sábado, 28 de enero de 2012

Serpientes


Yo era joven, pobre y descuidado. Remolinos de pelusa y polvo
corrían por los pasillos de mi piso estudiantil. Como hacía frío,
pasaba mucho tiempo bajo las mantas, leyendo, oyendo la radio y soñando con existencias más pobres que la mía, más descuidadas y bohemias. No era raro que me ardiese la frente y se levantasen desde los rincones sucios de mi habitación dos negras serpientes marinas, por ejemplo, monstruos babeantes y sanguinarios que se me enroscaban en el pecho como a un hijo de Laocoonte. Para defenderme hubiera podido agarrar un escobón cualquiera, y allá que irían en fuga ejércitos despavoridos de cucarachas y arañas, formas de vida minúsculas, repugnantes. Pero no lo hacía, me dejaba arrebatar, morder, estrangular. Mis compañeros de piso se sorprendían de aquella gimnasia contorsionista, practicada dentro del mito. Al cabo de los años ya no fui joven, pero logré mantenerme pobre y descuidado. Esperé que del mar surgiesen las serpientes que me devoraran. De hecho, si sigo aquí es porque sólo creo en ellas.

2 comentarios:

Rafael dijo...

sigo porque espero cuanto haga falta
estoy dispuesto,
aguantaré el frío y la lluvia
con rayos atronadores de los que asustan,
dormiré solo una hora
el aire será mi alimento
esperando,
sé que la inquietud traicionará a mis nervios
pero no importa,
también sé que habrá días buenos
se verán,
te esperaré sigiloso, atrevido o sin vergüenza
y cuando llegues
no sé si estaré preparado
qué más da si solo sé que sigo
si no me importa esperar

Lansky dijo...

Me ha gustado mucho

"aquella gimnasia contorsionista, practicada dentro del mito"