jueves, 15 de diciembre de 2011

Belén Gopegui: El lado frío de la almohada



He de empezar diciendo que yo de las tramas de espionaje político no me entero, si no me las explican muy bien. Belén Gopegui no se preocupa de explicar su trama, de ser didáctica. Por eso hasta que la novela no va acabando uno no empieza a comprender más o menos el alcance de la historia, aunque por el camino los detalles le hayan resultado confusos. Esta novela tiene espías, historia de amor, muerte, ideología marxista y visiones del mundo. Ahí es donde Belén Gopegui se preocupa de ser didáctica, pero no fácil, a través de unas cartas más o menos inverosímiles, literarias, fingidas para una novela, a pesar de todo: “Porque le tengo miedo a la literatura, señor director.” (pág. 233) Como novela la peripecia no es demasiado original; agente joven cubana y diplomático maduro norteamericano se enamoran al tiempo que se sumergen en una complicada negociación en la que las bazas de cada uno se van descubriendo poco a poco. La Historia, con mayúsculas, se cuela en la historia personal de esos personajes. Lo que destaca en la propuesta es precisamente eso: “ Con todo, publicar novelas, producir películas, poner letra a la música no bastaría para acumular otra imaginación. Porque no se imagina en el aire. Porque imaginar tiene que ver con hacer, con poder hacer.” (pág. 234) Cuba cruza toda la historia como esa posibilidad: “Algunos pueden, y no es que sean mejores, es que tienen más imaginación. Son capaces de ver lo que sería una sociedad en donde la escapatoria y el vuelo solitario y el sentimiento de admiración por uno mismo a solas, de vanidad herida, no hicieran falta a nadie. Se preguntan cuánta escasez pero también cuánto de extraordinario y bonancible habría en un tiempo sin miseria y sin lujo para todos.” (pág 226) El fracaso y caída de los gobiernos comunistas ha dejado huérfanos a quienes no se conforman con el capitalismo como único modelo de vida. Cuba es la última oportunidad. “Las personas en España, por ejemplo, nunca dicen: en Cuba funcionan mal los autobuses, convendría… y llene usted los puntos suspensivos. (…) Nunca dicen convendría, sólo dicen: por tanto la revolución cubana no tiene sentido y debe dejar de existir. La parte por el todo. Quiero decir que nadie dice de España, o de Francia o de Inglaterra: la sanidad pública no funciona bien, por lo tanto la democracia representativa debe dejar de existir.” (Pág. 189) Esta es, en líneas generales, la tesis de la novela, quizás seca en ocasiones y con pocas concesiones, aunque los personajes finalmente consigan la cercanía y simpatía del lector.

2 comentarios:

Lansky dijo...

Ayer precisamente me la encontré, en una libreria madrileña de viejo y hablé brevemente con ella; precisamente la encontré más vieja(supongo que ella a mí también).

Anónimo dijo...

A mí me gustó mucho Tocarnos la cara.
Bss