viernes, 25 de octubre de 2013

Tres libros de cuentos: Así es como la pierdes, de Junot Díaz; Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón y 29 cadáveres, de Pepe Cervera.





En las últimas semanas he leído tres libros de cuentos muy distintos entre sí, quizás con poéticas casi irreconciliables. Pero la libertad del lector, que es casi siempre mayor que la del escritor, se permite cualquier tipo de antojo. Se trata, por orden de lectura, de 29 cadáveres, de Pepe Cervera, editado por menoscuarto. Una colección de crímenes reales narrados con un distanciamiento que roza la frialdad. En segundo lugar, Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón, en Páginas de Espuma, diez relatos que basculan entre la realidad y ciertos detalles fantásticos, inexplicables, o cuanto menos asombrosos. Y por último, Así es como la pierdes, de Junot Díaz, editado por Mondadori, nueve historias de dominicanos en Nueva York, sobre Yunior y su familia, sobre todo su madre y su hermano, aunque también aparece el padre en un episodio y en los demás como figura ausente.

Son tres autores que ya conocía de antemano. De Junot Díaz había leído sus dos obras anteriores, publicadas en la misma editorial: La maravillosa vida breve de Óscar Wao (2008) y Los boys (1996), con fuertes componentes autobiográficos. De Pepe Cervera leí y escribí sobre Conozco un atajo que te llevará al infierno. En cuanto a Eloy Tizón, conocía Velocidad en los jardines, Labia y Seda salvaje. Es decir, cuando me aproximé a los tres libros, cuya lectura quiero comentar, el trabajo anterior de sus autores ya me había predispuesto favorablemente hacia los mismos.

En mi caso, supongo que en muchos lectores también,leer es entablar una conversación con el texto, más allá de la historia o historias que se traiga entre manos. Me gustaría pensar que eso no es un defecto de escritor, sino una virtud de lector. He sido muchos años lector sin ser escritor y siempre he tenido ese diálogo con la página escrita.

El libro del dominicano, Así es como la pierdes, está originalmente escrito en inglés o en una de esas ricas variantes del spanglish, traducido, por lo que a mí me parece, de una manera muy sabrosa, muy sonora, muy natural. En sus páginas encontramos, ágilmente narradas, las vicisitudes del alter ego del autor, el tal Yunior, y su hermano Rafa, con las mujeres. El sexo está omnipresente. Y el punto de vista es el del varón latino educado con unos patrones machistas de los que es muy difícil escapar. Los personajes doloridos, la enfermedad, la lucha por la subsistencia, el placer, nostalgia por el mundo perdido, búsqueda de una identidad cultural, son los asuntos que maneja el escritor con pasmosa naturalidad, a través de situaciones en las que no resulta difícil imaginar un correlato más o menos autobiográfico.
La lectura de estos cuentos, que componen un mosaico en el que no costaría llamar al conjunto novela, me ha llevado a pensar, si sumamos las otras obras del autor, en lo fértil que es el terreno de la mixtura cultural, desde el punto de vista temático y desde el idiomático. Creo que el uso que los escritores españoles hacen del idioma está absolutamente encorsetado y empaquetado en unos patrones de lengua neutra, sin matices, donde la forma de hablar de los personajes no importa, y cuando se expresan no hay variedad. Si alguna vez un personaje no habla de una manera estándar se le pone en cursiva. Esto es, no se le tiene respeto a la lengua hablada. Uno de los grandes logros de Junot Díaz es lo bien que se integra el discurso de sus personajes en la narración. Teniendo en cuenta que he leído una traducción.





Las historias del libro de Eloy Tizón discurren por una lengua literaria alejada de los modos de expresión del habla. Una lengua en la que la orfebrería tira de parte de lo que se cuenta. Donde unas frases sacan a otras, donde a la retórica poética se le da un amplio espacio. Los cuentos de Técnicas de iluminación son muy interesantes: una parte de ellos sucede en el mundo reconocible, inmediato, en la cotidianeidad, otra parte se hunde en las sombras, deriva a lo inexplicable, o lo que explicado resultaría fútil, deja lugar al asombro o a la perplejidad. Más allá de los prejuicios favorables (y merecidos) con los que se está juzgando este libro, debido el prestigio del autor en el mundo del cuento, me parece una apuesta arriesgada y muy personal, en la que no puedo dejar de pensar que lo que en muchos medios veo resaltado como sus grandes virtudes, son a veces también pequeños defectos, como esas debilidades poéticas, demasiado fáciles (Vivir es vibrar). O aciertos a los que el autor no es capaz de renunciar, aunque te saquen del relato, precisamente por su precisión: “Una cosa entre trágica e insignificante, como la autopsia de un gato”. Quizás porque aquí lo que se cuenta está ya un poco archisabido: una separación, una unión, un viaje, una vida en el extrarradio, y hay que presentarlo precisamente bajo una iluminación distinta. La voz del escritor domina los textos, es omnipresente. El ejercicio de la escritura se trasparenta en el propio discurrir del texto, porque la historia va empujada (y se nota) por las palabras, no por los acontecimientos. Eloy Tizón gusta mucho entre los escritores y vamos en camino de que sea fácil identificar lector con escritor.




En 29 cadáveres, Pepe Cervera hace uso de una lengua de informe para relatar las atrocidades que llevan a cabo sus personajes, lo que provoca en muchos momentos verdaderos escalofríos. Son ocho historias que tienen un correlato real. Al final se hace una relación de los personajes con algunos datos sobre los crímenes que llevaron a cabo. Las historias se desarrollan en Estados Unidos, con una crónica negra que tenemos en la retina gracias a películas, libros y noticias de los medios de comunicación. Es curiosa la deriva del autor hacia ese espacio de referencias anglosajonas y americanas, que se queda algo estereotipado, cuando había demostrado una gran pericia para moverse por las geografías más próximas, donde hay una crónica negra también muy suculenta.

Los tres los he disfrutado.

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias, Antonio.
Me he hecho de los dos primeros y los he estoy leyendo poco a poco, disfrutándolos.
Ahora tengo poco tiempo. Como siempre he estado un poco loco, preparo el C1 de inglés y el B2 de francés, con asistencia a centros especializados y puedo presumir de ser el abuelo en las clases.
Me alegra saludarte después de tanto tiempo.
Un fuerte abrazo.
Antonio S.