En un día tan señalado como el de hoy, en el que aparece la bandera republicana para recordarnos los malos tragos de la historia, me veo impelido a hablar de uno de los temas que más me obsesionan desde el punto de vista político. El hirsutismo rubio. Según el DRAE que manejo, hirsutismo es un “Brote anormal de vello recio en lugares de piel generalmente lampiños. Es más frecuente en la mujer.” Os ahorro la definición de rubio. Por otro lado voy a ceñirme al hirsutismo rubio masculino. Bien pensado, el DRAE se podía haber ahorrado el añadido después del punto, no aporta nada. ¿Qué hace en una definición esa dudosa coletilla estadística “Es más frecuente en la mujer”, sino poner de manifiesto que los ancianos y venerables académicos sienten cierto placer morboso con el asunto. Pelillos a la mar, que dirán los castizos. La única bandera, por otra parte, bajo la que me pondría, es la muy literaria de la calavera con las tibias cruzadas, y tampoco sé cuántos de sus dictados soportaría. La bandera de la corona o la bandera republicana me la sudan. Lo siento. El caso es que el heredero del actual monarca, al que hoy se le declaran un gran número de adeptos: soy republicano y juancarlista. He tenido que oírle a un locutor de radio. Tócate los huevos. Decía que su herdero, Felipe, esto es, sufre a ojos vista de ese serio problema que es mayoritario en la mujeres, de hirsutismo. En su caso rubio. Lo mismo que aquel Javi de la televisiva serie Verano azul, héroe repelente donde los haya habido, y ahora polimacarra en El comisario, también televisiva serie infumable. Y no quiero dejar de pasar la oportunidad para decir que la tele no es que me guste, me apasiona. A estas alturas alguien se preguntará cómo se yo de la afección que aqueja a estos dos casi ficticios personajes. ¿Los he visto desnudos acaso? No, nunca. Ni siquiera los he visto en carne y hueso. Pero me he fijado, háganlo ustedes, en que: Felipe tiene el pelo áspero, no ya en la cabeza, sino también el los brazos y en las cejas. Y Javi-polimacarra-Artero lo mismo. A los dos se los come la barba si se la dejan. Asimismo el reloj se les queda enterrado en la muñeca bajo una espesa pelambre de matojos de color amarillo. Esto ya es suficiente para, con el mismo rigor con el que los padres de la lengua han definido el vocablo, detectar en ellos el grave problema, el cual supongo que en los tiempos que corren estarán atajando con una versión de las técnicas de esa Corporación Dermoestética que siempre ha ofrecido las fotos del antes y del después en su publicidad. Damos por hecho que tanto uno como otro tienen la espalda limpia de pilosidades, como los campos de trigo recién recogidos. Pero respetamos su antes y su después. A nosotros nos basta con saber que pertenecen a un subgénero de la masculinidad, a la sombra protectora de un icono de los setenta como John Holmes, estrella del porno. O de la compleja figura de Steve Macqueen. Rubios de pelo duro todos, de los cuales no me extrañaría que un día se descubriese que como aquellos alienígenas de V comían ratas vivas, miembros de una secta secreta con curiosos ritos de iniciación. Imagínense el problema que tiene la corona en su casa. Al fin y al cabo en casa de Javi-Artero-macarra el asunto es una cuestión privada. Pero lo de Felipe nos puede afectar a todos. ¿Quieren que a sus hijos los gobierne algún día un rey con semejante curriculum de pelos a cuestas? Sinceramente, yo no. ¿Qué puedo decirles de Steve Macqueen? Ah, sí, que fue el actor en el que Copola pensó para hacer el papel de Kurtz en Apocalypsis Now. Pero el avanzado estado del cáncer que padecía se lo impidió. Al final Kurtz fue Marlon Brando. La historia del cine nos ofrece esta sencilla lección. Para el papel, un gordo. Un rey gordo será más de fiar que uno rubio y crespo. El problema es que a los reyes nadie los elije. En cuanto a John Holmes, qué decir, quizás que es la bisagra necesaria para comprender desde el hirsutismo tradicional, moreno y landiano, ese otro, que tanta curiosidad nos provoca, el de los rubicundos príncipes. Por si acaso el día de hoy yo lo he decidido pasar bajo la “Jolly Roger”, enseña de los piratas, con sus huesos mondos y lirondos sobre el negro campo de la noche.
lunes, 14 de abril de 2008
Hirsutismo rubio
En un día tan señalado como el de hoy, en el que aparece la bandera republicana para recordarnos los malos tragos de la historia, me veo impelido a hablar de uno de los temas que más me obsesionan desde el punto de vista político. El hirsutismo rubio. Según el DRAE que manejo, hirsutismo es un “Brote anormal de vello recio en lugares de piel generalmente lampiños. Es más frecuente en la mujer.” Os ahorro la definición de rubio. Por otro lado voy a ceñirme al hirsutismo rubio masculino. Bien pensado, el DRAE se podía haber ahorrado el añadido después del punto, no aporta nada. ¿Qué hace en una definición esa dudosa coletilla estadística “Es más frecuente en la mujer”, sino poner de manifiesto que los ancianos y venerables académicos sienten cierto placer morboso con el asunto. Pelillos a la mar, que dirán los castizos. La única bandera, por otra parte, bajo la que me pondría, es la muy literaria de la calavera con las tibias cruzadas, y tampoco sé cuántos de sus dictados soportaría. La bandera de la corona o la bandera republicana me la sudan. Lo siento. El caso es que el heredero del actual monarca, al que hoy se le declaran un gran número de adeptos: soy republicano y juancarlista. He tenido que oírle a un locutor de radio. Tócate los huevos. Decía que su herdero, Felipe, esto es, sufre a ojos vista de ese serio problema que es mayoritario en la mujeres, de hirsutismo. En su caso rubio. Lo mismo que aquel Javi de la televisiva serie Verano azul, héroe repelente donde los haya habido, y ahora polimacarra en El comisario, también televisiva serie infumable. Y no quiero dejar de pasar la oportunidad para decir que la tele no es que me guste, me apasiona. A estas alturas alguien se preguntará cómo se yo de la afección que aqueja a estos dos casi ficticios personajes. ¿Los he visto desnudos acaso? No, nunca. Ni siquiera los he visto en carne y hueso. Pero me he fijado, háganlo ustedes, en que: Felipe tiene el pelo áspero, no ya en la cabeza, sino también el los brazos y en las cejas. Y Javi-polimacarra-Artero lo mismo. A los dos se los come la barba si se la dejan. Asimismo el reloj se les queda enterrado en la muñeca bajo una espesa pelambre de matojos de color amarillo. Esto ya es suficiente para, con el mismo rigor con el que los padres de la lengua han definido el vocablo, detectar en ellos el grave problema, el cual supongo que en los tiempos que corren estarán atajando con una versión de las técnicas de esa Corporación Dermoestética que siempre ha ofrecido las fotos del antes y del después en su publicidad. Damos por hecho que tanto uno como otro tienen la espalda limpia de pilosidades, como los campos de trigo recién recogidos. Pero respetamos su antes y su después. A nosotros nos basta con saber que pertenecen a un subgénero de la masculinidad, a la sombra protectora de un icono de los setenta como John Holmes, estrella del porno. O de la compleja figura de Steve Macqueen. Rubios de pelo duro todos, de los cuales no me extrañaría que un día se descubriese que como aquellos alienígenas de V comían ratas vivas, miembros de una secta secreta con curiosos ritos de iniciación. Imagínense el problema que tiene la corona en su casa. Al fin y al cabo en casa de Javi-Artero-macarra el asunto es una cuestión privada. Pero lo de Felipe nos puede afectar a todos. ¿Quieren que a sus hijos los gobierne algún día un rey con semejante curriculum de pelos a cuestas? Sinceramente, yo no. ¿Qué puedo decirles de Steve Macqueen? Ah, sí, que fue el actor en el que Copola pensó para hacer el papel de Kurtz en Apocalypsis Now. Pero el avanzado estado del cáncer que padecía se lo impidió. Al final Kurtz fue Marlon Brando. La historia del cine nos ofrece esta sencilla lección. Para el papel, un gordo. Un rey gordo será más de fiar que uno rubio y crespo. El problema es que a los reyes nadie los elije. En cuanto a John Holmes, qué decir, quizás que es la bisagra necesaria para comprender desde el hirsutismo tradicional, moreno y landiano, ese otro, que tanta curiosidad nos provoca, el de los rubicundos príncipes. Por si acaso el día de hoy yo lo he decidido pasar bajo la “Jolly Roger”, enseña de los piratas, con sus huesos mondos y lirondos sobre el negro campo de la noche.
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4 comentarios:
Jaja, tu post me ha recordado a un amigo que padece hirsutismo rubio en casi todo el cuerpo menos, curiosamente, en su única ceja, que es muy negra y muy gorda, un tipo curioso.
Aprovecho para romper una panza por ¡el Piraña!
Manuespada, el hirsutismo rubio deberá afectar también a la ceja, si no es así, se trata ya del hirsutismo híbrido. Y ese es otro tema a desarrollar.
Alberto, el Piraña iría a la categoría de gordos del post anterior.
Saludos.
jo, que se me cae la hipertricosis con el laser de argón
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