
Soy de la muy discutible opinión de que el escritor de raza no se pasa la vida leyendo. El que lee mucho es más lector que escritor. Después de cierto conocimiento del material acumulado, uno ha de dedicarse a escribir, si es que tiene algo que decir. De lo contrario, lo contrario. El caso es que me gusta algo que dijo Borges sobre el poco tiempo de que uno dispone en la vida para leer libros voluminosos. El se refería en concreto a Lolita, de Nabokov, que por ese motivo no quería leer. Pues bien, aunque poco, sigo leyendo a la par que escribo. Más que nada porque me sirve para copiar. Prefiero las pocas páginas a las muchas. Siempre. A las pocas el peor defecto es que le falten. A las muchas que le sobren. ¿Cuál es peor defecto de los dos? Voy a hacer una encuesta.
Lo de antes es un preámbulo. Al grano: voy a facilitaros mis lecturas comentadas. ¿Qué interés pueden tener? Las lecturas en sí, alguno. Mis comentarios pueden ser prescindibles o quizás animen a alguien a leer lo que yo he leído. Y eso sí que es interesante. Leer lo que otro acaba de leer. Con la lectura no ocurre como con el cine. Las lecturas se comparten no porque se realicen simultáneamente, sino porque se suceden, tal como los testigos en una carrera. Los clubes de lectura no cuentan: son un pu(t)ro coñazo. Un modo absurdo de leer. Para que podáis leer lo que yo he leído os voy a facilitar un enlace en la red. Si no, ¿cómo?
La primera lectura es un cuento de Witold Gombrowicz del volumen Bakakaï, traducidos por Sergio Pitol y publicado por Tusquets Editores en 1986. El cuento se llama "El bailarín del abogado Kraykowsky" y está en la página 232 del documento que os enlazo
AQUÍ.
Leer ese cuento de W.G. puede ser interesante por un motivo práctico. Si uno no ha leído nada del polaco, la lectura de esta historia de pocas páginas es más que suficiente para desde ya decir que uno ha leído a Gombrowicz, y eso siempre resulta prestigioso. Sobre todo si uno es escritor. G. es un escritor para escritores, lo cual en el siglo en el que estamos es una redundancia. Los escritores que sólo satisfagan lectores, Dios me perdone, escribieron lo que ya estaba escrito: perdieron el tiempo ellos y nos lo hicieron perder a los demás.
Otro motivo puede ser que en el cuento susodicho hay uno de los temas favoritos de G. Un tema que por ejemplo desarrollará en su novela
Pornografía, con lo que muchos se pueden ahorrar la novela y llegar al tema por el cuento. Es un tema interesante, poco frecuentado por otros escritores. Un viejo necio proyecta en otros personas ciertos deseos de sensualidad. Un erotismo voyeur, monomaniático y desquiciado. Es esa sensación tan precaria y sutil del que cree que ha descubierto una pasión en otros, de modo que necesita que lo que "ha descubierto" se llegue a cumplir.
Por último, quien lea este cuento se acercará en pocos minutos (no más de 20) a un modo de enfocar el asunto que no ha prosperado demasiado en otros narradores, que han preferido unos tonos más almibarados para sus historias. Quizás porque no tenían mucho que decir, quizás porque se deberían haber limitado a leer a Gombrowicz.
¿Es eso lo que debemos hacer nosotros? No se puede responder esta pregunta sin haber leído a G. He aquí el momento más barato para hacerlo, y fácil.
Se me olvidaba por donde tenía que haber empezado. En la encuesta de
Babelia sobre el cuento de hace unas semanas, Cristina Fernández Cubas citaba éste como uno de sus cuentos favoritos. Por si mi recomendación no basta. Yo tampoco lo conocía. Vayáis a pensar mal. No ando por ahí leyendo a todas horas. El enlace se lo agradezco a
Desequilibros, que hizo un gran trabajo por encontrar la mayoría de los cuentos que allí se citaban.
Pinchad sin miedo. Y decidme que os parece el cuento. Y por qué ese título.