viernes, 3 de octubre de 2008

Secuestro

La foto está sacada de la página de la Asociación de exestudiantes chilenos en la URSS residentes en Suecia: De izquierda a derecha Mariano Turiel, Lenin Adán Díaz Silva y Marcelo Concha Bascuñán, todos ellos detenidos en plena calle en los años 75 y 76 por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional DINA. Desde entonces, desaparecidos.

Hay un puesto de comida en mitad de la calle. Un hombre se detiene ante él. Duda. Finalmente señala el tipo de bocadillo que quiere. Enfrente los alumnos de un instituto empiezan a derramarse por la acera. El hombre mira. La nostalgia le quita el hambre. El bocadillo se le queda en la mano como algo inútil, como una herramienta equivocada. Ahora entra en su campo de visión un vehículo del que se bajan dos tipos muy apresurados. Al hombre lo asalta un mal presentimiento y el bocadillo se le resbala de las manos, como si fuese un pez vivo, una pieza grasienta difícil de sujetar. Los tipos se separan, rodean a uno de los jóvenes estudiantes, lo sujetan de pronto por los brazos y lo obligan a entrar en el coche. Nadie ha tenido tiempo de reaccionar. Cuando el coche sale de escena dejando un rastro de humo y estupefacción, algunos estudiantes señalan hacia la nada, hacia el vacío que se abre ante ellos.
-Eh, eh, eh, es lo único que atinan a decir.

El hombre regresa a su casa. Saluda a su esposa. Su esposa lo mira desde la fotografía. Enciende el televisor y busca los informativos. Quiere saber algo de lo que ha ocurrido hace unas horas delante de sus narices, pero en ninguno se menciona el secuestro de un joven estudiante de Bachillerato. Repasa varias veces todos los canales. Nada. La noticia del día habla de una muestra anual de cine porno. Las actrices se deslenguan delante de la cámara, enseñan sus prótesis de silicona y hacen gestos lascivos invitando al reportero a participar en un simulacro erótico.
El hombre se bebe un vaso de agua delante de la pared. En el cuadro que ocupa su mirada de 90X90 cm hay 16 azulejos blancos, vacíos, especulares. Traga. El músculo de su garganta se mueve y el hombre se lleva una mano al cuello. Quizás ha sido una de sus visiones. Como aquella vez que encontró a los exploradores de Marte comprando ropa en Zara. Nadie pareció darse cuenta de su aspecto alienígena, extraterrestre, excepto él. Estuvo varias semanas advirtiendo a todo el mundo acerca de los invasores camuflados. En aquel tiempo ella estaba fuera de la foto. Siempre pendiente de él, preocupada por el hecho de que se tomase las pastillas. Luego ella se metió en la fotografía y no volvió a salir. Desde ahí sigue atenta y le advierte:
-Antes de acostarte tómate las medicinas.
Como él no la quiere disgustar le dice que sí y pasa ante ella con un vaso de agua en una mano y las píldoras en la otra. Luego disimuladamente las echa al váter y se traga el vaso de agua sola, mirando al frente, al lugar donde una vez hubo un espejo que ya no está. Un recuadro de 90X90 cm de un color ligeramente más claro que el resto de la pared, con un filo muy matizado alrededor. Un gesto instintivo, con el que quiere conjurar ese engaño, le lleva la mano al cuello, como si le doliese. Le da un beso a ella dentro de la fotografía y se acuesta.

Llega a la cama y encuentra allí a su cabeza con sus cosas, como si fuese un objeto pensante, independiente y autónomo. Se queda dormido pronto, observado de cerca por los ojos de su cabeza. Allí hay un hombre, él mismo, que sin dejar de serlo es otro, otro hombre como él. Hay un puesto callejero de comida. El hombre duda entre todas las ofertas de bocadillos hasta que por fin se decide.
-Ése, señala.
-Ahí están, dice el vendedor ambulante con nerviosismo.
El hombre ve un coche entre la marea de chicos del instituto, del que se bajan dos tipos decididos, al hombre le azota por dentro el miedo, los dos tipos empujan a un joven al interior del vehículo y salen de escena. El hombre no consigue gritar, dar una voz de alarma. Nadie lo hace. Enseguida aparece un reportero de televisión y le pregunta sobre el festival porno que se celebra esos días:
-¿Es usted consumidor habitual de juguetes eróticos?
Por fin consigue decir ante las cámaras:
-Acaban de secuestrar a un chico ahí mismo.
El reportero sonríe ante la cámara, es todo lo que sabe hacer.

El hombre le da los buenos días a su esposa y se sienta a desayunar.
-Has vuelto a hablar en sueños, le dice ella.
-¿Sí? ¿Y qué decía?
-Que habían secuestrado a un muchacho.
El hombre se toca la garganta, quiere mantener a su esposa lejos de un asunto como ése.
-Una pesadilla, le dice, tranquilizador.
La besa en la frente por encima del cristal y se despide hasta la noche.

Hay un puesto callejero con perritos y bocadillos. Enfrente hay una cancela que oculta la tranquilidad de un instituto sin alumnos en el patio. El hombre duda. Por fin pide un bocadillo.
-¿Me recuerda usted? Le pregunta al vendedor.
-Sí, claro.
-¿Recuerda usted que ayer vimos cómo dos hombres metían a un chico a la fuerza en un coche?
El vendedor ambulante mira al hombre con aire disimulado de desafío, con una ambigua intención. Los segundos transcurren entonces como minutos, con la elasticidad de una goma de la que no sabemos si recuperará su forma original. Frente a frente los dos hombres en silencio, mirándose el uno en los ojos del otro.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Este es cojonudo.

Me he pirado con la cercanía del noticiario y el zapping y apenas he reconocido nada hasta el final, donde dos tíos se encuentran. Tan anchos.

Anónimo dijo...

Lo he vuelto a leer. No sé por qué me ha parecido tan bueno este relato. Muy bueno.
Me hubiera encantado haberlo escrito.

Sólo una cosa más:
¿De qué va?

Anónimo dijo...

se metió en la fotografía y no ha vuelto a salir...me encanta.
Antonio, he pedido a Mariano que me envíe Mucha suerte. Estoy contenta de descubrir gente creativa y nueva.
Te contaré.
Besos

Carlos Frontera dijo...

Me gustó, aunque por momentos tampoco acabe de comprenderlo todo y dude si se trata de un sueño o de alguien que sueña que sueña o qué sé yo. Es lunes, perdona mi torpeza.

Lansky dijo...

Espléndido final. Aguardo a que se deshaga el nudo que me ha hecho tu cuento en el estómago.

P.D.- Tu y yo sabemos que viene a "cuento" de tu cuento: con décadas de retraso, acaban de publicar en España "Operación masacre" del desaparecido Rodolfo Walsh

hombredebarro dijo...

Espero satisfaceros a todos si cuento el germen de esta historia.
Llevo un tiempo indagando en un asunto en el que no acabo de ver claro. Se trata de la publicidad de Aquarius, esa que hicieron sobre el tipo que estaba construyendo él solo una catedral y luego el grupo de enfermos mentales de un colectivo llamado La colifata.
Curioseando en la página de este colectivo vi que había un tipo que decía haber enfermado a raíz de haber contemplado cómo ante sus narices secuestraban a alguien.
Había llegado a dudar de lo que había visto con sus propios ojos.
No era difícil de asociar esto con los secuestros callejeros durante las dictaduras chilena o argentina, de las que, al contrario de lo que piensa lansky, al que le agradezco la información, no tengo un nivel aceptable de información.
Por eso en mi relato hay una referencia a Zara, para descontextualizar el texto de esos periodos y universalizarlo, lo que si se piensa es realmente espantoso.
Un saludo a todos.

Valentina Levin dijo...

Me gustó. Me trae recuerdos. El abuelo de mi novio es un desaparecido de la dictadura chilena y su familia cuenta historias de terror sobre lo que ocurría allí.
Muchas gracias por pasarte por mi blog.

Anónimo dijo...

Buenísimo el relato y tu blog. Un saludo desde Uruguay.

Luis Recuenco dijo...

Buen relato, excelente manejo de la ambigüedad fantasía/sueño/realidad. Echo de menos un remate de mayor tensión, el relato se lo merece.

hombredebarro dijo...

Anónimo, qué guay Uruguay.

Luis, el final es así de no final, un principio de horror. Y perdón por hablar así.

Fernando García Pañeda dijo...

A veces pienso si no sería mejor tomarse las pastillas.
Muy bien narrado, por cierto.