martes, 17 de diciembre de 2013

Insomnio






En el año 1997 viajé a París, quizás no fue en 1997, pero yo diría que sí.
El caso es que hace ya un porrón de años.
En París yo despertaba de madrugada, encendía la tele, la miraba un rato, luego le metía mano a Lucía y follábamos.
A mí París me gusta mucho, siempre que pienso en un río pienso en el Sena.
A mí hay muchas ciudades que me gustan. Y muchos ríos.
Pero como París es difícil…
La torre Eiffel me parece una pasada, me compré una de souvenir y desde entonces anda por ahí, en algún estante a la vista.
La torre Eiffel en los dibujos animados siempre me conmueve.
También me gustan mucho los cementerios, todos mis amigos lo saben.
En París, cómo no, visitamos el cementerio de Père-Lachaise.
Yo lo que recuerdo es que bajamos por detrás del Sacre-Coeur y anduvimos un rato.
Exactamente, según google maps, 5,5 Kms, 1 hora y diez minutos.
Nos gustaba mucho andar también. Por orden, follar y luego andar.
En aquella época yo andaba y además corría. No quiero decir que hiciera footing, sino que iba o volvía de los lugares trotando, corriendo, en lugar de ir caminando.


Bueno, comencemos de nuevo.
Me encantan los comienzos, los principios de las historias.
En el año 1997 viajé a París con mi novia. Era una novia flaca, muy flaca, pero con dos buenos melones. Tenía una cascada de pelo rizado que jamás se peinaba y que se anudaba hacia arriba con la ayuda de cualquier objeto alargado. Yo la recuerdo con un bolígrafo atornillándole la pelambrera.
El hotel estaba frente a un edificio de oficinas. Yo miraba cómo los empleados llegaban por la mañana y ocupaban sus puestos. Luego me volvía a la cama y seguía viendo los dibujos animados.
Desayunábamos en un sótano deprimente. Las camareras eran unas negras muy tristes, el recepcionista antipático, nuestro francés nulo.
Yo me sentía de puta madre. Por fin tenía una novia que me caía bien.
París nos parecía carísimo, pero ella se relajaba más en ese aspecto. No le importaba gastar y yo me animé. Después de un largo día caminando de un lado para otro, admirando todas las bellezas de la ciudad, era muy placentero buscar un restaurante y gastar una buena cantidad de dinero.
En una parada de autobús perdimos la cámara fotográfica.
Las escalinatas del Sacre-Coeur estaban llenas de negros vendiendo baratijas.
En el cementerio de Père-Lachaise nos ocurrió algo insólito.
Hicimos muchas fotografías dentro del cementerio. A Lucía le dolían más las fotografías que llevábamos hechas que la cámara.
La cámara era suya.
Estábamos sentados, la cámara a nuestro lado sobre el banco de espera, llegó el bus, nos levantamos con rapidez para cogerlo y allí la dejamos. Todavía tardamos en darnos cuenta un par de horas, cuando en un café echamos mano de ella para hacer una fotografía.
El gobierno francés acababa de aprobar una ley por la cual cualquier ciudadano que ayudara a un inmigrante ilegal podía ser juzgado y condenado.
En el autobús, todavía inconscientes de nuestro extravío, nos fijábamos en las gabardinas de los franceses, en las carteleras de los cines, las películas nacionales siempre mostraban un nudo sentimental. Un país también es una serie de tópicos que se asumen como una obligación cotidiana.
Estuvimos ante la tumba de Baudelaire.
Yo había leído Las flores del mal.
Había comprado el libro de segunda mano. Llevaba puesto el nombre de una compañera de la facultad. Me dio vergüenza decirle que tenía su libro.
Yo no sabía pronunciar el nombre de Baudelaire. Me limitaba a leerlo en español como lo veía escrito.
Sobre su tumba habían dejado poemas metidos en plásticos, que los protegían de los aguaceros. Me parecían unos homenajes tontorrones.
Como los que había en la tumba de Jim Morrison.
En una escultura que representaba a un ángel, a una doliente, ahora mismo no sabría decir a quién, alguien le había dejado un collar. Otro de esos gestos que no dudo en calificar como patéticos. Era un collar con unas cuentas muy bonitas, negras, un collar muy largo, al que había que darle varias vueltas.
Sin pensarlo se lo saqué a aquella escultura y se lo entregué a Lucía, que lo recibió bien.
No creí que una mujer de piedra en un cementerio francés necesitara para nada un hermoso collar que podría lucir mucho mejor una chica de carne y hueso, muy flaca, pero con unos preciosos melones.
Primero hallamos el collar, luego perdimos la cámara.
Había bastante presión policial sobre los inmigrantes. Vimos a unos cuantos negros corriendo.
Pasamos la mañana en el cementerio yendo y viniendo entre tumbas de celebridades literarias.
De todas maneras a mí la tumba que más me gustó fue la de un hortera que se llamaba Marco, un motorista, que tenía sobre su lápida todo tipo de recuerdos. Una lástima, porque le hice unas cuantas fotos que se quedaron en la cámara sobre el banco de espera del autobús.
Siempre me he preguntado por la persona que pudo haber encontrado la cámara. Si fue uno de aquellos negros acosado por el gobierno francés. Si fue una chica con gabardina como las del autobús.
No sé si quien dejó el collar en la escultura del cementerio pensó que los visitantes respetarían su gesto o tuvo en cuenta que alguien se lo podría llevar.

En el año 2008 conocí a una prostituta en el Bois de Boulogne. Se llamaba Helena y llevaba en París muy poco tiempo, procedente de Gambia. Era una chica especialmente hermosa. Conocí a una docena de prostitutas, pero recuerdo sobre todo a ésta. Yo ya fingía que sabía pronunciar el nombre de Baudaliere.
Aproveché la ocasión para volver a algunos lugares que ya conocía, entre los cuales estaba el cementerio de Père-Lachaise.
No pude caminar tanto como hubiera querido.
Por las noches llamaba a Lucía, aquella chica del pelo rizado, flaca y con dos melones de campeonato.
-¿Has visitado la tumba de Marco?, me preguntó.
-La he buscado, pero no he dado con ella, le dije.

Merece la pena hablar un poco de Helena.
A ella le hubiese gustado estudiar filosofía, pero se había encontrado con algunos obstáculos fundamentales que se lo habían impedido: era africana, negra y bellísima.
Antes de marcharme fui al Bois a despedirme de ella, pero llevaba días sin aparecer por allí.
La vida no es una trenza, no es un cuento con un desenlace.
París es una ciudad en la que tarde o temprano acabo pensando.
A veces despierto de madrugada y me levanto y pongo la tele. No hago ruido para no despertar a Lucía.


La fotografía es de Larry Clark

viernes, 25 de octubre de 2013

Tres libros de cuentos: Así es como la pierdes, de Junot Díaz; Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón y 29 cadáveres, de Pepe Cervera.





En las últimas semanas he leído tres libros de cuentos muy distintos entre sí, quizás con poéticas casi irreconciliables. Pero la libertad del lector, que es casi siempre mayor que la del escritor, se permite cualquier tipo de antojo. Se trata, por orden de lectura, de 29 cadáveres, de Pepe Cervera, editado por menoscuarto. Una colección de crímenes reales narrados con un distanciamiento que roza la frialdad. En segundo lugar, Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón, en Páginas de Espuma, diez relatos que basculan entre la realidad y ciertos detalles fantásticos, inexplicables, o cuanto menos asombrosos. Y por último, Así es como la pierdes, de Junot Díaz, editado por Mondadori, nueve historias de dominicanos en Nueva York, sobre Yunior y su familia, sobre todo su madre y su hermano, aunque también aparece el padre en un episodio y en los demás como figura ausente.

Son tres autores que ya conocía de antemano. De Junot Díaz había leído sus dos obras anteriores, publicadas en la misma editorial: La maravillosa vida breve de Óscar Wao (2008) y Los boys (1996), con fuertes componentes autobiográficos. De Pepe Cervera leí y escribí sobre Conozco un atajo que te llevará al infierno. En cuanto a Eloy Tizón, conocía Velocidad en los jardines, Labia y Seda salvaje. Es decir, cuando me aproximé a los tres libros, cuya lectura quiero comentar, el trabajo anterior de sus autores ya me había predispuesto favorablemente hacia los mismos.

En mi caso, supongo que en muchos lectores también,leer es entablar una conversación con el texto, más allá de la historia o historias que se traiga entre manos. Me gustaría pensar que eso no es un defecto de escritor, sino una virtud de lector. He sido muchos años lector sin ser escritor y siempre he tenido ese diálogo con la página escrita.

El libro del dominicano, Así es como la pierdes, está originalmente escrito en inglés o en una de esas ricas variantes del spanglish, traducido, por lo que a mí me parece, de una manera muy sabrosa, muy sonora, muy natural. En sus páginas encontramos, ágilmente narradas, las vicisitudes del alter ego del autor, el tal Yunior, y su hermano Rafa, con las mujeres. El sexo está omnipresente. Y el punto de vista es el del varón latino educado con unos patrones machistas de los que es muy difícil escapar. Los personajes doloridos, la enfermedad, la lucha por la subsistencia, el placer, nostalgia por el mundo perdido, búsqueda de una identidad cultural, son los asuntos que maneja el escritor con pasmosa naturalidad, a través de situaciones en las que no resulta difícil imaginar un correlato más o menos autobiográfico.
La lectura de estos cuentos, que componen un mosaico en el que no costaría llamar al conjunto novela, me ha llevado a pensar, si sumamos las otras obras del autor, en lo fértil que es el terreno de la mixtura cultural, desde el punto de vista temático y desde el idiomático. Creo que el uso que los escritores españoles hacen del idioma está absolutamente encorsetado y empaquetado en unos patrones de lengua neutra, sin matices, donde la forma de hablar de los personajes no importa, y cuando se expresan no hay variedad. Si alguna vez un personaje no habla de una manera estándar se le pone en cursiva. Esto es, no se le tiene respeto a la lengua hablada. Uno de los grandes logros de Junot Díaz es lo bien que se integra el discurso de sus personajes en la narración. Teniendo en cuenta que he leído una traducción.





Las historias del libro de Eloy Tizón discurren por una lengua literaria alejada de los modos de expresión del habla. Una lengua en la que la orfebrería tira de parte de lo que se cuenta. Donde unas frases sacan a otras, donde a la retórica poética se le da un amplio espacio. Los cuentos de Técnicas de iluminación son muy interesantes: una parte de ellos sucede en el mundo reconocible, inmediato, en la cotidianeidad, otra parte se hunde en las sombras, deriva a lo inexplicable, o lo que explicado resultaría fútil, deja lugar al asombro o a la perplejidad. Más allá de los prejuicios favorables (y merecidos) con los que se está juzgando este libro, debido el prestigio del autor en el mundo del cuento, me parece una apuesta arriesgada y muy personal, en la que no puedo dejar de pensar que lo que en muchos medios veo resaltado como sus grandes virtudes, son a veces también pequeños defectos, como esas debilidades poéticas, demasiado fáciles (Vivir es vibrar). O aciertos a los que el autor no es capaz de renunciar, aunque te saquen del relato, precisamente por su precisión: “Una cosa entre trágica e insignificante, como la autopsia de un gato”. Quizás porque aquí lo que se cuenta está ya un poco archisabido: una separación, una unión, un viaje, una vida en el extrarradio, y hay que presentarlo precisamente bajo una iluminación distinta. La voz del escritor domina los textos, es omnipresente. El ejercicio de la escritura se trasparenta en el propio discurrir del texto, porque la historia va empujada (y se nota) por las palabras, no por los acontecimientos. Eloy Tizón gusta mucho entre los escritores y vamos en camino de que sea fácil identificar lector con escritor.




En 29 cadáveres, Pepe Cervera hace uso de una lengua de informe para relatar las atrocidades que llevan a cabo sus personajes, lo que provoca en muchos momentos verdaderos escalofríos. Son ocho historias que tienen un correlato real. Al final se hace una relación de los personajes con algunos datos sobre los crímenes que llevaron a cabo. Las historias se desarrollan en Estados Unidos, con una crónica negra que tenemos en la retina gracias a películas, libros y noticias de los medios de comunicación. Es curiosa la deriva del autor hacia ese espacio de referencias anglosajonas y americanas, que se queda algo estereotipado, cuando había demostrado una gran pericia para moverse por las geografías más próximas, donde hay una crónica negra también muy suculenta.

Los tres los he disfrutado.

martes, 17 de septiembre de 2013

La vida es un dramaturgo desvergonzado, mi lectura de El plantador de tabaco



El plantador de tabaco, de John Barth, tiene 1176 páginas y cuesta 34 euros. Lo que me he gastado y las que he leído. Comprometerse con un libro a veces es pagarlo. Otras veces no. Es suficiente con sacarlo de la biblioteca. O pedirlo prestado. Bajarlo de internet sin pasar por caja.

El plantador de tabaco ha sido recomendado por algunos blogs de los que se presume que se ocupan de la buena literatura. Lectores exigentes. A mí me empezó a picar la curiosidad desde La medicina de Tongoy antes de esta nueva edición por parte de Sexto Piso. En lo de Tongoy se reparte caña de lo lindo. Muchos autores pasan por allí y salen como gatos escaldados. Bien está. Pero ese es otro asunto. Muchos expertos, muchos blogueros coinciden en que se trata de una obra maestra. Por lo menos la obra maestra de su autor. De todas maneras añadiré otro punto de vista sobre la novela, el de lector-malherido, que la considera una novela pastiche más próxima a un ejercicio caprichoso y gilipollas.

No me importa un carajo si es una cosa o la otra.

Después de 34 euros y 1176 páginas no quiero hablar del libro sino de mi lectura del libro, que es aquí lo importante. Es lo que me interesa: soy un lector lento, esforzado, que ha invertido, supongamos, más o menos 36 horas de su vida en seguir la historia de su protagonista, el ingenuo y estúpido Ebenezer Cooke, que viaja desde Londres a las tierras americanas de Maryland donde se desarrolla la mayor parte de la trama, durante los últimos años del siglo XVII. El argumento es sumamente atractivo y difícil de sintetizar en unas pocas líneas, porque se dispersa en múltiples vericuetos: el susodicho Eben Cooke y su hermana gemela Anna reciben una educación refinada por parte de un tutor llamado Henry Burlingame III, que ejerce sobre ellos una poderosa influencia, pero que inesperadamente desaparece de sus vidas. El muchacho después de todo no es muy largo de entendederas y se empeña en seguir una absurda carrera de poeta laureado que le llevará a tierras americanas para hacerse cargo de una hacienda paterna y al tiempo convertirse en el cantor de la misma. Pero antes de partir cae rendido de amor ante una joven puta que no logra arrebatarle la virginidad.

La novela viene encabezada por un mapa de las tierras americanas de Maryland que no he consultado ni una sola vez, pero al que le he echado un vistazo al final y entonces los lugares si que me han dicho algo, algo que no sé lo que es. Sólo eso, que me sonaban. Travesías navales, naufragios, tabernas, lupanares, islas, poblados indios, lúgubres ciudades coloniales, cada uno con su nombre y sus coordenadas, pero al fin y al cabo, la memoria es endeble y nos conformamos ahora con verlas dibujadas o escritas. Las novelas dejan, como mucho, al cabo del tiempo, una especie de nebulosa emocional que tiene que ver con la lectura del relato, no con el relato en sí.

En la primera parte, titulada La apuesta trascendental, se nos presenta al protagonista, el joven poeta, cuya figura resulta ser un trasunto de un personaje histórico de idéntico nombre del que apenas se sabe nada excepto que compuso una obra satírica titulada El plantador de tabaco. Las primeras dificultades que tuve que superar como lector fueron las de los giros sintácticos, periodos largos, complejos, en los que no aparece un punto hasta después de muchas líneas. Veamos el inicio. El primer párrafo:

“En los años finales del siglo XVII había entre los juerguistas y petimetres que frecuentaban los cafés londinenses un individuo delgaducho y zanquilargo llamado Ebenezer Cooke, con más ambición que talento y, sin embargo, más talento que prudencia, el cual, al igual que sus compañeros de juerga, que en teoría estaban educándose en Oxford o Cambridge, encontraba en los sonidos de la madre lengua inglesa más un motivo de juerga y diversión que algo con sentido, con lo que se podía trabajar y, en consecuencia, en lugar de entregarse a los sinsabores de la erudición, el tal Ebenezer aprendió el arte de versificar, dando en desgranar, conforme a la moda de entonces, cuadernillos de pareados plagados de Joves y Júpiteres espumeantes, entre el estruendo de las rimas estridentes y símiles que de tanto tensar la cuerda, a punto estaban de romperla.”

La novela intenta reproducir unos modos sintácticos y estilísticos antiguos, como si hubiese sido escrita por alguien del siglo inmediatamente posterior, el XVIII, que como en el caso anterior recompensan con creces el esfuerzo lector. Pero en otras ocasiones merece tenerse en cuenta esta opinión de Mal-herido: “Las novelas contra la sintaxis del presente no son otra cosa que un grito compaginado de inadaptación, literatura de travesti.” Sobre todo si la impostura se prolonga durante mil y pico páginas, ¿no?

En la segunda parte, titulada Camino de Malden, el poeta, ya investido con un pomposo título de Laureado, se muestra como el gran imbécil que es y abandona Londres camino de su sueño de gloria, pero enseguida el lector descubre lo incapaz que es no sólo de escribir una gran epopeya, sino de entender lo que le rodea, apareciendo nuevamente su antiguo tutor, que intercala el relato de sus aventuras. Las partes en las que el lector se perderá en más de una ocasión y que a menudo resultan fatigosas son aquellas relativas a las intrigas históricas que justifican ciertos movimientos de los personajes. Las explicaciones son en ocasiones prolijas y enrevesadas. En el trasiego de falsas identidades, usurpaciones de personalidad, traiciones y embrollos políticos de la iglesia católica y anglicana en las colonias, lo mejor son los relatos que se van intercalando por los distintos actores de la trama, cuya justificación a menudo el lector no va a entender. Ahí es donde el autor se podía haber ahorrado unas cuantas páginas, que le habría ahorrado al lector. Pasa con todos los libros muy largos. Si le pasa a Moby Dick y le pasa a La Montaña Mágica…

Ebenezer, El Laureado, tiene dos obsesiones que componen su esencia de loco divertido: escribir La Marylandíada, epopeya de un paraíso perdido, que acabará regalando, por la propia incompetencia y necedad, a unos malhechores y mantener a toda costa su virginidad. Las putas, lo escatológico, el refranero de la sabiduría popular, la picaresca de los criados, los cornudos, son quizás los elementos más vivos, más divertidos, en contraposición con el ridículo ideal de inocencia que el poeta quiere salvaguardar en todo momento. Así, la obscenidad de la vida se acabará imponiendo no sólo al ideal literario, y lo que iba a ser una epopeya, acabará en obra satírica, después del conocimiento real del mundo, sino también al ideal vital, y el poeta contraerá una enfermedad venérea cuando finalmente se entregue al amor físico en el cuerpo de una amante desfigurada.

La tercera parte, titulada Malden ganado, suma a los piratas la aparición de los indios, la continuación de la
historia erótica entre Pocahontas y John Smith, en un diario secreto que aparecerá a lo largo de toda la novela, y lo más importante de todo, entre muchas historias entreveradas, se concluirá el proceso de maduración del ingenuo poeta, después de tantísimas aventuras, desgracias, salvaciones in extremis, etc: “¡ A estas alturas mi inocencia es una cuestión de rigor técnico!, dice en la página 1095.

Esto podemos leer en la página 1099: “lo cual, dijo, venía a corroborar la afirmación hecha por Ebenezer de que la vida es un dramaturgo desvergonzado”. Y es que de unos inicios más o menos realistas, con tonos picarescos y burlones, la historia, transita por espacios que se alejan cada vez más de lo puramente verosímil en tono realista para adentrarse en los territorios de aventuras míticas como las que llevaron a cabo otros personajes legendarios como Odiseo, Don Quijote, Simbad el Marino y otros tantos. Acabaremos en espacios cerrados propios de las novelas de detectives y de juicios y saltaremos hacia conclusiones existencialistas.

El plantador de tabaco es una novela compleja, irritante y divertida que merece la oportunidad del esfuerzo lector. Me temo que Mal-herido al tiempo que tenía algo de razón al considerar que las novelas escritas desde un tiempo, desde un siglo, no deberían renunciar a ese siglo, a ese tiempo, en su forma estilística de construir el relato, no se leyó las 1176 páginas.

jueves, 22 de agosto de 2013

viernes, 2 de agosto de 2013

sábado, 8 de junio de 2013

Un fragmento




Mis clases eran peripatéticas. Transcurrían en torno al estanque desde el que los cisnes y los patos nos miraban. Mis alumnos seguían suspendiendo las mismas asignaturas que suspendían antes de que sus padres me contrataran, pero habíamos mejorado la presentación de los boletines de notas, que ya no mostraban esos lamentables resultados gracias a mi pericia falsificadora. A los chicos les gustaba hablar conmigo, fumar dando un paseo, desacelerarse de todo el estrés que les provocaban los profesores cabrones que tenían en el instituto. Contábamos chistes obscenos, me pedían que les refiriese alguna aventura, yo los entretenía y les mostraba los posibles caminos a seguir en cada encrucijada. Cada semana ellos me pagaban lo convenido. Una vida dulce para todo el mundo. Tan solo eso queríamos. Nadie decía estupideces del tipo que suelen decir padres y maestros. Eran idioteces muy propias, muy sacadas de nosotros mismos, sin la envergadura de esos edificios de aire que se construyen hacia el porvenir. Les dije que me tendrían que invitar de vez en cuando a una lata de cerveza del chino y no les pareció mal. Les conté que me había tenido que gastar el sueldo en un salón de masajes porque estaba llevando a cabo una investigación para escribir un libro.
-¿Y para qué vas a escribir un libro?
-Siempre pensé que me gustaría escribir uno y ahora tengo una buena historia.
-¿Y por qué no te conformas con la historia? Mi padre también quiere escribir un libro con todo lo que sabe sobre los egipcios. Yo le digo que se conforme con lo que sabe sobre los egipcios. Que ya hay bastantes libros escritos sobre los egipcios por pobres idiotas como él.
Ya me diréis si no practicábamos una verdadera formación integral y socrática.

jueves, 9 de mayo de 2013

Leer con niños




Inspirada en el título de un ensayo que se publicó en 2007 y cuya portada es la de arriba nace una sección dentro de este blog con el mismo nombre. Ayer mismo puse en mi estado de facebook un anuncio para ver si alguien me podía facilitar dicho libro (a cambio, por supuesto, de otro que yo le enviaría previo acuerdo). La idea inicial es la de anotar las impresiones, observaciones o cualquier ocurrencia al hilo de una serie de lecturas en voz alta practicadas con mis propios hijos.

En el experimento participarán los siguientes sujetos: dos adultos (Adulto1, Adulto2) y tres tiernos infantes, consignados con nombre y edad: Santiago9, Pablo7 y Juan3. En un principio los lectores serán los adultos y los otros actuarán como receptores en sesiones que tendrán lugar, principalmente, durante sus cenas.

La primera lectura, elegida por Adulto1, sin consulta ni acuerdo previo es Pippi Calzaslargas. Todas las historias. Editorial Blackie Books.
.

Es a raíz de las sesiones de lectura en voz alta de este libro y del visonado de los capítulos de la serie televisiva, cuando surge la idea de crear una sección en el blog para compartir la experiencia.



Los capítulos son breves, como mucho se tarda veinte o venticinco minutos en leerlos, dependiendo de las interrupciones del sujeto Juan3, al hilo de cualquier palabra que le sugiere una experiencia propia digna de ser compartida. Tras la cena, que no debe prolongarse mucho más allá, se procede a ver un capítulo de la serie rodada en el año 1969 y emitida en España en los 70, cuando los sujetos Adulto1 y Adulto2 eran unos infantes más o menos tiernos.




En su momento, y aún después, se levantaron voces contra el personaje, que lo consideraron perjudicial para la educación de los niños. Pero las pegas a estas alturas resultan obsoletas y casi que ridículas. Desde aquí pensamos todo lo contrario y reivindicamos la necesidad de esa actitud crítica y divertida que Pippi tiene ante la vida.


martes, 16 de abril de 2013

Vivir en la cabeza del pulpo en el blog laplazadeolavide






En Madrid hay una plaza que me gusta mucho, a la que además le han dedicado un blog que no os deberíais de perder, por lo menos los que vivís allí. Se trata de la plaza de Olavide, a la que en el año 74 le volaron el mercado que tenía en su centro y que es el que se ve en la fotografía. Quedó una cabeza muy despejada de la que salen ocho calles como ocho patas. Como más o menos todos los años paso algunos días por la zona, hace un par de meses, con ocasión de la última visita y gracias a la hospitalidad de mis sin embargo amigos Ana y Jose Manuel, escribí un relatillo que ahora se pubica.

Aquí

lunes, 8 de abril de 2013

Tres cuentecillos escatológicos



MEAS PILLADO

   Un catedrático les dice a sus alumnos de medicina durante una clase que es posible detectar la presencia de un exceso de azúcar en la orina degustándola. Para demostrarlo, moja un dedo en una muestra de orina y luego se lo mete en la boca. Declara que la muestra es demasiado dulce y les pide a los alumnos que lo comprueben ellos mismos.
   Todos los estudiantes repiten la prueba, algunos se muestran de acuerdo con el diagnóstico y otros no acaban de percibirlo. Pero ninguno descubre, hasta que se lo explica el profesor, que él ha metido el dedo corazón en la muestra y el índice en la boca. Lo que quería probar era la atención de sus alumnos, no la capacidad de estos para descubrir el azúcar en la orina.


JAN HAROLD BRUNVAND, El fabuloso libro de las leyendas urbanas, Alba Editorial, Barcelona, 2002, 344 páginas.




EL PEDO EN LA OSCURIDAD

   Había una vez un hombre que sentía una pasión desmedida por las alubias estofadas. Le encantaban, pero siempre le producían unas enormes flatulencias inmediatas. Un día, conoció a una chica y se enamoró de ella. Cuando estuvo claro que pronto se casarían, pensó: “Es una chica tan dulce y delicada que nunca soportaría este comportamiento.” Así que hizo un supremo sacrificio y dejó de comer alubias. Poco después se casaron.
   Unos meses más tarde se le estropeó el auto mientras volvía del trabajo y, como vivían en el campo, llamó a su mujer y le dijo que llegaría un poco tarde, ya que tendría que ir caminando. Por el camino pasó cerca de un café y le llegó un abrumador aroma a alubias estofadas, pensó que podría liberarse de sus tremendos efectos antes de llegar a casa y se detuvo en el café. Antes de volver a la carretera se comió tres raciones dobles de alubias estofadas.
   Durante todo el camino a casa fue tirándose pedos y, al llegar, se sintió razonablemente seguro de que había soltado hasta el último gas. Su mujer parecía agitada y nerviosa y exclamó, encantada: “Cariño, esta noche te he preparado una deliciosa sorpresa para cenar.” Entonces le vendó los ojos y lo condujo a su silla en la cabecera de la mesa. Se sentó y, justo cuando iba a quitarle la venda de los ojos, sonó el teléfono. Ella le hizo prometer que no se quitaría la venda hasta que volviera y se fue a contestar la llamada.
   Aprovechando la oportunidad, basculó sobre una pierna y se tiró un pedo. No solo fue sonoro, sino apestoso como huevos podridos. Cogió la servilleta de su regazo y abanicó vigorosamente el aire de su alrededor. Las cosas ya se habían normalizado cuando sintió que una nueva urgencia le acuciaba, así que se ahuecó en la otra dirección y soltó otro pedo. Éste fue de campeonato. Siguió así otros diez minutos, mientras escuchaba la conversación que tenía lugar en el vestíbulo, hasta que las despedidas al teléfono le señalaron el final de su libertad. Se colocó la servilleta en el regazo y cruzó los brazos, sonriendo satisfecho, y cuando su mujer regreso disculpándose por haber tardado tanto, era la viva imagen de la inocencia.
   Le preguntó si había espiado y él, naturalmente, le aseguró que no. En ese momento ella le quitó la venda de los ojos y vio su sorpresa: sentados a la esa estaban los doce invitados a su cena de cumpleaños.

JAN HAROLD BRUNVAND, El fabuloso libro de las leyendas urbanas, Alba Editorial, Barcelona, 2002, 344 páginas.


LA BOÑIGA

   Una historia de origen polaco ilustra admirablemente cierta estructura del espíritu. Habla de un polaco y un judío que, juntos, se dirigen a pie a un mercado. Ven un montón de excrementos y el judío le dice al campesino polaco:
   —Te doy diez zlotys si te comes esa boñiga.
   El campesino se queda pensativo. Imagina todo lo que podría hacer con diez zlotys mientras se pregunta por las intenciones ocultas del judío, que tiene fama de pícaro.
   Al fin acepta y, mal que bien, se traga la boñiga. El judío le da los diez zlotys prometidos y los dos hombres siguen caminando.
   Sin embargo, el judío reflexiona y se dice que sólo ha conseguido perder diez zlotys y que el polaco no parece haber sufrido gran cosa al engullir la boñiga.
   Al descubrir un segundo montón de excrementos, el judío se para y le dice al polaco:
   —Si me como esa boñiga, ¿me devuelves los diez zlotys?
   —Bueno, de acuerdo —dice el campesino tras pensarlo brevemente.
   El judío se pone manos a la obra y, a duras penas, gruñendo y ahogándose, se traga toda la boñiga.
   Vuelven a ponerse en camino los dos. Una media hora más tarde, el polaco le pregunta al judío:
   —Puesto que eres tan inteligente, ¿puedes decirme por qué nos hemos comido toda esa mierda?
   No conocemos la respuesta del judío.


JEAN-CLAUDE CARRIÈRE, El círculo de los mentirosos, Lumen, Barcelona, 2008, 380 páginas.

domingo, 7 de abril de 2013

La elección de Ángeles Prieto Barba


Ángeles Prieto Barba ha publicado microrrelatos en diversos medios digitales y ha aparecido en la recopilación de Fernando Valls titulada Mar de Pirañas.





DISCRIMINADAS


A Ángel Olgoso

Kampa descendió majestuosa extendiendo sus torneadas extremidades, perfectas tras muchos siglos de genética aplicada. Recuerdo que mientras los rayos polares del sol lustraban su piel de circulares manchas oscuras, y los ojos purpurinos nos miraban con la seguridad de su raza salvaje, nuestra exclamación colectiva logró que se dibujara en su boca una especie de sonrisa, puerta temible de unos pequeños y afilados colmillos que se saciarían no más llegara al camerino lujoso que le habíamos preparado. Allí le aguardaban, conforme a lo solicitado, cuatro hombres de altura superior a los dos metros que nos había exigido para algún divertimento desconocido. Aunque dada la inmensidad de su belleza sólo tuvimos que seleccionarlos entre los cientos de varones voluntarios, agolpados en el hall, nada más enterarse de su petición extraña. Creo que nunca olvidaré aquel largo paseo suyo por la alfombra roja, con ese vestido de argentíneo tafetán plegado, hombros al aire y ahíta de suficiencia, con la afilada barbilla dividida en dos mirando a un lado y al otro, deteniendo tiempo y espacio para nosotras, pobres espectadoras asombradas y llorosas ante la primera de las reinas de la belleza que nos había deparado el destino.

A los diez minutos bajó Delenn, suma sacerdotisa de los Mensai, con ese brillo especial que le otorgaban los azules ojos achinados. Su hermosura era distinta, o al menos así me pareció porque mostraban esa modestia propia de los seres inteligentes, capaces de entrever lo que nos depara el futuro. Destacaba también por su vestimenta oriental con sedoso kimono rojo, como gesto de aprecio a nuestra cultura vetusta y por las joyas, con ese collar de amatistas que rodeaba el transparente cuello, combinación excelsa de buen gusto. Por ello, cuando alzó aquella cabeza suya sin cabellos, adornada con una diadema propia en forma de pez y nos saludó, supimos verdadero aquel viejo proverbio que afirmaba que el encanto, la clase y la belleza surgen de dentro, de algún lugar indeterminado entre el corazón y el cerebro. Además, no nos había pedido nada extraordinario para acudir, tan sólo unos cuantos tomos sobre aquellas viejas tácticas bélicas que necesitábamos en el pasado. Qué hermosa la vi aquel día. Era mi favorita.

Más tarde, la más original de todas no se hizo de rogar, sólo alargó su paseo triunfal con dos enormes y largos tentáculos que salieron de su vestido níveo terminados en pinzas rojas de cangrejo, crueles alicates que no dejaron de agarrar y destrozar a cada nuevo admirador que saltaba la valla. En su fiereza, con cada crujido de costillas humanas, sonreía ufana, segura de que ninguna de las otras podría igualarla en poder y fuerza. Su cuerpo artrópodo era inmenso, sus piernas peludas parecían kilométricas sin necesidad de zancos o tacones, Talao se sentía feliz e inmortal.

Y entonces yo, eufórica, no quise seguir contemplando más reinas excelsas para lanzar mi crónica al mundo. Qué poco me importó entonces el frío y las insistentes amenazas agoreras de mis compañeros periodistas, adustos varones humillados. Pues como remate ese día, tras siglos y siglos de marginación, tras repetidos intentos e incesantes luchas por alcanzar la belleza perfecta, las hermosas y valientes mujeres habíamos triunfado: por fin podríamos celebrar en la Tierra, aquí en el Polo Norte, un auténtico certamen de Miss Universo.



THERMIDOR



Cuando el riachuelo de sangre desbordado alcanzó un extremo de la plaza de la Concordia, el hercúleo Samson alzó la hoja con esfuerzo y dio por concluido su trabajo, sin saber que aquel sería su último día. Y su última noche. Pues espíritus, fantasmas y otras ánimas en pena por él creados, dóciles criaturas de su memoria hasta ese mismo instante, se rebelaron con estruendosos gritos que le impidieron dormir y con el mandato urgente de que debía acompañarles, por lo que Samson sufrió un infarto fulminante.
No pudo enterarse de que los lideraba un rabioso Robespierre, recién decapitado. Ni tan siquiera supo que, sin su eficiencia, la Revolución Francesa había terminado. Pues aunque algunos abogaran por la vuelta a la justicia y a los derechos humanos, más verdad fue que aquella cuchilla maldita pesaba demasiado.


CERCO A LA BELLA DURMIENTE

Ángel Olgoso (De La máquina de languidecer, en Páginas de Espuma)

El príncipe se inclina sobre el lecho adornado con flores y besa a la Bella Durmiente, pero la princesa no se despierta. Es posible que a) tenga el sueño muy, muy pesado, b) no sea la auténtica Bella Durmiente, c) él sea un impostor de mirada tierna en horas bajas, incapaz ya de despertar a una doncella tras otra, d) advertida por sus lecturas de cuentos populares, la Bella Durmiente se niegue a entregarse al primer príncipe que la roce con los labios, e) el huso que pinchó su dedo estuviese emponzoñado a conciencia, f) el príncipe no haya besado a la princesa en el punto propicio acordado por la tradición, g) la Bella Durmiente, dada su aristocrática condición, considere procaz e indigna la actitud del príncipe al no haber sido debidamente presentados, h) simule estar dormida al entrever el horrible aspecto del príncipe, i) la princesa, de naturaleza escasamente virtuosa, necesite algo más que un simple y casto beso para ser despertada, j) el hada benévola intente así evitarles la crueldad de vivir juntos hasta la muerte, y k) cuando el príncipe acertó a pasar cerca del palacio encantado y atravesó el espinoso seto de escaramujos, no habían transcurrido aún los cien años prescritos ni llegado, por tanto, el día en que la Bella Durmiente tenía que despertar, lo que obligará al torpe príncipe a esperar aquí dos, quince, treinta y ocho años más.

ACOSO CONTEMPORÁNEO Y METE-PATAFÍSICO A LA BELLA DURMIENTE by Ángeles Prieto Barba (inédito)

l) el anticuado príncipe apenas puede reconocerla ahora bajo atavío punkie, con ostentoso piercing en los labios que impide romper el hechizo, m) en realidad, la bella yace bajo halitoso coma etílico y él ni siquiera puede controlar sus arcadas, n) más de veinte cámaras esperan retransmitir el ansiado momento a todas las televisiones del mundo, por lo que el elegido, enfermo de tímida ansiedad y pese a los incentivos económicos, decide no comparecer, o) la princesa en verdad continúa bajo anestesia tras operación drástica por cambio de sexo y el príncipe, atribulado, se niega a aproximarse a eso, ¡qué corra el aire!, p) los áulicos consejeros integristas han cubierto por completo el rostro de la Bella con un burka que no permite el morreo salaz, q) superadas las oposiciones principescas, ella fue destinada a Siam y él, a Burkina Faso, por lo que deciden no continuar ante la imposibilidad de pasar más de tres días al año juntos, r) el príncipe, forofo del Atlético, es advertido antes de que la Bella luce tatuaje del Real Madrid situado justo entre el ombliguito y su frondoso venusberg: no hay nada que hacer, s) él nació en la señorial Sevilla y la princesa es gaditana: aún menos, t) certero fue el dramático diagnóstico que firmara Raymond Chandler, u) hasta el conde Drácula se adelantó al príncipe bobo, luego sería eficaz una estaca de madera y nunca un besuqueo cariñoso, v) la ardorosa Blancanieves, también princesa, ya sedujo antes al príncipe con senos mucho más firmes y orondos, w) él no ha conseguido aún superar su natural condición anfibia y sólo puede depositar sobre ella ósculos viscosos y fríos, inútiles, x) al menor contacto el milagroso botox que mantiene la juventud de esta princesa trimilenaria perderá toda su eficacia, y) el despertador verdadero de la Bella no radica precisamente en esos labios y z!) ¿Acaso conoce alguien pócima, remedio o beso mágico que pueda curar, de improviso y a la vez, la disfunción de un torpe príncipe y la frigidez de una doncella lacia?.



DOS MICROS MÁS DE OTROS AUTORES


HELIOTROPOS


de DANIEL MOYANO

El hombre es bípedo y andante por error biológico. De lo contrario, volaría. La evolución tiende a las congruencias, y el volar con naturalidad hubiera sido una de ellas. Todo estaba preparado para ese brillante comienzo. Porque volar era lo suyo. Una oportunidad única que le daba el Tiempo, entonces lento y generoso.
Por error o inclinación, prefirió el largo y tortuoso hecho de erguirse para reptar como un inválido (está a la vista que caminar sólo con dos pies es una de las costumbres más absurdas y antiestéticas) recorriendo el planeta, que, de paso, depredó escrupulosamente. A partir de entonces, el resto de los vivientes le llamó Dos Patas, triste nombre con el que lo reconoce la memoria biológica.
Pegado a la Tierra, a la que, por su naturaleza de evadido, no pertenece cabalmente, su comportamiento, debido a esta circunstancia, es el de un parásito, o como el de un pequeño y pernicioso gusano del universo, según la vio la implacable lupa del irlandés Jonathan Swift.
La Tierra estaba lista, como un regalo del tiempo en su primer milenio, para ser el descanso del vuelo, la mesa tendida llena de alimentos, un árbol en el diluvio. Pero él prefirió convertirla en cárcel, y como tal la ama, aunque a veces, en sueños, añora los espacios planetarios.
Cada vez que es consciente de la pérdida, dice que aquí abajo tiene como sustituto el consuelo del amor, y lo esgrime como respuesta a esa carencia fundamental. Ignorante de que en el espacio hubiera tenido acceso a esas casi increíbles mujeres descubiertas por el poeta y astrónomo argentino Oliverio Girondo, que hacen el amor en vuelo y que cada mañana, mientras desayunas terrícolamente, si te asomas un poco a la ventana puedes ver haciéndote señas desde las nubes bajas invitándote a un regreso.
Para cazarlas inventó unos sucedáneos metálicos del vuelo, de los que ellas huyen asustadas y como olas que desde la playa se alejasen mar adentro.
Acuciado por la nostalgia del paraíso perdido, últimamente construyó artefactos capaces de viajar por el cosmos. En el espacio, que pudo ser del hombre para siempre, estos pergeños, con o sin astronautas, actúan como intrusos.
En sueños, estos hombres que perdieron el espacio pueden a veces ver la Tierra-Jardín como desde lejos, ostentosa de mares azules mezclados con crepúsculos, salpicada por ínsulas extrañas, aguas súbitas, flores espasmódicas y mujeres en vuelo.
Y además verse a sí mismos, muy por encima de ese globo envuelto en luz, tal como hubiera podido ser, flotando, volando, renaciendo, arriba y abajo, como enormes mariposas transparentes y con consentimiento de los grandes heliotropos.



SIRENA EN SILLA DE RUEDAS

de Carmela Greciet

La sirena pidió a los servicios sociales que la llevaran tierra adentro porque iba a surcar los mares el atractivo, astuto, fecundo en ardides, saqueador y felizmente casado Ulises.
Algunos días de sol la llevan al parque, donde se la puede ver con su hermoso pelo suelto, leyendo a Joyce junto al estanque. Lleva una mantita de cuadros sobre -la que dicen es- su majestuosa cola plateada, y ya nunca nunca canta.

Los textos elegidos (Angel Olgoso, Carmela Greciet y Daniel Moyano) pertenecen a escritores a los que siempre guardé una gran admiración y amistad eterna, aunque me parece que de ellos no se me ha pegado gran cosa, como me gustaría. Bueno, eso deben juzgarlo los lectores.



viernes, 5 de abril de 2013

La elección de Eduardo Cruz Acillona

Eduardo Cruz tiene un blog llamado Más claro, agua.

Al buscar su imagen en internet te salen estos dos tipos. No sé.



De todos los géneros literarios, el que más me gusta es el microrrelato: ofrece emoción y concisión a partes iguales. Imagínense el tiempo que nos habríamos ahorrado si Dan Brown hubiera escrito:

El Código Da Vinci es: E H J R 7 5 3

Claro que, luego, a ver quien era el Tom Hanks de turno que hacía una película con ese material…

Si haces una rápida encuesta (yo es que no tengo tiempo) sobre cuál es el microrrelato más corto del mundo, la mayoría de lectores te dirá que el de Augusto Monterroso:

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Pues no. Existe un microrrelato mucho más breve escrito por el argentino afincado en Granada Andrés Neuman:

Se despertó recién afeitado.


Yo, cuando sea mayor, también quiero despertarme recién afeitado y vivir tanto como los dinosaurios, que habitaron la Tierra durante millones de años, aunque luego tenga que extinguirme por causas desconocidas.

Mientras eso sucede, me dedico a escribir y publicar microrrelatos. Esta es una pequeña muestra:

# 1

“¡Carguen!... ¡Apunten!... ¡Fogueo!...” La guerra duró mucho tiempo, pero todos vivieron para contarlo.

# 2

Decidió suicidarse. Abrió la ventana y se lanzó al vacío… Años después, sigue viviendo en un bajo.

# 3


Uno de los invitados escondió un tenedor de plata en el bolsillo de su pantalón. Tuvo que disimular el pinchazo durante toda la cena.


Y ahora, otros tres microrrelatos de autores consagrados:


# 4 (Ana María Shua)

Todo es relativo. En mi planeta ganaba concursos de belleza, llegué a ser el equivalente de lo que Miss Universo es en la tierra. Aquí soy un fenómeno de circo, dice con tristeza la hembra de Alfa Centauri, sacudiendo sus apéndices vibrátiles. Total, quién puede desmentirla.

# 5 (Juan José Millás)

Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez.

# 6 (Eduardo Galeano)


Un buen día, la alcaldía le encargó un gran caballo para una plaza de la ciudad. Un camión trajo al taller el bloque gigante de granito. El escultor comenzó a trabajarlo, subido en una escalera a golpes de martillo y cincel. Los niños lo miraban hacer….

Los niños partieron de vacaciones, rumbo a las montañas o al mar; cuando regresaron, el escultor les mostró el caballo terminado.

Uno de los niños, con los ojos muy abiertos le preguntó:
- … ¿pero cómo sabías que dentro de aquella piedra había un caballo?


jueves, 4 de abril de 2013

La elección de Xrisstinah

Una de Microrrelatos xrisstinheros

Xrisstinah es un seudónimo, nick, heterónimo, no sé muy bien, de Soledad González Fernández, que tiene un blog en el que escribe demasiado poco llamado Hablando en loro.



1ª Elección

Cuando una o uno está en la luna de Valencia, se puede escribir casi de todo, y encima hay algunos que te leen y se ríen.

MI MOSCA DESPISTADA

Mi mosca despistada, se quedó conmigo en el último verano y me dio pena echarla de casa.
Andaba siempre dando vueltas por mi habitación, conmigo detrás, armada con trapos y revistas, subiéndome por camas, mesas y sillas, tratando de ahuyentarla. A punto estuve de utilizar insecticida, pero temí morir yo antes y me abstuve de cometer el insecticidio. Empecé a acostumbrarme y a mirarla con otros ojos, desconozco con cuáles de los suyos me miraba ella, pero desde luego está claro que no veía muy bien, porque se daba unos guarrazos sonoros contra los cristales, que seguro producían mucho dolor, luego se quedaba un rato atontada, pero yo no sentía que fuera ético atacarla en su estado de desventaja.
Y yo ya se lo decía cada dos por tres, "mira Maruja, si sales por el cristal que está abierto llegarás muyyyyyyy lejos, pero no vuelvas a entrar corazón, porque te vas a dar la torta otra vez".
Pero, eso, lo dicho, empezó a darme pena, fue llegando el otoño y la dejé que se quedara haciéndome compañía, amenizando mis horas de abstracción en el ordenador y posándose en las páginas de mis libros para indicarme por dónde tenía que seguir leyendo. Yo le daba miguitas de galleta, cachitos de entrecot pulverizado, pizcas de manzana,... y así está ahora, hermosa como una mosca reina, así no hay quien salga de ningún sitio. Si ya me lo dijo mi madre, "hija mía, mejor podías cuidar así a los moscones, que se te van todos, en vez de aplastarlos de un zapatazo".
Maruja tiene un zumbido cariñoso y sensual, se conoce ya todos lo rincones de mi casa, ha explorado los conductos del aire acondicionado y estoy segura de que habrá encontrado allí a algún inquilino polizón con el que cambiar pareceres.
Estoy pensando en incluirla en mi plan de pensión de jubilación.





2ª Elección

Queridos alumnos de don Antonio, ya que Quevedo hizo una sátira retratando a vuestro profe en ese soneto, ahora toca que yo os retrate a vosotros. ¡Aaahhh, se siente!, ¡no haber venido!

7 cerebros compartidos 7


Es bonito empezar en Septiembre, todavía no se han caído las hojas y el mar aún no se ha enfadado demasiado.
Después de tantos años me sigo poniendo nervioso esperando el momentazo. Cuando comienza el curso y yo tengo que saber con quiénes cuento para ver si aprendo algo. Bueno la verdad es que soy yo el que tiene que enseñarles algo a ellos, pero como aún no tienen mi nivel de conocimientos, que no es mucho, siempre aprenden algo. Lo más interesante es lo que ellos me transmiten a mí. Y el primer día todos tienen los ojos redondos.
Los chavales son especialistas en poner los ojos redondos, signo de su disposición a percatarse de todo, a fijarse, aunque luego les importe tres pimientos y medio lo que intentes decirles. Y así es, otro año más, entro en el aula, mientras ellos aún no tienen confianza suficiente para tirarse papeles ni romperse las gafas ni otras amorosas crueldades. Aún se sienten aislados, si no conocen a los otros y piensan que son tontos pero que los demás no tienen por qué darse cuenta.
Mi mirada triunfal, esa que invade el primer día, abarca todas las cabecitas. La de final de curso ya será una mirada algo más humilde o, para ser sinceros, de estar hasta las narices. Pero estrenar curso es como cuando yo estrenaba lápiz y goma de pequeño.
Me miran, sé que tengo que decir algo, muchas cosas, pero me gusta hacer notar que estamos delante de una pizarra en blanco, bueno verde-gris, y que nuestra relación va a ser laaaarga e intensa.
A veces me doy cuenta de entrada: son unos zoquetes este año y no lo pueden disimular. Y les digo que no está mal que entre los 7 podemos lograr un cerebro, cosa que ya es mucho, con uno solo entre todos, me doy con un canto en los dientes.
Pero el primer día no suelo llegar a tanta sagacidad.
Y empieza el momentazo, ese en el que yo voy soltando metralla y ellos me miran con gesto de potenciales premios nobel, y yo me engaño, me gusta engañarme a conciencia, pensando que me están captando, que están entendiendo todo y que son la esperanza de la humanidad. Aún no he descubierto al tonto del todo, ni al cruel hiperbólico. La crueldad es un bien innato en todos ellos, con un nivel de manifestación más o menos censurado. Pero siempre existen, en todo curso que se precie, el cruel de solemnidad y el tonto de solemnidad, que forman parte del paisaje de un aula como los naranjos en Valencia. Pero yo aún no lo sé, no los distingo. Bueno, también existe el alumno esquizo, especialista en desestructurar todo empezando por él mismo y dando porculito lo que no está escrito, el generador espontaneo de sangre, sudor y lágrimas.
Y yo, feliz, empiezo el aprendizaje. El mío. No, no se trata de que yo les enseñe algo a ellos, eso es demasiado fácil ya para mí. A poco que hagan caso, darán un salto con las cuatro chorradas que yo aporte. Se trata de mi aprendizaje, de lo que yo puedo aprender de ellos, de lo que ellos me enseñan a mí, sin nómina fija ni complementaria, ni tan siquiera extra de Navidad. Son los verdaderos maestros. Sus peculiaridades me doman como a un tigre sin rayas. Es tan asombroso que un chaval pase de los rollos patateros que le cuento y llegue a sus propias conclusiones sin tantas vueltas como me costó a mí, que me lo paso bomba dando clase. Es posible que siempre me haya producido envidia la chulería infantil, o la capacidad de poner la mente en blanco sin enterarse de nada, porque ya están en un umbral superior. A lo mejor es que yo soy simple, o demasiado llano, aunque mis colegas me consideren un genio. No sé. Sólo sé que estrenar curso y saber todo lo que voy a sacar de allí me produce calor, temblores, respiración acelerada y algo de mareo.
Lo mismo es que al estar con ellos me da la gripe.



3ª Elección

No mangar e-book

Querido Inda:

No, si yo ya lo sabía desde el principio, tú sólo me quieres por mis aparatos electrónicos y lo demás son aderezos de Don Juan de internet.
Me mosqueé bastante cuando te apoderaste de mi centro de planchado, eso de pasarte el día planchándote las camisas no iba con tu estilo primigenio, siempre me pareciste más bien del club de la greña y la legaña natural.
Me puse también muy triste cuando tus arrumacos de hombre miel se transformaron en largos silencios, tú contemplando fascinado la pantalla de mi Mac Pro con procesadores de xeon westwemere, y yo contemplándote a tí desde atrás mirando melancólica la curva de tu deltoides y recordando cuando aún bebíamos agua.
Pero lo que clama al cielo es que me hayas robado impunemente mi lector de ebooks. ¿Para qué narices lo quieres? He visto que te lo has pegado a esa barriguita tan adorable que tienes con esparadrapo, a modo de tableta de abdominales ¿no?, a lo mejor te piensas que va a producirse un trasvase cultural por osmosis barriga-ebook.
Esto raya ya la más absoluta desidia y desfachatez.
Te abandono. Ahí te quedas con mi lavadora ultrasónica de frigoríficos y mi máquina de coser.
Yo me largo con el del butano,como tiene que ser, hay que conservar las tradiciones.
Si por casualidad te das cuenta de que ya no estoy en la casa, no me mandes un email, mejor mándame un bote con tus babas, es posible que sea la única manera de redimirte.


Te quiere
Perlita Juliana




CLÁSICOS

1ª Elección

Capítulo 7 de “Rayuela” de Julio Cortázar

He de aclarar a tus alumnos que existe una leyenda que dice que si uno va a una librería de segunda mano y sale con la hoja de dicho capítulo en la mano y se la hace llegar a la persona amada, esta caerá rendida a sus pies.
Y por si a alguno de vosotros os apetece oír el capítulo en la voz del autor, aquí hay un enlace: http://youtu.be/OzvEZ4LBg_g
Para mí es el mejor microrrelato que he leído, dentro de una novela difícil pero preciosa.


<< Capítulo 7
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.>>

La 2ª elección de Xrisstinah es un un cuento de Herman Melville : “Bartleby”, el escribiente. No lo ponemos aquí por tamaño. Hablaremos de él en clase.

3ª Elección

En lugar de microrrelato, he preferido elegir un soneto de Quevedo, que con toda su mala hizo este magnífico retrato que cualquiera de nosotros podemos hacer de nuestro vecino o de nuestro profe:

Francisco de Quevedo (1580-1645)
A una nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado, 5
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto, 10
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

Estrofa: Soneto (catorce versos de once sílabas:
dos cuartetos [o serventesios] y dos tercetos)


La elección de Patricia Esteban Erlés

El último libro de cuentos de Patricia ha sido de micorrelatos y se titula Casa de muñecas.



He seleccionado tres cuentos clásicos en los que creo que queda patente lo mejor del microcuento: cómo es capaz de contarlo casi todo con casi nada. Muy pocas palabras son necesarias para construir una historia completa, y no hacen falta grandes vivencias ni una imaginación portentosa. Los chavales pueden tirar del disco duro de su propia vida y encontrar un episodio del que puede salir un cuento entero. El amor perdido que se convierte en un recuerdo fantasmal, como en el caso de Arreola, podría ser un vampiro o un zombie que nos muerde en el cuello del corazón o nos persigue monstruoso, muerto entre los vivos. Cualquiera que haya tenido un perro deseará encontrárselo en el otro mundo, como le pasa a Juan Pedro Aparicio. Y quién no se ha sentido alguna vez un artista de circo de fenómenos, un monstruito inclasificable entre los que le rodean. Eso es lo que nos cuenta Shua, la diferencia como marca que afea y ridiculiza.

En mis cuentos he intentado reflejar que la literatura es un espacio donde uno puede fabular y hacer o deshacer sin que le acarree consecuencias. El espacio en blanco de un documento Word es el paraíso de libertad en el que todo, también la vida de los personajes, nos pertenece. Deberíamos disfrutar siempre que podamos de ese lugar donde somos pequeños reyezuelos. Para inventar lo que gustemos y también para contar los cuentos de los demás tal y como más nos apetezca.

MICROCUENTOS CLÁSICOS

CUENTO DE HORROR
Juan José Arreola

La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.


CIELO

Juan Pedro Aparicio

Iba por el bosque con mi perrita cuando la perdí de vista, algo bastante frecuente y que sólo me preocupaba cuando estábamos cerca de la carretera, como era el caso. La llamé con insistencia, silbé, pero no acudió. “Boni, Boni” –seguí voceando.

De repente, de entre la espesura vi correr hacia mí a un perro. Tenía ese trote saltarín, con las orejas subiendo y bajando, que obedece a la llamada del cariño. Pero no era Boni, aunque, cuando llegó a mí, intentó encaramárseme. Se trataba de una perrita común de pequeño tamaño, con la piel negra y blanca. Le hice una caricia y seguí llamando a Boni. Enseguida vi venir a otro perro, un setter de color cobre, de magnífica estampa cazadora, que también se acercaba jubiloso. Y, mientras la perrita y el recién llegado me hacían carantoñas con sus saltos, moviendo los rabos como hélices, yo seguía voceando el nombre de Boni.

Un tercero apareció. Era un cachorro de apenas dos meses, gris y juguetón. Mi padre me había regalado uno igual, un perro lobo, decía él, cuando yo era niño y se me había muerto de parálisis un mes después. Lo llamábamos Tobi. Algo confundido, insistí en mi llamada, y sólo cuando vi venir a dos perros más empecé a comprender. Eran Freak y Bolo, los últimos que había tenido, que se acercaban con idéntico alborozo.

Entonces reconocí también a todos los demás. Con cuánta emoción abracé a mi perrita Lista, la primera en venir, que seguía lamiéndome la cara, y a la que, siendo yo muy niño, mató un coche; a Sol, el perro de Franquito, el único que murió de viejo; a Tobi, el pobre cachorrillo que llevé imprudentemente a un baño en el río.

El médico me había prevenido contra las emociones fuertes y tuve miedo de que mi cansado corazón fuera a estallar, incapaz de soportar el júbilo que el abrazo de todos los perros que alguna vez había querido me provocaba, saltando y brincando sobre mí. Faltaba, sin embargo, Boni. Y, cuando la vi acercarse a la carrera, con ese trote que es una declaración de amor, ya sabía que estábamos en la otra vida.


AUSENCIAS
Ana María Shua

Está bien, a su artista le faltan los pies, pero con eso no es suficiente. ¿Qué sabe hacer? ¿Al menos camina con las manos? Es una suerte muy común, pero en un hombre sin pies podríamos sacarle provecho. Ya veo. Tampoco tiene manos. Sería interesante si pudiera hacer algún tipo de acrobacia con los muñones. ¿Ni brazos ni piernas? Bueno, eso ya vale la pena. Un hombre gusano ¿vio alguna vez la actuación del Príncipe Randian en la película Freaks?… Pero por lo que me dice, el torso… ¿Y la cabeza? Una cabeza que habla siempre impresiona, sobre todo si podemos demostrar que no es un truco. ¿Tampoco eso? Me parece cada vez más atractivo. ¿Por qué no me lo trae para que lo vea? Ah, ya está aquí, comprendo.


MIS MICROCUENTOS

CENTRIFUGADO


La cabeza del hombre que amó da vueltas en el interior de la lavadora, acompañada de una colada de desquiciadas bragas viejas. Ella sonríe cuando se encuentra con sus ojos
de ahogado iracundo anegados de jabón, al otro lado del bombo. Ya verás como pronto se te pasa el enfado, amor,le dice mientras añade un cazo de suavizante aroma frescor
de primavera y programa media hora más de centrifugado.


KILLER BARBIES


De niña me convertí en una asesina en serie. En cuanto mis amigas se daban la vuelta o salían del cuarto de juegos para buscar la merienda, liquidaba a sus Barbies. No podía
dejar de mirar sus ojos azul azafata mientras tiraba hacia arriba de la cabellera rubio platino, apretando los dientes. Un golpe seco y aquella zorra era ya dos cosas distintas,
monstruosas, para siempre. Seres extraños, las muñecas. Supongo que nadie me hubiera creído. Cómo explicar que era una Nancy, pasada de peso y en camisón de española
de provincias, la que cada noche me susurraba, apoyada en mi almohada, que así era mejor para todas.

PRINCESAS RANA

Las princesas rana eran pequeñas y verdes. No las dejaban salir de palacio, pero ellas solían escaparse los días de lluvia y saltaban por los jardines envueltas en sus diminutos trajes de novia. El rey nos ordenaba que las capturásemos sin demora y salíamos en su busca, muertos de asco. Pero bastaba con mirarlas un instante para comprender aquella desesperación resbaladiza que asomaba a sus ojos, cuando nos arrodillábamos a su lado y dejaban que las atrapáramos. Pedían a gritos un beso. Nosotros tan solo las devolvíamos al interior del estanque.

miércoles, 3 de abril de 2013

La elección de Rosana Alonso

Rosana Alonso tiene publicado un libro de microrrelatos titulado Los otros mundos.




Tres micros de consagrados.


He elegido tres micros que creo que se pueden entender y provocar reflexión y un debate con los chavales.


Espiral

Enrique Anderson Imbert

Este microrrelato me parece impecable, desde el título hasta la sensación claustrofóbica que provoca en el lector mediante esa espiral que es metafórica y literal al caer en el bucle sin fin: realidad-soñador-sueño-realidad.


Regresé a casa en la madrugada, cayéndome de sueño. Al entrar, todo oscuro. Para no despertar a nadie avancé de puntillas y llegué a la escalera de caracol que conducía a mi cuarto. Apenas puse el pie en el primer escalón dudé de si ésa era mi
casa o una casa idéntica a la mía. Y mientras subía temí que otro muchacho, igual a mí, estuviera durmiendo en mi cuarto y acaso soñándome en el acto mismo de subir por la escalera de caracol. Di la última vuelta, abrí la puerta y allí estaba él, o yo,
todo iluminado de luna, sentado en la cama, con los ojos bien abiertos. Nos quedamos un instante mirándonos de hito en hito. Nos s«¿Quién sueña a quién?», exclamó uno de nosotros, o quizá ambos simultáneamente. En ese momento oímos ruidos de pasos en la escalera de caracol: de un salto nos metimos uno en otro y así fundidos nos pusimos a soñar al que venía
subiendo, que era yo otra vez.


Tranvía

Andrea Bocconi

Este microrrelato siempre me ha gustado mucho. Se pueden entender, y muestra cómo a menudo vivimos en nuestra mente, enredados en nuestros bucles de pensamiento. Viviendo así y no viviendo en realidad.


Por fin. La desconocida subía siempre en aquella parada. "Amplia sonrisa, caderas anchas... una madre excelente para mis hijos", pensó. La saludó; ella respondió y retomó su lectura: culta, moderna.
Él se puso de mal humor: era muy conservador. ¿Por qué respondía a su saludo? Ni siquiera lo conocía.
Dudó. Ella bajó.
Se sintió divorciado: "¿Y los niños, con quién van a quedarse?"



Ocaso de un imperio

Manuel Moyano


Manuel Moyano me parece muy buen escritor de distancias cortas y ultracortas.
Su libro Teatro de Ceniza tiene una calidad alta y no ha colado microrrelatos mediocres entre los mejores, todos se caracterizan por una escritura depurada, concisa y por provocar y remover al lector. Este es uno de mis favoritos, la infinidad de mundos, la locura, la imaginación…



Swift inventó el país de Liliput, poblado por hombres diminutos, y Tomás Moro la isla de Utopía, cuya capital es Amauroto. Yo también me dedico a inventar lugares imaginarios. Sin ir más lejos, ayer dibujé un círculo con guijarros en el patio y lo nombré Imperio de Chu. Chu es un país árido, sembrado de agujas de pino y habitado sólo por hormigas. Más allá de sus fronteras se extienden parterres con begonias y crisantemos, y también un sendero de grava que conduce hasta la verja de salida, esa verja que siempre permanece cerrada (al menos, para mí). Todos los imperios están condenados a desaparecer: esta mañana, el jardinero arrasó Chu al pasarle un rastrillo por encima. Como me encaré con él, las enfermeras decidieron inyectarme una nueva dosis de tranquilizante.
Ahora tres míos:


Hay varios grupos de historias es mis textos. Algunas son lo que yo llamo enigmáticas, que cuentan algo que va más allá, de lo concreto a lo universal, suelen ser un poco como el teatro del absurdo de Beckett.



La fila

Algunos lloran por la noche, puedo oler el miedo y la angustia que destilan sus cuerpos. Se oyen los gritos de las patrullas que vigilan para que nadie se cuele. Al amanecer, trepo al árbol más alto y observo la línea que formamos. Se extiende delante de mí perdiéndose en el horizonte. Y si miró hacia atrás compruebo que continúa hasta donde alcanza la vista y más allá. Entonces me bajo y empiezo a reír con todas mis fuerzas, el cuerpo temblando hasta que ella me calma, me coloca en mi sitio y me asegura que vamos en la dirección correcta.


Globalización


Mira que les tengo dicho que no utilicen ese cuarto de baño y sobre todo que bajen la tapa del váter. Aún recuerdo el día que apareció una víbora de Gabón enroscada en la lámpara del despacho. Y hace dos semanas encontré un cocodrilo australiano de agua dulce chapoteando en la bañera. Y ayer, una piraña amazónica boqueando al lado del retrete. Sin embargo lo de hoy es diferente, en el salón hay un hombre pequeño que viste taparrabos, sujeta una lanza y le atraviesa la nariz un palito. Los del zoo dicen que esta vez ellos no se hacen cargo y a mí me da pena echarlo. Voy a preparar la habitación de invitados.


Me he dado cuenta de que la familia aparece mucho en mis textos… aquí tiro de esa mezcla de surrealismo y un poco de lirismo para contar la otra historia por debajo de la visible. Quizá hay un velado homenaje a Amanece que no es poco por los humanos que brotan de la tierra.



Cambio climático



Fue una primavera precoz. El terapeuta le había dicho a mamá que cuidar del jardín le vendría bien; se había convertido en una selva en miniatura en la que perdíamos siempre la pelota. Compró un abono universal a un extraño hombrecillo de acento extranjero que vendía sus productos a domicilio. Todos, menos papá, nos dedicamos a desbrozar, abonar y sembrar el jardín con entusiasmo. Pasado un mes germinaron un poeta, una bailarina y un violinista entre los macizos de clavelinas y pensamientos. El poeta escribía palabras nuevas que mamá cantaba siguiendo el sonido del violín y la bailarina giraba alocada a nuestro alrededor, como una mariposa gigante y exótica. Llovían colores primarios y saltábamos sobre charcos violetas y verdes, salpicándolo todo. Papá nos miraba muy serio, resguardado bajo el porche, como si no le alegrara escuchar a mamá cantar después de tanto silencio. “Es el cambio climático” murmuraba, y recogía el agua multicolor en frasquitos para analizarla en su laboratorio. Una noche, mientras dormíamos, tiró el abono al contenedor y echó herbicida en el jardín. Nuestros invitados se fueron marchitando y mamá se encerró en su cuarto de nuevo. Un aliento helado se adueñó de la casa.

La elección de Iván Teruel

Iván Teruel es un autor de microrrelatos que figura en varias antologías y tiene publicado un ensayo titulado El Perú escindido.





¿Qué es un microrrelato? (Respuesta subjetiva): Imaginaos una mecha. Una mecha encendida, por supuesto. De un petardo o de una bomba. Un microrrelato es una mecha encendida. Una mecha que se prende al iniciar la lectura. Que la explosión final sea de un petardo, de una bomba o inexistente dependerá de la habilidad del autor, de la predisposición del lector y de la alineación de los astros de aquel día. Pero quedaos con la idea de la mecha.


¿Por qué estos tres? La elección de los tres microrrelatos clásicos responde a dos razones: la primera es de Perogrullo: porque me dejaron huella cuando los leí; la segunda es un poco más sofisticada: los tres representan tres de las muchas posibilidades formales y temáticas que ofrece el género.


TATUAJE

Ednodio Quintero

Cuando su prometido regresó del mar, se casaron. En su viaje a las islas orientales, el marido había aprendido con esmero el arte del tatuaje. La noche misma de la boda, y ante el asombro de su amada, puso en práctica sus habilidades: armado de agujas, tinta china y colorantes vegetales dibujó en el vientre de la mujer un hermoso, enigmático y afilado puñal.
La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En el cuerpo del hombre revivió alguna extraña enfermedad contraída en las islas pantanosas del este. Y una tarde, frente al mar, con la mirada perdida en la línea vaga del horizonte, el marino emprendió el ansiado viaje a la eternidad.
En la soledad de su aposento, la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ratos, como si en ello encontrase algún consuelo, se acariciaba el vientre adornado por el precioso puñal.
El dolor fue intenso, y también breve. El otro, hombre de tierra firme, comenzó a rondarla. Ella, al principio esquiva y recatada, fue cediendo terreno. Concertaron una cita. La noche convenida ella lo aguardó desnuda en la penumbra del cuarto. Y en el fragor del combate, el amante, recio e impetuoso, se le quedó muerto encima, atravesado por el puñal.

NOTA:
Microrrelato entroncado con el cuento de corte más clásico si atendemos a su estructura. Mantiene la tradicional división entre planteamiento, nudo y desenlace. Construye un final sorpresivo y trabaja muy bien la funcionalidad de los elementos (ese puñal tatuado que parece inofensivo al principio pero sobre el que recaerá el peso del desenlace). La narración también incorpora el elemento fantástico, recurso que se dará de forma habitual en la micronarrativa.

SILENCIO DE SIRENAS
Marco Denevi

Cuando las Sirenas vieron pasar el barco de Ulises y advirtieron que aquellos hombres se habían tapado las orejas para no oírlas cantar (¡a ellas, las mujeres más hermosas y seductoras!) sonrieron desdeñosamente y se dijeron: ¿Qué clase de hombres son éstos que se resisten voluntariamente a las Sirenas? Permanecieron, pues, calladas, y los dejaron ir en medio de un silencio que era el peor de los insultos.

NOTA: Ya han dicho la palabrota antes que yo: intertextualidad. Es uno de los procedimientos típicos del microrrelato, uno de los que mejor le calzan. En este caso se trata de la reformulación del mito de las Sirenas, presente en la Odisea de Homero. Hay que destacar el empleo de la ironía y el humor a la hora de reescribir la historia desde una perspectiva novedosa. Esa será otra constante en la narrativa hiperbreve: la reelaboración de mitos o leyendas a través del ingenio, el humor y la ironía.


CÓRTAME EL NUDO, GORDIANO
David Roas

Ismael Godínez, lúcido aún, nota cómo su cuerpo se mece como un pelele colgado del techo de la habitación, y se arrepiente de haber cedido a aquel estúpido arrebato. Sus manos actúan de forma autónoma intentando detener la terrible opresión de su cuello, mientras sus pulmones luchan por tragar un poco más de aire. De pronto, un pequeño halo de luz se cuela bajo la puerta. Ismael sabe que puede llegar su salvación, pero no se atreve a moverse: ello aceleraría más su estrangulamiento. Para llamar la atención, lanza unos gemidos sofocados. Al otro lado de la puerta, sus padres escuchan en silencio, felices de saber que Ismael, por fin, ha traído a casa una amiguita.

NOTA: Ejemplo de ese tipo de microrrelatos que acechan el instante final de una situación. No hay planteamiento y, prácticamente, no hay desarrollo. La historia se concentra en el desenlace. Un aspecto destacable de esta composición sería lo bien recreada que está, en apenas unas pocas líneas, la sensación de asfixia, de arrepentimiento y de inevitabilidad. Un cóctel explosivo. Un cóctel explosivo que estalla con la sorpresa, cargada de humor negro, que nos depara el final. La situación es irremediablemente trágica. Y sin embargo, al leer el desenlace no podemos evitar esbozar una sonrisa. Una sonrisa que, de alguna manera, se nos acaba atragantando.


¿Por qué estos otros tres? La primera razón vuelve a ser obvia: un escritor (o un aspirante) siempre le toma un cariño especial a algunas de las criaturas que pare. La segunda razón vuelve a ser parecida a la segunda razón apuntada antes: las diferentes posibilidades del género, pero ahora enfocadas desde la perspectiva de la finalidad: ¿qué busco yo cuándo aparece de pronto la semilla de la historia en mi cabeza?


CORAZÓN

El soldado mira fijamente el techo. Y piensa: en su alistamiento, en su inminente incorporación al frente de batalla. Después de todo, quizás no pueda acudir. Porque el dolor es agudo. Tanto que cree tener los nervios rotos. Ahora desplaza sus ojos: a su mujer y a su hijo pequeño. Están a los pies de la cama, pero él los mira y los siente con una extraña frialdad. Entra el médico militar. El soldado se incorpora y pregunta cómo ha ido. El doctor responde: “Se lo hemos tenido que trasplantar. El que tenía no le servía para ir a la guerra”.

NOTA: Juego entre el sentido literal y el sentido metafórico de una expresión o de un concepto. En este caso, la tradición occidental ha convertido al corazón en depositario de toda la parte sentimental de las personas. Se trata de una metáfora, claro (más bien de una metonimia, pero no nos pondremos puntillosos ahora): en realidad, los sentimientos los rige el cerebro. En el micro planteo una situación a partir de ese sentido metafórico: no todos los corazones sirven para participar en algo tan horrendo como una guerra. El micro, también, potencia una de las posibilidades no solo de la micronarrativa, sino de la literatura en general: la crítica social y moral.


EL FISCAL


Vuelve a hacerse real aquel olor de surcos profundos, incrustado desde hace tanto en algún lugar entre su nariz y su conciencia. Siempre le ocurre en los recesos de las vistas finales, cuando tiene que salir impulsado hacia el servicio a lavarse frenéticamente las manos: es lo único que lo alivia. Nadie, sin embargo, conoce su manía. Nadie imagina que un fiscal del Tribunal Supremo, tan agresivo en los interrogatorios, tan implacable en la lucha contra la pederastia que lo ha hecho mediático, muestre esa debilidad ante un espejo. El fiscal acaba su ceremonia. Y mientras se dirige a la puerta y va recobrando su porte de plomo, desde el espejo se lo queda mirando un monaguillo de doce años de ojos asustados, que ha ido a casa de don Venancio a buscar un paraguas y que recibe las primeras caricias aviesas de unas manos que siempre apestan a sardinas.

NOTA: Microrrelato que intenta explorar los márgenes interiores del conflicto psicológico de un personaje. El género permite este tipo de aventuras, a pesar de las restricciones inevitables que impone su brevedad. Pero hay que reflexionar mucho sobre la estructura que se le da al texto para que éste gane eficacia. En este caso, me pareció interesante conectar presente y pasado a través de un elemento como el olor, que es el que concentra la clave narrativa y moral del texto. Ese olor que persigue al protagonista tantos años después es el origen del trauma. Por otra parte, el microrrelato, al igual que el anterior, pretende denunciar (sin caer en discursos simplificadores), las consecuencias funestas de una práctica tan infame como la pederastia en el seno de la Iglesia.


UNA APACIBLE TARDE DE VERANO

Piensen en un frenazo agudo, de esos que taladran la conciencia de cualquiera. Interioricen a continuación el sonido que produce un saco de piedras contra el suelo. Recuerden también cómo se encoge un gusano cuando siente una amenaza, pero sustitúyanlo por tres corazones. Ahora viene lo más duro: imaginen a tres madres que hablaban distraídas en el parque y que ahora corren, con un llanto espeso en la garganta, hacia la carretera que hay tras los setos. La escena es terrible, sí. Sobre todo, porque, cuando lleguen al lugar del atropello, dos de ellas no podrán evitar sentir una dolorosa sensación de alivio.

NOTA: Diría que este es uno de aquellos microrrelatos que duele escribir. Se trata de transitar por los límites de la experiencia humana y de hacer reflexionar sobre la naturaleza compleja y contradictoria de los sentimientos. De nuevo, afrontar este tipo de temas implica el riesgo de resultar demasiado explícito, demasiado obvio. Como se me ocurrió una situación absolutamente trágica –el atropello de un niño–, decidí que, de inicio, no debía poner el énfasis en lo más terrible del asunto. Al revés. Había que darle un tono bastante despersonalizado para que el contraste con el final fuera mayor. Así que decidí utilizar un recurso característico de los textos instructivos (los verbos en modo imperativo: “piensen”, “interioricen”, “recuerden”). Al interpelar, además, directamente al lector, creí que lo involucraba más en la historia y que le hacía sentir en mayor grado la atmósfera de inevitabilidad que recorre la pieza. Todo con el objetivo de acabar implicándolo emocionalmente en el final y de que se hiciera preguntas incómodas al leer la reacción de alivio de las dos madres.

martes, 2 de abril de 2013

La elección de Manuel Espada


Manuel Espada es autor de varios libros, entre ellos tiene uno de microrrelatos titulado Zoom.




Mis propuestas de autores consagrados, con perdón, son cuatro, ya que se trata de hiperbreves, un subgénero ultracorto del microrrelato. Para que sean considerados microrrelatos no pueden ser una mera cita, un chiste o un aforismo, sino que ha de tener narratividad, es decir, contar una historia y no tener el único anclaje del ingenio. El cuento del dinosaurio de Monterroso no es el más corto de la historia del relato. Aquí un ejemplo. Se trata de un relato de Hemingway que tan sólo tiene seis apalabras.

Vendo zapatos de bebé sin estrenar.


En tan sólo seis palabras, Hemingway hace un uso tan magistral de la elipsis, la figura retórica con más peso en el microrrelato, porque el lector tiene que poner la parte que falta. En esta historia, como en casi todas las del autor norteamericano, el lector pone las líneas que falta mediante preguntas a un cuento que parece toda una tragedia. ¿Quién vende los zapatos de bebé? ¿No se han estrenado porque el bebé murió? ¿Quizá no llegó a nacer? ¿Es hombre o mujer quien los vende? Tan sólo seis palabras generan más literatura que el mismo cuento. Hay ensayos larguísimos sobre este cuento tan corto. Todo un ejemplo de lo que debe ser un hiperbreve para ser considerado un cuento en toda regla.

Pero aún hay un relato más corto en el que el título es una palabra y el cuerpo de texto es otra palabra.

LUIS XIV
Yo

Este texto de Juan Pedro Aparicio es un claro ejemplo que muestra la participación y la cultura general que debe tener un lector de microrrelatos. Si el lector no sabe quién es Luis XIV no entenderá el texto. Luis XIV, conocido como “El rey Sol” porque todo giraba en torno a él en Francia solía decir: “El Estado soy yo”. Un lector sin éste backgroung puede leer una y otra vez el texto sin saber a dónde nos quiere llevar el autor. Normalmente la exigencia a un lector de este género es mucho mayor que lo que se le exige a un lector de novelas, donde todo viene explicado.

Pero hay un hiperbreve aún más corto. Tan sólo tiene título y el cuerpo del relato está en blanco. ¿Por qué está en blanco? Tan sólo hay que leer en título para entenderlo.

EL FANTASMA


Este microrrelato de Guillermo Samperio, el más corto de la historia de la Literatura en castellano, puede parecer un simple juego de ingenio, que también lo es, pero además tiene una historia y un personaje. El título nos presenta al personaje y nosotros lo vemos en el cuerpo del texto, que está en blanco. ¿Qué hace ahí? ¿Podrá salir del libro algún día? ¿Quién es ese fantasma que estamos viendo, ese personaje silencioso?

Por último, me gustaría poner un ejemplo que juega con el título y el cuerpo del microrrelato a la inversa. En este texto de Luisa Valenzuela podemos ver un título muy largo y un cuerpo de texto muy reducido. Es una fórmula original que, sin embargo, se ha usado ya tanto que ha acabado perdiendo su capacidad de sorprender.

El sabor de una medialuna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años Rodolfo Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles por la tarde

-Que bueno.

Cabe destacar que Luisa Valenzuela le quiere quitar toda emoción al cuerpo del relato, de manera que suprime los signos de exclamación e incluso la tilde de “qué”. En un microrrelato nada se hace al azar. Son textos tan breves que todo está estudiado, como un reloj o una partitura. El título es tan importante en el microrrelato que muchas veces es indispensable para entender el cuento, pero aquí Valenzuela lo lleva al extremo e incluso a la parodia, ya que el título contiene el peso de la narración y explica el texto.


Textos propios. Comenzamos con un microrrelato experimental en el que se utilizan frases de canciones conocidas, pero de tal manera que den sentido al texto. En este tipo de juegos experimentales no vale poner las cosas sin más, usar un recurso por el mero hecho de sorprender al lector. Siempre ha de haber una historia, una narración. En este caso es una historia de amor que tiene el plus de evocar al lector cada canción que va leyendo.

RETAZOS

Te recuerdo, Amanda. Fui a la orilla del río, y vi que estabas muy sola. ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? ¿Qué clase de aventuras has venido a buscar? Voy camino Soria. Cántame, me dijiste, cántame, cántame por el camino, y agarrao a tu cintura te canté. Besos, ternura, qué derroche de amor, cuánta locura. Ay, que gustito pa mis orejas, enterraíto entre tus piernas. Y nos dieron las diez, y las once, las doce y la una, y las dos, y las tres, y desnudos al anochecer, nos encontró la luna. La fuerza del destino nos hizo repetir, dos cines y un par de conciertos y empezamos a salir. Te quiero, pero te llevaste la camisa y me dejaste el sombrero. Dice la gente que ahora eres formal, y yo aquí borracho en el Cadillac. ¿Quién me va a curar el corazón partío? Ay, pena, penita, pena, pena, pena. Una lágrima cayó en la arena. Ay, ay, ay, ay, canta y no llores. Los chicos no lloran, sólo pueden soñar. Una calle de París. Por la esquina del viejo barrio te vi pasar, con el tumbao que tienen las guapas al caminar. Hola, chata, ¿cómo estás? ¿Qué tal te va con el tío ése? Yo que soy tan guapa y artista, yo que me merezco un príncipe, un dentista, yo…, yo me quedo aquí a tu lado. Quisiera volver, no termina nunca esta misión, me acuerdo de ti como un cuento de Ciencia-Ficción. Déjame, no juegues más conmigo, esta vez, en serio te lo digo, tuviste una oportunidad, y la dejaste escapar. Dicen que tienes veneno en la piel. Fuera de mí, ya no quiero tu querer.

El siguiente microrrelato pertenece a la categoría de microrrelatos visuales, cuya principal característica es que juega con las letras y las palabras de manera física, caso táctil, de modo que se puede agrandar o empequeñecer el tipo de letra, quitar, poner, cortar, escribir en redondo, hacer formas, etc. En este caso un personaje desaparece literalmente y literariamente, y su voz desaparece a la vez que él. Y este efecto se consigue difuminando las letras, como acallando su voz, matando al personaje poco a poco en una agonía lenta.

EL PROTAGONISTA

—Por favor, recapitulemos las premisas de la investigación para llegar a una conclusión viable.
—Todo comenzó cuando Sancho se esfumó, como por arte de magia, de la faz de la tierra. En un principio desconfiamos de la locura de su amo, pero las sospechas que recayeron sobre el hidalgo se disiparon pronto. A las dos semanas borraron al capitán Haddock. No quedó ni rastro de ese borracho en ninguna viñeta. Nosotros entramos en acción cuando Rick nos pidió que investigásemos la desaparición de Sam, el pianista negro, de todos los fotogramas de la película. Desde entonces, barajamos varias hipótesis que nos han llevado a una conclusión: Un psicópata está asesinando a los personajes secundarios. Nuestra conjetura quedó confirmada cuando recortaron de las hojas a los Dalton, dejando un maligno vacío que superaba a los propios personajes. Tacharon los diálogos de todas las hijas de Bernarda Alba y taparon con típex las palabras del alférez Yago. De todo ello, si me permite, y siempre desde el punto de vista freudiano, he elaborado una teoría propia: El homicida tan solo puede ser un personaje egocéntrico que, movido por los celos profesionales hacia un secundario cercano a él que le hace sombra en lo laboral, ha decidido librarse de todos los de su especie. Es decir, el psicópata es un personaje protagonista que desea brillar en solitario y quiere librarse de la candela refulgente que le acompaña. ¿Estoy en lo cierto?
—Elemental.


En el microrrelato que podéis leer a continuación se utiliza una técnica conocida como “inversión”, y que consiste en coger una realidad y darle la vuelta, como hizo Amenábar en “Los otros”. Todo el mundo tiene miedo a la muerte pero, ¿qué pasaría si un muerto tuviera miedo a resucitar? Se trata de coger esos esquemas convencionales y darles una vuelta de 180 grados. En realidad la naración de alguien que tiene miedo a la muerte sería exactamente igual, pero al darle la vuelta el efecto que se consigue es muy llamativo y poderoso, y se puede hacer con cualquier aspecto cotidiano de nuestras vidas.

EL OTRO MUNDO


Mi amigo Fran no era un muerto normal. Me contó que se había suicidado, aunque tenía demasiado buen aspecto, con esas mejillas sonrosadas y todos los dientes en su sitio. Fran estaba convencido de que algún día resucitaría, pero yo le animaba diciéndole que estaba hecho un asco. Lo conocí cuando nos mudamos al nuevo cementerio, un camposanto recién construido. Habíamos comprado un nicho adosado sobre plano, en el centro de la necrópolis, junto a una estatua con forma de angelito. Mis padres se quedaron con la tumba de matrimonio (de nogal barnizado) y yo con el sepulcro blanco, como correspondía a un niño de mi edad. Mi madre me advirtió que no me paseara por las afueras, porque los muertos de las fosas comunes no eran de fiar y me podían pegar alguna cosa, pero no le hice caso. Cuando conocí a Fran era un muerto travieso que jugaba a asustar al enterrador. Nos hicimos buenos amigos. Nuestra principal diversión era espantar a las mujeres que limpiaban las lápidas. Una noche Fran me dijo con voz llorosa que había llegado su hora, que el fin estaba muy cerca. Al día siguiente Fran apareció vivo. Lloré tanto por su resurrección que nadie se acercó por el cementerio durante un mes. Creo que mi madre tenía razón con los muertos de las fosas comunes. Hoy me ha salido piel en las manos.