viernes, 26 de agosto de 2011

Un sabor


A punto de cumplir los 90 años Narciso Flores, que aparentaba menos, tuvo el que iba a ser, aunque él no lo sabía, el último sueño erótico de su vida. La sangre le golpeó las sienes y la verga se le infló y removió como cuando se abre un grifo al que hay conectada una manga de goma. Narciso Flores lo contó, pero no entró en detalles, así que no voy a inventar, tan sólo se refirió al peculiar sabor mezcla de caramelo y de sal marina de unos pezones deliciosos que chupó hasta que algo lo despertó. Maldijo como sólo él sabía hacerlo y se cagó en la puta de quien armaba aquel escándalo, provocado por una tropelía de niños. Narciso estaba viudo desde hacía dos décadas y llevaba dormido para los asuntos de la carne desde la larga y penosa convalecencia de su esposa. No esperaba pues, al cabo de tanto tiempo, volver a experimentar, aunque sólo fuese en sueños, tales delicias. Los compañeros de tertulia de Narciso lo envidiaron y como no obtenían más detalles de su protagonista que los aquí expuestos comenzaron a inventar, de tal forma que en el barrio cundió cierto revuelo alimentado por las exageraciones. Narciso, que había llevado una vida reservada y prudente, se incomodó con todos y se refugió en la biblioteca. Por las noches se metía en la cama con ciertas esperanzas que nunca se vieron cumplidas, hasta que se olvidó del asunto, como también le ocurrió a los demás, conque regresó a la tertulia y a las rutinas. Sólo de vez en cuando algún impertinente insistía en sonsacarle sobre aquello, pero Narciso lo mandaba al carajo y santas pascuas. Muchos jóvenes del barrio conocían el peculiar sabor de los pezones de Fina, hija de la panadera, pero ninguno tenía ni la experiencia ni las palabras para describirlo. Era, no obstante, una simple mezcla de caramelo y sal marina.

La fotografía es de Ed Ross

1 comentario:

Lansky dijo...

Muy bonito y muy tierno el relato, no suele cundir la empatía hacia los ancianos por parte de gente mucho más joven, pero tus 'antenas' son la d eun poeta.

(por cierto, las prodigiosas tetas de la foto de Ed Ross son de verdad, sin cirugías; se nota por cierta caída pese a la sujección del corsé, y a pesar de ser tan grandes son muy bonitas)