viernes, 13 de noviembre de 2009

Hibernación



Imagen: Jochen Duckeck, Cueva Chauvet

En un abrigo de la montaña, en la que se sabe que quedan varios ejemplares de oso pardo, uno de ellos duerme y sueña que es un hombre en su lecho de muerte.
-Hay algo que no le he dicho a nadie, dice.
El cura levanta una ceja.
-¿Estamos bajo secreto de confesión?
El cura asiente con la ceja que ha mantenido levantada.
-Ponte en paz con Dios, dice.
-No me jodas, pater, no me trates como a una de tus viejas beatas.
El cura se pone serio. Tiene ganas de que su amigo complete el tránsito a la otra vida, no ve la hora de librarse de sus humillaciones. Afortunadamente cada vez queda menos. Quizás sea cuestión de horas.
El moribundo pide agua.
¿Qué secreto puede haber llevado guardado ese hombre (soñado por un oso) que no quiere llevarse a la tumba?
Al cura, una vez más, las palabras de su viejo amigo de la juventud le repugnan, pero lo absuelve y le da la extremaunción. Enseguida entra en estado crítico, pierde la conciencia y horas más tarde expira. Sus familiares y amigos lo despiden con sentimientos contradictorios de alivio, vacío y tristeza. Ciertamente ha sido un hombre muy difícil de trato, áspero y frágil a un tiempo. No se sabe si con la muerte irá ganando unos puntos en el afecto de los demás. Por lo pronto todo el mundo se marcha a casa aliviado. Esa misma noche el muerto hace sus pinitos fantasmales. Enturbia el precario sueño de su esposa con sentimientos y complejo de culpa. De ahí en adelante regresa cada noche con los bolsillos llenos de veneno, discordia y suspicacias. Por supuesto, tras la apertura de su testamento (era un rico financiero soñado por un oso) se inicia una guerra en la que todos están contra todos. Salen a la luz ciertos detalles de su vida que hasta entonces muchos no conocían. Hay un prestigioso profesor universitario que quiere dar los primeros pasos para escribir una biografía, pero antes ha de sufrir un tortuoso proceso de negociaciones con la fundación que lleva el nombre del filántropo. Al difunto no le divierte nada de lo que ocurre. Pensó que desde la otra vida vería las cosas de esta con las buenas dosis de humor que le faltaron en su momento. Ensucia todo lo que toca con rencores y maledicencias entre sus familiares y amigos. Una de sus hijas se arroja por un balcón al vacío y queda tetrapléjica. El amante de los últimos años abandona a su viuda. El muerto no entiende bien la muerte. Había pensado que se trataba de descansar en paz. Eso que siempre había oído. Sin embargo, quizás todo fuese un mal sueño, si se paraba un momento a pensar descubría que no tenía familia, ni mujer ni hijos, y que pasaba la mayor parte del invierno dormido. Despertó y todo le pareció terrible. La palabra, en fin, es monstruoso: estaba solo en mitad de la montaña y los rayos del sol empezaban a derretir muy poco a poco la nieve.

1 comentario:

Luis Recuenco dijo...

Los sueños es lo que tienen, sobre todo cuando los sueñas en otra parte. Un saludo.