jueves, 22 de abril de 2010

Capítulo 3


Cristóbal era un alumno que venía a clase de tarde en tarde, pero ya me lo dijo él, no voy a venir poco y mal vestido. Su estética D&G, con anillos de oro, hebillas plateadas de esposas y pistolas, pendientes de estrellas de azabache, le daban un aire de esbirro de la moda que desentonaba con el resto de sus compañeros, vestidos con una sudadera y unos vaqueros. El pelo lo llevaba engominado en un tupé agresivo, afilado. La literatura le interesaba un carajo, pero tenía sentido del humor. Intenté averiguar el desorbitado precio de sus zapatillas, pero no pasó de contestarme más allá de algunas bromas. Su dandismo marginal y arrogante lo instalaba en un olimpo en el que nada tenían que decirle las tareas escolares con sus rutinas. No obstante, a cristóbal le fascinaban los sucesos truculentos y tenía una gran facilidad para encontrar intenciones y picardías en los textos que leíamos en voz alta. Conté algo sobre larra y enseguida se interesó por los detalles de su muerte. Le dije que larra era, como él, un dandy. Vaya, observó. Vamos a leer algo de larra, propuso. Creo que con él también te aburrirías, le dije. Como el escritor, cristóbal también vivía en la calle de los salvajes, en un extrarradio sin futuro. Al final de las clases, ya dentro del coche, descubrí que el aroma a manzanas maduras se había agriado. Conduje hasta casa, como siempre, con la radio puesta. En medio de la autovía estaba el perro aplastado que días atrás había visto intentando zafarse de la mitad de su cuerpo.

No hay comentarios: