miércoles, 3 de abril de 2013

La elección de Iván Teruel

Iván Teruel es un autor de microrrelatos que figura en varias antologías y tiene publicado un ensayo titulado El Perú escindido.





¿Qué es un microrrelato? (Respuesta subjetiva): Imaginaos una mecha. Una mecha encendida, por supuesto. De un petardo o de una bomba. Un microrrelato es una mecha encendida. Una mecha que se prende al iniciar la lectura. Que la explosión final sea de un petardo, de una bomba o inexistente dependerá de la habilidad del autor, de la predisposición del lector y de la alineación de los astros de aquel día. Pero quedaos con la idea de la mecha.


¿Por qué estos tres? La elección de los tres microrrelatos clásicos responde a dos razones: la primera es de Perogrullo: porque me dejaron huella cuando los leí; la segunda es un poco más sofisticada: los tres representan tres de las muchas posibilidades formales y temáticas que ofrece el género.


TATUAJE

Ednodio Quintero

Cuando su prometido regresó del mar, se casaron. En su viaje a las islas orientales, el marido había aprendido con esmero el arte del tatuaje. La noche misma de la boda, y ante el asombro de su amada, puso en práctica sus habilidades: armado de agujas, tinta china y colorantes vegetales dibujó en el vientre de la mujer un hermoso, enigmático y afilado puñal.
La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En el cuerpo del hombre revivió alguna extraña enfermedad contraída en las islas pantanosas del este. Y una tarde, frente al mar, con la mirada perdida en la línea vaga del horizonte, el marino emprendió el ansiado viaje a la eternidad.
En la soledad de su aposento, la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ratos, como si en ello encontrase algún consuelo, se acariciaba el vientre adornado por el precioso puñal.
El dolor fue intenso, y también breve. El otro, hombre de tierra firme, comenzó a rondarla. Ella, al principio esquiva y recatada, fue cediendo terreno. Concertaron una cita. La noche convenida ella lo aguardó desnuda en la penumbra del cuarto. Y en el fragor del combate, el amante, recio e impetuoso, se le quedó muerto encima, atravesado por el puñal.

NOTA:
Microrrelato entroncado con el cuento de corte más clásico si atendemos a su estructura. Mantiene la tradicional división entre planteamiento, nudo y desenlace. Construye un final sorpresivo y trabaja muy bien la funcionalidad de los elementos (ese puñal tatuado que parece inofensivo al principio pero sobre el que recaerá el peso del desenlace). La narración también incorpora el elemento fantástico, recurso que se dará de forma habitual en la micronarrativa.

SILENCIO DE SIRENAS
Marco Denevi

Cuando las Sirenas vieron pasar el barco de Ulises y advirtieron que aquellos hombres se habían tapado las orejas para no oírlas cantar (¡a ellas, las mujeres más hermosas y seductoras!) sonrieron desdeñosamente y se dijeron: ¿Qué clase de hombres son éstos que se resisten voluntariamente a las Sirenas? Permanecieron, pues, calladas, y los dejaron ir en medio de un silencio que era el peor de los insultos.

NOTA: Ya han dicho la palabrota antes que yo: intertextualidad. Es uno de los procedimientos típicos del microrrelato, uno de los que mejor le calzan. En este caso se trata de la reformulación del mito de las Sirenas, presente en la Odisea de Homero. Hay que destacar el empleo de la ironía y el humor a la hora de reescribir la historia desde una perspectiva novedosa. Esa será otra constante en la narrativa hiperbreve: la reelaboración de mitos o leyendas a través del ingenio, el humor y la ironía.


CÓRTAME EL NUDO, GORDIANO
David Roas

Ismael Godínez, lúcido aún, nota cómo su cuerpo se mece como un pelele colgado del techo de la habitación, y se arrepiente de haber cedido a aquel estúpido arrebato. Sus manos actúan de forma autónoma intentando detener la terrible opresión de su cuello, mientras sus pulmones luchan por tragar un poco más de aire. De pronto, un pequeño halo de luz se cuela bajo la puerta. Ismael sabe que puede llegar su salvación, pero no se atreve a moverse: ello aceleraría más su estrangulamiento. Para llamar la atención, lanza unos gemidos sofocados. Al otro lado de la puerta, sus padres escuchan en silencio, felices de saber que Ismael, por fin, ha traído a casa una amiguita.

NOTA: Ejemplo de ese tipo de microrrelatos que acechan el instante final de una situación. No hay planteamiento y, prácticamente, no hay desarrollo. La historia se concentra en el desenlace. Un aspecto destacable de esta composición sería lo bien recreada que está, en apenas unas pocas líneas, la sensación de asfixia, de arrepentimiento y de inevitabilidad. Un cóctel explosivo. Un cóctel explosivo que estalla con la sorpresa, cargada de humor negro, que nos depara el final. La situación es irremediablemente trágica. Y sin embargo, al leer el desenlace no podemos evitar esbozar una sonrisa. Una sonrisa que, de alguna manera, se nos acaba atragantando.


¿Por qué estos otros tres? La primera razón vuelve a ser obvia: un escritor (o un aspirante) siempre le toma un cariño especial a algunas de las criaturas que pare. La segunda razón vuelve a ser parecida a la segunda razón apuntada antes: las diferentes posibilidades del género, pero ahora enfocadas desde la perspectiva de la finalidad: ¿qué busco yo cuándo aparece de pronto la semilla de la historia en mi cabeza?


CORAZÓN

El soldado mira fijamente el techo. Y piensa: en su alistamiento, en su inminente incorporación al frente de batalla. Después de todo, quizás no pueda acudir. Porque el dolor es agudo. Tanto que cree tener los nervios rotos. Ahora desplaza sus ojos: a su mujer y a su hijo pequeño. Están a los pies de la cama, pero él los mira y los siente con una extraña frialdad. Entra el médico militar. El soldado se incorpora y pregunta cómo ha ido. El doctor responde: “Se lo hemos tenido que trasplantar. El que tenía no le servía para ir a la guerra”.

NOTA: Juego entre el sentido literal y el sentido metafórico de una expresión o de un concepto. En este caso, la tradición occidental ha convertido al corazón en depositario de toda la parte sentimental de las personas. Se trata de una metáfora, claro (más bien de una metonimia, pero no nos pondremos puntillosos ahora): en realidad, los sentimientos los rige el cerebro. En el micro planteo una situación a partir de ese sentido metafórico: no todos los corazones sirven para participar en algo tan horrendo como una guerra. El micro, también, potencia una de las posibilidades no solo de la micronarrativa, sino de la literatura en general: la crítica social y moral.


EL FISCAL


Vuelve a hacerse real aquel olor de surcos profundos, incrustado desde hace tanto en algún lugar entre su nariz y su conciencia. Siempre le ocurre en los recesos de las vistas finales, cuando tiene que salir impulsado hacia el servicio a lavarse frenéticamente las manos: es lo único que lo alivia. Nadie, sin embargo, conoce su manía. Nadie imagina que un fiscal del Tribunal Supremo, tan agresivo en los interrogatorios, tan implacable en la lucha contra la pederastia que lo ha hecho mediático, muestre esa debilidad ante un espejo. El fiscal acaba su ceremonia. Y mientras se dirige a la puerta y va recobrando su porte de plomo, desde el espejo se lo queda mirando un monaguillo de doce años de ojos asustados, que ha ido a casa de don Venancio a buscar un paraguas y que recibe las primeras caricias aviesas de unas manos que siempre apestan a sardinas.

NOTA: Microrrelato que intenta explorar los márgenes interiores del conflicto psicológico de un personaje. El género permite este tipo de aventuras, a pesar de las restricciones inevitables que impone su brevedad. Pero hay que reflexionar mucho sobre la estructura que se le da al texto para que éste gane eficacia. En este caso, me pareció interesante conectar presente y pasado a través de un elemento como el olor, que es el que concentra la clave narrativa y moral del texto. Ese olor que persigue al protagonista tantos años después es el origen del trauma. Por otra parte, el microrrelato, al igual que el anterior, pretende denunciar (sin caer en discursos simplificadores), las consecuencias funestas de una práctica tan infame como la pederastia en el seno de la Iglesia.


UNA APACIBLE TARDE DE VERANO

Piensen en un frenazo agudo, de esos que taladran la conciencia de cualquiera. Interioricen a continuación el sonido que produce un saco de piedras contra el suelo. Recuerden también cómo se encoge un gusano cuando siente una amenaza, pero sustitúyanlo por tres corazones. Ahora viene lo más duro: imaginen a tres madres que hablaban distraídas en el parque y que ahora corren, con un llanto espeso en la garganta, hacia la carretera que hay tras los setos. La escena es terrible, sí. Sobre todo, porque, cuando lleguen al lugar del atropello, dos de ellas no podrán evitar sentir una dolorosa sensación de alivio.

NOTA: Diría que este es uno de aquellos microrrelatos que duele escribir. Se trata de transitar por los límites de la experiencia humana y de hacer reflexionar sobre la naturaleza compleja y contradictoria de los sentimientos. De nuevo, afrontar este tipo de temas implica el riesgo de resultar demasiado explícito, demasiado obvio. Como se me ocurrió una situación absolutamente trágica –el atropello de un niño–, decidí que, de inicio, no debía poner el énfasis en lo más terrible del asunto. Al revés. Había que darle un tono bastante despersonalizado para que el contraste con el final fuera mayor. Así que decidí utilizar un recurso característico de los textos instructivos (los verbos en modo imperativo: “piensen”, “interioricen”, “recuerden”). Al interpelar, además, directamente al lector, creí que lo involucraba más en la historia y que le hacía sentir en mayor grado la atmósfera de inevitabilidad que recorre la pieza. Todo con el objetivo de acabar implicándolo emocionalmente en el final y de que se hiciera preguntas incómodas al leer la reacción de alivio de las dos madres.

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