miércoles, 10 de junio de 2009

Diario de un hombre que corre 2


http://www.youtube.com/watch?v=YuHU_fjNa9I


Por ejemplo.
Qué tendrá Marbella, qué tendrá la costa, que todo el que llega allí se coloca, coloca, coloca!!!. La verdad es que no soy hombre de bailar. Me gusta más sostener la barra, pero ella no. Las mujeres, ya se sabe, tiran más para la pista. Ella llegó con unas amigas a España a bordo de una patera. De lujo. Como tantos negros, y negras, y negritos. Quién lo diría en aquella discoteca de Marbella, parecía que toda su vida había transcurrido en una pista de baile. La invité a beber algo cuando se acercó sedienta a la barra. Luego me sonrió y volvió a mover el esqueleto. Cómo lo movía. Demasiado para tí, primo. Pero antes de salir juntos de allí, en el momento en el que se encendían las luces empezó a sonar ese estribillo, que ahora mientras corro y las cosas están jodidas, me retumba dentro de la cabeza.
Corro y se me ocurre una cosa absurda, mientras corro perseguido por varias voces: podría dejar de correr y de repente ponerme a bailar. Pero no puedo. Ni dejar de correr, ni ponerme a bailar. Porque ellos me persiguen y porque no sé bailar. Nunca lo he hecho. Si no fuese así, si yo fuese un bailón, esos que vienen ahí detrás no me matarían, como están a punto de hacer, en cuanto deje de correr y me enfrente a ellos. Qué tendrá Marbella, qué tendrá la Costa, que todo el que llega allí se coloca, coloca, coloca!!!. Pero si es que es muy difícil no ponerse a bailar con ese ritmillo vacilón metido en la cabeza.
Mi primo me dijo:
-Primo, vamos a Marbella de marcha, allí nos podemos ligar a las titis de la jet set.
Mi primo y yo, albañiles de primera.
-Anda que crees tú que esas nos van a hacer algún caso.
Pues mira tú, la negrita me lo hizo a mí. Y su amiga a mi primo.
-¿Y vosotras sois de la jet set?
Les preguntamos, con el sol alto, de cachondeo, después de salir de la discoteca a la calle.
-Esta es hija de los reyes del Congo del Norte.
-Y esta de los del Sur. ¿Y vosotros?
-Príncipes del Burgo.
Al entrar en el salón de juego grité algo que no se entendió bien. Y luego saqué de la bolsa un cuchillo y un martillo.
El camarero me lo puso claro:
-Hijodelagranputa tevoyamatar yoati.
Salí por patas.
-Ladrón, ladrón, al ladrón.
Al principio era el grito de una persona, pero luego se fueron sumando más voces. Corrí, corrí. Pero desapareció todo y me inundó aquel estribillo. Volví a aquella noche en que la vi a ella por primera vez.
Antes de salir corriendo me parecía haber imitado a mi primo en la pista de baile, pero eso me lo produjeron las pastillas. Nunca he bailado. Mi primo sí. También me vi entrando con la bolsa de deporte en una mano y en la otra mi niño mayor. Mi negrito.
-Esto es un atraco, me vi gritando, y luego dudando entre sacar el cuchillo o el martillo ante la mirada angustiada de mi hijo.
Mientras corría pensé que me lo había dejado atrás, al niño. Por eso crucé al otro lado de la calle y retrocedí un poco. Para ir a buscarlo. Pero me di cuenta de que no, de que era otro de los efectos secundarios del ron con las pastillas.
Corriendo y haciendo cosas extrañas. No oigo las voces que vienen detrás persiguiéndome. Sino aquellas que me persiguen desde antes de esta calle, antes en el tiempo. De años, de meses, de días atrás. Y de repente vuelvo a oírlos, anulándolo todo:
-Al ladrón, al ladrón, cogedlo.
Un montón de hombres detrás de mi. Yo soy más de barra, la verdad, me gusta beberme las copas tranquilo, pero esta vez he tenido que salir corriendo.
Me ha dado algo en la espalda. No me ha dolido, pero esos hijos de puta tienen puntería. L0s cabrones estarán entrenados de tanto jugar a los dardos.
Mi primo me dijo un buen día:
-Yo paso de la negra.
-Pues yo no puedo pasar, le dije.
Y dos críos le he hecho. Dos negritos preciosos, guapísimos.
A mi padre no le gustaban. Los negros en general. En concreto mis hijos, sus nietos. No quiso verlos nunca. No quería que fuese al pueblo con ellos.
Un príncipe heredero del Burgo, como dijo mi primo, desterrado por la maldición de su padre. Hasta que murió. A los niños les gusta mucho el pueblo, montar en burro.
Nos vinimos a Málaga, mi primo me habló de un piso que se alquilaba en Vistafranca. La negra y yo con los niños. Los sábados por la mañana siempre ponía lo mismo a toda pastilla: Qué tendrá Marbella, qué tendrá la Costa, que todo el que llega allí se coloca, coloca, coloca!!!
Por ejemplo.

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