
El otro día me topé con un libro muy interesante, y muy intenso en sus apenas 100 páginas, editado por Siruela en el 2003 y titulado, absurdamente, como se pude comprobar enseguida,
La casa de los náufragos, escrito por el cubano del exilio en Miami Guillermo Rosales, que lo tituló
Boarding home. Se nos explica en un apéndice que los
boarding homes son asilos privados de Estados Unidos donde se interna a personas discapacitadas física o mentalmente. Y se nos cuenta también que el autor se suicidó en 1993 a los 47 años después de haber destruido la mayor parte de su obra. Que la novela es autobiográfica y que ganó un concurso literario con el voto de Octavio Paz. En fin, todas esas anécdotas suculentas sobre las que muchas veces se quiere sostener a los textos literarios. A éste no le hacen faltas esos pilares, aunque los tenga. La historia se inicia con esta frase:
La casa decía por fuera “boarding home”, pero yo sabía que sería mi tumba.Y de ahí hasta el final el escritor William Figueras nos cuenta su miserable, cruel y sórdida existencia en ella. Figueras, como el propio Rosales, llega a Miami huyendo de la Cuba de Castro, pero más allá de esa circunstancia dice:
Soy un exiliado total. A veces pienso que si hubiera nacido en Brasil, España, Venezuela o Escandinavia, hubiera salido huyendo también de sus calles, puertos y praderas. Después de escribir una novela donde cuenta la historia de un romance, que el Partido Comunista tacha de morbosa y pornográfica, Figueras se vuelve loco y deja de escribir, de modo que un día creyendo que un cambio va a solucionar sus problemas deja su país para ir a Miami, donde lo esperan unos parientes que después de 20 años nada saben de él ni de su vida.
Creyeron que llegaría un futuro triunfador, un futuro comerciante, un futuro playboy; un futuro padre de familia que tendría una casa llena de hijos, y que iría los fines de semana a la playa y correría buenos carros y vestiría ropas de marca Jean Marc y Pierre Cardin; y lo que apareció en el aeropuerto el día de mi llegada fue un tipo enloquecido, casi sin dientes, flaco y asustado, al que hubo que ingresar ese mismo día en una sala psiquiátrica porque miraba con recelo a toda la familia y en vez de besarlos y abrazarlos los insultó. La tía Clotilde se ocupa de él y lo lleva al
boarding home del señor Curbelo, que por ahorrar ni siquiera reparte el papel higiénico. Allí ha de convivir con toda clase de gente marginal que la vida ha desahuciado, entre ellos el cruel y abusivo Arsenio, encargado que el dueño tiene al frente. Todos los episodios que se suceden giran en torno a la crueldad (la del propio Figueras también), los abusos, el miedo, las humillaciones, la suciedad y la rutina, donde hay algún breve destello de ternura, de humor o de esperanza. Y los sueños o visiones. Esperpénticas apariciones de personajes polares como Fidel Castro o José Luis Rodriguez
El Puma.
Guillermo Rosales sólo llegó a publicar en vida algunos fragmentos de sus obras
Boarding home y
El juego de la viola, y dos cuentos de un conjunto que tituló
El alambique mágico. Al parecer el tipo tenía un carácter difícil, algunas veces agresivo, pero eso sólo le puede importar a quienes lo conocieron y trataron. A nosotros quien mejor nos habla de la sordidez e inhumanidad de la existencia es William Figueras. Ya es bastante con eso.
Para leer un fragmento:
Aquí.