sábado, 13 de junio de 2009

Diario de un hombre que corre 4


Post-mortem. Se muere uno y empieza a hablar como los curas y eso que yo en la escuela no hice mucho. No me gustaban los libros. Tú para lo que tienes mano es para el palustre, me dijo mi primo, el ignorante, lo sé ahora, entonces mi primo para mí era Dios. Joder con Dios, todavía no he dado con él aquí. Pues me dijo eso y que me fuera con él a la obra. Ganarás una pasta. La obra bien, pero con la crisis me quedé en la calle. Estaba cobrando el subsidio de desempleo, pero las deudas me comían. No sé. Pensé mal. O no pensé un carajo.
Había un niñato subido a una tapia medio derruida del campo de fútbol. C.D. Maravillas. De rojo. Le hice una pregunta. Ni me acuerdo qué fue lo que le pregunté, pero se limitó a negar con la cabeza. Se quedó estudiándome. Yo no quería que estuviese allí, pero no se marchaba. Tuve que meterme en mi nueva vivienda ante sus ojos de burla. Un coche aparcado, bien aparcado y abandonado allí mismo, seguro por quienes lo robaron.
Mientras estudiamos el plan, yo como ladrón que va a dar un palo, o tú, como escritor que te documentas, se acerca un tipo, a ti o a mí, que sufre ataques de epilpesia, humillado ante una latita con la que pide la limosna. En la que ha puesto un cartelito: "Me han robado 200 euros".
-Por aquella puerta se cuelan y duermen dentro, dice, señalando el local vacío y abandonado, entre el Bazar Oriental y el estanco.
Y luego cuenta que un matón lo amenaza a diario echándole el humo del cigarro en la cara.
Por último saca el papel donde lleva el registro de todos los robos que dice haber sufrido a lo largo del último mes, entre otros por parte del pescadero.
200E
400E
500E
300E
900E
Se apoya en unas muletas y lleva guantes de conductor para conducirlas. Tarado o no.
Post-mortem se saben cantidad de cosas, pero no todo. Algunas clarividencias como la de que el primo era gilipollas. Aumentan los puntos de vista. Lo que pasa es que a buenas horas, mangas verdes. Si la negra se enterara que me han entrado ganas de aprender a bailar. Volví al pueblo con mis negritos después de que mi padre se muriera, que mira que dio por culo. Aquí sigue sin hablarme. Así que eso de que la muerte lo arregla todo no va a ser cierto. Dice que sabe lo que he hecho para estar aquí.
-Dirás lo que me han hecho a mí, le digo, me persiguieron 4 o 5 y me molieron a palos.
Pero es un hombre que no atiende a razones. Sus ideas post-mortem siguen siendo muy cortitas.
Lo que aún no me explico, no ya como hombre que corre, sino como su voz o alma, es de donde sacaron las piedras y la rabia para tirarlas. A lo mejor era su modo de celebrar que el Barcelona acababa de ganar la Champions League hacía minutos. Yo, por el camino, mientras corría, no vi nada con lo que defenderme. Me volví y los amenacé con el martillo, o con el cuchillo, que llevaba en la bolsa de deporte. Creía haberlos dejado atrás, pero repasando la secuencia de los hechos con un ángel he descubierto que:
1, no los había perdido, porque 2, no había llegado a sacarlos del todo durante el atraco.
Me limité a gritar:
-Todo el dinero, metiendo con dulzura la mano en la bolsa, como si allí hubiera un conejito que pretendía sacar de las orejas.
O quizás dije:
-Esto es un atraco.
Pero me salió un balbuceo, con el acento muy cerrado de mi pueblo, El Burgo, que resultaría incomprensible, aunque en absoluto la intención.
-Al ladrón, gritó alguien, y salí por patas.
Detrás de mí una pequeña multitud excitada quizás por la victoria de su equipo adoptó una medida extrema. No querían que cosas así ocurrieran ante sus narices, en el barrio.
Tiene cojones todo. Post-mortem inclusive.

1 comentario:

Luis Recuenco dijo...

También es casualidad. Yo soy de Álora y hace veinte años que frecuento el Gwendal, a pesar de Vicente.

Un saludo.