lunes, 9 de enero de 2012

Olmos y Gopegui


Alberto Olmos, Ejército enemigo, Mondadori, 2011


Belén Gopegui, El padre de Blancanieves, Editorial Anagrama, 2007

Estas dos novelas se ocupan de asuntos contiguos, tales como la solidaridad, el compromiso, la transformación de la sociedad, las acciones concretas de la lucha, el activismo y la justicia social. En Ejército enemigo aparece un lema,“la solidaridad ha fracasado”, que desencadena parte de la acción y es el resumen de la tesis que desarrolla; sin embargo, en El padre de Blancanieves las fisuras sobre la posibilidad de la transformación de los esquemas sociales y políticos no son más que objeciones de actitudes personales de algún personaje que está en minoría. Las reflexiones que cruzan los caminos de una y otra novela tienen alcances bien diferentes, aunque a veces comparten puntos de partida, e incluso recorrido:

En Ejército enemigo uno de los personajes hace la siguiente reflexión:
“la mayoría de los profesores de instituto son hijos de profesores de instituto. Mis padres daban clase de Lengua y de Ciencias Sociales. Te dirán que lo llevan en la sangre, cualquier profesor, que tenían vocación y demás estupideces. Nadie lleva nada en la sangre, ¿entiendes?, ninguna vocación. Uno hace lo que hacían sus padres porque es lo fácil; lo fácil. Si tu padre es director de cine, te metes en el mundo del cine; si tiene un bar, lo heredas y sigues con él; y si es profesor de Lengua pues opositas, que ya sabes cómo se hace y qué esperan de ti. En realidad seguimos siendo una sociedad gremial.
(…)
-¿Tu padre qué hace?
-Está jubilado, fue repartidor toda la vida. De bebidas.
-Hostia, pues felicidades. Tú has dado un salto en lateral que muchos no son capaces de dar. Aunque trabajes en esa mierda de la publicidad. (...)”(pág. 122)


En El padre de Blancanieves, Manuela, profesora de instituto, sufre una crisis debido a un incidente en el que por su culpa despiden al repartidor inmigrante de un supermercado. El caso es que a imitación de lo que hiciera Simone Weil (1909-1943), autora de los Ensayos sobre la condición obrera, deja temporalmente su trabajo, su casa, su familia y se muda a un barrio popular, donde ingresa a trabajar en una tintorería: “salvando las distancias, a Simone Weil le pasó algo parecido. Ella buscaba conocer lo que piensa un obrero, lo que siente, lo que le pasa a un obrero, algo así, pero a donde ella y yo, salvando, digo, las distancias, hemos podido llegar es a conocer lo que le pasa a Simone Weil o a mí cuando nos ponemos a trabajar en una fábrica o en una tintorería.” (pág. 142)

Me llamó mucho la atención el proceder del personaje de Manuela en El padre de Blancanieves, pues su comportamiento, a estas alturas del siglo XXI, no sé todavía si resulta inverosímil o ingenuo. Me cuesta creer que una profesora de instituto no sea consciente de la realidad obrera de su entorno. Es evidente que ella misma procede de una clase media de profesión liberal, pero que no haya tenido un contacto mínimo con los modos de vida de las clases populares se me hace difícil de creer.

Yo mismo me dedico a la enseñanza en un instituto y procedo de una familia obrera, así que cuanto menos su actitud no deja de parecerme frívola, que es como la propia Manuela se describe en más de una ocasión:
"Me gustaría decirle simplemente esto: que para ser revolucionaria hay que ser un poco frívola. Bueno sí, es que tengo una hija revolucionaria. Ya sé que parece algo del siglo pasado, pero resulta que en Madrid, en una zona céntrica, arbolada, y a principios del siglo XXI, a mí va y me sale una hija revolucionaria. Creo que no es moda, como cuando dijo que quería esquiar, le compramos las botas, los esquíes, las gafas, todo, y a los tres meses se hartó" (pág. 97)

Quizás no nos cueste mucho ver en la fotografía que ilustra la portada de Ejército enemigo esa descripción que hace Manuela de su hija y que es una de las cosas contra las que arremete Alberto Olmos, aunque Belén Gopegui se toma muy en serio el activismo social y político de madre e hija.

En Ejército enemigo se sostiene la siguiente tesis:
“Ya no se hacen las cosas para que cambie la realidad, sino para que se sepa que se hacen cosas. Es como el gobierno. El gobierno no quiere que las mujeres dejen de morir asesinadas, quiere, sobre todo, principalmente, que se sepa que está haciendo algo para que no mueran asesinadas. La campaña social-publicitaria emite este mensaje: nos preocupamos...pero no hacemos nada efectivo. Quien entiende que el mundo es así consigue el éxito. Mira los cantantes, los putos artistas solidarios.” (pág.124);

“la solidaridad, (…), debe iniciar el camino hacia la intimidad, es decir, debe ser una acción que a uno le cueste algo, no sólo hacer clic en una de esas payasadas de red social o ir a un concierto. No se puede cambiar el mundo haciendo fiestas.” (pág. 125)

En El padre de Blancanieves hay un episodio en el que la solidaridad se concreta cuando Rodrigo, estudiante de la ESO, se mete en una pelea en el patio de su instituto para defender a una compañera: “Rodrigo no empezó la pelea porque tú le cuentes cosas sino porque lo que vio le pareció humillante. Y si tú le has ayudado a verlo así, sólo podemos estarte agradecidos. Además, tienes razón, la realidad de hoy, desaprensiva, cínica, está ahí fuera, nosotros hemos vivido pensando que podríamos librarnos, pero seguramente sea mejor así. Es muy angustioso estar todo el día pendiente de no abrir la puerta, por si es la realidad, de no coger el teléfono, por si es la realidad.(...) resulta que amenazar y pegar y abusar son cosas habituales, y no sólo, ni mucho menos, en los colegios: me refiero a nuestra sociedad, a nuestro modo de vida encantador.” (pág. 297)

Los lemas de El padre de Blancanieves podrían resumirse en estas frases, que no descartan las posibilidades del cambio político y personal:
“Antes de saber cómo hacer las cosas hay que saber lo que se quiere, y elegir lo que se quiere supone haber imaginado la vida.” (pág. 81)
“Imaginar lo que no existe es fácil, en cambio imaginar lo que existe exige conocer.” (pág. 288)

“La solidaridad ha fracasado”, es, por el contrario, el lema de Ejército enemigo, que funciona también como motor narrativo. En este sentido se afirma lo siguiente: “No nos engañemos, la solidaridad es una forma de ocio, una ficción para el puro entretenimiento de personas con mucho tiempo libre. Los jóvenes, sobre todo. Espera diez años, y verás a todos esos amigos tuyos solidarios dejar en la estacada a todos los pobres del mundo. Como mucho, reciclarán su basura correctamente, pero en cuanto tengan una hipoteca y un par de mocosos, verás tú lo que aportan” (pág. 77)

En El padre de Blancanieves hay una visión mucho más ideal del asunto:
“Dicen que la mayoría de los que empezaron luego cambian, ya sabes, que cuando envejeces te haces conservador y de derechas, y vas contando lo ingenuo que eras cuando de joven querías transformar el mundo. Pero no es verdad (…)
No están en los telediarios. Hay que ir a sus lugares de trabajo, de reunión, hay que conocer sus vidas. Puede que muchos de los que siguen no estén organizados. Puede que muchos ya no voten. Sin embargo siguen.” (pág. 281)

Lo que Olmos analiza como estado general de las cosas, Gopegui se lo adjudica al personaje que argumenta contra la transformación social desde un punto de vista socialdemócrata:

“Pensé que no tenían ni puta idea de la realidad, que la realidad estaba esperándolos con los brazos cruzados y riéndose a carcajadas. Que cambiar el mundo era el mejor eslogan de todos los tiempos, que debería habérseme ocurrido a mí para no estar en el último casillero de la vida. Pensé que todo era publicidad, que todos éramos imbéciles, que unos compraban zapatillas deportivas y otros compraban compromiso social (…) que ninguno de esos chicos y chicas, ni el profe Eduardo, dedicaban ni un solo minuto de su vida a pensar en el conductor de autobús que les llevaba a casa, ni en el camarero que les ponía las cervezas, ni en el repartidor que aprovisionaba de bebidas el bar; que todo era ridículo y un poco miserable.”
(Ejército enemigo, pág. 252)

“¿Voy yo a recordarles que si hay cincuenta sitios de la web de eso que llamas prensa alternativa, hay cincuenta millones de sitios pornográficos? ¿Que antes se inundará la tierra que habrá en Europa una revolución? ¿Que mientras cuatro personas leen a Marx en Madrid, dos o tres millones leen el Marca, las revistas femeninas, etcétera?”
Estas son palabras de Enrique, marido de Manuela, en El padre de Blancanieves, pág. 192., que no puede evitar que sus hijos y su mujer deriven hacia el compromiso y la lucha social.

Lo que nos parece, en definitiva, y a modo de resumen, es que frente a la actitud programática y marxista de Belén Gopegui, Alberto Olmos contrapone una lectura pesimista y cínica de los movimientos de lucha social.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No he leído más que por encima el análisis que has hecho porque el de BG ya lo pedí , y el de este Olmos desconocido para mí, también. Y prefiero leer los libros primero, a las opiniones de otros.
Esperaré a las entrevistas.
Danke!!!
Besos

Lansky dijo...

A Olmos aún le faltan varios hervores para llegar al nivel literario de Gopegui, en cambio, se luce como bloguero aunque desprecia esa actividad. Ya lo decía Borges, que al final se acaba uno dedicando a lo segundo que mejor sabe hacer

Elena Casero dijo...

A mí la del padre de Blancanieves no me acabó de convencer. Para mi gusto no es la mejor de Belén.

La de Olmos no la he leído.