sábado, 31 de mayo de 2008

Un cuento inédito en "La nave de los locos"


El cuento se titula Síndrome Van Gogh y lo publica Fernado Valls en su muy interesante blog, que es otro punto de encuentro para cuentistas, La nave de los locos.
Además viene una malísma foto del menda lerenda con cierto aire de Fofito barbudo y aparece la portada de Mucha suerte.

jueves, 29 de mayo de 2008

NOTAS MARGINALES. A PIE DE PÁGINA.


Este post está sin hacer con las notas a pie de página de lo relatado hasta ahora sobre las jornadas de Málaga.
Necesito 10 comentarios a ciegas sobre lo que os sugieran esas notas inexistentes hasta el momento.
¿No es acaso muy mutante esto?
¿Lo conseguiremos?
El comentario rezagado habrá de acoplarse a posteriori.

Notas marginales. A pie de página.

El proceso de telepatización, iniciado por los comentaristas de las notas inexistentes a las jornadas de Málaga sobre Mutaciones en la Narrativa Contemporánea, ha dado lugar a una mutación cyborgbiológica adelantada. Naturaleza viva como escritura. Forma de vida concreta: hormigas. Cada insecto ha recibido un impacto bacteriológico con un numerito en el tórax, entre las patas, que corresponde al orden del apunte marginal. No es necesario ningún instrumento para la observación. Blogger ha traducido los entes vivos a escritura tradicional para aquellos que anden en pañales telesimpáticos.

(1)La triangulación de la escritura mutante convierte ipso facto al narrador en una modelo de dimensiones armoniosamente apetecibles y tía que está muy buena, iconográficamente neocapitalista como producto de consumo inmediato, de usar y tirar. En una antología mutante el número de triángulos que se puede trazar entre sus miembros es inversamente proporcional al número de miembros total de sexo dominante, escritor macho. La fotografía fue sacada con cámara mentalista, traductora, hábilmente camuflada por el fotógrafo entre las páginas de un libro. Lo que se ve es la triangulación según el modelo paradójico de la NASA para la selección del personal astronáutico. Los mejores escritores son las tías más anoréxicas, canon tía que está muy buena bajo los focos.

(2) Como tarde o temprano va a salir reluciente Borges, lo mejor es resolver la cuestión cuanto antes. No haremos chistes fáciles con los frutos secos. Tengo sus Obras Completas. Llegaron a mí como regalo de boda por la parte de la novia, claro. Por mi parte, en una encuesta dentro de mi familia y amigos sobre Borges, nadie se daría por aludido. Borges me interesa sobre todo desde el punto de vista oratorio. Ver hablar a Borges produce un inmenso placer. Titubea, duda, balbucea. Leer a Borges es leer algo que te suena a Borges. Por otra parte, la vida personal de Borges me produce arrepío. En esta gran biblioteca mutante yo soy uno de sus personajes. No existo sino en un relato que es muy fácil asignarle, primero porque está criando malvas y segundo porque en la asignación yo, por el momento, salgo ganando. Todo el mundo conoce a Borges. A mí sólo mis comentaristas anticipados.

(3)La ciencia ficción es un género para travestis. Los escritores de la foto de arriba no tienen objecciones. Los lectores travestidos entrarán en los urinarios con un icono en la puerta que aún no existe. Entretanto orinarán en los parques al lado de los caballos.

(4)Al invocar a José Luis Brea para el proceso telepático entre quien esto apunta, girado, y sus comentaristas anticipantes, el primero siente un frío persistente, que sólo consigue calmar con un jersey de cuello vuelto. Ahí hay una clave.

(5)Ernest Ezra Mandel:
Tratado de economía marxista (1962) Amadora, Bertrand.
La formación del pensamiento económico de Karl Marx. Madrid: Siglo XXI Editores, 1967.
ISBN 84-323-0133-7
Respuesta socialista al desafío americano. Editorial Nova Terra, 1968/1970.
Lecciones de Mayo del 68. La Habana: Instituto del Libro, Editorial de Ciencias Sociales, 1969.
El fascismo. Ediciones Akal, 1969/1987.
ISBN 84-7600-256-4
Consejos obreros, control obrero y autogestión (antología). Santiago de Chile: Ediciones Carlos Mariátegui, 1969/1972.
Construir el partido. Buenos Aires: Shapire Editor, 1972/1974.
El capitalismo tardío. México: Ediciones Era, 1972/1979.
ISBN 968-411-009-0
La recesión generalizada. México: Editorial Transición, 1974/1979.
Las ondas largas del desarrollo capitalista: una interpretación marxista. Madrid: Siglo XXI Editores, 1980/1986.
ISBN 84-323-0558-3
La crisis 1974-1980. México: Ediciones Era, 1980.
El poder y el dinero. Madrid: Siglo XXI Editores.
ISBN 968-23-1921-8

(6)En la feria del libro de Málaga del año 2003 se presenta Circular de Vicente Luis Mora. Junto a él, en la mesa el editor de Plurabelle. Entre el público un poeta de la localidad y un par de curiosos, L. y el escritor mutantizado. En total seis personas, más los de la mesa. El editor es Javier Fernández. Son dos cordobeses con un suave acento no muy marcado. VLM lee fragmentos de su fragmentaria obra y también haikús. En el año 2005 hay un ejemplar de Circular en la librería de segunda mano Códice. De Málaga. En 2008 aparece Circular 07. Las afueras. Está en las mejores librerías. VLM es un reconocido crítico cultural desde cuya página en la red, Diario de lecturas, actúa como faro de la nueva narrativa contemporánea. En las jornadas de Mayo en Málaga este escritor mutantizado vuelve a verlo. Ha engordado. Este escritor también. Ha engordado. Qué le vamos a hacer.

(7)El reciclaje de la nueva narrativa contemporánea ha venido de la mano de otras artes. La música, por ejemplo. Ahí este escritor mutantizado es pillado en bragas. En su obra de reciente publicación titulada Mucha suerte no hay si no dos citas muy escuetas. Una de ellas musical, pero pertenece a la letra de un grupo canalla macarra, Burning, muy poco moderno, pero muy chulesco. Quizás el proceso de mutantización sea mucho más complejo de lo que pueda parecer a simple vista.

(8) WIKIPEDIA:
Clonación animal:
Rana [editar]
1936, por medio de
transferencia nuclear celular por Robert W. Briggs y Thomas J. King.
Carpa [editar]
1963, por el embriólogo Asiático
Tong Dizhou. Publicó sus resultados en un desconocido diario científico chino que nunca fue traducido.
Ratón [editar]
1986, Michei
1991, Perez
1993, gloria clona a mitchell de cyclope
2007, das
Oveja [editar]
1986, de células secundarias.
1995, de células diferenciadas de un embrión, Megan y Morag.
1996, Oveja
Dolly.
1997, clones trangénicos, Polly y Molly.
Macaco john Rhesus [editar]
2000, Tetra.
Cerdos [editar]
2000, 5 cerdos escoceses: Millie, Christa, Alexis, Carrel, y Dotcom.
Bos gaurus [editar]
2001, Noah.
Res [editar]
2001, Millie y Emma.
2001, Alpha y Beta.
2002, 10 vacas hembra.
Despues de 15 años de estudios consiguierón clonar los cromosomas y así como al ADN de este animal en particular.
Gato [editar]
2001, CopyCat "CC"
2004, Little Nicky.
2007, Chicho
Conejo [editar]
2003, independientemente en España y Corea del Norte.
2003, híbrido de humano en España.
Mula [editar]
2003, Idaho Gem.
2003, Utah Jazz Pioneer.
2003,.
Venado [editar]
2003, Dewey.
Yegua [editar]
2003, Prometea.
2005, Paris(Versalles).
Rata [editar]
2003, Ralph.
Moscón de Fruta [editar]
2007.

(9)La otra literatura mutante. La verdadera mutación:
La cena secreta de Javier Sierra.
El código Da Vinci, de Dan Brown.
Teletransustanciación a portes pagos. Jesús y sus doces apóstoles en las pasarelas. Iconografía de ayer, hoy y siempre:
La última cena de Leonardo da Vinci.
La santa cena, versiones y remakes de Vicente Macip y de Tiépolo.
El lavatorio de los pies, por los pinceles de Giotto o Tintoreto.
Revistas de moda: Elle, Vogue, Cosmopolitan, Ragazza, etc...

(10)Juan Francisco Ferré, “Moda en Londres”, texto perteneciente a Metamorfosis, incluido en MUTANTES, Narrativa española de última generación. Berenice, 2007.

miércoles, 28 de mayo de 2008

AFTERPOP FERNÁNDEZ&FERNÁNDEZ




La sesión musical-poética-visual tuvo lugar en la planta primera del MUPAM, allí donde hay una triste barra de bar sin servicio. En el intervalo entre las ponencias y el inicio de lo que se presentaba como una sorpresa, llamé a casa.
-¿Qué tal?
-Bien, hoy más entretenido que ayer, contesté. ¿Y tú?
-Bien, los niños están en el baño. Pero he encontrado en el suelo del salón un trozo de caca de P.
-Ya, ya, dije, con el regusto arcilloso en mi paladar. Después de haber bebido agua infinidad de veces. Y añadí:
-Yo me he comido otro trozo.
-¿Cómo?
-Ya te contaré.

El público no se terminaba de sentar en las sillas, dispuestas frente a una mesa con dos ordenadores y una pantalla al lado. Yo, con mi camiseta roja mexilón tigre salvaxe e rabioso, me puse en la segunda línea, detrás de Germán Sierra, el mutante con el pelo pincho, sortija en el pulgar, cámara preparada para recoger el evento.

AFM dio algunas instrucciones sobre las luces de la sala, había una mesa de sonido. No hay nada más desolado que un lugar con barra de bar sin mercancía. Me apeteció algo más fuerte que una fanta de naranja.

AFM (Agustín Fernández Mayo) y Eloy Fernández Porta (en adelante EFP) se sentaron cada cual delante de su ordenador y empezaron a pasar imágnes de YouTube, al tiempo que se iniciaba la música instrumental.

En el enlace que os pongo tenéis de primera mano fotos y noticias sobre los temas musicales que pincharon:
http://www.alfaguara.santillana.es/blogs/elhombre/2/blog-post/81/congreso-de-malaga-resumen-de-noticias/

He de decir que estuvo muy bien. Ambos leyeron con contundencia, la música iba potente, las imágenes eran interesantes. De Taxi Driver, por ejemplo. Lo más reconocible. AFM llevó el ritmo con las piernas y se palmeó con contundencia el muslo. EFP no leía, recitaba de memoria. Agradecí una poesía tan poco poética. Y sin embargo, no pude dejar de pensar en Espronceda y su Estudiante de Salamanca y Tim Burton, al hilo de EFP. El estribillo de AFM era DELETE. DELETE. DELETE.

Una cosa está clara. Un poeta con la voz engolada o con inflexiones melodramáticas y las gafas en la punta de la nariz ya es algo que no debería tolerarse en ningún Ateneo.

No sé si los harán o no, pero FERNÁNDEZ&FERNÁNDEZ ofrecen unos bolos poéticos la mar de entretenidos.

En cuanto acabó me marché. En el primer abrevadero que encontré pedí una fanta de naranja. Su sabor mutó con el regusto a caca. Me inundó ahora el empacho de la crema de avellanas. Ante mis caretos y mis muecas, el camarero me preguntó:
-¿Qué le pasa a la fanta?
-Nada, nada. Ponme un chupito de Jack Daniels, le dije.
La fanta se quedó entera encima del mostrador. Un bar con gente es casi la mejor cosa del mundo. Una cosa tan pura como la poesía. Y regresé a casa andando.

martes, 27 de mayo de 2008

NARRATIVA CONTEMPORÁNEA, CIENCIA Y NUEVAS TECNOLOGÍAS



El viernes, antes de salir de casa para la conferencia de las 19:00, que se titulaba Narrativa Contemporánea, Ciencia y Nuevas Tecnologías, le preparé a mi hijo mayor, de 4 años, un bocata:
-Papá, de nocilla, me dijo.

Me cambié la camiseta negra, que esa mañana había llevado al trabajo, por una roja. Al escritor no mutante, sino mutado, le gusta diferenciarse del entorno con pequeñas gilipolleces de este tenor. De hecho algunos mutantes insistían en el negro. No diré (o sí) aquí quién repetía, no sólo color, sino también prenda. El caso es que en el autobús de camino hacia el parque de Málaga, me descubrí de repente en el dorso de la mano un pegote oscuro de ambiguo aspecto. No lo dudé y me lo lamí. Pensando que se trataba de un resto de nocilla con la que había untado el bocata de mi hijo mayor. De 4 años. Pero inmediatamente supe que no era nocilla. Su sabor era más bien terroso. Y no me cupo duda. Entonces. Mi hijo menor, de poco más de dos años, anda sin pañal desde hace unos días. No es infrecuente hallar en alguna parte del suelo de la casa trocitos diseminados de mojoncillos, que el tipejo suelta sin darse cuenta. Esto es, me lamí un pegote de mierda filial. Qué asco.
Qué asco. Hasta que no me bajé del autobús no pude enjuagarme la boca con un botellín de agua.

Cuando entré en la sala el moderador ya estaba presentando a sus invitados. A su izquierda, extremo, repatingado, muy delgado, con la barba cerrada y la frente abierta por la alopecia, con gafas de pasta y cazadora de entretiempo, y una fanta de naranja al alcance de la mano, la estrella del día, Agustín Fernández Mayo. La Coruña, 1967. Con acento, supongo que de la Coruña, que dicen que es cantarín. Actuante de la Poesía Postpoética. Autor de la trilogía Proyecto Nocilla. Me senté en el primer hueco libre de la parte de atrás que vi, y me empezó a apetecer fanta de naranja, para disipar el sabor arcilloso que me persistía en el retrogusto. Pero no me atreví a nada. Es evidente. En el otro extremo, a la diestra del padre, moderador, estaba Javier Fernández, con un llamativo anillo. Córdoba, 1971. Editor y escritor. Ex ingeniero agrónomo, creo que se dijo. Con un acento cordobés muy suave, coleta y una camisa con unos arabescos en un lado. Poca pinta de mutante, me dije. A su lado Vicente Luis Mora. VLM. Córdoba, 1970. Jurista, escritor y crítico literario. Autor de la obra en marcha Circular. Ya había sido presentado cuando llegué yo. Supongo que se mencionaría que es el director del centro del Instituto Cervantes en Albuquerque (EEUU). Del otro lado del moderator y anexo a Mallo, AFM, Germán Sierra. La Coruña, 1960, novelista y profesor de Bioquímica en la Universidad de Santiago. Repetía una chaqueta muy poco primaveral, oscura y de paño grueso. Pequeñajo y de cara simpática, con el pelo rebelde, a lo pincho. Me pareció verle un anillo en el pulgar.

El viernes el tiempo había refrescado un poco con respecto al día anterior. Pero creánme si les digo que seguía siendo primavera. En una de las primeras filas José Luis Brea llevaba su jersey de cuello vuelto y se abrigaba con una chaqueta por encima. Yo, ya lo dije, creo, camiseta roja con la leyenda de mexilón tigre salvaxe e rabioso. Un homenaje a Jalisia. Cómo no.

Habló Mallo. Con acento y con ironía. Cronometró su tiempo. Diez minutos. Fue al grano. Y fue sencillo. Explicó que había tomado unas notas en el avión, aunque la improvisación no era un fraude al público, ya que su reflexión le estaba poniendo (cachondo, intelectualmente, entendimos). Y vino a decir que el uso que él hacía de la ciencia era fundamentalmente analógico. Esto es, que le gusta encontrar modelos en la ciencia para trasponerlos a las historias que cuenta. Lo ejemplificó con la teoría de las bolas y con el percebe-cyborg. Un híbrido animal-cosa, percebe intoxicado por la placa base de un ordenador. De manera que el código genético del bicho acaba cogiendo la información codificada. También dijo taxativamente que a él lo que de verdad le interesa es la poesía. Y vino a decir que escribe como se le ocurren las cosas. Me pareció espontáneo. Y creo que lo que le interesa es ciertamente la poesía.

No recuerdo bien el orden de las intervenciones a partir de aquí. Ese día, ya lo dije, no tomé notas. Entre lo divertido de la mesa y el sabor a arcilla en mi boca, que no nocilla.
Pero creo que siguió Javier Fernández. El menos mutante de todos. El más mutado. Habló de su novela de ciencia ficción Cero absoluto. Y dijo, a mi entender, una cosa fundamental allí. Una cosa por la que el moderador saltó de su asiento. En definitiva que a él lo que le interesaba, como a Faulkner, si no recuerdo mal, era la naturaleza del hombre. Y de ahí que la nueva narrativa no tenía por qué ser programática, sirviendole al escritor los nuevos temas (científicos) que había de tocar. Que la nueva narrativa podía ser tan parecida o no a la vieja narrativa. A Juan Francisco Ferré, moderator, que Dios me perdone, se le vio el plumero. Le saltó a la yugular. La nueva narrativa no podía obviar los avances cientificotecnológicos y los tenía que incorporar a sus argumentos, contraatacó. Javier Fernández vino a insistir. O no. Díscolo. Me gustó muchísimo. La rebeldía ante lo programado. Incluso por uno mismo. Pero Javier no encontró cancha, claro. Allí todos eran mutantes. Me solidaricé telesimpáticamente con él. Mutado con mutado/ mutantes. Pero no sé si le llegaría. Quizás por aquí...Quién sabe.

Vicente Luis Mora, VLM, tenía otra hora biológica que el resto. Lo dijo. Leyó un texto con cita en inglés incluída. Como no la esperaba, no me enteré. Si la hubiese esperado tampoco. Pero por lo demás vino a decir que si el usuario contemporáneo busca la tecnología punta para solucionar sus problemas médicos o de cualquier otra índole, por qué con lo literario se conforma con los modelos obsoletos. Esto es, los escritores de última generación son la punta tecnológica en lo literario. VLM le echó un cable a su amigo Javier Fernández (¿JF?), intentando conciliar las dos posturas, la del moderator, que no lo fue, y el atrevimiento-desliz de ¿JF?.

En cuanto a Germán Sierra, sé que contó que había buscado en Google mapas el MUPAM, que había metido mutantes en google y le salía una actuación en la sala Vivero de Niños mutantes. A ver, qué más. De la chicha, ya se me ha olvidado todo. Y es que yo también empiezo a tener jet lag, como VLM, y en el retrogusto persiste el sabor a tierra, a pesar del pan untado con nocilla que me estoy comiendo. Cómo echo de menos la fanta de naranja, Dios. Y sólo porque vi a un mutante escritor bebiendo de una lata. Yo, que siempre había pensado que un escritor bebía Jack Daniels.

Preguntados de qué modo usaban la herramienta de Internet todos estuvieron de acuerdo en que principalmente como fuente de consulta. Y en cuanto a la escritura y el soporte, todos se aferraron al libro. Todos se confesaron escritores de papel. AFM dijo que el diseño del libro era muy difícil de mejorar.
¿Curioso, no? Cómo el planteamiento teórico circula por una autopista paralela al del medio de difusión.
Sólo JF (¿Javier Fernández?), como editor, aventuró el final del libro, tal como lo conocemos como soporte, pero en lejanas generaciones. VLM habló de una generación muy joven que sólo se dedica a la escritura en la red que puede dar sorpresas en los próximos años. VLM es un escritor de la red. Además.

Me voy a permitir una cuestión: ¿Por qué los escritores mutantes se aferran a un invento tecnológico tan de otra época como es el libro?

Los escritores mutados hemos echado los dientes con la escritura para la red. Sustancial diferencia.

¿Qué puedo decir de la sesión AFTERPOP a cargo de FERNÁNDEZ&FERNÁNDEZ?

Que fue soberbia. Pero sólo la cuento si alguien del público la pide.

lunes, 26 de mayo de 2008

MUTACIONES. TELEPATÍA COLECTIVA 2.0

Imagen de la entrada del MUPAM, donde se han celebrado las jornadas. Cogida de blogaraujo.blogspot.es

Nos quedamos en la segunda conferencia del jueves, que llevaba como título Telepatía Colectiva 2.0 y que ofreció José Luis Brea con el apoyo de unas imágenes que salían de su ordenador.


Un segundo: voy a ver en internet quién es José Luis Brea. Profesor Titular de Estética y Teoría del Arte Contemporáneo de la Universidad Carlos III de Madrid. Acabo de comprobar que el presentador leyó el currículum que hay en su página web. Y vaya putada, también está en internet la conferencia, de la que no cogí notas, y durante la que me removí bastante en mi asiento, porque no lograba conectar con ella, al tiempo que un chico que tenía delante no dejaba de asentir con la cabeza, el mismo que al final no sólo aplaudió, sino que se puso de pie, como si acabase de asistir a la faena de un torero o cantante. Como después la conferencia fue celebrada varias veces, lamenté mi poca capacidad para mantener la atención fuera de los detalles superficiales. Así que me la voy a leer en internet. La casa del Señor. El lugar de Todo. Pero no sin antes darle un repaso a mi percepción marginal de José Luis Brea.


Cuando me dirigía parque arriba hacia el MUPAM (Museo del Patrimonio Municipal de Málaga), y ya llegaba al semáforo que hay justo enfrente, coincidí con dos tipos que llevaban mi mismo camino. Uno larguilucho, con poco aire de estar interesado en la narrativa contemporánea, el otro, de figura escurrida, con cierta delicadeza en sus gestos y con un jersey marrón de cuello alto, aunque de tejido fino, a pesar del calor que hacía esa tarde en Málaga. Yo, ya lo dije en el post anterior, con una camiseta que aspira a ser la de un escritor, si no mutante, quizás mutado. En mi amusculado pectoral la efigie de un Maradona barbudo y entrado en carnes y vicio hace un gesto de victoria, sobre el lema de Vive como Dios, donde la io son su mítico 10. Pues nuestros pasos se encaminaron por la misma dirección y entramos por la misma puerta y esperamos el mismo ascensor. Y yendo como parecía evidente al mismo lugar, cada uno se empeñó en pulsar una planta distinta. Sólo el larguilucho sabía lo que hacía al pulsarle al 2. Pero yo, más rápido, ya le había dado al 3. Y el tipo enjuto con el jersey de cuello vuelto suponía que iba al 1. Mi ignorancia resultó vencedora, porque el ascensor sólo aceptó mi orden. El larguilucho le dijo al otro:
-Usted va a la 2, a lo de Narrativa.
-Es que no sé dónde voy, creo que a administración.
-Ah, pues entonces yo voy a la 2, dije, sin dejar pasar mi oportunidad.
En cuanto llegamos a la 2 se resolvió el primer enigma. Como ya dije con cierto retintín el comienzo se demoró, como es hábito patrio. El larguilucho montó un tenderete, en el que expuso unos libros de la editorial Berenice con los nombres de algunos de los escritores considerados mutantes. Le di un azucarillo a mi astucia. No, si ya decía yo que a éste los mutantes se la traen floja. Al otro lo vi entre el público. Aspecto más enigmático que el de los mutantes. Mi astucia no fue capaz de reconocer en él a uno de los ponentes. Sólo cuando en el descanso entre conferencias lo vi en el estrado montando su ordenador, me dije: tate, este es...Y tuve que consultar el programa. José Luis Brea. Ya he dicho que mientras leyó, estuve en otros asuntos: pensando, por ejemplo, en ciertas situaciones límite. Qué hubiera pasado si los tres nos hubiésemos quedado encerrados en el ascensor. Quién hubiese sobrevivido. Vaya argumento mutante que se me acaba de ocurrir, me dije. Porque a mí, como a todo el mundo, en las conferencias me entran ganas de hablar, pero lo hago conmigo mismo. Entre otras cosas porque suelo ir solo.


Vuelvo dentro de un rato. Otra vez salgo a internet. En mi casa duerme todo el mundo. Voy a ver si me da tiempo a leer su conferencia, antes de que empiece a despertar gente y a aparecer por aquí con las sábanas pegadas a la cara. Si no desayuno antes de seguir me voy a marear. Ya estoy algo mareado.
Espero que el bocadillo de mortadela siciliana, que me acabo de jalar me de fuerzas, Dios mío, para dar una idea aproximada de la charla de José Luis Brea, el hombre con frío en la calurosa tarde malacitana. Porque me da a mi que si dejo en vuestras manos que os leáis el texto en internet, me podríais acusar de no hacer mi trabajo. Y no quiero yo eso. El título de su conferencia era Telepatía colectiva 2.0, entre paréntesis Teoría de las multitudes interconectadas. Vamos a ver. Brea dice que la escritura es telepática y la lectura alucinógena. La escritura es un médium y la lectura es el procedimiento por el que el fantasma de los garabatos vocea un pensamiento. La telepatía tiene que ver con que lo que no habla habla y cómo lo que habla dice algo otro, algo más que lo que dice. El texto de Brea es difícil. A veces me pierdo. Vuelvo a pensar en un ascensor que se queda atascado con el larguilucho, el friolero Brea y el escritor no mutante, sino mutado, yo mismo, dentro. Entiendo sus ejemplos. Mi capacidad de atención para un lenguaje teórico es mucho más limitada. Sus ejemplos:


-En la novela 2666 Bolaño cuenta cómo los colonizadores españoles se dieron cuenta pronto de que todas sus actuaciones eran rápidamente conocidas por los nativos de cualquier punto del continente. De modo que llegó a pensarse en la existencia de una red de telépatas, que se transmitían las informaciones casi al mismo tiempo, en el que estaban sucediendo los hechos. Esta leyenda es usada por Bolaño como argumento de la novela, hasta el punto de que uno de sus personajes se siente descendiente de aquellos telépatas.


-Para Freud la telepatía es el resultado de un trabajo equiparable al del sueño. Un padre sueña que su hijo llega hasta él y le dice: -Papá, no ves que ardo. El padre se despierta y ve cómo su hijo muerto arde en el ataúd, porque una de las velas ha caído sobre el cadáver. La telepatía no es nada paranormal. A partir de la percepción sutil del calor del fuego o de los reflejos de las llamas, la mente construye un proceso narrativo para informar. O dar la voz de alerta. Esta “anticipación” es la forma temporal de lo telepático.


-Esa historia lacaniana, en la que a un grupo de presos se le da la posibilidad de escapar, si adivinan el color con el que están marcados. Cada cual lleva una carta en la cabeza, de forma que sólo ven las de los otros. Dos cartas son blancas y tres son negras. Como no me ha quedado del todo claro , ya que Brea parece dar por hecho que todos recordamos perfectamente el juego, me he ido a la red de nuevo. Y ahora alguien me aclara que son tres presos y cinco cartas . Dos son negras y tres blancas, al contrario que antes. Ya sé que da lo mismo, pero qué lío. El caso es que el alcaide les pone en la espalda (ea, ahora ya no es en la cabeza) las tres cartas del mismo color y se guarda las otras dos en un bolsillo de la chaqueta. Uno, al ver que las otras dos cartas son del mismo color, no tendrá certidumbre sobre la que le marca. Podrá ser blanca o negra. La solución a este sofisma vendrá de la mano de los movimientos que se originen de ahí. No hay certidumbre lógica, ni conocimiento seguro y bien fundado de quien uno es, sino negociación y reciprocidad en un proceso tele(sim)pático con los otros dos presos.


Hay algún ejemplo más de su discurso teórico, pero no quiero dejar de señalar mi telepatización.


Mientras Brea leía, acompañando con unas imágenes el texto, yo pensaba en todo el episodio que había vivido hasta llegar a ese momento. Esto es, mi encuentro en el parque con aquellos dos tipos desconocidos, mi suposición de que se podían dirigir al mismo lugar que yo. La discriminación entre ellos: un larguilucho, cuyo aire no encajaba con el tema de las conferencias, y un hombre de gestos delicados, con jersey de cuello vuelto, en la tarde sofocante de Málaga. El viaje de los tres en ascensor, cada cual queriendo dirigirse a una planta diferente, cuando íbamos al mismo sitio. Cada uno con una suposición sobre los otros dos. Y otra sobre sí mismo. La literatura será la encargada de darle forma a esa telepatización de la realidad. Para descubrir las conexiones entre los telépatas. Aquellos indígenas americanos, que en realidad se comunicaban a través de un sistema de señales y marcas con las ramas de los árboles. Mientras Brea hablaba, yo estaba pensando en las musarañas. Me he tenido que leer el texto en la red. Dos telepatías por el precio de una. Las musarañas con las que yo me entretenía no eran sino la transposición a mi lenguaje de lo que Brea estaba desarrollando con el suyo. Distintos, pero telepáticos. Dos ya es colectivo.


Pero pensé que me había aburrido. Aunque sólo fue un aburrimiento físico, que me llevaba a buscar cada vez con más insitencia una postura cómoda, lo que no hacía sino empeorar la situación. Un oyente se levantó y le aplaudió a Brea como si fuese un torero. Me llamó poderosamente la atención. Las bromitas sobre la capacidad telepática de su discurso me habían parecido algo tontorronas. Sin embargo, he de reconocer que intelectualmente Brea me ha divertido muchísimo. Y que lo ha hecho por telepatía. Joder, porque a veces su texto a mí me cuesta.


En el turno de preguntas, Vicente Luis Mora, no con camiseta, sino con camisa negra, levantó la mano. VLM tiene el pelo más largo y más abundante de lo que una supuesta moda mutante recomendaría, patillas en forma de hacha, muy andaluzas, y una rotundidad física que le van dando los años. Espero y deseo que no le afecte la comida americana. El caso es que habló de tres anuncios. Pero antes dijo que intentaría ordenar lo que quería decir de la mejor manera posible, ya que estaba muy cansado. Lo hizo con el gesto de atusarse el pelo. Habló de tres anuncios que se le habían venido a la cabeza. Uno en el que una cadena de comida rápida ponía a una oficinista con un burrito en una mano y con la otra no dejaba de hacer las tareas de su trabajo. El segundo no lo recuerdo. Y el tercero era algo así como la multiplicación de un individuo en pequeños clones, cada uno de los cuales realizaba un trabajo diferente. De lo que no soy capaz ahora es de recordar cuál era la motivación teórica de esos ejemplos y al hilo de qué parte de las palabras de Brea venía. Espero que algunos lectores completen mis lagunas mentales.

Para el siguiente post las ponencias del viernes.

sábado, 24 de mayo de 2008

MUTACIONES. TENDENCIAS Y EFECTIVOS DE LA NARRATIVA CONTEMPORÁNEA.


Jornadas organizadas por el Instituto Municipal del Libro de Málaga para los días 21, 22 y 23 de Mayo.


El miércoles 21 de Mayo no pude asistir a las ponencias así que nada puedo decir.


En cuanto a las del jueves 22 y viernes 23, así, haciendo esa cosa tan fea que es comparar, me resultaron mucho más interesantes las del último día. Me divertí más y hubo más movimiento en la mesa. Pero vayamos por partes.


El número de asistentes pudo oscilar en esas dos jornadas entre los 30-40, según momentos. Me entretuve en contar en un par de ocasiones. Es curioso, la narrativa de última generación, si tiene un color preferido es el negro. Y como prenda podríamos destacar la camiseta. Ahí me encontré en sintonía. Yo llevaba una camiseta azul marino con los bordes del cuello y las mangas en blanco. Para el segundo día elegí una camiseta de color rojo. Algunos mutantes volvían a insistir en la negra con diversos motivos en el dibujo o en el lema. Ya sé que no es demasiado serio empezar de esta manera una crónica sobre un acontecimiento como éste, con preguntas iniciales tales como “¿Son posibles todavía la innovación y la subversión en la narrativa literaria?”


Pero es que me entretuve en más chorradas por el estilo. Ahí van algunas:


-El número de mujeres osciló, más o menos, entre las 14-18. En ese grupo me entretuve con otros cómputos, pero voy a omitirlos. Pertenecen a mi intimidad.


-En la mesa del jueves hubo 2 calvos, el moderador, Juan Francisco Ferré y Eloy Fernández Porta. Entre el público masculino oscilaron entre 3 y 5. Entre las mujeres ninguna.


-De los gafotas, entre los que me incluyo, Eloy Fernández Porta y Vicente Luis Mora llevaban gafas de D&G. Éste dato lo aportó el primero, cuando hablando de los rasgos típicos que definen a un individuo dentro de la sicología social, dijo que él se había presentado con unas gafas de D&G como rasgo individualizante hasta que se topó con Vicente y se dio cuenta que su modo de diferenciarse en realidad era compartido por un grupo. Otro individuo. Le agradezco el dato, porque si no lo hubiera dicho yo jamás habría adivinado la marca de las gafas, que tenían pasta gruesa de color blanco. Son los detallilos que me interesan como se puede ver en esta crónica.


-Hubo algunos asistentes haciendo fotos, aparte de las oficiales. Con cámaras digitales y con móviles. Ya he comentado alguna vez que nunca salgo de casa con mi cámara, siempre la dejo atrás. Y soy pudoroso. No sé si me atrevería a echar mano de ella en un acto público. Por vergüenza. Y también porque no deja de parecerme un gesto pueril. Qué contradicción, ¿verdad? Sin embargo, contar a los asistentes y fijarme en su alopecia o ropas no me lo parece. Cada quisqui es cada quisqui. Un mundo.


-Yo tomé notas el jueves, porque me aburrí algo. El viernes no. Porque lo pasé mucho mejor. Notas del estilo: “cabeza afeitada, gafas con patillas blancas, camiseta negra, perilla, no lee, no deja de bailar la pierna derecha”, referidas a Fernández Porta, por ejemplo. En fin.


La mesa del jueves empezaba a las 18:30, pero como es costumbre española en todo tipo de convocatorias, lo hizo con retraso. Sin embargo, nadie hizo mención al hecho. Como si fuese cosa natural. El viernes ya conté con él y saliendo de casa mucho más tarde de lo conveniente para la cita, llegué a tiempo. Mi mujer se quedaba con los niños, pero por lo menos le hice la merienda al mayor.


A lo que iba.


En la mesa del jueves, que tenía el título de Narrativa Actual, Arte Contemporáneo y Cultura de Masas:


Javier Calvo, que no lo está, con patillas largas y rectas, y la negra camiseta de rigor. El moderador se dirigió a él siempre como Xavi. Javier Calvo, que será como lo llame yo, nació en Barcelona en 1973, es traductor y crítico literario, autor entre otras de Mundo maravilloso. Se limita a leer un texto con gesto y tono muy aburridos. La expresión de la boca se le derrama por ambos lados hacia abajo. Algo así como una contrasonrisa. O anti. Antisonrisa. Entre otras cosa dice que la entrada en internet es como la entrada a una casa sagrada, a un templo. La Red es así un dios. Creo que tiene razón.

Jordi Costa lleva una camisa clara, pero debajo la reglamentaria camiseta negra. Consulta su texto, pero es más espontáneo dirigiéndose al público. Lo que lo hace más ameno. Jordi Costa nació en Barcelona en 1966. Crítico de cine, experto en cultura basura. Empieza hablando de Scarie Movie 3, llega a Casi 300 y hace referencia a que Takashi Murakami puso en el centro de su exposición una tienda de Louis Vuitton, por la que fue muy criticado, a lo que éste respondió que la tienda era el verdadero sentido de su exposición. Hace referencia a las películas de Jesús Franco y a las aportaciones del cine más descaradamente comercial al lenguaje visual. Cuenta cómo Jesús Franco para una peli de Fumanchú se apropió de ciertos fotogramas de otra película en la que se veía el hundimiento del Titanic. Viene a decir que en la serie B o Z uno anda con mucha más libertad y surgen innovaciones que serían impensables en otros contextos. Creo que tiene razón.


Robert-Juan Cantavella, con una camista negra de Lagartija Nick, presenta un texto sobre el periodismo intoxicado por la tele, el comic, la literatura, el arte, etc. Nació en 1976 en Almassora, autor de un libro de cuentos titulado Proust Fiction, trabaja como traductor y periodista. Explica la novela que está a punto de aparecer, El Dorado, que tiene como escenarios y tiempo Marina D´ors, ciudad de vacaciones, y la visita del Papa a la ciudad de Valencia hace unos años, no recuerdo cuál. Y paso de buscarlo en internet. Luego lee un texto sobre lo que el llama a-portaje, frente al re-portaje tradicional. Insiste en el punk journalist. Se trata, a grandes rasgos de un periodismo que trabaja con la ficción. Para ello dispone de un álter-ego. En este periodismo queda en suspenso, neutralizado, el hecho de que el lector supone que el periodista le está mostrando la verdad de unos hechos. Me parece interesante este punk journalist. Es el nombre que entendí, aunque no estoy demasiado seguro. No se fíen ustedes nunca de lo que les cuentan. No se fíen de mí.


Para el final he dejado a Eloy Fernández Porta, que sin embargo intervino en tercer lugar, antes que Cantavella. Barcelona, 1974, autor de libros de relatos, ensayos, editor y crítico. Para mi particular, una revelación. Arriba transcribí una nota con su descripción. No leyó, no consultó notas. No dejó de bailar la pierna derecha en toda su intervención. Con una voz fuerte, clara y segura. Aire freak. Planteó al ser humano como un producto más del capitalismo. Por el que establecía un recorrido en 4 pasos: primero, el de la sicología social, el individuo es típico. Típico escritor de camiseta negra. Él lo ejemplificó con la marca de sus gafas, al ver que Vicente Luis Mora usaba la misma. Esa es nuestra primera percepción. La mía. Estos mutantes van todos de negro, me dije. En segundo lugar aparece la sicología individual, aquel rasgo por el nos van a reconocer únicos. Todos somos percibidos en algún momento como únicos. Por ejemplo en el mecanismo del ligue, que fue el que él planteó. El tercer momento es el de la siquiatría, esto es, cuando nuestros rasgos particulares empiezan a ser percibidos como defectos de fábrica. El típico escritor de camiseta negra (sicología social) que me resultaba tan inteligente y estimulante (sicología individual) ha resultado ser un neuras insoportable (siquiatría). En ese momento se establece un cuarto paso, que nos hace volver al principio:
-No, si ya lo decía yo, quién se puede fiar del típico escritor disfrazado con una camiseta negra.
Según Fernández Porta la literatura habrá de ocuparse de este proceso de la adquisición, consumo y desecho del producto afectivo.
Y pone como ejemplo el último cuento de Breves entrevistas con hombres repulsivos de David Foster Wallace. Y nos lo cuenta.


En cuanto al debate o las preguntas del público, no recuerdo nada digno de mención. Pero si alguien puede aportar algo que lo haga. Por Dios.


Para otra entrada dejo la ponencia de las 20:00, que por supuesto también empezó con considerable retraso. Y lo del viernes, que tuvo más miga.

martes, 20 de mayo de 2008

Bigote de fiambre

Imagen tomada de xahuistle.blogspot.com/ entrada: 5-12-06

Adela fue siempre la que tomó ciertas decisiones que nos concernían a todos los hermanos. En aquella ocasión tenía en una mano la nariz de papá. Tiraba de ella hacia arriba. Y en la otra una maquinilla de afeitar. En el aire. Nos miraba. Sonreía.
-¿Qué os parece? Ahora el viejo no protesta.
No obstante, realizaba la operación del afeitado de un modo escrupuloso, como todas las cosas que hacía Adela. El viejo estaba muerto y habíamos decidido que lo enterraríamos sin el bigote.
-¿Alguno se quiere llevar el mostacho de recuerdo?
El humor de Adela estaba siendo agrio, pero su proceder en ningún momento dejaba de ser exquisito.
El resto de los hermanos permanecimos en silencio. La idea había sido suya.
-Afeitémolse el bigote al viejo.
-¿Estás loca?
-¿Qué dices?
-¿Para qué?

Era raro que una propuesta de Adela no saliera adelante. Así que allí estábamos, viendo cómo rasuraba concienzudamente por encima del labio. Desde aquel día no volví a afeitar a Jaime. Y mira que era una cosa que siempre había hecho con gusto. Jaime era muy perezoso para el afeitado y una vez a la semana, los sábados generalmente, se ponía en mis manos. Era un ritual muy sexy. Sin embargo, desde que ví a Adela haciendo lo mismo con el fiambre del viejo, no pude volver a hacerlo. Se lo conté a Jaime y jamás él me insistió. Los sábados, nada más levantarse se encerraba en el cuarto de baño y al cabo de un rato salía con su cara de niño bueno.

Cuando empezó a llegar todo el mundo, el trabajito ya estaba terminado.
-Pero qué le habéis hecho a vuestro padre.
-Su última voluntad fue esa.
El descaro de Adela era evidente. Así como la irritación de todos los que habían conocido a papá. Un señor al que nunca se le había visto desnudo de bigote.
Pero estaba tan bien amortajado, tan severo y deslumbrante, que nadie se atrevió a protestar públicamente.

lunes, 19 de mayo de 2008

Ya está a la venta mucha suerte


Me he ido a la tarea. Esto es, a seguir con estas historias de los bigotes, pero he encontrado en el correo la noticia de que mi libro ya está a la venta. Aquí os dejo la portada y el enlace para poder adquirirlo con un escandaloso 5% de descuento.




Para motivar copio y pego la contraportada que le han puesto los editores:

"Con un estilo directo y descarnado, la pluma de Antonio Báez engancha al lector desde la primera línea. Sus relatos son realistas y sin ambages y nos trasladan a una realidad, a veces cotidiana, donde están presentes el dolor que producen las vicisitudes vividas por los protagonistas, el humor que demuestran ante las diversas situaciones por las que atraviesan y la fina ironía con que el autor lo impregna todo.Ninguna de estas doce narraciones defraudará al lector. Antonio Báez utiliza una escritura ágil y culta con la que va tejiendo, a nuestro alrededor, una tela de araña con la que nos atrapará sin remedio y nos dejará, cuando finalicemos la lectura del libro, con la necesidad de leer más.Pero si tuviéramos que destacar una cualidad por encima de las demás, diríamos que Antonio Báez es valiente. Valiente a la hora de plantear la estructura de la obra; valiente cuando nos presenta y desarrolla a los personajes y valiente al exponer ideas y pensamientos sin ningún tipo de prejuicio."
¿Qué queréis que os diga? Si cuando los demás hablan mal de mi estoy en completo acuerdo, cuando lo hacen bien, no seré yo quien ponga pegas. Por el momento.


sábado, 17 de mayo de 2008

Ella tiene el culo caliente

En 1919 Duchamp manipuló una reproducción de La Gioconda, le puso un bigote y perilla y debajo escribió LHOOQ, que leído rápidamente en francés viene a decir algo así como "Ella tiene el culo caliente"



Llegué tarde a casa. Cansado. Después de una jornada de más de mil kilómetros. Mi esposa me abrió la puerta. Saltó a mi cuello y nos enganchamos en un beso muy largo. Había pasado dos semanas fuera. Había estado en tres burdeles de tres países diferentes. Pero no tenía miedo de oler a puta.
-Hueles a pescado, me dijo.
-Lo siento, es la carga. Me ducharé, por supuesto.
-Si quieres ver a tu hija, entra en su habitación, pero no la despiertes.
Me llevó a la cocina y me enseñó una cena de delicatessen.
Sus ojos tenían esa chispa, el brillo que yo recordaba. Algo que no podía encontarse en un puticlub. Llevaba un vestido muy bonito. Caminó delante de mí de una forma provocativa. Soy un hombre corpulento, musculoso. Mi esposa me llega al pecho, pero es un bombón. Había algo en ella que era nuevo, pero no sabía qué. No se trataba del vestido, que le daba un aspecto de ninfa volátil, ni del color de su piel, aunque era evidente que estaba más morena que hacía dos semanas. Había algo más, pero yo no acertaba a averiguar qué era.
-Pondré la mesa, mientras te duchas y te cambias.

Debajo del chorro del agua se produjo el chispazo que me ilumnió. Ya sé, ya sé, me dije mentalmente. Pero enseguida, en voz alta:
-Tiene bigote.
Corté el chorro del agua.
-Es un bigote, eso es.
Tenía la cabeza enjabonada, así que tuve que accionar de nuevo el mando del grifo. Otra vez bajo el agua pensé que no podía ser eso. Que un prodigio de ese calibre no le hubiera pasado inadvertido a mis ojos antes de llegarme al cerebro.
Alucinas, me dije. Quizás aquella chica en Nimes tenía más vello de lo normal en el labio superior, quizás las sombras le daban el aspecto de un bigote. Pero en modo alguno, ella tiene bigote, es tu mente calenturienta. Pensé.
Llevé a cabo las siguientes operaciones de mi aseo de una manera mecánica, perdido en conjeturas.
Habré visto una revista en la que una mano aburrida le había dibujado mostacho a la chica de la portada, y esa imagen ha germinado en mi cabeza como una mala hierba.
No sé, no sé cómo he podido tener esa ocurrencia.
A punto de salir por la puerta del cuarto de baño me detuve. Iba desnudo y goteaba. Pasé unos segundos en el umbral.
-Tiene bigote, pensé de nuevo.
-¿Has acabado?, me dijo ella desde la cocina.
-Sí, sí, voy enseguida.
Volví al cuarto de baño. Quise mirarme en el espejo, pero no me podía ver porque el cristal estaba empañado. Qué ocurrencia más descabellada. Cómo me iba a haber pasado inadvertido, después de dos semanas de ausencia, un bigote, si me había dado cuenta del vestido nuevo y de su bronceado. Era imposible. Tenía que ser otra cosa, pero aquella majadería me tenía el seso sorbido. Quise dominar el despropósito de mi imaginación, aquella extravagancia rara.
Pasé una mano por el espejo arrastrando el vaho, pero sin conseguir una imagen nítida de mi rostro en él. Dos semanas sin verla dan mucho de sí, me dije. Lo cierto es que hay en ella algo asombroso y al mismo tiempo indescifrable. Aunque es evidente que no se trata de un bigote, yo se lo veo. No sé si se lo he visto hace un rato. No sé si lo lleva ahora, mientras busca entre las botellas de vino. Pero si me preguntasen y tuviese que decir lo que creo que es, diría:
-Tiene bigote.
Por descontado está decir lo que hasta este momento no he dicho. Que estaba hermosísima. Que el bigote era un rasgo sublime de su belleza.
Me vestí con esos pensamientos, me eché agua de colonia. Todo el cansancio acumulado en esas dos semanas de trabajo en la carretera y el tufo de las barras se fueron por el desagüe con un remolino de pelos.

Me senté frente a ella sin valor para mirarla. Me entretuve abriendo el vino, alabando los platos dispuestos en la mesa. Al fin, mientras cenábamos, le dije:
-Te encuentro distinta.
-¿Distinta?¿Sí?¿Más guapa o más fea?
-Más guapa y más interesante, algo misteriosa.
-Pues no sé. Será que he aprovechado el buen tiempo para tomar el sol y me encuentras más morena.
-No. Sí, ya me he dado cuenta, pero es otra cosa.
-Será que tengo muchas ganas de estar contigo.
-No. Ya te conozco ese modo de mirarme de antes. Es algo indefinido, que no sé, se me ocurre como que es por aquí, por esta zona, le dije, haciendo un círuclo en el aire delante de la nariz y la boca.
-Ah, quizás es que me he pintado con una nueva barra de labios.
Se acercó y me besó. Entreabrió los labios y encontré esa blandura húmeda y sagrada de su lengua. Cerré los ojos.
-Pero dejemos algo para después. Vamos a cenar y a terminarnos el vino.
A la cuarta copa, yo le veía a mi mujer un hermoso mostacho femenino. Brindamos varias veces. Intenté desabrocharle la camisa y ella lo consiguió con mi portachuela. Me salió espontáneamente, como si jamás hubiera pensado en ello antes:
-Me gusta tu bigote.
Pasé mis dedos por encima.
-Me gusta mucho.
-Creí que no serías capaz de decirlo en toda la noche.
-Pensé que eran imaginaciones mías.
-Pues ya ves. No lo son. Es real.

jueves, 15 de mayo de 2008

Bigote platónico



Ayer decidí dejarme bigote. Fue un impulso que no pude reprimir. A las siete y veinte me miré al espejo, luego certifiqué la hora y dicho y hecho. Salí de casa con un bigote escuálido, pero en un par de días será un señor bigote, me dije. Tuve que aguantar las bromas en la oficina. Las preguntas en la cafetería donde desayuno. La sorpresa de mi mujer.
-No te pega a tí el bigote. Te pareces a Franco de joven.
-Esta vez no. Ya verás.
No es la primera vez que me dejo bigote.
-¿Y eso?
-¿?
-¿Te vas a dejar bigote?
-Sí.


Hoy creo que ayer cometí un error. Pero lo que no voy a hacer es afeitármelo. A las siete y veinte, certificadas por un vistazo a mi orient de muñeca, me estaba mirando al espejo. Ha cogido algo más de consistencia. Pero sé que seguirán las bromas, los comentarios. Pasaré el día pensando en el bigote, porque no dejarán que me olvide de él. Los compañeros que ayer no me vieron, mi mujer.
-Lo que te decía, se te está poniendo la cara de Franco de joven, me dirá.
Mi madre, cuando pase esta tarde por su casa.
-Pero hijo, qué ocurre, ¿van bien las cosas entre Marta y tú?
-Claro, mamá.
-Es que la última vez que te dejaste el bigote fue cuando estuvistéis a punto de separaros.


Mañana el bigote ya habrá cogido rotundidad. Se me abrirán los ojos a la hora de todos los días, antes de que suene la radio despertador. A las siete y veinte estaré ante el espejo, como hoy y ayer. Me miraré a los ojos, me atusaré el bigote, seguro de mí mismo. Los pasajeros del tren se fijarán en mí, pensarán: ese de bigote. En la oficina ya sólo habrá una mención aislada a última hora. Al volver a casa, mi mujer habrá tomado la decisión de no decirme nada para no reforzar mi propósito.
-Hola, ¿qué tal en la oficina?
-Bien, ¿y tú?
-Bien.


Pasado mañana, a las siete y veinte me lo afeitaré. Pasaré todo el día de hoy inquieto, porque no sé lo que me van a decir. Creo que yo, aunque no lo lleve, soy un tío que tiene bigote. Eso es lo importante.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Escribir con sueño



No sé si escribir con sueño será tan peligroso como conducir con sueño, pero la medicación que tomo me advierte de las contraindicaciones para quienes manejen maquinaria pesada. Debido a la somnolencia. Puede que me la esté jugando al tener los reflejos mermados, pero el caso, es que allá voy.

Tengo en mi poder un ejemplar de prueba de mucha suerte. Me llegó el sábado por correo. Es un tomo de color verde, varias tonalidades de verde. De color gris mucha y de color verde lechuga o césped suerte Por debajo va mi nombre, en color cola-caca-o. Suficientemente llamativo como para que destacase en una montaña de saldos, si llegara a ocurrir. El resultado es molón, si se me permite tan antiliterario calificativo. Me ha parecido un buen trabajo de la Editorial Narradores. Creo que estamos en las correcciones. No estoy muy seguro, porque ando falto de noticias del proceso. Pero a falta de otra cosa sobre la que escribir, voy a iniciar, con esta somnolencia que me vence, un proceso publicitario-divulgativo.

Tiene 195 páginas. Trece relatos. Dos solapas, una con datos de mi menda lerenda. Otra con los de la editorial. Portada y contraportada. En ésta una presentación del editor sobre mi trabajo. “Ninguna de estas doce narraciones defraudará al lector”. Dice. Son 13. Pero voy a persistir en esta errata. No por superstición hacia el número 13. Sino porque me gustan este tipo de inexactitudes.
Hoy sólo voy a hablar del primer cuento.


Se titula Autostop.
No voy a contar de qué va. Claro.
Pero voy a ir a su génesis. A su cocina u ocurrencia. El cuento es ya y supongo que siempre lo será el primer cuento de mucha suerte. Cuatro páginas y cuarto.

Hace más de veinte años hice autostop con cierta frecuencia. Me pareció importante. Tanto como ir a la universidad. Fui un chico aplicado. Allá por 1985. Tuve cierto arte para poner el dedo, pero procuré ir siempre acompañado por una chica, lo que facilitaba las cosas. Quienes me recogieron en esas cunetas siempre fueron personas más o menos curiosas, y confiadas, por supuesto. Casi todos los trayectos daban pie a recibir intensas lecciones sobre los más variopintos asuntos. Lo que decíamos o callábamos, las trolas o las verdades como puños adquirían en el habitáculo del automóvil de turno una dimensión muy intensa. Un color extraordinario. Siempre me pregunté por el antes y por el después de aquellos ángeles confiados. Autostop relata la historia de un conductor que recoge a una pareja en la carretera. Aprovecha la oportunidad para reinventarse, para decidir quién es.

Hace muchísimo que no hago dedo. Pero qué bien me lo pasé en aquella época despreocupada. Me gustaría quedarme dormido, pero he de completar un par de frases. Escribí el relato de un tirón, aunque cuando tecleé la primera frase no sabía ni cómo se iba a titular ni cuál iba a ser el desarrollo de la historia.
Espero que la historia no le defraude al lector, y menos aún que, mientras la lee, le entre la somnolencia que se está apoderando de mí poco a poco...

Zzzsss, Zzzsss....

lunes, 12 de mayo de 2008

Propósito casi firme no de parecer imbécil, sino de serlo

Al teclear imbécil en Google Imágenes me aparece este tipo.

Uno de mis peores defectos a la hora de escribir es común entre plumillas. Me refiero a los juegos de palabras. Malabarismos del ingenio, del que no tengo un alto concepto. Se me ocurrió mientras andaba por la calle, porque en alguna parte había leído que Gabriel García Márquez perpetraba una nueva obra. Se le achaba al colombiano que su carrera había entrado en declive por las ganas de seguir publicando. Y se volvía al paradigma de Cien años de soledad, que es la obra favorita de muchos lectores. No la mía. No me acuerdo de mucho. Mejor dicho, de casi nada. Pero sí sé cómo la leí, dónde y que me gustó. Quizás hasta puede que me fascinara. Pues bien, pensé dos cosas. Para la primera me saqué de la manga uno de los dichosos jueguecitos verbales. Me dije: prefiero que un libro me alumbre a que me deslumbre. Pasando por alto el tropo. ¿Qué nombre tendrá? Es cierto. La segunda cosa iba al hilo. Prefiero envidiar a admirar. Tener ese defecto, el viejo pecado capital, antes que quedarme paralizado, estupecfacto por la obra. Por el autor. No suelo envidiar dineros. Ni vidas. Pero a veces me digo: cómo me gustaría haber escrito ésto. Y no vayan ustedes a pensar que me refiero a esas grandes obras de la literatura universal que son favoritas de muchos lectores. A veces pueden ser panfletos menores, o residuales, de escritores con dudosa reputación. Si me alumbran. Y perdón por la insistencia. No sé para qué sirven los grandes monumentos, ni los sistemas. Pero sé que ciertas casetas o cobertizos ofrecen refugio y que una idea entra por los ojos antes que por la razón.

Esta tarde iba a poner un cartel en el escaparate de este blog: “Cerrado por malos hábitos”. Bajo la etiqueta de Qué fácil es cagarla. Otra mala pasada del ingenio. Si momentáneamente cerraba el chiringuito unos días el motivo no eran los malos hábitos. Pero a veces el escritor lo entrega todo por una ocurrencia. Ya encontraré comportamientos perniciosos. Y si no, me los inventaré. Todo por tensar el hilo de la ficción. El caso es que no se me ocurría nada para escribir. Cuando ocurre eso, lo mejor es sentarse a leer. En mis circunstancias no pueden ser lecturas muy pesadas ni muy extensas. Leo mientras los niños meriendan o no quieren merendar. Mientras P. se pone en el orinal y se levanta. Y así es como escribo. Pero escribir me abstrae más que la lectura. Luego he tenido que bajar a la calle para los avíos del puchero de mañana. L, que me da mucha cobertura, tenía hoy Pilates. Los he bañado y les he dado la cena. ¿Son esos malos hábitos? Ya me gustaría tener malos hábitos que no me dejasen escribir. O no.

El caso es que entre bromas y veras me he puesto con una ¿novelita? De César Aira. Después de la interrogación me sale la puta mayúscula. Pero no desentona con mi sintaxis. Mira, siempre se descubre algo. La novelita se llama Cumpleaños. Y supongo que su autor sabe lo mala que es. Es mala, pero fácil de leer. Quiero transcribiros un párrafo:
“¿Pero para qué sirve escribir buenos libros, o cultivarse, o descubrir verdades nuevas? Contribuir a la construcción y acumulación del saber es colaborar con el poder, ya que el poder recuperará inevitablemente ese saber para usarlo con sus propios fines, de dominación y sojuzgamiento. ¿Qué hacer entonces?¿Mantener en secreto ese saber?¿Usarlo antes, con fines revolucionarios?(Pero en este campo no es fácil decidir qué está antes y qué después.) Preventivamente, me mantuve en la más completa estupidez.” (Pág. 72)
Hace unos días recordábamos lo que decía Satie: “No es moderno dar una impresión solemne. El último grito pide otra cosa: dar una impresión imbécil, por ejemplo.”

Por qué un tonto no va a poder leer libros. Y cuál es el motivo para que un tonto no los escriba. A veces hasta siento envidia de ciertos majaderos con un par de ideas muy claras. He de insistir por ese camino. No sólo hay que parecerlo, sino serlo. Imbécil. Estúpido. A la espera de que este propósito sea serio.

jueves, 8 de mayo de 2008

Tres Gymnopedias, de Fernando García Pañeda



En 1888 Erik Satie insertó un anuncio en Le chat noir en el que recomendaba al auditorio musical su obra para piano Trois Gymnopedies, considerada ya entonces, según él mismo, una de las más bellas del siglo que vio nacer a “este desgraciado gentilhombre”. Satie era un maestro de la titulación. Los nombres que les pone a sus obras son expresivos, divertidos y evocadores: Ojivas, Vejaciones, Misa de los pobres, Tres piezas en forma de pera, En traje de caballo, Verdaderos preludios fofos para un perro, Apreciaciones desagradables, La trampa de Medusa, Capítulos que pueden girarse hacia cualquier lado, Viejos cequíes y viejas corazas, Pecadillos inoportunos, Cosas vistas a derecha e izquierda (sin gafas), Deportes y Diversiones, Cinco muecas, Penúltimos pensamientos, Sonatina burocrática, Música de mobiliario, La bella excéntrica, o Mercure, poses plásticas, “título que encuentro magnífico”, dice el propio Satie, que carecía de ese defecto que es la falsa modestia. Satie llena sus cuadernos de dibujos y no deja de escribir pequeñas notas en papeles sueltos. Satie es también un agudo escritor que publica en revistas de la época, siempre bajo el mismo epígrafe, Cuadernos de un mamífero (extractos).


Fernando García Pañeda (Bilbao, 1964) ha elegido el título de Tres Gymnopedias para la que es su tercera novela. Antes fueron Las lágrimas de Eurídice y Kismet. La palabra Gymnopedies es una invención del músico, un neologismo genial sin un significado concreto. Está claro que el autor de la novela las ha intentado concretar en tres situaciones, tres historias o tres mujeres. La elección del título no deja de tener ciertos riesgos. Pero ya parece una marca de la casa: Kismet es un vocablo turco que significa hado, destino o fortuna. Las lágrimas de Eurídice nos evocan el mito clásico. Nuestro autor presenta artefactos que llevan implícita cierta dosis de hermetismo en su nombre, al tiempo que sirven como citas o claves para la interpretación de lo que viene a continuación. Sólo puedo hablar con propiedad de Tres Gymnopedias, puesto que las otras no las he leído. Pero ésta, como cita introductoria, tiene una aclaración de dónde viene la palabra. Y una somera descripción de la obra musical, en la que se hace referencia a la atmósfera de melancolía y la melodía triste. La novela se divide en tres partes, una para cada Gymnopedia, identificada cada una de ellas con una de las protagonistas de la historia: Emma, Celina y Julia. Además de esto el cuadro que ilustra la cubierta es Las señoritas Vickers, 1884, de John Singer Sargent. Son las citas emblemáticas del libro. Parte de las claves estéticas de su autor. No hay de entrada nada que nos huela a posmodernidad. Sin embargo, la apuesta literaria con la que se cumplimenta cada una de las partes es mucho más arriesgada de lo que cabría esperar después de lo dicho y lo visto: portada y título.


Gymnopedia I
(Lento y doloroso)
Emma
Bajo la forma de un diario sin fechas, Emma, la hermana mayor, intenta acercarse a los últimos acontecimientos de su vida, marcados por el dolor y la frustración, su separación matrimonial y la pérdida del bebé que esperaba, que hacen que regrese a casa al lado de sus dos hermanas.


Gymnopedia II
(Lento y triste)
Celina
Parte construida como un diálogo teatral con brevísimas acotaciones, en la que las tres hermanas desayunan juntas o reciben la visita de su tío Jaime. En ella se trata sobre todo de Celina, la hermana pequeña, hermosísima y muy inteligente, pero aquejada de un defecto físico que la ha marcado desde niña, así como ha provocado una relación sobreprotectora de sus hermanas.


Gymnopedia III
(Lento y grave)
Julia
Hay fragmentos de un narrador en 3ª persona, que fecha con el día de la semana y el día del mes, sin especificar otro dato, en los que se nos refieren los acontecimientos de Julia, la hermana mediana. Y fragmentos que son el testimonio de Martin, el vapuleado pretendiente por los aparentes caprichos del carácter de Julia, casi imposible de aguantar.


Digamos que esta variada estructura sí que hace que la historia caiga de lleno en la posmodernidad. Es fragmentaria, carece de concesiones al costumbrismo. Los lugares parecen o son inventados. El lenguaje es neutro, casi funcional. Acorde con los modos de hablar y escribir de los sujetos que forman parte de la historia. No hay estridencias y sí distancias. Por otro lado, la ausencia de referencias temporales y geográficas y el hecho de prescindir en casi todo momento de la descripción le dan a la historia un tono no sólo íntimo, sino también minimalista. Ni se nos cuenta toda la historia, ni ésta es lineal. Pero son vidas sencillas, cotidianas, próximas. Cada una de ellas ha de buscar una salida a ese callejón sin salida en el que se halla. Y se ponen a ello, con voluntad, con altibajos y también con la ayuda de las otras hermanas. Las tres están marcadas por un pasado familiar triste y desabrido. Pero las tres llegan al punto de ir hacia adelante. La posmodernidad de la historia no reside en aspectos aparentes, sino en el tipo de personas a las que el autor le ha prestado su atención. Seres de este tiempo.

Me gustaría destacar el difícil equilibrio que en todo momento se consigue, porque esta es una literatura del bien y de la ternura, de la parte más diáfana y clara del hombre, de la búsqueda de la felicidad, con todas las limitaciones que el mundo le pone. Es fácil, o más fácil y tiene “más caché literario” el mal, el personaje siniestro, raro, diferente. Aquí se habla de personas corrientes, con tres historias muy normales. Ahí está lo difícil. Y creo que el autor consigue su propósito. Lo que en literatura ya es un pleno. No me gustaría acabar sin decir que en la tercera historia he encontrado la mejor puesta en escena del cortejo y la conquista amorosa. A través del patetismo distante y bien manejado de un proceso de migraña que sufre Julia, atendida en todo momento por el paciente Martin.

Merece muchísimo la pena leerla. Porque en el avance de la lectura la obra va cogiendo su verdadera dimensión.

Ahora ya sólo falta que su autor, responsable del blog Territorio Enemigo, me conceda una entrevista que le tengo solicitada.

lunes, 5 de mayo de 2008

Astronautas en el pueblo fantasma

Esta es una de las fotos que hizo L. desde la nave antes de despegar.

En el año 1990 llegué por primera vez al pueblo. Digamos que en otoño. Recuerdo la lluvia en el parabrisas del coche. Esperé un rato antes de salir a la calle, resguardado con la única compañía de música de cassette. Quizás canciones italianas. Bien hubiera podido ser el fin del mundo. De hecho lo era. Un viejo pueblo con minas de oro abandonadas hacía más de dos décadas. Un solo bar. Cerrado. Una sola tienda. Abierta. En un valle rodeado por una corona de cerros y con una salida al mar a través de una rambla. El color dominante era el rojo. De la tierra, de las instalaciones mineras. Bajo el gris de un cielo encapotado en un lugar en el que apenas llueve. Pero aquel día sí. Subí hasta las bocas de los túneles que daban a las minas. Luego bajé, me monté en el coche y con la cara B de la pegajosa música de los italianos continué mi camino.

Desde entonces he vuelto en sucesivas ocasiones. Solo y acompañado. Es un lugar que me gusta. En coche, en bici y a pie. Siempre es el mismo lugar. Al menos insiste en serlo. La cerca de montes alrededor, el mar al final de la rambla. Fuera del valle la carretera lleva por terrenos volcánicos, entre pitas y chumberas, hasta calas y playas con poblados pesqueros que tienen nombres muy sugestivos. Puede parecerte que estás en la luna. Al menos en un lugar extraño. Lejano. Solar. También. No en vano los fabricantes de la iconografía cinematográfica lo han usado como plató natural. Es muy fácil estar solo allí.
O lo era. Quizás esta estampa ya sólo sea del pasado. He vuelto estos días de puente. Sigue siendo el mismo lugar. Tiene los mismos colores, la misma carretera. Hasta idéntico empeño en que el mundo se acabe en sus orillas. Pero ya hay restaurantes en los que cuesta comer lo mismo que en un lugar de moda de la ciudad, con el mismo tipo de comida, con la misma clientela. Ya no es tan fácil estar solo allí. Han abierto casas rurales, un hotel, un club de buceo. La gente toma copas en la calle con idéntica actitud que en su lugar de marcha habitual. Se han acomodado las viejas instalaciones mineras como centros de exposiciones e interpretación. Hay un vivero y un jardín botánico.

No obstante, yo soy aquel astronauta de 1990 pisando un suelo rojo como el de Marte. En mis oidos no hay chill-out, sino tarantelas. Me muevo por las calles sin gravedad de un pueblo fantasma. Un pueblo lleno de viejos ecos y escombros, al lado de la vida cosmopolita de un turismo pedante.

Es Rodalquilar, en el Cabo de Gata. Almería. En el año 1990 yo trabajaba en el instituto de bachillerato de Cuevas del Almanzora, al noreste de la provincia. Este puente pasado he vuelto después de otras ocasiones, con mi mujer y mis dos hijos. Y con un extraño, J.G. Ballard, bajo las tapas duras de los cuentos de Fiebre de guerra. También ha estado con nosotros, todo el tiempo, omnipresente, la alergia, en forma de estornudos, lagrimeo, mocos y picores de garganta.

Los niños lo han pasado muy bien, todas las tardes al regresar y por las mañanas al marcharnos, venía a saludarlos un caballo que tenía su cuadra hecha en la rambla, frente al aljibe. Hacía mucho tiempo que no le acariciaba la careta a un caballo. Al tacto su osamenta frontal me ha parecido cartón. Falsa. Hubiese esperado algo más sólido, más denso o fuerte. Había levante. Hemos estado en la playa vestidos. Hemos cogido cubos de arena y de agua. Hemos paseado por el jardín botánico. Hemos comido y bebido como cualquiera de los visitantes del puente. Me he comprado unos pantalones y una camisa en una de esas tiendas con artículos hippies. En fin.

Pero quizás haya habido un par de cosas que sean las propias de este viaje. Las de ningún otro. Una es la lectura a ratos sueltos, entre ellos los desvelos de madrugada, a causa de las crisis de mocos, de los cuentos de Ballard. Y otra, la pequeña excursión que hicimos el sábado por la noche al pueblo abandonado. Con una linterna en la mano nos internamos por una calle llena de cascotes de derribo. Y desde allí fuimos alumbrando las puertas, las ventanas con tablones claveteados y los dibujos de las paredes. Decidimos que a la mañana siguiente, antes de marcharnos, volveríamos para hacer fotos de esos muros.

El pueblo fantasma. No fue una expedición fácil. Quien más, quien menos sintió una ligera inquietud en medio de una noche sin luna, y hubo uno que estuvo tentado de no hacer la visita. Pero al final regresamos a salvo. Y muy contentos de haber estado allí, con el auxilio sin par de una linternita, que había en el llevero de la casa en la que nos alojábamos.

Algunos de los personajes que aparecen en Fiebre de guerra, el libro de Ballard, son viejos astronautas, o mejor dicho, tipos que creen haber sido astronautas. Personajes que quieren escapar del mundo por ciertas rendijas que encuentran en el tiempo, en el espacio o en su mente. Ballard, y eso es lo que me ha puesto en sintonía con él, tampoco cree en la realidad.

Por si acaso una foto pudiese servir como testimonio de que el pueblo fantasma está siendo colonizado por los chicos malos de las ciudades, la mañana de nuestra marcha entramos por la misma calle de la noche anterior, y sin atrevernos a bajarnos de la nave, L. disparó varias veces contra sus muros. Una vez documentada la misión, despegamos y a través del espacio nos dirigimos a casa. Sin embargo, me queda, eso sí, un cierto regusto nostálgico. Pero supongo que le pasará a todos los astronautas a partir de cierto momento. Nada de eso le ocurre a mis tiernos alevines.