jueves, 5 de agosto de 2010
Hechizo
La imagen es de Kumi Yamashita
Llegué corriendo hasta la casa en mitad del bosque, pero la puerta se abrió y me puse a salvo. Miré por la ventana hacia fuera, donde se habían quedado, y no tardé en comprender que ellos no veían la casa en la que me había escondido y que para ellos era como si me hubiese esfumado en el aire, que olisqueaban con insistencia. Me hallé en un salón decorado como si fuese la estancia de trofeos de un cazador y esto no contribuyó precisamente a disipar el resto del miedo. Al cabo de un rato volví a mirar por la ventana y encontré que el bosque había quedado sepultado bajo una gruesa colcha de nieve. Entendí que el tiempo de fuera y el de dentro marchaban a velocidades muy diferentes. Cada vez que volvía a la ventana hallaba una nueva estación. Decidí esperar y cerré los ojos un segundo. Al abrirlos tenía ante mí a una hermosa chica, desnuda y transparente. Me sentí incómodo con aquella ropa de camuflaje, con los correajes llenos de balas, así que le pedí permiso para desprenderme de todo. Fue inevitable que nos sintiésemos atraídos el uno por el otro. A pesar de la inconsistencia volátil de su carne conseguí saciar mi hambre de mujer después de meses de abstinencia. Quedamos tumbados bocarriba sobre una piel de oso polar que no olía demasiado bien y me pidió que le contara de dónde venía. Le expliqué que había una guerra para conquistar aquel bosque. Esta tierra, me dijo, siempre ha sido virgen, inexplorada, rodeada de ciudades que la han ignorado sistemáticamente. Ya no, le advertí. Ella aceptó que yo era un soldado. Le pregunté por la naturaleza de la casa y me dijo que pertenecía a los espíritus. Su lengua no pesaba en mi boca, pero conseguía calmar mi sed, mi angustia. Comprendí que si volvía al exterior el bosque quizás ya no existiría, que nada era en balde.
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2 comentarios:
Quedarse con ella sería lo mejor...¿no?
Y luego a duo, ir mirando pasar espacios y tiempos por la ventana...
Mira, Caperucito Transparente, ten cuidado que en los bosques hay muchas sierpes disfrazadas de mujeres desnudas y livianas, haz el favor de centrarte en el objetivo y déjate de mandangas, trascenderás de todas formas, se te caigan las granadas o no, y serás reflejado en los cuentos como el ingenuo Caperucit que se dejó seducir por lo inexistente.
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