jueves, 17 de abril de 2008

Estudios fotográficos



Tengo una afición que no sé si será enfermiza. O algo perversa. ¿Insana? Cada vez que paso por delante del escaparate de un estudio fotográfico, he de detenerme para la contemplación de esas instantáneas que muestran sin pudor las poses más arriesgadas y relamidas del abrazo nupcial en parques y playas, alcazabas y castillos. Ahora que llega la época de las comuniones comienzan a despuntar también las de los tiernos marineritos o almirantes y sus impúberes novias. Me divierten no porque sean fotos divertidas, sino por todo lo contrario, me divierten por lo aburridas que son. Previsibles y bochornosas, contribuyen en su gratuidad a entretener ciertos paseos sin rumbo, o con el rumbo perdido.
Siempre me pregunto cómo es que los protagonistas de esas escenas dan su consentimiento para ser exhibidos de tal guisa, con unas galas que no favorecen ni al mejor pintado, cuanto más al común de los mortales, a los que nos suele ocurrir que en esos trajes de ceremonia adquirimos un aspecto sudoroso, precario y digno de lástima. Sólo hay un traje que siente peor que ése. El de baño.
A veces se me ha ocurrido hacer fotos de esos escaparates, pero nunca lo he llevado a cabo, porque soy muy perezoso para hacer fotografías. Se me olvida la cámara hasta en los momentos más oportunos para tener una cámara a mano. Me gusta ver fotografías, no hacerlas. Como a quien le gusta leer libros, no escribirlos. En mi caso en este punto y momento prefiero escribir un libro que leerlo. Cada cual a lo suyo.
Pero no quiero desviarme del asunto primero. De un tiempo a esta parte ha surgido un nuevo género en esos estudios de fotografía. El retrato picante de chicas. Esto es, la guapa del barrio o de la escalera, sin necesidad de ser modelo profesional, con un simple título de oftalmología o veterinaria, o con las riendas bien sujetas en una de las cajas del supermercado, llega a pensar que, liberando de ropa su espalda y girando la cabeza, o sentada desnuda con las brazos y las piernas cruzadas por delante, ofrece un modelo de belleza intemporal. Quizás esté en lo cierto. Pero a mí me dan escalofríos columna arriba y abajo.
He de reconocer que estos retratos me perturban bastante, y eso que no desconozco del todo uno de los subgéneros pornográficos más interesante en estos tiempos: el amateur.
Ese erostismo soft, intrascendente y superficial de muchas chicas de barrio o de la city está colgado de las paredes de muchos dormitorios de este país. Sólo pensarlo me lleva a imaginaciones descabelladas. De todas quizás la imagen que más clavada está en mi retina es una en la que la modelo, que ya no era una jovencita, llevaba una mantilla, con su correspondiente peineta, resbaládole por el cuerpo desnudo, entre sombras aterciopeladas, en una de esas poses de mujer con las piernas abiertas, que me hacen pensar en una influencia mal asimilada de Julio Romero de Torres.
Pero no seré yo quien juzgue a mis congéneres. Que sea el dios Apolo en su caso el que sentencie los casos más graves. A mí me basta con que esas imágenes me entretengan el paseo. No obstante, a veces lo que ocurre es que la imaginación se dispara sola.
Como en los cuentos, al anochecer supongo que un novio se sale de su cartulina con la chaqueta al hombro. Es probable que se acerque a la chica en pelotas detrás de un gran peluche. Y no es difícil que ocurra lo que algunos ya temerán y otros desean, mientras la novia duerme recostada bajo unas buganvillas y los marineritos abren los ojos como platos.
La temperatura cultural de un país no se mide a través de ningún observatorio. Es suficiente asomarse al escaparate de un fotógrafo para darnos cuenta de que lo que impera es un gusto malo, malo. Pero muy entretenido. Lo mismo que en la literatura.
Ilustra el texto una versión muy poco digerida de aquella imagen de American Beauty. Procede de photolooksevilla.blogspot.com

5 comentarios:

frikosal dijo...

De esas horteradas, las de la primera comunión y las bodas, vive el estudio fotográfico de más postín en mi pueblo.

Lo de las niñas vestidas de novia el día de la primera comunión es brutal, de verdad que no lo entiendo.

Lo de los retratos picantes también tiene su miga, por que además suelen ser malísimos.

hombredebarro dijo...

Lo mismo un día de estos cuelgo una foto de mi primera comunión. No vaya a pensar alguien que no tengo un pasado como todo quisqui.
Un saludo, frikosal, me alegro de verte por aquí.

Marisopli dijo...

jo, me acabo de ruborizar, voy a ver si quitan del escaparate de Fotopiedad mi foto del día que gané mi primer concurso de bailes regionales.
(Me pica el refajo)

Anónimo dijo...

Hola, estoy de acuerdo en muchas de las cosas que dices, pero... siempre hay un pero... somos un reflejo más de la sociedad que tenemos, el problema en si, no es del todo de los fotógrafos, los hay buenos y los hay malos, como en todo, el tema está en la educación, esa que se refleja en los gustos, en las modas, en las opiniones, en nuestras elecciones, hay que entender que no son museos de arte contemporaneos.
Como en casi todas las cosas, los extremos son malos y aunque hablar por hablar no hace mal a nadie, también podríamos ser más constructivos, nos és muy fácil criticar desde una cómoda butaca esperando a que la lorza se nos haga aún más grande...
Un abrazo a todos y contiunar con ese espíritu, observando esas deficiencias que nuestra sociedad tiene.

Anónimo dijo...

No sé si conoces este lugar, la revista/blog La mancha. Va por el númmero 21

www.delamanchaliteraria.blogspot.com

Saludos