viernes, 30 de marzo de 2012

Iota




Cogió la última moneda y antes de meterla pensó en la diferencia entre perderlo todo (aquella era su última moneda) y ganar. Había llegado hasta allí para pulirse la herencia. Finalmente más que pensar tuvo un presentimiento. Metió la moneda en la ranura y le dio un trago a su cubata. Detrás de su última moneda, debajo de ella, o en su canto, podían estar grabados muchos rostros mudos. La máquina hizo su trabajo de soniquetes y luces y cuando se detuvo Iota ya no le prestaba atención. Sabía que el premio era un castigo que la iba a encadenar a aquel lugar. De repente sintió una sed inconsolable. Apuró el cubata, recogió las monedas en un cubo y se acercó a la barra a pedir una nueva consumición.



La fotografía es de Lisette Model

lunes, 26 de marzo de 2012

Esther García Llovet, 3



Este dibujo es de Pablo Gallo

8. Pues bien, ¿y cómo es que has seguido escribiendo después de cada uno de tus libros?

por qué sigo escribiendo: porque contrariamente al carácter irreal que parece que los lectores encuentran en lo que escribo escribir me ayuda a enfocar la realidad, a detenerla. como que la de-le-tre-o.

9. ¿Cómo y cuánto reescribes?

cuánto reescribo: escribo tantos borradores como editoriales rechazan el borrador enviado. me parece supersano, moderno, no sé. reescribir es como enviar al libro a correr una triatlón, cada vez más flaco, cada vez más lejos.


10.¿Podrías contar un poco cómo eliges los nombres de tus personajes? ¿No te parece muy arriesgado llamar al protagonista de Las crudas Esmiz?

los nombres de los personajes: los pillo en los títulos de crédito de las películas. cuanto más al final de los títulos, mejor; los técnicos suelen tener nombres fantásticos y poco creíbles. como de actor porno. esmiz es smith, tal como lo pronunciaría perica, la chica salvadoreña, aunque de hecho nunca llegue a decir su nombre (precisamente).

11. ¿Y un poco sobre los títulos, cómo los eliges, si pueden cambiar en el transcurso de la escritura y qué pistas quieres darle al lector con ellos?

los títulos. generalmente los trabajo muy al final, surgen un poco por sonoridad, por una palabra que me gusta o me llama la atención. entonces fuerzo algo en el texto para que cuele y ya está.

12. En tus novelas no se teoriza sobre ningún asunto. Como mucho los personajes sentencian brevemente desde su experiencia y asumen las consecuencias de sus actos o elecciones. ¿Cuánto de ética hay en ese mundo de híbridos y fronteras que te acompaña?

la ética: creo que es algo que debe practicarse en lo privado, si es que se practica. la discursiva ética o moral me interesa cero.

13. ¿Qué opinión tienes de internet, los blogs y las redes sociales en relación con la escritura, como espacios de creación y de promoción?

internet: están muy bien, los blogs, los twits, fb, las redes sociales, las kedadas. antes leía algún blog, ya no. si la pregunta es por qué no tengo blog, la respuesta: me resulta muy difícil contar cosas a gente que no conozco de nada.


14.¿Qué autores en lengua española que estén publicando en los últimos años te interesan?

autores que escriben en español: me gustaba el primer manuel vilas. félix romeo. sergio bizzio. ya dije saer. jon bilbao.

Muchas gracias, Esther, sé que lo que te voy a pedir no es de recibo, pero si tienes algún texto breve inédito, apunte o relato, y quieres facilitármelo, lo publicaré como colofón de la entrevista.
Muchísimas gracias de nuevo.

y gracias. no tengo ningún texto inédito, ni por aquí ni por allá. si fuera así te lo enviaría.
saludos!
e.




Las crudas es la última novela de Esther García Llovet, en Ediciones del Viento.

viernes, 23 de marzo de 2012

Esther García Llovet, 2



1. ¿Cómo y cuándo comienzas a escribir?

empecé a escribir hace unos quince años, cuando caí en la cuenta de que no quería dedicarme a la psicología clínica, que era para lo que había estudiado, y que aún así me llevó derechita a la literatura. recuerdo la cámara gessell, esas habitaciones con espejo unidireccional en las que veíamos a las familias al otro lado del espejo en las sesiones de terapia, con esa oscuridad rara como la del túnel del guadarrama, y pienso que no podía haber sido de otra manera. el primer libro que escribí era uno de relatos que se llamó "mirácoli", una cosa impublicable. la buena pregunta sería no cómo empecé a escribir si no cómo es que seguí haciéndolo.


2. En tus tres libros publicados hay una actitud semejante ante el material con el que trabajas: distancia, frialdad casi, cosificación de lo emocional, nula complacencia y destellos de una visión poética, con toques de malditismo, de eso que llamamos realidad. Escribes, pienso, para un no-lector, que no obstante ha de ser muy competente cuando se enfrenta a la lectura. ¿Con qué referentes has contado y cómo los has convertido en propios?

referentes: han ido cambiando. en el principio estaba bolaño y una vez que el verbo se hizo carne he ido encontrando otros, como por sorpresa. ahí están nicholson baker, william gaddis, juan josé saer, aira, gordon lish. hay unas "short fictions" de gordon lish que veo caer frente a mí como una liana que me lleva de un lado al otro de lo salvaje. como a tarzán.


3. ¿No se te ha acercado nadie del cine para llevar tus historias, o tus ambientes, a la pantalla? ¿Qué piensas sobre esa posibilidad?

no se me ha acercado nadie de cine. no diría que no. veo a christopher walken en todos mis libros, con una pistola en la mano, y soy feliz.


4. ¿Cuánto tiempo has tardado en escribir tus libros? ¿Cómo es tu rutina diaria cuando escribes?


tiempo que dedico: escribo todas las mañanas, pero muy poco tiempo, una hora o media hora más como mucho. me meto muchísima prisa en escribir entonces, porque tengo la creencia un poco simple de que si escribo rápido se lee rápido. en realidad creo que sería una estupenda enfermera de urgencias. no lo descarto.
en escribir un libro sin embargo me gusta tardar mucho, muchísimo, es una cosa muy rara y muy fascinante ver cómo va cambiando una historia. es como ver a un transformer, ahí, en tu casa. lo disfruto enormemente.



5. La geografía fronteriza, los paisajes desolados, el mestizaje, los ambientes cosmopolitas, el fetichismo, la distorsión, son elementos que manejas con una solvencia metafórica muy precisa. ¿Pero de qué? No son simples tópicos. Siempre consigues una vuelta de tuerca más, un deslizamiento que nos lleva a algo más impreciso. Queda esa ambigüedad. ¿Qué se nos está contando?

creo que si supera a ciencia cierta lo que quiero contar no lo estaría haciendo.


6. Las críticas de todos tus libros han sido excelentes. Personalmente creo que eres uno de esos pocos casos en los que el elogio crítico va parejo a la experiencia de la lectura. Vamos, que uno no sale decepcionado del libro. También es verdad que necesitas lectores dispuestos a asumir riesgos, a querer andar a tientas a veces, que no tienen necesidad de ser tutelados por el autor. Hiciste unas declaraciones para la revista Qué leer en las que muy valientemente diste un número muy menguado de cifras de ventas. ¿Ha cambiado en algo la situación? ¿En qué tesitura te ponen esos resultados?

ventas de "coda": 700 ejemplares. ventas de "submáquina": 500 ejemplares. ventas de "las crudas": 200 ejemplares.


7. ¿Cuál es tu próximo proyecto literario?

proyecto actual. "cake", una novela negra que acabo en un par de meses. calculo un año más en encontrar editor, así que para el 2014.


jueves, 22 de marzo de 2012

Esther García Llovet, 1



Aquí


He leído los libros que Esther García Llovet ha publicado hasta la fecha, que son Coda, Lengua de Trapo, 2003; Submáquina, Salto de Página, 2009; y Las crudas, Ediciones del Viento, 2009. Todos me han planteado dificultades de entrada. El estilo de esta escritora es frío y distante, y el mundo de sus historias, desarrolladas en territorios de frontera, ambiguos, imprecisos, sufre extrañamiento, cosificación e hipertrofia. Es como si uno hubiese ido a caer a cualquier parte, mejor, como si a uno lo hubiesen soltado en cualquier parte y le hubiesen dicho: ahora te buscas la vida. Leer a Esther García Llovet es un riesgo. Sus obras apenas llegan a las 150 páginas. Uno sale por ahí, pasa la noche con gente que apenas conoce y regresa a casa. Uno tiene la sensación de haber vivido cosas reales, pero también irreales. Uno se pregunta qué fue lo que ocurrió anoche. Eso se pregunta uno cuando termina de leer esos libros: algo me ha ocurrido, pero qué. El lector ha de tener ganas de aventurarse en un territorio desconocido, nuevo, poco iluminado. No se trata de la aventura tutelada y paternalista del escritor que se adentra en los grandes temas a través de los mismos tópicos de siempre. Las obras de Esther García Llovet fundan unos tópicos personales por medio de la hibridación geográfica, cultural y emocional desde referentes cinematográficos y literarios que desmitifica y desubica. He dicho más arriba que todos sus libros me han planteado dificultades de entrada. Porque eran fiestas en las que aparecía de pronto, cuando ya estaban empezadas. Al cabo de unas páginas, ya era imposible escaparse. A lo mejor la fiesta tenía momentos muy buenos, a lo mejor la fiesta decaía en lo insustancial, pero quién quiere perderse lo que sabe que va a ser una fiesta. Con toda su emoción, con toda su decepción. Las historias de Esther García Llovet no dan lecciones de nada, pero nos ofrecen el espejo, el relato del discurrir de vidas al filo de una realidad que es más extensa de lo que algunos piensan. Al contrario que la mayoría de los escritores de hoy Esther no tiene blog ni esa presencia diaria y machacona en las principales redes sociales para que nadie se olvide de ellos ni por un instante. Tenemos la oportunidad de hacerle algunas preguntas. Con ellas esperamos poder llamar la atención de aquellos lectores que todavía no se haya aproximado a su obra. A ver cómo se nos da.

martes, 20 de marzo de 2012

Theta



Theta es un ángel, uno de tantos. Aquel del culillo apretado y sentido del ritmo. Una criatura suburbial, correveidile, zascandil, problemática. Todos los defectos del ángel tienen, sin embargo, su gracia: es morenito, no se aplica, salta, remueve los charcos, se desnuda de alegría. Fuma también. A riesgo de no crecer, como ya le han dicho. Va por ahí como si no le importara aprender a leer y escribir. Se arroja de cabeza desde los acantilados, le gustan las burlas. Theta entra en los sueños, entra y revuelve. Lo acusan de coger lo que no es suyo, además. Se inmiscuye en lo más íntimo, exclama alguien. Theta es un niño de tantos en el patio del colegio. Lo que se dice una pieza. Ya no saben qué hacer con él. Ni la madre ni la tutora ni el psicólogo. Todos tienen un problema. El problema es Theta, uno de tantos. Porque el mundo, ya lo sabemos, está hecho para la madre, para la tutora y para el psicólogo, no para Theta.

La fotografía es de Alfred Eisenstaedt

lunes, 19 de marzo de 2012

En Diario Sur



Hoy ha salido un artículo sobre La memoria del gintonic en Diario Sur tanto en edición impresa como digital. También lleva un video en el que hablo.

Aquí

sábado, 17 de marzo de 2012

Eta




La chica compró una pequeña cajita pero no se la envolvían para regalo, así que ella misma por la tarde la empaquetó con un papel que brillaba como una cola de estrellas. No sabemos muy bien lo que ocurrió. Podríamos exponer varias hipótesis. Pero nadie recibió aquel obsequio, que deslizándose entre libros, cartas, cajitas y diarios acabó en ese borde desquiciado de su piso de alquiler, que a la vista de todos, servía para guardar secretos. Llegó un día en el que la chica, digámoslo antes de acabar pronto: era pelirroja, con esa suerte vivía, tuvo que marcharse. Y un poco se fue con el mismo descuido con el que había llegado. En un borde de la repisa dejó olvidada aquella cajita sin destino. Ella era Eta, y más de una vez se sentó al borde, al filo, con los pies bailando sobre el vacío.

La fotografía es de Amelia Troubridge

viernes, 16 de marzo de 2012

Dseta




Ahora que soy un hombre sin ocupaciones tengo todo el tiempo del mundo para el arrepentimiento. ¿Cómo diría yo que es el arrepentimiento? Se me figura igual que un pozo en el aire, una enorme olla de nada, por la que se cuelan todas las expectativas, unos vapores que me comen los pies en primer lugar, y luego me comen las rodillas, más tarde los muslos e irremediablemente el sexo pendenciero y las tripas tonantes, diluyéndome en el aire como un caramelo en la boca infantil. Pero algo más hay, porque la conciencia sigue siempre ahí, la conciencia de haber cometido un error no se esfuma, desaparecen las cuatro paredes corpóreas para que se levante la sólida muralla de la propia estupidez, el molde inquebrantable de esa vía previsible ante la que me identifico: no es la primera vez, la vida ya me ha advertido en otras ocasiones. No tengo nada que hacer por ahí delante, de la nariz hacia allá, todo queda detrás de mi culo. Rumio lo dicho, me muerdo las manos, los dedos. Si tuviera sombrero me lo comería. Me acerco al borde de la piscina, que en lo más crudo del invierno es un recipiente abismal para otra crudeza, para el desollamiento de mi inmensa soledad: intentaría abarcarla en un abrazo, porque otros no me colman, y al chocar contra su fondo mi cuerpo se rompería, crujirían mis huesos, se me abriría la crisma, y así descubro, en sucesivas suposiciones, que la sangre, sólo mi sangre, me proporcionaría un lugar en el que quedarme. Ahora, sin obligaciones, busco el país donde derramarla, indeciso, eso sí, entre volver un punzón contra mi mirada azul o sacrificar, como mínimo, un brazo. Me cobijo en los rincones de ciudades que no los tienen, me tumbo sobre el mármol frío de los sarcófagos bancarios con un colchón de cartones, y espero que se diluya dentro de mí el veneno, que me haga, misericordiosamente, papilla el hígado, si no puede ser el vino, al que le tengo una resistencia sobrenatural. El resumen es que lo hecho ya no tiene arreglo y me gustaría que no hubiese sucedido, pero no hay vuelta atrás. De nada sirve cerrar los ojos con fuerza y abrirlos esperando aparecer en vísperas. Soñar que no cruzo aquel puente y que no me cruzo con aquel extraño, o que sigue vivo, con la vida de cruzar el puente como un hábito ajeno a mí. Sin embargo, nada de eso puede ser ya. Su costumbre de llevar el camino que yo le corté es un adhesivo de mi destino. Ahora daría cualquier cosa, pero nada se puede dar a estas alturas. De nuevo aparece ante mí blandiendo su provocación, levanto la maza y la dejo caer, el extraño como un pelele se hunde en el infierno, hacia donde me dirijo desde entonces.

En la fotografía Harry Crawford - cuyo verdadero nombre era Eugenia Falleni - fue arrestado y acusado de asesinar a su esposa, después de que la esposa descubrió que se hacía pasar por hombre desde 1899.

jueves, 15 de marzo de 2012

Épsilon



Épsilon se casó a los dieciséis años. Enviudó a los treinta y nueve. Limpia por horas. Estaba en un séptimo piso y le pasaba un trapo a los cristales. Entretanto pensaba: que se había casado a los dieciséis años, que había enviudado antes de cumplir cuarenta y que su vida era limpiar por horas. Al alejarse para comprobar la labor, Épsilon se quedó mirando un avión que ascendía por encima de las nubes. Luego volvió a las tareas de la cocina. Y en el potaje vio cómo aquel aparato llegaba a otro planeta, en el que todos los pasajeros encontraban algo bueno. Al día siguiente volvió a repasar los cristales, porque estaban llenos de pringosas huellas infantiles. Esperó mirando. Y allá, a gran altitud, volvió a ver un avión, que subía y no paraba de hacerse más y más pequeño. Le dio por pensar que alguien la imaginaba a ella, como ella imaginaba el destino de aquellas naves que diariamente cruzaban por su parte del cielo. Así inició un novedoso entretenimiento antes que darle vueltas en la cabeza a otros problemas que ni siquiera aquí mencionamos.

La fotografía es de la calle Trinidad Grund, Málaga, de Juande Jiménez

miércoles, 14 de marzo de 2012

Delta


Delta trajo jazz. Luego se prendió en un incendio provocado por él mismo. Con un cigarrillo en la cama. Todos los periódicos locales dando la noticia. Dejó la noche cuando se cansó de la noche. Lo dejó todo. Cerró El Cantor y comenzó una vida diurna de universitario juvenilmente envejecido. Era fácil verlo, bohemio descolocado, a lomos de una bici llena de óxido. Ahora poemas, pastillas, alcohol y caída. Lo mejor del jazz. La muerte rondadora. Su padre murió de alcoholismo, su hermana se suicidó y su madre, como él, refrita en un incendio. Delta organizó también hermosos, espeluznantes recitales. Al cabo de uno de ellos Delta interpeló así al poeta:- Maestro, creo que no llegaré a viejo. Y este le replicó:-Llegarás a viejo, y antes de lo que te imaginas. A continuación un libro póstumo para coleccionistas de alfabetos, que dejó grabado en un CD, Love´s Labours Lost, bajo amparo shakesperiano, con el título de Las calles del miedo.


La imagen: Estreno de "El cantor de jazz" en el Teatro Warners de Nueva York

martes, 13 de marzo de 2012

Gamma


El rostro de la niña desaparecida, secuestrada, posiblemente violada, concienzudamente desmenuzada en la pantalla. Pantalla entera, pasquín con su rostro. En las nubes. En la colcha. En las manos. Todo el mundo preguntándose qué le habrá sucedido, dónde la tendrán encerrada. Todo el mundo, pobrecita, todo el mundo sujetando al hijo propio, apretándolo contra la pierna. Cómo puede haber alguien que le haga daño a una criatura así. No se lo explica nadie. Qué pudo haber ocurrido. Meses de pistas falsas. Cómo puede haber gente con tan mala intención, que juegue así con los sentimientos de los demás, esa madre destrozada, el padre hundido. Adivinos, testigos, policías, sabuesos con intereses. Nadie quiere olvidar. La audiencia exige saber. Y aquí la noticia debe reactivarse. Hay que ponerla de nuevo en Prime Time. ¿Alguna novedad? Volver a llenar la pantalla con la cara de la inocencia. Veamos, ¿tomas una copa? La policía tiene una pista y ha pedido que retomemos el caso. Gamma es una gran profesional, la excelente periodista que no quiere que la niebla envuelva el misterio de la niña actriz, cantante, símbolo. No se pudo esfumar en el aire. ¿Quién fue la última persona que vio a la niña? Tenemos que conseguirlo entre todos, conducidos por el magazine televisivo de la mañana. Esos padres ante la gran Gamma. ¿Quién no haría lo mismo por su hijo, por su hija? ¿Quién no habría hecho lo mismo? El rostro de la niña mujercita con las flores de la primavera, en pose sexy, qué guapa, ídolo no sólo de niños y niñas, sino también de sus papis. Y a Gamma, tan segura, tan profesional, tan directa, se le quiebra la voz.

En la imagen Thylane Blondeau, modelo de 10 años

lunes, 12 de marzo de 2012

Beta


La mujer dura es todavía joven. Espera con el sol de cara en un hotel que mira hacia la sierra. Hace demasiado poco tiempo la habríamos encontrado con una carpeta de apuntes. Ya no. La mujer dura espera allí donde se le ha dicho que espere. La espera es dinero. La mujer dura está cansada, tiene los tobillos hinchados. Pero no se mueve de su sitio, del lugar que la mente le ha adjudicado en esta breve narración. Algo turbio y sucio en su vida monótona de dependienta, algo más que una aventura con el jefe de sección. Beta. Se llama Beta, podría volar, pero no vuela. Está enganchada al suelo por el adhesivo de la avaricia. Hay cosas que ella no comprendería si se limitase a pudrirse delante de las clientas a las que atiende. Sólo así sabe de qué va la historia. Averigua de qué pasta están hechas las otras mujeres. Las que permanecen de pie ante una caja registradora con una encantadora sonrisa y también aquellas cuyas encantadoras bocas son la ranura de una tragaperras. La mujer dura, todavía tan joven, ha ido y venido muchas veces, ya sea por la habitación en la que espera, por la tienda en la que trabaja, por el pasillo de la soledad. Algo muy sucio, algo deprimente (según qué lectores) está a punto de sucederle. Con ello conseguirá salir por fin de si misma, de ese proyecto juvenil que no estaba en ella. De todos los sueños emporcados que le volcaron encima, ninguno de los cuales le pertenecía. Y así empieza.

La imagen es un fotograma de la película chilena Bombal

domingo, 11 de marzo de 2012

Alfa


Por la noche soñé con mi muerte. Una estupidez. Caía al vacío y me abría la crisma. Por la mañana abrí el cuaderno de los sueños y antes de que se me olvidase me apresuré a anotarlo. Les conté a mis amigos el sueño sin saber desde dónde caía. Podía ser por el hueco de un ascensor, pero también desde la terraza de un edificio. Barajé todas las hipótesis. Nos comimos una paella en torno al sueño de quien cae para dejar sus sesos aplastados en el asfalto. Luego nos tomamos unos cubatas mirando la hermosa declinación del sol. Hubo más que aportaron otras maneras de morir en un sueño. Por asfixia, dijo alguien. Mientras con una mano sostenía el vaso. La otra la posaba en una rodilla desnuda. No sé si me hallaba en el fondo del mar, también podía ser bajo un alud de nieve, añadió. Solíamos despedirnos achispados, divertidos, insatisfechos. Y establecíamos una nueva cita. En cierta ocasión, cuando regresaba a casa después de una de nuestras reuniones, asaltaron a Alfa. Fueron brutales con Alfa. Apenas por unos billetes perdió la vida trágicamente. Alfa fue el único que aquella vez se limitó a decir que nunca había soñado una forma de morir. Otros para no quedar callados inventaron cualquier truculencia. A Alfa le metieron un cuchillo en el corazón y lo dejaron allí, como si fuera una nueva rama injertada en un tronco viejo. Luego lo patearon hasta hacer de él eso: un tronco sin cara de hombre.

La fotografía es de Arnulf Rainer

domingo, 4 de marzo de 2012

Presentación de La memoria del gintonic en la librería La independiente de Madrid

El pasado jueves 1 de marzo presentamos La memoria del gintonic en Madrid. Fue en la librería La independiente, en el barrio de Malasaña, calle Espíritu Santo.



Mariano Zurdo, editor de la obra, tomó la palabra el primero para presentar a Alberto Olmos y a un servidor. Contó cómo nos conocimos por los vericuetos de la red antes de emprender él mismo la aventura de la edición. Tambén cómo me rechazó algún manuscrito antes de aceptar La memoria del gintonic y cómo la escritora Leonor Sánchez le recomendaba este trabajo, sin saber ella que él ya tenía en su poder la novelita.




Yo le había enviado el manuscrito a La Clandestina, que era la librería que Mariano regentaba en la calle de la Palma, también en Malasaña. Allí Mariano había vendido y promocionado mi anterior libro de cuentos Mucha suerte. Muchos de los lectores madrileños que aquella colección consiguió se los debo a él.



Después de enviarle el manuscrito de la novelita todavía tuvieron que pasar dos años antes de que la editorial lo aceptase, y uno más hasta que salió a la calle. La paciencia es uno de los requisitos fundamentales que ha de contemplar un escritor.



Alberto Olmos emparentó La memoria del gintonic con la picaresca española, el Lazarillo, por ejemplo, y aquellos autores modernos que han recogido la tradición del idioma español, la aproximación a la realidad y el humor como recurso, entre los que mencionó a Antonio Orejudo, Rafael Reig y Fernando Aramburu, situados frente a la generación educada en las traducciones de los escitores americanos como él mismo. Destacó la labor de las editoriales verdaderamente independientes como Talentura como el único camino que les quedaba a muchos escritores, sin conocidos ni padrinos, para publicar.



Por mi parte, después del capítulo de agradecimientos y un elogio de Madrid desde el punto de vista de un provinciano, hice una exposición absolutamente caótica y desorganizada, que apoyé en el humor. Bueno, la gente se reía. A pesar de los nervios lo pasé muy bien.