lunes, 26 de mayo de 2008

MUTACIONES. TELEPATÍA COLECTIVA 2.0

Imagen de la entrada del MUPAM, donde se han celebrado las jornadas. Cogida de blogaraujo.blogspot.es

Nos quedamos en la segunda conferencia del jueves, que llevaba como título Telepatía Colectiva 2.0 y que ofreció José Luis Brea con el apoyo de unas imágenes que salían de su ordenador.


Un segundo: voy a ver en internet quién es José Luis Brea. Profesor Titular de Estética y Teoría del Arte Contemporáneo de la Universidad Carlos III de Madrid. Acabo de comprobar que el presentador leyó el currículum que hay en su página web. Y vaya putada, también está en internet la conferencia, de la que no cogí notas, y durante la que me removí bastante en mi asiento, porque no lograba conectar con ella, al tiempo que un chico que tenía delante no dejaba de asentir con la cabeza, el mismo que al final no sólo aplaudió, sino que se puso de pie, como si acabase de asistir a la faena de un torero o cantante. Como después la conferencia fue celebrada varias veces, lamenté mi poca capacidad para mantener la atención fuera de los detalles superficiales. Así que me la voy a leer en internet. La casa del Señor. El lugar de Todo. Pero no sin antes darle un repaso a mi percepción marginal de José Luis Brea.


Cuando me dirigía parque arriba hacia el MUPAM (Museo del Patrimonio Municipal de Málaga), y ya llegaba al semáforo que hay justo enfrente, coincidí con dos tipos que llevaban mi mismo camino. Uno larguilucho, con poco aire de estar interesado en la narrativa contemporánea, el otro, de figura escurrida, con cierta delicadeza en sus gestos y con un jersey marrón de cuello alto, aunque de tejido fino, a pesar del calor que hacía esa tarde en Málaga. Yo, ya lo dije en el post anterior, con una camiseta que aspira a ser la de un escritor, si no mutante, quizás mutado. En mi amusculado pectoral la efigie de un Maradona barbudo y entrado en carnes y vicio hace un gesto de victoria, sobre el lema de Vive como Dios, donde la io son su mítico 10. Pues nuestros pasos se encaminaron por la misma dirección y entramos por la misma puerta y esperamos el mismo ascensor. Y yendo como parecía evidente al mismo lugar, cada uno se empeñó en pulsar una planta distinta. Sólo el larguilucho sabía lo que hacía al pulsarle al 2. Pero yo, más rápido, ya le había dado al 3. Y el tipo enjuto con el jersey de cuello vuelto suponía que iba al 1. Mi ignorancia resultó vencedora, porque el ascensor sólo aceptó mi orden. El larguilucho le dijo al otro:
-Usted va a la 2, a lo de Narrativa.
-Es que no sé dónde voy, creo que a administración.
-Ah, pues entonces yo voy a la 2, dije, sin dejar pasar mi oportunidad.
En cuanto llegamos a la 2 se resolvió el primer enigma. Como ya dije con cierto retintín el comienzo se demoró, como es hábito patrio. El larguilucho montó un tenderete, en el que expuso unos libros de la editorial Berenice con los nombres de algunos de los escritores considerados mutantes. Le di un azucarillo a mi astucia. No, si ya decía yo que a éste los mutantes se la traen floja. Al otro lo vi entre el público. Aspecto más enigmático que el de los mutantes. Mi astucia no fue capaz de reconocer en él a uno de los ponentes. Sólo cuando en el descanso entre conferencias lo vi en el estrado montando su ordenador, me dije: tate, este es...Y tuve que consultar el programa. José Luis Brea. Ya he dicho que mientras leyó, estuve en otros asuntos: pensando, por ejemplo, en ciertas situaciones límite. Qué hubiera pasado si los tres nos hubiésemos quedado encerrados en el ascensor. Quién hubiese sobrevivido. Vaya argumento mutante que se me acaba de ocurrir, me dije. Porque a mí, como a todo el mundo, en las conferencias me entran ganas de hablar, pero lo hago conmigo mismo. Entre otras cosas porque suelo ir solo.


Vuelvo dentro de un rato. Otra vez salgo a internet. En mi casa duerme todo el mundo. Voy a ver si me da tiempo a leer su conferencia, antes de que empiece a despertar gente y a aparecer por aquí con las sábanas pegadas a la cara. Si no desayuno antes de seguir me voy a marear. Ya estoy algo mareado.
Espero que el bocadillo de mortadela siciliana, que me acabo de jalar me de fuerzas, Dios mío, para dar una idea aproximada de la charla de José Luis Brea, el hombre con frío en la calurosa tarde malacitana. Porque me da a mi que si dejo en vuestras manos que os leáis el texto en internet, me podríais acusar de no hacer mi trabajo. Y no quiero yo eso. El título de su conferencia era Telepatía colectiva 2.0, entre paréntesis Teoría de las multitudes interconectadas. Vamos a ver. Brea dice que la escritura es telepática y la lectura alucinógena. La escritura es un médium y la lectura es el procedimiento por el que el fantasma de los garabatos vocea un pensamiento. La telepatía tiene que ver con que lo que no habla habla y cómo lo que habla dice algo otro, algo más que lo que dice. El texto de Brea es difícil. A veces me pierdo. Vuelvo a pensar en un ascensor que se queda atascado con el larguilucho, el friolero Brea y el escritor no mutante, sino mutado, yo mismo, dentro. Entiendo sus ejemplos. Mi capacidad de atención para un lenguaje teórico es mucho más limitada. Sus ejemplos:


-En la novela 2666 Bolaño cuenta cómo los colonizadores españoles se dieron cuenta pronto de que todas sus actuaciones eran rápidamente conocidas por los nativos de cualquier punto del continente. De modo que llegó a pensarse en la existencia de una red de telépatas, que se transmitían las informaciones casi al mismo tiempo, en el que estaban sucediendo los hechos. Esta leyenda es usada por Bolaño como argumento de la novela, hasta el punto de que uno de sus personajes se siente descendiente de aquellos telépatas.


-Para Freud la telepatía es el resultado de un trabajo equiparable al del sueño. Un padre sueña que su hijo llega hasta él y le dice: -Papá, no ves que ardo. El padre se despierta y ve cómo su hijo muerto arde en el ataúd, porque una de las velas ha caído sobre el cadáver. La telepatía no es nada paranormal. A partir de la percepción sutil del calor del fuego o de los reflejos de las llamas, la mente construye un proceso narrativo para informar. O dar la voz de alerta. Esta “anticipación” es la forma temporal de lo telepático.


-Esa historia lacaniana, en la que a un grupo de presos se le da la posibilidad de escapar, si adivinan el color con el que están marcados. Cada cual lleva una carta en la cabeza, de forma que sólo ven las de los otros. Dos cartas son blancas y tres son negras. Como no me ha quedado del todo claro , ya que Brea parece dar por hecho que todos recordamos perfectamente el juego, me he ido a la red de nuevo. Y ahora alguien me aclara que son tres presos y cinco cartas . Dos son negras y tres blancas, al contrario que antes. Ya sé que da lo mismo, pero qué lío. El caso es que el alcaide les pone en la espalda (ea, ahora ya no es en la cabeza) las tres cartas del mismo color y se guarda las otras dos en un bolsillo de la chaqueta. Uno, al ver que las otras dos cartas son del mismo color, no tendrá certidumbre sobre la que le marca. Podrá ser blanca o negra. La solución a este sofisma vendrá de la mano de los movimientos que se originen de ahí. No hay certidumbre lógica, ni conocimiento seguro y bien fundado de quien uno es, sino negociación y reciprocidad en un proceso tele(sim)pático con los otros dos presos.


Hay algún ejemplo más de su discurso teórico, pero no quiero dejar de señalar mi telepatización.


Mientras Brea leía, acompañando con unas imágenes el texto, yo pensaba en todo el episodio que había vivido hasta llegar a ese momento. Esto es, mi encuentro en el parque con aquellos dos tipos desconocidos, mi suposición de que se podían dirigir al mismo lugar que yo. La discriminación entre ellos: un larguilucho, cuyo aire no encajaba con el tema de las conferencias, y un hombre de gestos delicados, con jersey de cuello vuelto, en la tarde sofocante de Málaga. El viaje de los tres en ascensor, cada cual queriendo dirigirse a una planta diferente, cuando íbamos al mismo sitio. Cada uno con una suposición sobre los otros dos. Y otra sobre sí mismo. La literatura será la encargada de darle forma a esa telepatización de la realidad. Para descubrir las conexiones entre los telépatas. Aquellos indígenas americanos, que en realidad se comunicaban a través de un sistema de señales y marcas con las ramas de los árboles. Mientras Brea hablaba, yo estaba pensando en las musarañas. Me he tenido que leer el texto en la red. Dos telepatías por el precio de una. Las musarañas con las que yo me entretenía no eran sino la transposición a mi lenguaje de lo que Brea estaba desarrollando con el suyo. Distintos, pero telepáticos. Dos ya es colectivo.


Pero pensé que me había aburrido. Aunque sólo fue un aburrimiento físico, que me llevaba a buscar cada vez con más insitencia una postura cómoda, lo que no hacía sino empeorar la situación. Un oyente se levantó y le aplaudió a Brea como si fuese un torero. Me llamó poderosamente la atención. Las bromitas sobre la capacidad telepática de su discurso me habían parecido algo tontorronas. Sin embargo, he de reconocer que intelectualmente Brea me ha divertido muchísimo. Y que lo ha hecho por telepatía. Joder, porque a veces su texto a mí me cuesta.


En el turno de preguntas, Vicente Luis Mora, no con camiseta, sino con camisa negra, levantó la mano. VLM tiene el pelo más largo y más abundante de lo que una supuesta moda mutante recomendaría, patillas en forma de hacha, muy andaluzas, y una rotundidad física que le van dando los años. Espero y deseo que no le afecte la comida americana. El caso es que habló de tres anuncios. Pero antes dijo que intentaría ordenar lo que quería decir de la mejor manera posible, ya que estaba muy cansado. Lo hizo con el gesto de atusarse el pelo. Habló de tres anuncios que se le habían venido a la cabeza. Uno en el que una cadena de comida rápida ponía a una oficinista con un burrito en una mano y con la otra no dejaba de hacer las tareas de su trabajo. El segundo no lo recuerdo. Y el tercero era algo así como la multiplicación de un individuo en pequeños clones, cada uno de los cuales realizaba un trabajo diferente. De lo que no soy capaz ahora es de recordar cuál era la motivación teórica de esos ejemplos y al hilo de qué parte de las palabras de Brea venía. Espero que algunos lectores completen mis lagunas mentales.

Para el siguiente post las ponencias del viernes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Además de dos telepatías, según lo que dices del texto de Brea, dos alucinaciones. Ectoplasmas narrativos en el ascensor. Está muy divertida esta crónica de barro. Dan ganas de haberse dejado caer por ahí, si el trabajo no mandase tanto. Un saludo.

hombredebarro dijo...

Carlos, así fue. Realmente entretenido y muy emocionante. Celebro que te hayas divdertido tú también con la crónica. Un saludo.