido una advertencia: he sentido revolotear sobre mí el aire del ala de la imbecilidad.”
Ch. B.
Así empieza Gonzalo Rojas su poema Morbo y aura del mal
Arroje después el libro lejos o al fuego
y coja otro

Este ya se puede coger con las alas
¿no es usted un ángel?
¿está seguro?
No se deje llevar por la primera impresión
por ese trotecillo cochinero con el que se aleja todos los días
allende finisterre
Usted aspira a la luz
como la poesía señor
busca una salida del laberinto

Para ello es necesario un libro de instrucciones
Siga leyendo y verá cómo

Ah y no me diga que lo ve todo blanco
y que se marea antes de llegar al final

Inestable suelo que pisas


La foto: Poesía Concreta, de Marco Aurelio

Con la deriva de este blog por territorios, no voy a decir pantanosos (pero podría), sino inseguros, me permito enlazar tres artículos que tratan el tema de la poesía y el mercado, del blog Al margen de los días, del poeta Enrique Baltanás:

Uno, dos y tres.

lunes, 16 de febrero de 2009

Tickets


La vida poética es un método
No sólo consiste en dejarse crecer el pelo
y subirse a los taburetes de los bares
Eso ayuda para parecer un poeta de los siglos pasados
o sólo un ciudadano antiguo
Una cosa importante a la que no se dio importancia
en los siglos pasados
pero que puede darle a la poesía el mismo empaque
que la métrica
es la clasificación de los materiales poéticos
iniciada en los siglos pasados por ciertos precursores
los tickets sin ir más lejos son como los rayos del
sol en un estanque al atardecer
reflejos no ya de un mundo bucólico
que nunca existió
sino de un mundo capitalista
que no se desmorona por mucho que digan
por una razón tan simple como que el alma
de los pueblos
es la salario con el que pagan
su ocio
aquí está mi resguardo de haber estado en el cine
anoche
la chica de la barra en el pub (no hace falta que os diga
lo que pensé al verla) puso los ojos como dos
estanques sólidos de aguas cristalinas
cuando le pedí el ticket de las copas
no hay costumbre me dijo
lo necesito para un poema le dije
eres poeta me preguntó
los reflejos sicodélicos en sus ojos me deslumbraron
no lo pareces tienes otra pinta pareces un ejecutivo
(en realidad ella dijo príncipe o homeless
ejecutivo es mi elaboración en el poema)
y de una cosa fuimos a otra hasta que le dije que la esperaba
Adjunto mi ticket al texto
sólo a ella le sususurré a los oídos lo que
los lectores esperaban leer

domingo, 15 de febrero de 2009

Perito en dados



Siempre aspiré a tener un trabajo de oficina
de los de no mancharte las manos
como aplicado hijo de obrero que sacaba buenas notas

He tirado el dado tantas veces como he querido
tres tres seis tres tres uno uno cuatro uno tres
Hay ciertas tendencias aleatorias(?)encima de la mesa

Abrí un estudio en el centro de la ciudad
rehabilitando una casa de la judería con ayudas públicas
Desde allí arrojé tantos dados a la calle como quise
las losas numeradas del azar
en las que había resbalado con una adolescencia
precaria y poética como la de cualquiera
en cualquier suburbio
desde el que se viaja al más allá en el centro

Me sumergí en formularios y solicitudes
como si fuesen dosis estupefacientes
Ahora me dedico al diseño de actitudes
en mercadotecnia lectora

Hemos pedido permiso a Playmobil
para usar los clicks en una campaña
institucional
hay uno que representa a los que compran un libro
y lo leen en casa del principio al final
otro es la variante del que no lo acaba
por principio
y uno más no lee nunca o casi nunca

No puedo quejarme después de todo
dos cinco seis cinco cinco uno seis cinco
podría estar toda la tarde lanzando el dado

A veces con todo uno se aburre en la oficina

viernes, 13 de febrero de 2009

Lucky Luke fumaba dejaba escapar el humito al cielo









Ahí viene ese tipo chulito con su cigarrillo prendido
en los labios dejando ir al cielo el humito
Sin tocar las riendas de su caballo
va por tus sueños de pistolero
que vive bajo las estrellas
encima de un desierto con sus lagartos
Lo persiguen ahora unos cuantos
A él poco le importa que lo encuentren
en el saloon entra con gusto
Detrás de la puerta los Dalton
el más alto asoma los dientes por arriba
el más bajo no tiene que tocar las hojas
para pasar
Un hombre solo en un lado
y en el otro unos cuantos
en concreto cuatro hermanos
Antes de que disparen me gustaría citar
a otro Dalton
Roque Dalton que es de otra historia
donde sí muere gente bajo los disparos
Al mismo Roque lo persiguieron
como a un ciervo antes de matarlo
pero yo no sé mucho más
Solo que
siempre hay un hombre que se queda solo
solo ante unos cuantos
Hay que aprender de él a dejar escapar al cielo
el humillo con aire chulito aunque por dentro
vaya uno cagado





"Yo sería un gran muerto."
Es un verso de un
poema de Roque Dalton que se titula El vanidoso.

viernes, 6 de febrero de 2009

Leo "El bailarín del abogado Kraykowsky"


Soy de la muy discutible opinión de que el escritor de raza no se pasa la vida leyendo. El que lee mucho es más lector que escritor. Después de cierto conocimiento del material acumulado, uno ha de dedicarse a escribir, si es que tiene algo que decir. De lo contrario, lo contrario. El caso es que me gusta algo que dijo Borges sobre el poco tiempo de que uno dispone en la vida para leer libros voluminosos. El se refería en concreto a Lolita, de Nabokov, que por ese motivo no quería leer. Pues bien, aunque poco, sigo leyendo a la par que escribo. Más que nada porque me sirve para copiar. Prefiero las pocas páginas a las muchas. Siempre. A las pocas el peor defecto es que le falten. A las muchas que le sobren. ¿Cuál es peor defecto de los dos? Voy a hacer una encuesta.

Lo de antes es un preámbulo. Al grano: voy a facilitaros mis lecturas comentadas. ¿Qué interés pueden tener? Las lecturas en sí, alguno. Mis comentarios pueden ser prescindibles o quizás animen a alguien a leer lo que yo he leído. Y eso sí que es interesante. Leer lo que otro acaba de leer. Con la lectura no ocurre como con el cine. Las lecturas se comparten no porque se realicen simultáneamente, sino porque se suceden, tal como los testigos en una carrera. Los clubes de lectura no cuentan: son un pu(t)ro coñazo. Un modo absurdo de leer. Para que podáis leer lo que yo he leído os voy a facilitar un enlace en la red. Si no, ¿cómo?

La primera lectura es un cuento de Witold Gombrowicz del volumen Bakakaï, traducidos por Sergio Pitol y publicado por Tusquets Editores en 1986. El cuento se llama "El bailarín del abogado Kraykowsky" y está en la página 232 del documento que os enlazo AQUÍ.

Leer ese cuento de W.G. puede ser interesante por un motivo práctico. Si uno no ha leído nada del polaco, la lectura de esta historia de pocas páginas es más que suficiente para desde ya decir que uno ha leído a Gombrowicz, y eso siempre resulta prestigioso. Sobre todo si uno es escritor. G. es un escritor para escritores, lo cual en el siglo en el que estamos es una redundancia. Los escritores que sólo satisfagan lectores, Dios me perdone, escribieron lo que ya estaba escrito: perdieron el tiempo ellos y nos lo hicieron perder a los demás.

Otro motivo puede ser que en el cuento susodicho hay uno de los temas favoritos de G. Un tema que por ejemplo desarrollará en su novela Pornografía, con lo que muchos se pueden ahorrar la novela y llegar al tema por el cuento. Es un tema interesante, poco frecuentado por otros escritores. Un viejo necio proyecta en otros personas ciertos deseos de sensualidad. Un erotismo voyeur, monomaniático y desquiciado. Es esa sensación tan precaria y sutil del que cree que ha descubierto una pasión en otros, de modo que necesita que lo que "ha descubierto" se llegue a cumplir.

Por último, quien lea este cuento se acercará en pocos minutos (no más de 20) a un modo de enfocar el asunto que no ha prosperado demasiado en otros narradores, que han preferido unos tonos más almibarados para sus historias. Quizás porque no tenían mucho que decir, quizás porque se deberían haber limitado a leer a Gombrowicz.

¿Es eso lo que debemos hacer nosotros? No se puede responder esta pregunta sin haber leído a G. He aquí el momento más barato para hacerlo, y fácil.

Se me olvidaba por donde tenía que haber empezado. En la encuesta de Babelia sobre el cuento de hace unas semanas, Cristina Fernández Cubas citaba éste como uno de sus cuentos favoritos. Por si mi recomendación no basta. Yo tampoco lo conocía. Vayáis a pensar mal. No ando por ahí leyendo a todas horas. El enlace se lo agradezco a Desequilibros, que hizo un gran trabajo por encontrar la mayoría de los cuentos que allí se citaban.

Pinchad sin miedo. Y decidme que os parece el cuento. Y por qué ese título.

martes, 3 de febrero de 2009

Cogotes


Juan Muñoz, escultor (1953-2001), Towards the shadow, 1998

Cuando por fin entendí que mi padre era un cretino, estaba criando malvas. No mi padre, sino yo. Contra todo pronóstico llevaba dos semanas en un nicho del cementerio de mi pueblo y la gusanera en la que me había convertido no me hacía precisamente un ser envidiable. Lo fabuloso fue llegar a la certidumbre de que yo era todavía más necio que mi padre. Ese instante me hizo revivir. Esto es, me convirtió en un zombie. Fue como si me hubieran aplicado una corriente eléctrica, y se me hubiesen abierto los ojos putrefactos, al tiempo que se sintonizaban las conexiones de mi cerebro, descompuesto en la penosa calidad de la materia de mi ataúd. Pegué una patada y conseguí abrir varios agujeros en una escombrera que se desintegraba por la fuerza de la lluvia. Una vez fuera aspiré por costumbre, pero el aire y su calidad le eran absolutamente indiferentes a los jirones pulmonares que me sobresalían fuera de la camisa blanca. De mi traje de novio. Con la resolución de un chispazo mental me dirigí a la taberna, pero enseguida cambié de opinión. Acerté (al cambiar de opinión), puesto que el mundo ya no existía. No existía el mundo. Sólo llovía. Y todos los muertos empezaron a levantarse en una de esas imágenes, ya sabéis, de videoclip. Me alejé de allí, no sin grandes dificultades para quedarme solo. Lo importante no estaba fuera, en mi aspecto de peli mala, o en la oscuridad rasgada por la cortina de un diluvio, sino dentro. Mi padre tenía la nuca de los imbéciles. Obtusa e ignorante. Las manos finas de un secretario almibarado que se había pasado la vida haciéndole la pelota a alguien de quien dependía. Pero a mí ya no me engañaba. Era su nariz una gran bola de ideas necias y sus cejas dos arcos de miedos y rencores que siempre amenazaban ruina. Todos los aciertos de su vida no escondían sino debilidades, impotencia y celos. Su maña, su habilidad había sido esa: engañarnos durante tanto tiempo. Una vez que estás muerto no te importa un carajo estarlo. Y además sabía lo que sabía. Pero es que yo soy igual. Podría decir soy, era o seré. Por los tiempos de los tiempos mi propia estulticia me acompañaría como recuerdo de una vida. Bajo la lluvia. Y lo único que quedaba por delante era lluvia. Me miré las manos y ahí lo vi: el temblor y la incertidumbre de los necios. Volví a estar rodeado de zombies, que me asqueaban no por su aspecto, claro está, sino por su proceder necio en la esperanza. Dios nos está llamando, decían unos, nos va a reencarnar. No, no, nos va a resucitar, decían otros. Aquella lluvia me empapaba la carne tumefacta y me ponía dos charcos en las cuencas de los ojos. Aquella lluvia esponjaba mi sorda condición de imbécil. Quien desprecia, quien arde, quien ama, quien se deja embaucar y quien se pone delante mil excusas para no saltar al vacío. Ese era yo. Por qué. Por qué ese era yo. ¿Hubiera podido ser otro? Me cogí de la mano, de una de las manos de mi padre. Sólo simbólicamente. Mi padre ya no existía. Ni el mundo. Lo único que había era una gran conciencia apoderándose de un zombie de feria. Un teatro bajo la lluvia. Una mano grande y peluda. Una mano idiota y torpe. Y una mano fina y delicada. Dos modos de herirse. Porque los ojos del centro de las manos habían sido tachados. No lo creo, pero seguramente pudiera haber sido otro. Aunque yo no lo crea. No lo creo porque tengo pocas luces. Porque toda mi vida ha sido ruín. Me sostengo bajo la lluvia y avanzo hacia la taberna del pueblo. ¿Quién dijo que el mundo había dejado de existir? Las calles me reciben con el eco del miedo en mis talones. No ha dejado de llover sobre el desmoronamiento de los edificios. Nadie me reconoce cuando pido un vaso de vino. Me acerco por detrás al grupo de jugadores de cartas. Espaldas y cogotes.

lunes, 2 de febrero de 2009

Amapolas


Neon lights and reflections in Shinjuku, Tokyo, Japan, Chris Mellor.

Soy una criatura infernal, demoníaca. Pero mi siquiatra insiste en quitarle hierro al asunto. En otra época me hubieran quemado en una hoguera. Sólo por mis inclinaciones. Hoy por hoy estoy en tratamiento. Es una pena el sufrimiento que le causas a tu familia, me dijo alguien para convencerme de que viniera a la terapia. Bien, aquí estoy. La maldad es fácil de disimular. Uno se lava las manos, se limpia los dientes, se pone una corbata, busca un trabajo y le da un beso de despedida a sus seres queridos. Pero no se puede disimular todos los minutos de la vida. Hay lapsus. Uno se compra un punzón en una ferretería y se introduce en una aglomeración de gente. Es muy placentero. Se trata de pinchar culos como si sólo fuesen globos. Uno deja tras de sí un campo de amapolas de sangre. Uno respira hondo y vuelve a su trabajo, a cederle el asiento a una compañera con un enorme bombo, dentro del cual flota un incipiente astronauta. Uno se interesa por el estado de la futura mamá, por el nombre que han pensado ponerle a la criatura. Las mujeres son más hermosas que nunca en esa espera. Uno las admira, mientras se lava las manos, mientras lo comenta con un compañero de la oficina, mientras se cepilla los dientes o se anuda la corbata. Los niños son lo mejor del mundo. Uno camina por una avenida solitaria, aferrado al interior de los bolsillos. Uno ve cómo se acerca la dulce mamá empujando el carrito de su bebé. A uno se le ilumina la cara: los niños son lo mejor del mundo y ella todavía conserva ese brillo especial. Uno sonríe con cierta beatitud. Mantiene el paso y espera que estén cerca.
Luego, una de esas dos veces en semana, delante de quien conoce los entresijos de la mente del hombre, a uno se le ocurre una pregunta:
-¿Ve usted Los Soprano, doctor?
Pero uno sólo dice:
-El sueño se sigue repitiendo, me gusta y me inquieta a la vez: es el mismo campo de amapolas que me recuerda que he de comprarme un punzón. Un punzón con el que me gustaría entrar en una aglomeración de gente.
-¿Y no hay alguien especial a quien te gustaría clavárselo?
-No, creo que no odio a nadie en concreto. Me levanto animado, pero enseguida me derrumbo.
-¿Sigues con la medicación?
-Por supuesto, doctor.
Te gustaría preguntarle, pero dudas. Él se da cuenta, pero se limita a esperar, sin ayudarte. Supones que para eso ya está la medicación. El papel de él es otro.
-¿Usted ve Los Soprano, doctor?
Sin embargo, permanecéis callados uno frente a otro. Tamborileas los dedos en el reposabrazos del sillón.
Aquí estoy. En el pasado ya hubiera ardido en una hoguera. Soy hijo de los espíritus malignos, de las sombras. Nada que no tenga, no obstante, remedio con la medicación adecuada, con la exteriorización de los demonios. Ese sueño de las amapolas es luminoso, pero me hace sufrir. La pregunta del dependiente no debería haberme sorprendido tanto.
-¿Qué quiere, usted?
Miro a mi alrededor y veo un orden impecable, cada instrumento y tornillo o pieza en su lugar, como no puede ser de otra forma en una ferretería.