lunes, 13 de diciembre de 2010

Elefantiasis, de Raúl Ariza


Elefantiasis, de Raúl Ariza,
Editores Policarbonados, Colección Relatos, 122 páginas.

El hombre es un ser atrofiado y vive situaciones y vidas que son embrollos sin salida, nudos ¿gordianos? Sí, gordianos. Es todo un acierto titular un libro con el término Elefantiasis. Un libro de relatos, ¿de relatos? No exactamente, lo que escribe Raúl Ariza en su primera publicación, que son textos procedentes de su blog El alma difusa, no nos parecen siempre relatos ni microrrelatos, a veces son estampas de vidas, resúmenes de argumentos, exposición de situaciones, apuntes de historias. ¿Películas contadas? Puede ser en ocasiones. Cincuenta textos que insisten en enfocar los callejones sin salida de unas existencias tan absurdas o necesarias como las de cualquiera. Hay un realismo cotidiano, ¿sucio pero castizo? Sucio, pero castizo, “ahogado por el transveral corte en la garganta de un cuchillo jamonero” (pág. 33). La escritura de este libro se ha independizado de la impostura del realismo sucio más tópico. Se nota el buen humor y la distancia en expresiones como “debe estar a puntito de llegar” (pág. 107), “repletito de cuajos sanguinolentos” (pág. 118). El narrador se pone casi siempre por encima sus personajes y nos los muestra con cierta condescendencia: “al bueno de Ricardo se le ha quedado una cara de felicidad un poco tonta” (pág. 30). Una serie de pobres diablos van dando palos de ciego de un lado a otro. Clientes de puticlub, amantes clandestinos, viudos, víctimas de desgracias familiares, seres perdidos en el territorio de tragedias más o menos visibles. Poco a poco, sabemos que no habrá sorpresas más allá de ese mapa de rutina, tristeza, decepción y grisura. Por eso quizás hay quien se empeña con sus gestos, actitudes o comportamiento en romper algunos moldes. Sin embargo, esas son hazañas mínimas condenadas a fracasar. Elefantiasis presume de sus deudas cinematográficas: “Desde una toma cenital se apreciaría mejor, no únicamente la soledad por la que atraviesa, sino también lo mal que se siente” (pág. 96). En fin. La colección de textos de Elefantiasis nos parece una propuesta digna, deudora de esos argumentos y situaciones clásicas del desamparo que el cine y la literatura nos viene enseñando desde hace tiempo. No encontramos, sin embargo, interés por buscar caminos menos trillados ni de investigar planteamientos más originales. Pero estamos ante el primer libro de su autor. Tiempo tiene, si quiere, de ir cogiendo vuelo. Por otra parte, nos parece un gran acierto la presencia de las ilustraciones de Carmen Puchol, que potencian enormemente la atmósfera de las historias.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues te vas a asombrar, pero el "camino nuevo" está en el relato que ha escrito para Zapatos.
Se madura lentamente, y para no parecer una fans fanática de RA, diré que es verdad que el sustento, la base que da el haber dedicado muchos años de nuestras vidas a la Filología,tú,Óscar...yo, da madurez, sí. ;)
Besos

pepa mas gisbert dijo...

Un libro imprescindible para aquellos que gustan de lo bien narrado y que además en muchos momentos estremece el alma.

pepa mas gisbert dijo...

Ya está tu reseña incluida en la página web ELEFANTIASIS. Te dejo el enlace.

ELEFANTIASIS"

Pepa Mas Gisbert, administradora de la página web

Anónimo dijo...

Anda, Pepa!! Que eres la administradora de la página (jo, qué despiste llevo siempre), pues es preciosa

Anónimo dijo...

Vaya, ustedes estan acostumbrando a Raul a que todo el mundo le bese el culo y la verdad es que no es ningun Shakespeare.

Anónimo dijo...

Los escritores lo único que necesitan para escribir, renovarse, avanzar son elogios.

hombredebarro dijo...

Querido amigo Anónimo besaculos lo será usted. Que no es un Shakespeare está fuera de toda duda.

Mita, no estoy de acuerdo. Los escritores para avanzar necesitan que se reflexione sobre su trabajo, que no se les haga de menos, pero tampoco de más, porque tanto en un caso como en otro es fácil que pierdan un norte que en la literatura cada cual ha de inventarse.

Un saludo

Anónimo dijo...

Yo estoy totalmente de acuerdo con Antonio. El exceso de alabanzas nos hace perder la perspectiva sobre lo que escribimos.
Para avanzar es necesario encontrar algún que otro tropezón.Eso es lo que enseña. De vez en cuando hay que detenerse en el camino y pensar en lo que estamos haciendo.
No está mal pasar una temporada en las alturas pero sin perder la referencia del suelo que pisamos.

Saludos

Elena Casero

Francisco Ortiz dijo...

Vaya, es una reseña algo tópica y condescendiente. Descubre poco sobre lo que el libro ofrece al abrirlo y al adentrarse en él, excepto lo más evidente. Qué diferencia con la de José Abad, por ejemplo. Me quedo con esta última, sin duda.