martes, 24 de julio de 2012

El niño perdido, de Thomas Wolfe

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El niño perdido de Thomas Wolfe es una estupenda novela corta de corte autobiográfico en la que el autor entona una emotiva elegía por la muerte de su hermano Grover a la edad de 12 años. Tiene un argumento muy sutil, esquemático, y está dividida en cuatro partes diferenciadas por las voces que hablan.

En la primera parte un narrador en tercera persona nos sitúa a Grover en su escenario habitual, la plaza, por la que el chico pasea como si estuviese en el centro del tiempo, es descriptiva y enumera sobre todo las sensaciones que le producen los negocios que hay cerca del taller paterno, tiene así mismo un pequeño nudo o conflicto muy interesante, muy potente para resaltar la figura del tipo de niño apacible, maduro y distinto al nos vamos a acercar.

La segunda parte es la voz de la madre, que nos informa del trayecto que hizo con sus hijos en el año 1904 a la Exposición Universal celebrada en Saint Louis, es la evocación de una madre cariñosa, pero que conoce los dolores y dificultades de una vida dura, así que contiene en todo momento la emoción y no se deja caer en el tono melodramático. Cuando la mujer se dirige al autor del texto, hermano de Grover, el niño perdido, le dice: “Si puedes ganarte la vida haciendo ese trabajo tan liviano de dar clases, tienes mucha suerte, porque ninguno de los tuyos ha tenido semejante suerte. Todos han tenido que trabajar muy, muy duro para ganarse la vida.” (Pág. 52)

La tercera parte es el balbuceo de la hermana mayor (está llena de puntos suspensivos). Es una apelación al autor para intentar recuperar la memoria del hermano muerto. Contiene un episodio muy breve también, una aventura de hermanos, previa al fatídico desenlace.

La cuarta y última parte es el relato del autor en primera persona. La visita que muchísimos años después hace a la casa en la que todo sucedió.

En El niño perdido los elementos narrativos son muy sutiles. Quedan en un segundo plano a favor de la evocación y de la elegía. Pero los que hay son potentísimos. Tienen mayor fuerza que si fuesen insistentes o más explícitos. Grover Wolfe llegó desde Asheville hasta Saint Louis acompañando a su familia para abrir una casa de huéspedes con motivo de la Exposición Universal, allí trabajó en una atracción de feria. Al decir de todos el chico tenía una sensibilidad y comportamiento fuera de lo común, pero contrajo el tifus y a la edad de 12 años se perdió. Se perdió no es un eufemismo como con absoluta clarividencia podemos comprobar en las últimas líneas del texto:
“Y a través de la maraña de recuerdos de un hombre, desde el bosque encantado, el pobre niño de ojos oscuros y rostro sereno, extranjero en la vida, exiliado de la vida, hace mucho tiempo perdido como todos nosotros, una cifra de los laberintos ciegos, mi pariente, mi hermano y mi amigo, el niño perdido, se había marchado para siempre y no regresaría nunca jamás.”

La novela tiene 93 páginas y una fuerza que para sí querrían algunos mastodontes literarios con los que nos quieren entretener. Está editada por Periférica.

viernes, 13 de julio de 2012

Irse a Madrid y otras columnas, de Manuel Jabois



Nunca he conseguido mover un objeto con la mente, pero sí ciertos acontecimientos importantes, al menos para mí. Esto no puede ir uno diciéndolo a siniestro, porque podría interpretarse como síntoma de locura. Hace más de un año que se publicó Irse a Madrid y otras columnas. Y sin embargo, hoy, ahora mismo, he de confesar que esta reseña la empiezo a escribir un poco apresurado, porque de repente me da el pálpito de que en cualquier momento me doy de cara con Manuel Jabois, su autor, y no sé qué decirle. Todavía no he leído todos los textos del libro y ya estoy aquí tecla en mano. No es la primera vez y no será la última que empiezo la reseña cuando el libro todavía no está acabado de leer. Manuel Jabois es un escritor pontevedrés, en concreto de Sansenxo del año 78, que cultiva un periodismo literario, clásico me parece, apegado a la anécdota personal y a cierta pose cínica y maldita que combina muy bien con el humor. Le gusta mucho a las chicas. A los chicos también, pero a las chicas mucho más. Porque aparte de sus méritos con la pluma es guapo y deja ver que un poquito vacilón. Yo no leo a Jabois desde hace años, porque Jabois publica en los periódicos, en esas columnas de la última página del Diario de Pontevedra, por ejemplo, y en otros que no leo. Que veo. Me gusta ver los periódicos, los veo desde la última hoja hacia la primera, a la que muy pocas veces llego. Ahí he visto algunos columnistas insoportables. Ahí he visto muchos opinadores, ahí están con sus soluciones para casi todo y con sus análisis. Cuando veo a Manuel Jabois subido a una de esas columnas como Simón El Estilita sé que nada de eso me voy a encontrar, sé que voy a pasar unos minutos muy entretenido al hilo de alguna anécdota, quizás exagerada con irónica intención. Manuel Jabois no hace relatos en sus columnas, pero cuenta cosas. Cuando veo que alguien en un periódico cuenta yo me paro un ratito y me dejo sobar. Los analistas no me ponen la mano encima porque a mi no me da la gana. En las navidades del año 2008 estuve en la presentación de su novela, escrita en gallego, A estación violenta, Ed. Morgante, porque entonces yo ya había visto algunas de sus columnas en el Diario de Pontevedra y me habían gustado, pareciéndome que se salían de lo habitual. También porque en el año 2008 yo saqué mi libro de cuentos Mucha suerte y me apetecía aprovechar su presentación para imaginar cómo podría ser la mía que nunca fue. Me cayó simpático desde lejos, al tiempo que me obligaba a asumir que era más joven, más alto y más guapo que yo. Al parecer se le compara con Julio Camba, aunque también al parecer empezó a leer a Julio Camba después de leerse a sí mismo. Julio Camba tiene un lugar reservado en el corazón de los gallegos cultivados. A mí me regalaron una colección de artículos suyos, que sin duda ya voy a leer después de los de Jabois, que está consiguiendo un lugar también en el corazón de la prensa española. Tanto en el norte como en el sur los escritores venimos a hacer lo mismo. Lean los artículos de Jabois, porque lo cuenta todo con naturalidad, incluso esa inclinación que tenemos algunos a ponernos bragas. Lo he pasado muy bien leyendo los artículos que se recogen en este libro, tanto como antes mirándolos en el periódico. Uno de los grandes tópicos que puede atribuirse a un escritor es la precisión de sus textos. Pues no me da la gana, Jabois a veces divaga, la anécdota se le va y luego la recupera. A veces sale con una frase incomprensible, y para mí que miente, exagera y desenfoca. Cualquier día de estos me voy a dar de cara con él y no, no voy a saber qué decirle. Nunca hemos sido presentados, pero Pontevedra es tan…pequeña.

martes, 10 de julio de 2012

"La mentira es el centro; una conversación con Antonio Báez", por Diego Nieto Velasco

Las que vienen a continuación son las preguntas que preparó Diego Nieto Velasco para la presenación de La memoria del gintonic en Valladolid el pasado martes 3 de julio, las respuestas son aproximadas a las que allí se dieron de viva voz.



-¿Cómo surge La memoria del gintonic? ¿qué te lleva a enfrentarte al reto de escribir una novela y de qué manera te influye el hecho de estar realizando al mismo tiempo un curso de escritura creativa on line, en un momento en el que, sospecho, tú ya sabes lo que quieres escribir y seguramente cómo hacerlo?

La memoria del gintonic no siempre se llamó así. Fue escrita con el título de La novela de Eulogia y he de decir que fue ese el que me permitió en buena medida su redacción, pues una vez tuve el personaje en mi cabeza se trataba de dejarlo ir. Después de unos tres o cuatro años de frenético y obsesivo trabajo sobre el relato, quise experimentar una extensión que me gusta mucho como lector, la novela corta, nouvelle o novelita. Cuando tuve el nombre de Eulogia, que en griego significa de buen razonamiento o de buena palabra, y la idea central del libro: alguien que comienza a perder la memoria al tiempo que empieza a recordar, me matriculé en un curso de escritura por internet bajo la falsa identidad de mi personaje. Aproveché el curso para articular el relato: Eulogia quiere novelar su vida y para ello sigue o no las lecciones de su tutora.


-Me gustaría que nos explicases un poco quién es Eulogia y por qué te pareció adecuado usar a una señora de 71 años como protagonista. Como narrador, ¿qué ventajas tiene situar un punto de vista tan exigente como puede llegar a ser la primera persona desde el discurso de un personaje anciano al borde de la demencia?

Eulogia es una vieja. Hoy día nadie se atreve a usar ese adjetivo. Nos han extirpado la vejez como si fuese un grano. Pero Eulogia es una vieja poco domesticada, a pesar de haber padecido los rigores de la vida: ha estado cuidando a su marido, impedido en una cama, hasta su muerte. Eulogia tiene un carácter punk, radical, pero es generosa y amable. Eso sí, no está para monsergas (las monsergas de su hermana o las de su hijo). Eulogia ama por encima del cretinismo que la rodea. En cuanto al punto de vista usado en el relato, me siento muy cómodo con la primera persona y me gusta experimentar con personajes que no tengan nada que ver conmigo. No es la primera vez que escribo de viejos. Ya los he usado con anterioridad. La demencia, por otro lado, te da libertad narrativa. Creo que la he usado con cierta contención. Pero es un recurso más para articular la historia.


-Cuando leía por segunda vez la novela no podía evitar que Eulogia me recordase a otros abuelos con los que me he ido tropezando en alguna de mis últimas lecturas. Me puedo referir al protagonista de Una desolación de Yasmina Reza o al de Últimas notas de Thomas F. para la humanidad de Askildsen. Eulogia quizá comparte con ellos una mirada irreverente sobre los valores sociales, una inteligencia y unos pensamientos muchas veces despiadados y casi siempre escépticos sobre la vida y los familiares que en breve van a dejar atrás. En cualquier caso se trata de personajes alejados del típico estereotipo del abuelo ¿Nos podrías hablar un poco de los compañeros de "residencia" con los que Eulogia ha podido coincidir? ¿De qué autores y personajes bebe esta novela?

El libro de Yasmina Reza Una desolación lo he leído hace muy poco, el otro no lo conozco. Pero te voy a contar una anécdota. En el otoño pasado, dos meses después de que La memoria del gintonic estuviese en la calle, entré en un cine a ver Poesía, del coreano Lee Chang Dong. Me encontraba especialmente cansado y me había tomado una cerveza. No sabía de qué iba la peli, pero me temía que podría dormirme ( a veces echo una cabezadita en el cine). Resulta que la protagonista es una mujer de unos 65 años que empieza con síntomas de Alzheimer y se apunta a un curso de poesía que se hace en su barrio. Claro, no me dormí: me entusiasmó que al coreano y a mí se nos hubiese ocurrido un arranque similar. Luego la peli va por otros derroteros. Quiero decir: supongo que las historias están en el ambiente. Y uno de los tópicos de nuestra época puede que sea ese de los viejos desmemoriados. En concreto, La memoria del gintonic, tiene como referente y motor un libro de José Antonio Muñoz Rojas titulado Objetos perdidos, escrito con más de noventa años y que habla de cómo uno va perdiendo las cosas y también los nombres. En cuanto a sus compañeros de residencia, espero que podamos ser cualquiera de nosotros. Me gustaría llegar a viejo, por supuesto, con ciertas garantías físicas y mentales. Eulogia llama a sus compañeros viejos-seta. Desde luego no quiero estar en esa categoría. Pero bueno, también hay jóvenes-seta.


-Tu novela, que utiliza la memoria, o la falta de ésta, como punto de partida me recuerda mucho a la película Memento de Christopher Nolan, en la cual su protagonista siempre se despierta ignorando su pasado inmediato y sigue las instrucciones que encuentra en unas fotografías polaroid y en los tatuajes de su propio cuerpo. ¿Qué es la memoria para ti y con qué fin la utilizas?

He visto Memento muchas veces empezada por muchas partes. En Canal Sur la ponen cada cierto tiempo. Eulogia usa esos papelitos amarillos autoadhesivos, los posits, para recordar nombres que provocarían alarma si los olvidase. Cuando se me ocurrió este recurso pensé, como bien adivinas, en Memento. De los latinos he aprendido un concepto fundamental para la escritura, que es la contaminatio. La originalidad me parece una idea poco interesante. En La memoria del gintonic hay más de una apropiación más o menos indebida. De los libros y de las personas. Por ejemplo, el episodio que Eulogia cuenta de unas joyas que su padre escondió en el tiempo de la guerra no es sino la historia del avaro de Moliére o lo que es lo mismo Aulularia de Plauto. Y luego hay anécdotas que me ha referido alguien personalmente, como cuando Eulogia le pone a su nuera repetidamente una comida que no le gusta. En fin, no voy a dar todas las pistas, pero hay más. Y finalmente, en cuanto al asunto de qué es para mí la memoria, he de decirte que no creo demasiado en ella. La memoria me parece una facultad bastante interesada, al servicio siempre de lo que conviene. Prefiero la mentira a la memoria. Literariamente sin duda.



-Creo que Roberto Bolaño solía asegurar que un buen novelista sólo necesita buena memoria. Digamos que las historias están por ahí, latentes como los negativos de una fotografía antes de positivar, y que lo más importante es dar con ellas y encontrar el enfoque adecuado ¿En qué medida consideras esto cierto? ¿Qué papel le queda a la imaginación?

Personalmente tengo una pésima memoria. La mía es mala por la cantidad de lagunas que tengo que cubrir con suposiciones, con inventos. Pero tampoco me fío de la memoria de los demás. Me parece que la imaginación es mejor ingrediente: todos nos podemos imaginar malos sin mucho esfuerzo, pero ¿cuántos se recuerdan malos? Y lo fuimos. No te quepa duda. Malos.


-Muchas personas que quieren adentrarse en el mundo de la creación literaria enseguida se ven enfangadas por las exigencias de la tradición literaria y los decálogos de ciertos escritores. En qué medida te ha sido necesario, o por el contrario un inconveniente, el peso de la tradición? En tu novela se hacen referencias directas o indirectas a la poética de Aristóteles, la mímesis, la retórica, los espejos de romanticismo, el famoso clavo de Chéjov... referencias a las que Eulogia se enfrenta y encuentra siempre alguna alternativa. ¿Es la tradición literaria necesaria para un escritor en cualquier caso, aunque sea para enfrentarse a ella?

Conozco relativamente bien la tradición, pero mi mala memoria hace que a veces la use sin darme cuenta. En otras ocasiones hay que enfrentarse a dogmas, lugares comunes y variopintas cursiladas que nos han enseñado en colegios y facultades. Para escribir yo de lo que suelo echar mano es de mi infinita ignorancia combinada con mucha cara dura y cierta intuición que le debo a mi imaginación de escritor. Si no hubiese escrito hasta la fecha ni una sola palabra hoy día no sería menos escritor de lo que soy. De hecho creo que escribo para argumentar que ya era escritor cuando no escribía. Una cosa de locos si lo pensamos bien y detenidamente.



-Puede que cada novela sea en parte víctima de su estructura. Durante la lectura de La memoria del gintonic me ha parecido que su estructura es algo más que un mero armazón encargado de sujetar la historia, sino que la propia forma de la novela se convierte a medida en que pasan las páginas en la razón de ser de ésta.
¿Podrías hablarnos un poco de tu poética personal? ¿Tiene que ver esa poética con la forma de narrar cuentos? ¿El haber sido narrador de cuentos antes que novelista es una ventaja o todo lo contrario? ¿Quizá el paso natural?


La reflexión previa a tu pregunta me parece acertadísima. La historia a contar en el fondo es un pretexto para otra cosa. Me interesa mucho que lo que uno cuenta remita a algo más que a la anécdota que hay en juego. Eulogia empieza escribiendo una novela para vengarse de la vida, según dice, y cuando la está escribiendo la novela es su vida. En el artificio está la verdad, la verdad está en la mentira. La verdad nunca está en la verdad. La literatura si vale por algo es por eso. En cuanto a mi poética, no me planifico. Le dejo mucho espacio a la incertidumbre, a la improvisación y a ir descubriendo qué es lo que quiero contar. De antemano siempre tengo ideas más o menos vagas, o como mucho, un perfil, una sombra, algo que hay que ir iluminando.


-Aunque Eulogia tenga 71 años, el lector puede no dejar decirse al comenzar: "Vaya, otra novela sobre un escritor", ya que La memoria del gintonic está cuajada de reflexiones explícitas (como los mails de las profesoras) e implícitas (una novela ha de poner orden en el abismo pag. 66, Esas cosas de los cuentos. Las sorpresas y toda esa mierda pag. 100, etc...) sobre el proceso y, sobre todo, las dudas que se generan a la hora de encarar la página en blanco ¿cuál crees que es el papel de la metaliteratura en el texto?

Me dirijo, como autor, a un lector que no es inocente, a alguien que sabe que lo que le están contando es una ficción. Para tenerle un mínimo de respeto, por pudor también, a veces tengo que decirle: mira, es que para que esto funcione, tenemos este camino o este otro, o no me queda más remedio que colar aquí esta tontería. Pero no deja de ser otro truco retórico, como si dijésemos, mira te estoy dando verdad en medio de todo el artificio. El autor nunca deja de mentir. La mentira es el centro de su creación. Al menos en mi caso.


-Personajes escritores que hablan en clave, o no, sobre la actividad que su propio autor desarrolla ¿Un género más dentro de la literatura o el verdadero género íntimo que rodea a cierto tipo de novela, -esa que quizá aspira a abrir nuevos caminos en lo desconocido, que pretende desenmascarar sus trucos y enfrentarse al discurso con lo puesto-?

Bueno, Eulogia me permitía usar la figura del escritor de un modo distinto. Por su edad y por sus intenciones. Ella no tiene demasiados humos intelectuales y sus anclajes son más vitales, fruto de la experiencia. De hecho no tiene en cuenta algunas indicaciones de su tutora y prefiere seguir su olfato, su intuición. En cuanto a desenmascarar trucos, sí, pero ya lo hemos dicho: también eso es un truco. Se trata, a mi modo de ver, de cómo nos manejamos con la mentira.


-¿En qué medida tu blog ha supuesto una ayuda a la hora de sentarte y escribir? ¿Te sirve de algo tener un lector activo con el que interactuar? ¿Son los blogs un medio para publicar en papel o un fin en sí mismo?

Ya lo he dicho en más de una ocasión. Como escritor se lo debo todo a internet. Curiosamente no a los libros que he leído. Internet es un medio que ha abierto muchas puertas. Me ha permitido publicar y conocer a otros escritores. Hasta la irrupción de internet un provinciano como yo sólo tenía aquellos referentes castizos de las tertulias de café y las publicaciones de diputación, algo polvoriento y triste si lo comparamos con la red. Ahora bien, en la red también tiene sus vicios. La gracia está en que son visibles a todos. Dejan un rastro muy evidente. Todo lo que escribo lo vuelco en el blog. Me sirve de archivo personal al tiempo que es público. ¿Hasta cuándo me será útil?




-Desde siempre, los discursos retóricos se han filtrado de muy distintas maneras -publicidad, política, relaciones sociales- por la vida, como muy bien haces ver a través los personajes de La memoria del gintonic. En un momento histórico en el cual la literatura se ve cada vez más arrinconada por los gustos de sus propios consumidores y la hiperespecialización del público iniciado ¿crees que la literatura tiene aún algún papel reservado en la historia para poner en evidencia ciertas vulnerabilidades de los ciudadanos o que debería consumirse en un ritual endogámico que tenga por eslogan "el arte por el arte"? Es decir ¿la literatura nos puede salvar de alguna manera o sólo está ahí como decoración?

A ver, escribo porque estoy dentro de una tradición libresca. Pero supongo que pertenezco a la decadencia. Una sociedad en la que hay otros medios mucho más influyentes que la hoja de papel me ha permitido usar la hoja de papel (o la pantalla) para contar historias como las que he leído desde niño. Así que algo se tiene que haber ido al garete, pues socialmente yo no estaba programado para el asunto. No sé, por otra parte, de qué nos puede salvar la literatura. A cada uno, supongo, que de sí mismo. Particularmente he descubierto, a raíz de las publicaciones, que me estoy comunicando con el lector. Cuando escribo una historia me la estoy contando a mí mismo, pero al publicarla hay un desplazamiento en las intenciones, empiezo a hablarle a los demás. Mi objetivo último es un lector que yo llamo civil y que aún no tengo. Alguien que no me conoce y sin embargo me elige.

Todas las fotografías son de la presentación en el bar La curva.