domingo, 24 de junio de 2012

La miseria de las cosas, de Dimitri Verhulst, y Roy Orbison






"Roy era Roy, nadie estaba a la altura de su voz, y con eso estaba todo dicho. Y además nos gustaba su tragedia. Primero perdió a su mujer, Claudette, en un accidente de tráfico, y dos años después, dos de sus tres hijos fueron pasto del fuego que también redujo su casa a cenizas. Una vida perra la suya. Si dividieran la humanidad en dos grupos, seguro que nos tocaba en la categoría de Roy Orbison. Pero lo que hacía que el cantante fuese decididamente adorable era la forma en que llevaba su duelo, con tal convencimiento, que todo el mundo le perdonó que volviera a casarse con una mujerona alemana. Vestía de luto riguroso, gafas de sol incluidas, y jamás toleró otro color. Nadie sorprendía jamás a aquel hombre con una sonrisa en la boca. Su carrera se estancó y eso sólo pudo suceder por voluntad propia. Conocía el abismo que hay cavado para todos. Los demás nos resignamos a que se abra a nuestros pies, pero Roy saltó dentro." (Pág. 76)

"Cada vez que mi padre comparaba su eje cronológico con el de su ídolo, no hacía más que encontrar paralelismos. Los mejores momentos del cantante se correspondían con los puntos álgidos de mi padre, los dos se habían precipitado a la vez hacia el sótano de la vida y el hecho de que Roy resurgiera ahora de su propia muerte significaba, según la lógica del perdedor, que también se avecinaba un cambio para mi padre. El valor simbólico de aquella velada bien podía compararse al consuelo de las grandes metáforas." (Pág. 77)


"El coro, liderado por k.d. lang, abrió con la frase que ya es tenida por magistral: "Dum dum dum dumdy doo wah", y Roy empezó Only the lonly. Estábamos desencajados. Durante años habíamos escuchado infatigablemente sus discos, pero jamás lo habíamos visto cantando sus legendarias canciones. El momento había llegado. Y lo primero que nos llamó la atención fue que Roy apenas abría la boca. Lo justo para que uno pudiese constatar que tenía dientes. Era un milagro, con su caja de resonancia alcanzaba octavas sin esfuerzo mientras que cualquier otro se habría desgarrado la boca de tanto abrirla. El do mayor se lo sacaba de la nariz como si nada. Además, no estaba todo el rato moviendo las caderas afectadamente, ni hacía girar el micrófono por encima de sus cabeza como si fuera a echar el lazo. No. Ahí estaba él. Sobrio. Consciente del hecho de que en la vida y en el éxito ya era una estatua." (Pág. 84)





"Tío Potrel hizo un pequeño intento para reconfortar a mi padre ("no irás a pasarte toda la noche gimoteando porque esa cochina fulana esté gritando en estos momentos debajo de otro tío". Para acabarlo de rematar, después vino Crying, otro tema lacrimógeno de aquí te espero. Mis tíos lo dejaron tirado y siguieron bailando encima de la mesa cuando Candyman volvió a llevar el concierto por derroteros más alegres y swingueros." (Pág. 87)





"Bruce Springsteen no se alegraba de ser Bruce Springsteen, sino de tener la oportunidad de tocar con Roy Orbison y cumplir así el sueño de su niñez.Y lo mismo se apreciaba en el resto de los músicos. Tom Waits hacía gestos espásticos sobre su órgano, tenía la cabeza a la altura de los pies y daba la impresión de que había bajado el volumen de su instrumento porque no paraba de tocar los acordes equivocados y, para colmo, a destiempo. Sin embargo, Elvis Costello era un grandísmo cabrón, no había quien aguantara la jeta de aquel hombre....Era un concierto como pocos se ven en un siglo. Y hubiera sido único si Elvis Costello se hubiera largado" (Pág. 86)





1 comentario:

www.senciales.blogspot.com dijo...

Gracias, Antonio, por traer a este rincón recuerdos tan entrañables de ese pequeño gran monstruo que fue Roy Orbison.
Guardo sus mejores éxitos desde hace años y nunca he llegado a comprender cómo se podía cantar tan bien con tan poquita voz.
Debo felicitarte por el buen olfato y gusto que tienes para escoger lecturas tan atractivas.
Saludos.