jueves, 25 de octubre de 2012

La fiesta






El miércoles me convencieron de que la fiesta debía de suspenderse. Tenía que ver con el desmayo, con el hospital. No sé. Me quedé sin planes. Yo contaba con el bullicio, con la música y con poder beber, como otras veces. Se plantearon alternativas, entre ellas que la fiesta se celebrase en otra casa, pero hubo quien dijo que era necesario un poco de tacto, que había más fines de semana por delante para hacerla. Bueno, yo tenía ganas de fiesta. Todos teníamos ganas. Pero alguien dijo que no. Que era mejor no hacerla.
-¿Cómo está tu madre?, me preguntaban.
-En el hospital, no saben por qué se desmayó.
-No te preocupes, lo importante ahora es que tu madre se ponga bien.
El viernes anuncié que la fiesta seguía adelante para el sábado. A muchos no les gustó mi decisión y aunque vinieron a la fiesta no hicieron nada más que poner caras de circunstancias. Otros lo pasaron muy bien, se les olvidó el asunto del desmayo y el hospital y me abrazaron muchas veces, borrachos y contentos. Bebí y puse los discos que me gustaban. Mi madre salió del hospital al cabo de unos días.
-Tenemos que hacer una fiesta, le dije.
-¿Una fiesta?
-Sí, para celebrar tu recuperación.
-Hijo mío, me dijo, ¿cómo te gusta tanto una fiesta?
-No lo sé, bebo, la música y la gente.
-La haremos, me dijo, pero espera unos días.
La verdad es que pasaron semanas y yo referí muchas veces el asunto de la fiesta, pero mamá siempre buscaba excusas para retrasarla. Llegó el momento en que dejé de mencionarla, pero no abandoné la idea. A veces imaginaba que mamá ingresaba de nuevo en el hospital y yo aprovechaba para hacerla. Con mamá en casa era imposible, siempre me convencía para dejarla para un poquito más adelante. En fin, también pensé en si se moría.

1 comentario:

Rafael dijo...

La procesión va por dentro y cada cual pone las trompetas.
!viva la fiesta¡ ¿qué hacemos con la madre?

No sé por qué pero me has hecho reir.

Salud y fiesta