sábado, 17 de mayo de 2008

Ella tiene el culo caliente

En 1919 Duchamp manipuló una reproducción de La Gioconda, le puso un bigote y perilla y debajo escribió LHOOQ, que leído rápidamente en francés viene a decir algo así como "Ella tiene el culo caliente"



Llegué tarde a casa. Cansado. Después de una jornada de más de mil kilómetros. Mi esposa me abrió la puerta. Saltó a mi cuello y nos enganchamos en un beso muy largo. Había pasado dos semanas fuera. Había estado en tres burdeles de tres países diferentes. Pero no tenía miedo de oler a puta.
-Hueles a pescado, me dijo.
-Lo siento, es la carga. Me ducharé, por supuesto.
-Si quieres ver a tu hija, entra en su habitación, pero no la despiertes.
Me llevó a la cocina y me enseñó una cena de delicatessen.
Sus ojos tenían esa chispa, el brillo que yo recordaba. Algo que no podía encontarse en un puticlub. Llevaba un vestido muy bonito. Caminó delante de mí de una forma provocativa. Soy un hombre corpulento, musculoso. Mi esposa me llega al pecho, pero es un bombón. Había algo en ella que era nuevo, pero no sabía qué. No se trataba del vestido, que le daba un aspecto de ninfa volátil, ni del color de su piel, aunque era evidente que estaba más morena que hacía dos semanas. Había algo más, pero yo no acertaba a averiguar qué era.
-Pondré la mesa, mientras te duchas y te cambias.

Debajo del chorro del agua se produjo el chispazo que me ilumnió. Ya sé, ya sé, me dije mentalmente. Pero enseguida, en voz alta:
-Tiene bigote.
Corté el chorro del agua.
-Es un bigote, eso es.
Tenía la cabeza enjabonada, así que tuve que accionar de nuevo el mando del grifo. Otra vez bajo el agua pensé que no podía ser eso. Que un prodigio de ese calibre no le hubiera pasado inadvertido a mis ojos antes de llegarme al cerebro.
Alucinas, me dije. Quizás aquella chica en Nimes tenía más vello de lo normal en el labio superior, quizás las sombras le daban el aspecto de un bigote. Pero en modo alguno, ella tiene bigote, es tu mente calenturienta. Pensé.
Llevé a cabo las siguientes operaciones de mi aseo de una manera mecánica, perdido en conjeturas.
Habré visto una revista en la que una mano aburrida le había dibujado mostacho a la chica de la portada, y esa imagen ha germinado en mi cabeza como una mala hierba.
No sé, no sé cómo he podido tener esa ocurrencia.
A punto de salir por la puerta del cuarto de baño me detuve. Iba desnudo y goteaba. Pasé unos segundos en el umbral.
-Tiene bigote, pensé de nuevo.
-¿Has acabado?, me dijo ella desde la cocina.
-Sí, sí, voy enseguida.
Volví al cuarto de baño. Quise mirarme en el espejo, pero no me podía ver porque el cristal estaba empañado. Qué ocurrencia más descabellada. Cómo me iba a haber pasado inadvertido, después de dos semanas de ausencia, un bigote, si me había dado cuenta del vestido nuevo y de su bronceado. Era imposible. Tenía que ser otra cosa, pero aquella majadería me tenía el seso sorbido. Quise dominar el despropósito de mi imaginación, aquella extravagancia rara.
Pasé una mano por el espejo arrastrando el vaho, pero sin conseguir una imagen nítida de mi rostro en él. Dos semanas sin verla dan mucho de sí, me dije. Lo cierto es que hay en ella algo asombroso y al mismo tiempo indescifrable. Aunque es evidente que no se trata de un bigote, yo se lo veo. No sé si se lo he visto hace un rato. No sé si lo lleva ahora, mientras busca entre las botellas de vino. Pero si me preguntasen y tuviese que decir lo que creo que es, diría:
-Tiene bigote.
Por descontado está decir lo que hasta este momento no he dicho. Que estaba hermosísima. Que el bigote era un rasgo sublime de su belleza.
Me vestí con esos pensamientos, me eché agua de colonia. Todo el cansancio acumulado en esas dos semanas de trabajo en la carretera y el tufo de las barras se fueron por el desagüe con un remolino de pelos.

Me senté frente a ella sin valor para mirarla. Me entretuve abriendo el vino, alabando los platos dispuestos en la mesa. Al fin, mientras cenábamos, le dije:
-Te encuentro distinta.
-¿Distinta?¿Sí?¿Más guapa o más fea?
-Más guapa y más interesante, algo misteriosa.
-Pues no sé. Será que he aprovechado el buen tiempo para tomar el sol y me encuentras más morena.
-No. Sí, ya me he dado cuenta, pero es otra cosa.
-Será que tengo muchas ganas de estar contigo.
-No. Ya te conozco ese modo de mirarme de antes. Es algo indefinido, que no sé, se me ocurre como que es por aquí, por esta zona, le dije, haciendo un círuclo en el aire delante de la nariz y la boca.
-Ah, quizás es que me he pintado con una nueva barra de labios.
Se acercó y me besó. Entreabrió los labios y encontré esa blandura húmeda y sagrada de su lengua. Cerré los ojos.
-Pero dejemos algo para después. Vamos a cenar y a terminarnos el vino.
A la cuarta copa, yo le veía a mi mujer un hermoso mostacho femenino. Brindamos varias veces. Intenté desabrocharle la camisa y ella lo consiguió con mi portachuela. Me salió espontáneamente, como si jamás hubiera pensado en ello antes:
-Me gusta tu bigote.
Pasé mis dedos por encima.
-Me gusta mucho.
-Creí que no serías capaz de decirlo en toda la noche.
-Pensé que eran imaginaciones mías.
-Pues ya ves. No lo son. Es real.

7 comentarios:

frikosal dijo...

Estupendo de verdad!!

Sirena Varada dijo...

Aceptar finalmente con toda naturalidad la presencia del bigote, provoca la hilaridad propia de aquellas situaciones aparentemente normales en las que de repente ocurre algo inverosímil. Esto, junto al estilo narrativo del texto (es como si hubiera visualizado todas y cada una de las escenas descritas) han hecho que su lectura me haya resultado amena, divertida y grata, muy grata.

hombredebarro dijo...

Me alegra que te lo parezca amigo frikosal.

Sirena, creo que antes que edificar está lo de entretener.

Manu Espada dijo...

Muy moderno, como si lo hubiera escrito el mismísimo Duchamp. Ahora uno sobre urinarios. Saludos.

Manu

hombredebarro dijo...

Sobre urinarios, vaya, buen tema. Creo que tu propuesta no va a caer en saco roto. Un saludo.

Tawaki dijo...

Parece magia cómo consiguen mantener el interés con una cuestión aparentemente tan banal.

Un abrazo.

Catriel dijo...

Estaba buscando información acerca de la Gioconda de Duchamp y caí en tu blog que, además de ofrecerme buena información acerca de la obra, me regaló el grato placer de tu pequeña historia. Una delicia, amigo.
TE invito a pasar por mi blog a ver mis humildes dibujos, a ver si te disparan alguna historia.
www.ktriel.blogspot.com